Vacío

Vacío. Así se sentía Sam después de haber visto partir al que era el amor de su vida.

Todo por una tonta pelea. Bah, tonta. Para ella era tonta pero para él significaba mucho más.

Ella entendía el trabajo que hacia, que combatía el mal y salvaba millones de personas, pero no lo compartía. Ella quería pasar una noche con él sin que sonara el teléfono y del otro lado Dean le dijera que tenían trabajo que hacer. Quería tener una cita romántica sin él tener que llevar un arsenal en el auto. Ella quería una vida normal. Algo que Sam no podía darle, y en parte era su culpa, porque cuando descubrió a que se dedicaba no le importo, porque lo amaba. Pero ya era demasiado, se había cansado de competir contra su cuñado y un montón de monstruos.

Y Sam la entendía. Más que nadie. Sabía exactamente como se sentía ella. Por momentos él también se sentía así.

Todo había cambiado esa noche en que Dean lo había ido a buscar a la Universidad para deshacerse de aquel fantasma y ya nada volvió a ser lo mismo. Había renunciado a su sueño de ser profesional, formar una familia propia, pero se había unido a su hermano y eso también era importante, mas allá de las peleas y discusiones, Dean era su cable a tierra en ese trabajo que hacían, que no era fácil pero que no cambiaria por nada, porque lo llevaba en la sangre, era parte de él, era el legado que su padre le había dejado.

Por eso no trato de detenerla cuando salió con paso apesadumbrado y con lágrimas deslizándose por sus mejillas. Era lo mejor para ella, lo mas seguro. Sam no podría soportar que algo malo le suceda.

Por eso se quedo ahí, de pie junto a la puerta con la mirada apagada y sintiéndose vacío.