La tarde pasó tranquila, el aire era fresco, suave. Acariciaba las mejillas dulcemente acondicionando el agradable ambiente del bosque, lo cual invitaba a la calma absoluta.
Sakura leía un libro balanceándose suavemente en el columpio del porche de madera, sin duda alguna, siempre había amado ese lugar del chalet de sus padres en el bosque, a unos treinta y cinco kilómetros de distancia de la ciudad.
Solía retirarse allí a menudo, era el perfecto lugar para concentrarse en los estudios, o simplemente desconectar sin más de la vida cotidiana.
Tenía vacaciones de su universidad y había decidido tomarse una semana para ella misma allí. Desgraciadamente, su semana tranquila y relajante sería ligeramente afectada por una molesta e inoportuna infección auditiva, la cual se había complicado al no prestarle la suficiente atención.
Sakura lamentaba profundamente su estado de salud en esos momentos, ya que si hubiera sido más precavida, hubiera ido al médico con antelación, pero el estar demasiado ocupada con sus estudios le estaba pasando esa dolorosa factura.
Como resultado de ello, la joven en esos momentos no disponía apenas de capacidad auditiva, tenía ambos canales auditivos muy inflamados, tanto era así, que apenas podía escuchar al mundo.
Todo lo que percibía era como un suave murmullo bastante lejano, no podía mantener una conversación fluida sin la ayuda de una pizarra en la que los demás le escribían.
Tras unos cuantos días de necesidad, más o menos había aprendido a leer los labios, aunque todavía no era muy experta en esa nueva habilidad.
Se malhumoraba a menudo en esos días, pero su médico le había asegurado que a mayor nivel de estrés, más lenta resultaría su curación. Fue ese el motivo que le empujó a retirarse a la calma del bosque aquella semana.
Un suave cosquilleo interrumpió su lectura, agachó la vista y observó al bello felino de la familia rebozándose contra sus piernas.
La pelirrosa sonrió, cerró su libro y alzó al hermoso gato blanco de ojos azules a su regazo.
-¿Qué te pasa Yuki?
El minino la miraba y maullaba constantemente, a pesar de no poder oírlo, Sakura supo por la hora y la insistencia que el animalito tenía hambre.
-Muy bien, vamos a ponernos con la cena –se levantó.
Abrió la puerta corredera del porche y se dirigió a la cocina para preparar ambas cenas. Tras llenar generosamente el cuenco de Yuki, el cual comía con ansias, Sakura freía su cena ajena a todo su alrededor.
Diez minutos después, una mano se posó en su hombro, rompiendo la tranquilidad de manera muy brusca.
-¡Aaaaaaah!
-¡Calma, Sakura! ¡Soy yo! –exclamó Hinata sintiéndose culpable por haberla asustado.
-¡Dios mío! –la pobre pelirrosa se llevó una mano al pecho, tratando de controlar su respiración- Siento haber gritado Hinata, pero lógicamente ni te he oído, ni te esperaba…
-Verás, llevaba un buen rato llamando a la puerta y…
Hinata interrumpió su discurso cuando observó que su amiga ladeaba la cabeza con gesto interrogativo, la joven peliazul comprendió al momento que debía usar la pizarra para comunicarse con ella. Sakura no tardó en alcanzársela para poder entenderse.
-Digo que llevo un buen rato llamando pero no me has oído –sonrió Hinata mientras leía en alto lo escrito, Sakura se esforzaba en leerle los labios a la par para aprender a entender mejor a la gente cuando le hablaba.
-Lo siento mucho, aún estoy afectada por la infección y esto llevará todavía algo más de tiempo… Horrible –bufó sin paciencia.
-Pobrecita… -volvió a escribir y leer su amiga- venía para decirte que Naruto y yo hemos venido al chalet de mis padres, así estamos juntos y tú no estás sola esta semana. Te vendrá bien que te vigilemos un poco.
Hinata y Naruto formaban una pareja estupenda, Sakura lamentaba en sus adentros no disponer ella también de una relación en la que un buen hombre cuidase de ella. Pero francamente no se podía quejar, ambos eran amigos increíbles para ella.
-Entiendo –asintió la pelirrosa- todo un detalle por vuestra parte, pero estoy bien, sólo un poco sorda.
-¿Un poco? –Hinata rio y gesticuló con las manos, dando a entender a Sakura que hablaba demasiado alto.
-Mmm… bueno, realmente mucho –admitió bromista riendo junto a su amiga.
La joven peliazul se quedó con ella hasta que terminó la cena, hablaron como buenamente pudieron, y rieron tranquilamente hasta las diez de la noche. Hora en la que Sakura aconsejó a su amiga marcharse, ya que el camino estaba muy oscuro y tardaría en llegar unos minutos al chalet de sus padres siguiendo el sendero.
-Bueno, si necesitas algo ya sabes, llámanos, además si lo coge Naruto seguro que le oyes con lo que grita –escribió Hinata por último en la pizarra.
-Seguro que sí –Sakura cogió la pizarra y abrazó a la joven como despedida-. Ten mucho cuidado volviendo.
-Descuida.
Hinata se marchó, Sakura se metió en casa cerrando la puerta y se dispuso a cenar con calma.
Lo que no podía imaginar, es el peligro que corría en aquellos momentos, lo tremendamente negra que estaba a punto de volverse la noche…
Un rato después de cenar, decidió recoger la cocina para evitar que se le acumulara trabajo al día siguiente. Estaba fregando inmersa en su mundo silencioso, sin ser consciente de la persona que corría despavorida hacia su casa.
La joven Hinata corría desesperada por el sendero que llevaba de vuelta a la casa de Sakura. Tenía el cuerpo ensangrentado con varios cortes, sus ojos llorosos del pánico, y una expresión de puro terror en el rostro.
Corría todo lo rápido que podía hasta que alcanzó la puerta que daba a la cocina de su amiga.
La comenzó a golpear con fuerza y desesperación.
-¡Sakura! ¡Soy yo! ¡ABREME POR FAVOR! –bramaba entre sollozos.
La joven pelirrosa no oía absolutamente nada, seguía recogiendo ajena a todo esto.
Hinata volvió a intentarlo golpeando hasta hacerse daño.
-¡SAKURA ABREME! ¡ESTOY EN PELIGRO!
La pobre Hinata no tuvo tiempo de nada más, un fuerte dolor invadió su costado derecho, al tiempo que sentía que alguien se pegaba a su espalda, ese alguien la estaba apuñalando por el lateral de su cuerpo.
El dolor era tan intenso que no podía ni gritar, sentía cómo se asfixiaba mientras la sangre brotaba hacia el exterior.
El hombre a su espalda le tapó la boca y la arrastró hasta la parte trasera de la casa, Hinata segundos después no efectuaba ningún movimiento, ningún sonido.
Satisfecho con el resultado, el hombre misterioso dejó el cuerpo inmóvil de la joven apoyado en el contenedor de la parte trasera de la casa, y procedió a rodear la vivienda de Sakura buscando un lugar por donde entrar.
La joven pelirrosa terminó su labor de limpiar tras la cena, se dirigió al salón y se tumbó con su ordenador portátil en el regazo, dispuesta a entretenerse con lo que encontrase en internet.
Recibió un simpático email de Naruto bromeando acerca de su sordera, y otro email de sus padres preguntando por su estado.
No fue consciente de que el mismo hombre que había torturado a Hinata, estaba ahora mismo a su espalda, en completo silencio, admirándola con ojos asesinos y sádicos.
Se dirigió unos pasos hacia el fondo, lugar donde estaba el móvil de la joven pelirrosa, el cual en esos días apenas utilizaba por la sordera. El hombre cogió el teléfono, llevándolo consigo, caminando unos metros más al fondo de la casa, tras una de las paredes.
Quince minutos después, Sakura estaba enfrascada leyendo varios artículos de su interés en internet, cuando de pronto, recibió un email que le sorprendió.
Leyó el remitente y comprobó que era su misma dirección email… ¿Cómo era posible que se hubiera enviando algo a sí misma?
Abrió el email nerviosa, venían dos archivos adjuntos en él. Dos fotografías que le hicieron estremecerse de un escalofrío por toda su columna.
En aquellas fotografías salía ella, sentada en el sofá, con su ordenador portátil. No, no podía ser… imposible.
Se fijó más a fondo… llevaba la misma ropa que en ese instante… ¿¡Qué estaba pasando!?
Antes de tener más tiempo para pensar, recibió otro email.
Otra fotografía, de ella sobresaltándose por el contenido del primer mensaje recibido…
Su piel se tornó blanca como la cal. Alguien estaba haciéndole fotografías en el interior de su propia casa, y al ser de su propia dirección email sólo podía significar una cosa…
Se giró hacia la encimera donde había dejado su teléfono móvil y ese detalle confirmó su teoría: el teléfono no estaba.
Miró el fondo de la casa desde el sillón, no vio a nadie.
No quería entrar en pánico y perder las formas, no sería lo más recomendable. No sabía si se trataba de una broma cruel o de algo más.
Pensó rápidamente durante unos segundos, fuera una broma o no, siempre es mejor prevenir que lamentar.
Cogió el ordenador y rápidamente se introdujo en internet para contactar con la policía, segundos después, comprobó que no podía contactar.
Sus ojos casi por instinto repararon en la señal de la conexión a internet de su ordenador. Señal que ahora mismo, no estaba.
Eso ya le asustó de forma más seria. No tenía conexión a internet, por lo que la posibilidad de avisar telefónicamente también había desaparecido.
Trató de restablecerla numerosas veces sin éxito.
"Alguien ha debido desconectar los cables del exterior" pensó para sí misma. Pero, ¿y si estaba siendo paranoica? ¿Y si el bobo de Naruto estaba tratando de asustarla por su sordera? Desde luego, eso podría ser muy de él…
Con bastante nerviosismo se levantó, la única manera de saber qué le había pasado a la conexión era salir al exterior para comprobar el panel. Prefería asustarse y enfadarse por ello cuanto antes si se trataba de una broma, a pasar el miedo de la incertidumbre de no saber con certeza si estaba en peligro o no.
Cuando se levantó y caminó unos pocos pasos por la casa, lo vio a través de la cristalera delantera de la casa.
Un hombre enmascarado. Mirándola fijamente. Enseñando su teléfono móvil en su mano derecha.
Un hombre que llevaba un puñal en su otra mano.
Un hombre cuyo cabello era oscuro, y no podía ser Naruto gastándole una broma pesada.
Sakura tiritó de miedo inmediatamente… ya no había ninguna duda.
Estaba en grave peligro.
