Cuando yo te amé

Isabella queda devastada luego de que Edward la abandona luego de cinco años de relación. Años después él regresa, dispuesto a recuperarla.

Pero…

¿Ella estará dispuesta a aceptarlo?


Capítulo 1:

El agua tenía una temperatura perfecta, lo había podido comprobar al meter la mano en la bañera segundos antes. Se deshizo de la bata de baño que cubría su cuerpo desnudo y se introdujo en ella.

Como supuso, darse un baño no iba a relajarla para nada como había asegurado su madre. Estar a solas sólo iba a provocar que sus pensamientos se dirigieran a donde no quería, a aquellos recuerdos que la lastimaban profundamente.

No iba a encontrar tranquilidad, esa sensación se había esfumado el mismo día en que él se había ido, hacia dos semanas para ser exactos.

—Ahora no—murmuró y sus ojos se llenaron de lágrimas. Se abrazó a sus piernas como si eso pudiera ayudarla a no llorar—. No, no, no…

Sus susurros pronto se convirtieron en sollozos desgarradores, los cuales hicieron que su madre entrase corriendo al baño alarmada.

—Hija, ¿Qué te ocurre?

— ¿Por qué, mamá?— preguntó Bella, totalmente desconsolada—. ¿Por qué me hizo esto? Yo lo amaba…

— No sé por qué lo hizo, pero tú tienes que estar bien. Entiendo que esto te esté doliendo demasiado pero me parte el alma verte así…

—Ya no puedo seguir sin él— gimoteó la joven.

—No digas eso, pequeña... eres joven y tienes una vida por delante, no te dejes vencer.

Bella no respondió y se aferró con más fuerza a sus piernas. Támara derramó una lágrima al mismo tiempo que se sentaba en el borde de la bañera y acariciaba la espalda mojada de su única hija.

—Daría mi vida entera para que no sufrieras— susurró.

/

—Eres un imbécil de primera— gruñó y Edward solo rodó los ojos.

— ¿Por qué?

—Por dejar ir a una excelente chica… ella te ama ¡por el amor de Dios!— exclamó frustrado.

— No me interesa— contestó él con indiferencia-. Me iré, no volveremos a vernos, ya encontrará a otra persona y va a olvidarme…

— Ojala te arrepientas de lo que estás haciendo…

—No me arrepiento para nada de mi decisión— el tono decidido de su primo dejó helado a Emmett—. Te agradecería que no me jodas más

— Yo no puedo creer que cambies de opinión de un día para otro, no me cabe en la cabeza que después de cinco años de relación…

— Me cansé, eso es todo- lo interrumpió—. Es de sabios cambiar de opinión

—Edward, hasta hace un mes decías que era el amor de tu vida…

—Lo creía, pero ya no lo siento así…

Emmett se apretó el puente de la nariz con los dedos y suspiró. Llegó a la conclusión de que era inútil intentar hacer entrar en razón a su primo.

—De acuerdo— dijo finalmente—. Vete a la mierda…

—Gracias por entender— Edward le sonrió de forma sardónica antes de tomar su maleta y salir del departamento.

/

Los días comenzaron a pasar pero Isabella no mejoraba su estado de ánimo, al contrario, cada día se le veía peor, más pálida, ojerosa y delgada lo que preocupaba en extremo a su madre. Jamás la había visto sufrir y desmejorar de esa manera, ni siquiera cuando murió su padre al que tanto adoraba.

Presa de la desesperación, llamó a Irina, su mejor amiga desde el instituto para tomar un café y pedirle consejo. Irina era una mujer que en la opinión de Tamara, siempre sabía qué hacer y qué decir en casi cualquier situación.

—No sé qué más hacer, Irina— sollozó Tamara y su mejor amiga la observó con cariño y compasión, dejando su taza de café sobre la mesa.

— Dale tiempo y demuéstrale que estás con ella. Poco a poco puedes sugerirle que realicen actividades juntas o algo así. Es bueno que mantenga la mente ocupada…

— Gracias por el consejo, amiga— sonrió—. Creo que eso es justo lo que voy a hacer…

— Ya verás que mi ahijada se irá recuperando poco a poco. Es una chica muy fuerte…

—Siempre lo ha sido, pero ahora no lo está siendo…

—Eso es porque no quiere mejorar, pero si lo intenta lo logrará. Por supuesto, no debes presionarla porque lo único que vas a conseguir será que se moleste contigo

—Lo sé, he tratado de no presionarla, pero estoy desesperada. Ojala pronto encuentre una motivación…

— Ya verás que si— la consoló su amiga.

Después de esa reunión con Irina, Tamara se sentía algo reconfortada. Trataría de poner en práctica lo que su amiga de años le había aconsejado.

—Sí, tiene que funcionar, por supuesto que si— dijo para sí misma para infundirse ánimos mientras abría el portón de su casa. Sam, su perro pastor alemán no la recibió como siempre sino que ladraba y estaba inquieto, como si tratase de decirle algo.

— ¿Qué ocurre, Sam?— preguntó algo contrariada mientras cerraba el portón. El perro entró corriendo a la casa y Tamara frunció el ceño antes de dirigirse a la entrada con pasó presuroso.

Sam estaba dentro de la habitación de Isabella y Tamara dejó caer su bolsa al suelo antes de correr a ver que sucedía. Presentía que no se encontraría con nada bueno.

— ¡Hija!— gritó al ver a Isabella tirada en el suelo y un frasco de pastillas a su lado—. Hija, despierta, ¿qué rayos hiciste?— se arrodilló y levantó la cabeza de Isabella quien seguía sin reaccionar.

Tamara comenzó a llorar, invadida por el pánico y la desesperación. Colocó la cabeza de Isabella delicadamente sobre el suelo y se levantó para llamar al 911.

—Una ambulancia por favor— pidió desesperada en cuanto le contestaron el teléfono.

Un rato más tarde, caminaba de un lado a otro en la sala de espera. Su hija había despertado confundida en el trayecto al hospital y quiso preguntar que sucedía pero no la dejó hablar y ahora se arrepentía por ello pues quería saber por qué había tomado aquellas pastillas.

Un doctor apareció por el pasillo y Tamara corrió hacia él.

—Dígame como está mi hija, doctor— suplicó.

— ¿Es madre de Isabella Swan?- preguntó el médico, mirando un informe.

—Sí, soy su madre— confirmó Tamara—. Dígame como está, ¿tuvieron que hacerle lavado de estómago?

—Nada de eso, su hija no ingirió ningún medicamento…— respondió él con seriedad. Ella alzó las cejas, perpleja.

— ¿Entonces? ¿Por qué se desmayó?

—Se le practicaron unos análisis de sangre y se determinó que Isabella tiene un poco de anemia lo cual suele ser normal en su estado…

—Estado, ¿Qué estado?— cuestionó con sospecha.

— Señora, su hija está embarazada, por eso el desmayo…

Embarazada. La palabra se repetía una y otra vez en su mente. Sintió de pronto una especie de vértigo y una oleada de pánico.

—Señora, ¿se encuentra bien?— inquirió el médico con preocupación—. Se puso pálida…

— ¿Embarazada?— Tamara pronunció aquella palabra con dificultad y no era porque le molestara la idea de ser abuela sino por la reacción que tendría Isabella.

—Si, al parecer tiene un poco más de un mes por los valores elevados de la hormona hcg, pero ese tema tendrá que verse con su ginecólogo…

— ¿Ya se lo dijeron? ¿Puedo ir a verla?

—No lo sabe aún. Ella no quiso ser informada sobre su estado de salud y si, puede pasar a verla. Podrá irse dentro de poco, no encontramos nada alarmante en sus estudios— el médico le sonrió de forma amable y Tamara asintió, forzando una sonrisa.

La llevaron a la habitación donde se encontraba su hija quien estaba sentada en la cama con la mirada perdida, como de costumbre.

— ¿Por qué me trajiste al hospital?— reprochó Bella con voz inexpresiva.

—Pensé que te habías tragado esas pastillas— confesó Tamara, sonriendo de forma avergonzada.

— Ah… ¿ya podemos irnos?

— No hasta que me digas si tenías la intención de tomarlas— se cruzó de brazos.

—Solo quería tomar una para dormir— suspiró Isabella.

— No sé por qué pero no te creo—miró a su hija con los ojos entornados.

—Es la verdad, no soy tan estúpida como para suicidarme en tu casa…

— ¿Y en otro lugar si?— pregunto Tamara con los dientes apretados y la imperiosa necesidad de abofetear a Isabella para hacerla reaccionar. Se contuvo de hacerlo puesto que no quería alterarla y que le ocurriese algo a su nieto… su nieto. La idea de un pequeñito corriendo por la casa la hizo sonreír, esta vez de forma sincera.

— ¿Por qué estás sonriendo? ¿Te parece graciosa la idea de que muera?

— No digas tonterías- contestó irritada—.Tengo algo que decirte…

— ¿Qué cosa?

—Es sobre tu estado de salud…

— Entonces no me interesa… — la cortó Bella tajantemente.

—Es algo importante…

—Sigue sin interesarme, si me descubrieron una enfermedad terminal prefiero no saber y morir en paz

Tamara rodó los ojos.

—No seas dramática ¿quieres?

—Si no es nada grave entonces me interesa menos…

Támara decidió dejar de insistir por el momento y llevarla a casa. Una vez que llegaron, quiso abordar el tema, pero Isabella dijo estar bastante cansada.

—Debes comer algo primero…

— ¡No quiero!— le gritó Isabella y Tamara se quedó petrificada en medio de la sala. Su hija jamás se había atrevido a levantarle la voz.

Se dejó caer en el sofá con el rostro entre las manos. La situación estaba comenzando a cansarla.

No le parecía normal una reacción así ante una ruptura pero jamás lo había admitido en voz alta para evitar lastimar a Isabella y por qué se sentía culpable al pensar así.

No todos somos iguales ni manifestamos el dolor de la misma manera, se repitió mentalmente.

/

Su madre insistió en que comiera algo pero Isabella se negó por milésima ocasión. Deseaba morir de inanición por lo menos ya que las pastillas con las que pretendía morir y todas las de la casa habían desaparecido. Su madre no se había tragado el cuento de que sólo quería tomarse una pastilla para dormir.

—Maldito desmayo— murmuró enfadada. Cuando estuvo a punto de lograr su objetivo, comenzó a sentir que todo giraba a su alrededor y no supo de ella hasta que despertó en la ambulancia. De no ser por aquel desmayo, habría encontrado la paz que tanto necesitaba.

A mediodía, Tamara entró con una bandeja llena de comida a su habitación e Isabella tuvo un arranque de rabia.

— ¡Ya te dije que no quiero nada!— bramó antes de arrebatarle la bandeja y tirarla al suelo-. ¿No puedes entender que quiero morirme? ¿No puedes dejarme en paz de una maldita…?

No pudo terminar la frase ya que Tamara le propinó una fuerte bofetada. Se tocó la mejilla caliente y adolorida y miró perpleja a su enfadada madre. Ella nunca le había puesto una mano encima.

—Mamá…— susurró.

—Cállate y déjame hablar— la interrumpió Tamara quien respiraba agitadamente—. Estoy harta de ver como destruyes tu vida por un hombre que no te valoró, que poco le importó quitarte cinco años de tu vida para después dejarte como si nada. Estoy harta de ver como cada día te consumes, de ver que no haces ni el mínimo esfuerzo por mejorar…

—Yo lo amaba— sollozó Bella, sintiendo que su herida se abría más por las crueles palabras de su madre.

—Lo entiendo, y sé que duele, duele mucho, pero tienes que reponerte, ser fuerte y tener dignidad. Yo no te eduqué para que un hombre sea el centro de tu universo… él te dejó, quiso irse. No merece tus lágrimas ni tu amor…

—Dices eso porque no sabes lo que es sufrir por amor— acusó Isabella. Támara se rio de forma sarcástica.

— ¿Qué no sé lo que es sufrir por amor? Isabella, perdí a tu padre, quedé completamente devastada

—Es distinto

—Puede ser, pero Edward no está muerto, él hará su vida… ¿pero tú? ¿Te parece justo que él siga adelante mientras tú te hundes? Yo tuve que seguir a pesar de que sabía que tu padre no lo haría, que ya no estaría conmigo…

—Pero tú tenías una motivación, me tenías a mí. Yo no tengo nada…

—Te equivocas— Tamara negó con la cabeza—. Tienes una madre que te ama incondicionalmente y una personita por la cual luchar

Su pulso se disparó cuando su madre colocó una mano sobre su vientre plano y la miró con los ojos desorbitados.

—Sí, hija. Estás embarazada…

En ese momento todo cambió para Isabella.


Soy una novata en esto pero ojala que alguien le de una oportunidad a esta historia...

Puede que no sea la trama más original del mundo pero por algo quería empezar jeje. Me gusta mucho escribir y decidí que era hora de publicar algo...