Habían pasado 4 años ya desde que Shirayuki llegó a Clarines, muchas cosas habían pasado en ese tiempo. Ya no era más una herbalista aprendiz de la Corte, sino una orgullosa miembro oficial. El primer príncipe había sido coronado rey y Zen ahora era su mano derecha. Ambos hermanos hacían un trabajo espléndido, eran justos y Clarines era la envidia de reinos vecinos.
La chica del cabello rojo era muy conocida incluso fuera del reino, se decía que podía curar cualquier enfermedad y dolencia, que sus manos eran mágicas, muchos incluso aclamaban sus poderes curativos a su sonrisa. Zen no podía sentirse del todo molesto por esto, pero cada día se sentía más y más ansioso por la cantidad de caballeros de cargos nobles e incluso reales que se acercaban a la preciosa joven.
Un día en la habitación del príncipe, a Mitsuhide le pareció que era una buena idea jugarle una broma, por eso dijo: "¡Es increíble cómo se ha vuelto de popular nuestra querida Shirayuki, alguien debería ponerse serio pronto, sino queremos verla partir hacia otro reino!", a lo que Kiki rápidamente replicó: "¡Cállate Hide, lo único que harás será generarle una crisis al príncipe!"
Lo decía algo tarde, ya que este ya se encontraba inclinado hacia la pared, con la frente pegada a esta, preguntándose si ya era el tiempo. Él hubiera querido proponerle matrimonio a Yuki, hace mucho tiempo, pero sabía que no podía ser imprudente y solo obedecer a sus propios deseos, y se había contenido todo este tiempo pensando en ser considerado con Yuki.
Además tampoco podía olvidar el tema de su hermano, que a pesar de que su relación nunca había estado mejor, aún recordaba cómo le había insistido en que dejara ir a Yuki de vuelta a Tanburn hace un tiempo. No sabía exactamente cuál era su opinión ahora sobre ella.
Le dio vuelta a la idea un par de meses más, pero no podía resistir y decidió enfrentarse a su hermano primero. Se sentía un poco nervioso, pero era un hombre decidido, citó a su hermano a la terraza principal del castillo y ahí con una cara muy seria le dijo: "Hermano, pienso proponerle matrimonio a Yuki, esto lo haré con o sin tu consentimiento".
Izana simplemente estalló en risa, sujetándose el abdomen y dándose golpecitos sobre el muslo con la mano derecha. Acto que sorprendió a Zen y a los guardias que de lejos los veían.
"¡¿Realmente piensas que a estas alturas de la vida podría oponerme a que te cases con Shirayuki?!" diciendo esto con voz burlona y con el poco aire que había recuperado luego de carcajearse tanto. Zen seguía mudo, aún no procesaba la reacción de su hermano, realmente de todos los posibles escenarios que se había imaginado, este, simplemente no era uno de ellos.
"Zen, entiende algo, el tiempo que los he observado, me he podido dar cuenta lo espléndida que es Yuki-san como tu compañera, ¿Si me dejas decirle Yuki-san, cierto?", Zen que simplemente seguía en estado automático asintió con la cabeza. Izana se acercó, lo tomó del hombro derecho, lo sacudió un poco y le dijo: "El Rey les da su bendición, realmente no podría ninguna doncella de otro reino comprar con su estatus social, todas las cualidades que Yuki-san tiene, debo admitirlo, has escogido bien".
Una lágrima lentamente bajó por la mejilla de Zen, estaba realmente conmovido por lo que le había dicho su hermano, recibir su bendición era lo que más deseaba, aun cuando su audaz actitud del inicio no lo demostrara. Se dieron un abrazo afectuoso, pero de esos breves que demuestran lo poco que están acostumbrados a hacer ese tipo de cosas.
Kiki, Hide y Obi a lo lejos contenían las lágrimas, aunque es posible que Hide no lo haya logrado. Estos le ayudaron con el siguiente paso, la verdadera prueba, el acto principal: "La proposición".
Luego de días de preparación, Yuki fue llevada por Obi hacía el bosque del reino, Kiki y Hide había preparado el lugar con rosas blancas y rosa pálido, aquel lugar donde habían podido ser sinceros la primera vez, les serviría de testigo para su segunda confesión.
Zen no pudo ayudarles mucho, pues recién volvía de la ciudad, donde andaba recogiendo un pedido muy especial, el anillo con el que le iba a pedir matrimonio a Yuki. Era un hermoso anillo de oro trabajado con detalles pequeños semejantes a hojas muy delgadas, con una esmeralda en corte de princesa, sostenida por pequeñas piezas de oro que la hacían resaltar, era el anillo perfecto para Yuki, quien amaba las plantas y la naturaleza.
El atardecer llegó y con ello el momento tan esperado, antes de llegar al punto de encuentro Obi le confesó a Yuki que debido a que era un sorpresa del príncipe, debía vendarle los ojos, esta un poco sorprendida, no objetó y así fue dirigida por Obi hasta el príncipe.
Cuando Zen la vio llegar con Obi, no pudo dejar de admirar su belleza, recordando a la Shirayuki que había llegado hace 4 años a Clarines, esta era ahora aún más hermosa. Su cabello rojo como brasas ardientes, ahora largo hasta llegar cerca de la cintura, parecía danzar a su alrededor por el viento, sus brazos delgados, su cintura apretada, acercarse a esa hermosa figura le hacía latir su corazón cada vez más fuerte, por un segundo se detuvo y tomó aire, se acercó más a ella y le quitó la venda de sus ojos. Ya estando ambos completamente solos.
Para Yuki aquel sitio parecía irreal, la forma en que estaba decorado, la luz cálida y tenue del atardecer, que embellecía aún más las rosas blancas y rosadas, no podía formular palabras claras del impacto generado, hasta al final pudo balbucear: "Es precioso".
A lo que Zen simplemente respondió: "Tú lo eres". La acercó a su cuerpo y la abrazó dulcemente, abrazo que Yuki correspondió, colocando su cabeza sobre su pecho, aquel pecho firme que tanto amaba. Zen la soltó solo para tomar su rostro con sus manos y depositarle un beso cargado de amor que prácticamente gritaba lo que quería decir a continuación.
Al separarse, el rostro sonrojado de Yuki se perdía entre su cabellera de fuego. Zen tampoco se quedaba atrás, pero este resaltaba aún más su timidez, por culpa de su cabello blanco. Pero era su turno de hablar, de dejar aún lado la timidez y de exteriorizar lo que abarrotaba su corazón.
"Yuki, mi querida Yuki, mi pelirroja Yuki, ese cabello tuyo no fue más que el hilo rojo del destino que te trajo a mí, todo fue gracias a él, por eso agradezco a la vida porque hayas nacido así. Desde que te conocí, quedé prendado de tu risa, de tu fortaleza, de tu determinación. Me contagiaste con tu energía, con tu viveza y tu pasión, aún sin darme cuenta empecé a depender de ti y gracias al destino tú también empezaste a depender de mí.
Ahora, si me lo permites, quiero ser codicioso y pedirle aún más a la vida, demandarle aún más al destino que nos unió y pedirles más felicidad y más amor, quiero contar contigo más historias, vivir mi vida, hasta el último día si me lo permites.
Por eso Yuki, ¿Podrías por favor aceptarme como tu compañero de vida?, quiero casarme contigo y amarte hasta que el último respiro salga de mi cuerpo".
Después de semejante confesión, no es de extrañar que Yuki tuviera una crisis emocional, algo entre risas y llanto, sus piernas no fueron capaces de sostenerla más, cayó de rodillas y tapó su rostro con sus manos un par de segundos. Zen se inclinó hacia ella y le extendió la mano, esta lo volvió a ver, con sus ojos verdes cristalizados luego de llorar, le extendió la suya y sonrió.
Zen tomó su mano fuerte, la puso de pie frente a él, colocó el anillo en su mano y la besó. No habían dos personas más felices que esos dos en Clarines ese día, estaban en su propio mundo, empapados de amor, de lágrimas, de risas, no se podía distinguir uno del otro después de tanto abrazarse, era la cúspide la felicidad recibida hasta ese momento en la vida. Si supieran que ese era solo el inicio de nuevos niveles de felicidad y amor que nunca habían vivido.
Fin
Bueno este es mi primer fic de esta pareja, creo que son perfectos uno para el otro, acabo de terminar el anime y sentí que debía escribir sobre ellos de inmediato. Espero que les haya gustado y me comenten que les pareció.
Saludos a la distancia :)
