Hola, hoy vengo a publicar esta pequeña historia. Va dedicada a Dadelos, preciosa amiga mía. Tu sabes que este fic estaba en el foro, pero se perdió y hoy vengo a traértelo de vuelta. Este es un pequeño regalo, de lo mucho que te mereces. Espero que te encuentres muy bien, que no me saco de la cabeza tus magníficas historias y que espero que algún día vuelvas a deleitarnos con tus obras maestras.

Espero que lo disfruten.

-AU sin magia.

-Personajes un poco OOC.

-Pareja: Hermione/Lucius, no duden que Draco hará de las suyas.

-Los capítulos serán cortitos, quiero que sea una lectura suave.

Disclaimer: Ningún personaje me pertenece, todos son creados por J.K. Rowling , la trama es mía.


El Entrenador

1

Eran las cinco de la mañana, el sol aún no se hacía presente en las calles de Londres. Las horas perfectas para desear dormir solo unos minutos más antes de que el despertador timbrara y convirtiera a la ciudad en un caos perfecto.

Momentos ideales para que cualquier persona lograra dormir un poco más, pero no para el entrenador. Era la hora perfecta para despertar y comenzar con las rutinas que solía llevar a cabo cada mañana antes de que saliera el sol. Lucius Malfoy, entrenaba al equipo de fútbol de la preparatoria a la par que impartía las clases de educación física. De ahí, su constante entrenamiento en todo momento, dando como resultado el mejor físico que un hombre de cuarenta años pudiera tener. Se conservaba a la perfección; su madurez, seriedad y sensual porte lo hacían sumamente deseable.

Era conocido en las instalaciones de la institución por ser el amor platónico de muchas señoritas. Podría describirse como perfecto, y al mismo tiempo, inalcanzable.

Dejó la cama que compartía con su esposa Narcissa y se dirigió al sótano. Lo que antes fue un espacio para guardar objetos inservibles, hoy era un gimnasio perfectamente diseñado por el entrenador Malfoy. Amaba levantar pesas, saltar la cuerda, pegarle al costal; entre otras rutinas.

Dos horas después Lucius terminó con sus ejercicios para darse una ducha rápida y entrar a la cocina donde su mujer ya tenía el desayuno listo.

Tomó asiento en uno de los bancos de la barra, el periódico ya se encontraba ahí así que lo tomó para leerlo. Su mujer le sirvió una taza de café recién salido de la cafetera, mientras él prestaba atención a las noticias de aquella mañana.

—¡Draco el desayuno está listo! —gritaba Narcissa asomándose hacia las escaleras—. ¿Dónde está tu hijo? ¿No sabe que hoy tienen entrenamiento?

Narcissa volvió a la cocina para terminar de servir el desayuno, dándose por vencida en sus intentos de hacer que Draco bajara.

—Vamos con buen tiempo —la tranquilizó Lucius mientras le daba un vistazo a su reloj.

—Insisto en que se les hará tarde.

—Ya estoy aquí mamá —informó Draco una voz desganada y engreída mientras entraba a la cocina. Iba uniformado con el deportivo del equipo, y su maleta colgada al hombro.

—¿Qué ánimos son esos? —le reprendió Lucius mirándolo fijamente, dejando de lado el periódico. Su delantero no podía entrar al campo con esa pésima actitud. Pronto comenzarían los octavos de final y por primera vez en muchos años, su equipo se veía con la posibilidad de obtener el título. Claro que para eso, necesitaba a un equipo motivado y eficiente, incluyendo a Draco.

—Nada, no pasa nada. Solo tengo sueño —contestó sin mirar a nadie dejando caer la maleta al suelo a un lado de él mientras tomaba asiento para almorzar.

Si su padre se enterara de la razón por la que últimamente se sentía frustrado seguramente lo vetaría del equipo.

•••

El frío de aquella mañana no fue pretexto para suspender las clases de educación física. Justamente se encontraba impartiendo clase al grupo donde Draco estaba.

En este bloque les tocaba practicar basketball. Si bien, su fuerte era el fútbol pero como todo un entrenador experto, sabía bien cada deporte.

Puso a los alumnos a practicar sus tiros a la canasta. Todos estaban formados y uno tras otro tiraban el balón al aro. Los amigos de Draco, eran los que no fallaban. Eran buenos con los deportes y su hijo, muy a su pesar, era un fanfarrón por eso.

—¡Silencio! —tuvo que gritarles para obtener su atención ya que habían comenzado con sus risitas incesantes de burla hacía cierta compañera.

Justamente era el turno de encestar de Hermione Granger. Esa chica no era nada fan de su clase, sabía a la perfección que ella tenía el mejor promedio del colegio, que participaba en toda clase de grupos extracurriculares y aun así, tenía tiempo para ser la presidenta de la asociación de alumnos. Pero hablando de deportes, era un total fracaso. Incluso Longbottom era más hábil con el balón que aquella castaña.

Aunque debía admirar el hecho de que jamás se daba por vencida.

Gracias a sus pocas habilidades como deportista, era el blanco fácil de su hijo y compañía. Aplaudía que Hermione tenía el don de ignorarlos y no rebajarse a sus insultos. Lucius jamás había platicado con ella, pero podía notar su gran carácter e inteligencia. Y el entrenador sabía que eso valía oro.

—¡Cuidado todo el mundo! ¡Es el turno de Granger, cuiden sus cabezas! —gritaba Draco mientras la castaña se ponía justo frente al aro, dispuesta a encestar. Todos los amigos del rubio, que eran los miembros del equipo de fútbol, se rieron ante su comentario.

Sin embargo, Hermione ni los volteó a ver, hizo tu intento de enceste pero lo aventó con demasiada fuerza que el balón rebotó contra el tablero, provocando que este saliera disparado hasta el otro extremo de la cancha.

Todos los chicos se rieron de ella, el entrenador pudo apreciar como Hermione hacía su mayor esfuerzo por no ponerse a llorar ahí mismo. Pero era demasiado su coraje y determinación, que ella no permitiría salir ni una sola lágrima. Y todo eso, lo notaba el entrenador solo con observarla. Decidió que no podía dejar las cosas así.

—¡Silencio! ¡Todos ustedes, atentos a la clase! Y tú Draco —le hizo señas al rubio para que caminara junto con él para acercarse hasta Hermione y continuó:—, ayudarás a Hermione a practicar sus tiros en la otra canasta.

—¡No es necesario entrenador! —se adelantó en protestar la castaña. En verdad no quería "asesoría" del engreído de Malfoy e imaginarse a solas con él toda la clase no era nada alentador.

—¿¡Te has vuelto loco!? —le espetó el rubio con la indignación reflejada en el rostro.

—No me hables así Draco, soy tu entrenador —le advirtió acompañado de una mirada severa hacía su hijo—. Ayudarás a Hermione, y mas te vale hacer un buen trabajo, para que al término de la clase, ella sepa encestar perfectamente.

Ambos chicos se miraron con desagrado, a ninguno le agradaba la orden del entrenador, pero solo les quedaba resignarse. Fue Hermione la que se encaminó primero al otro extremo de la cancha, Draco comenzó a seguirla articulando que "se harían viejos antes de que ella lograra encestar". El entrenador prefirió fingir no haberlo escuchado, era mejor que retomaran todos sus actividades en la clase, antes de ponerse a reprender a su hijo frente a toda la clase.

Los siguientes minutos pasaron sin percance alguno, incluso Lucius dejó de vigilar en todo momento a Draco ya que, al parecer, se había tomado en serio el enseñarle a Hermione a encestar.

Pero justo al término de la clase, todos se encontraban mirando hacia el extremo opuesto de la cancha. Todos habían escuchado el sonido de un golpe, uno fuerte. Y al voltear vieron a Draco Malfoy tirado en el suelo, con ambas manos cubriendo su entrepierna.

—¡Maldita! —el rubio intentaba gritarle a la castaña, pero lo único que pudo articular fue un leve gemido.

—¡Hermione! ¿Qué sucedió? —el entrenador se acercó deprisa a Draco, que se encontraba entre llorando y maldiciendo de ira.

—Sucede, entrenador, que usted tiene un degenerado por hijo —contestó echa una fiera, mientras sobaba su mano. Aparentemente una chica había golpeado con su puño, al pene de su hijo.