Descargo de responsabilidad: La historia no nos pertenece. Los personajes son de Stephenie Meyer y la historia es de Winddsinger, nosotras solo nos adjudicamos la traducción. Llevamos bastante tiempo intentando obtener respuesta de la autora pero parece que se la hubiera tragado la tierra. Si no ve bien esta traducción la retiraremos tan pronto como ella nos lo pida.
Link de la historia original: www. fanfiction s/ 4819806/ 1/ The-Red-Line
CAPITULO 1.
EDWARD.
Ningún niño se pone de pie en la tarima de clase y dice "quiero ser un gigoló".
En aquel entonces solía decir que quería ser médico. Mis amigos decían policía, bombero, soldado… esos también eran buenos sueños.
Pero esto es el mundo real… y los sueños no se hacen realidad. Ahora lo sé.
Soy gigoló. Mi nombre es Edward. No hay apellidos cuando te prostituyes por lo que en este momento no soy un Cullen. Es el momento de fichar en el trabajo. Cada noche soy policía, bombero, soldado, Tarzán… en cierto modo.
Entro por la puerta de atrás, a este gran establecimiento llamado "Fire". Es un club para mujeres, no hay noche para los hombres, no se admite clientela gay. Esa es la única cosa que nunca he hecho y al menos tengo algo a lo que aferrarme.
Solo soy para las mujeres. Y eso no es algo pequeño de lo que jactarse. Pero no se dejen engañar. No estoy solo con jóvenes y hermosas mujeres. De todas las edades, jóvenes, de mediana edad, incluso las mayores me persiguen. Siempre soy bueno para ellas.
Las mujeres siempre están tan cachondas como los hombres, más incluso, es lo que creo desde que empecé a trabajar aquí.
Creía que las mujeres serían dulces y gentiles conmigo. Me equivoqué. Vienen aquí a emborracharse y a acariciar a hombres medio desnudos.
Es raro encontrar a una que me acaricie suavemente en lugar de cogerme con fuerza. A veces sus gritos me ensordecen. Siempre me rio cuando oigo a alguien decir que las mujeres son el sexo débil. Son poderosas, fuertes e insaciables. Lo sé.
Después de fichar, cruzo el pasillo para ver dónde voy a empezar esta noche. Son solo las cinco de la tarde, el sol se está poniendo. El crepúsculo. Para mí, la hora más triste del día. Cuando mi día normal como Edward Cullen acaba… y me convierto en lo que sea que esté escrito en mi casilla del tablero.
Bajo mi nombre veo escrito en negro 'vampiro'. ¡Mierda!, ¿ya vuelve a ser octubre?
Emmett vuelve a sentarse en su silla de metal frente a su espejo y me sonríe.
"¡Hombre vampiro!" Bromea Emmett, "¡Halloween se acerca de nuevo!"
Suelta su silbido de vampiro y le devuelvo la sonrisa, paso por detrás de su silla hasta la mía, a la izquierda de su área.
Nunca me he quejado por mis asignaciones, o mi trabajo. Por eso le gusté a Victoria desde el principio. Victoria es la jefa. Al resto de chicos le gusta joder con cosas estúpidas pero yo no quiero poner en peligro mi trabajo. Lo necesito. Así que hago lo que me dicen y cierro la boca.
"No me importa ser vampiro" digo mientras dejo mi macuto en el suelo a mis pies, abro el cajón y saco el envase de plástico que tiene escrito 'Vampiro', "aunque es un por culo quitarse el maquillaje".
"Lo sé". Dice Emmett, "¡por lo menos estás pálido y no tienes que ponértelo por todo el cuerpo! Una vez tenía un bonito bronceado y tuve que cubrirme totalmente con esa mierda blanca".
Resoplé, dando gracias a Dios por los pequeños favores mientras me quitaba la camisa, metiéndola en la bolsa de lona a mis pies, no quería estropearla con el maquillaje. Empecé a trabajar con tranquilidad en la mezcla blancuzca poniéndomela hasta que parecía extremadamente blanco. No me gustaba ir de vampiro cursi.
Intentaba que, aunque de forma sutil, aun así, parecer uno. Me maquillé un poco alrededor de los ojos y puse algo de rojo intenso en mis labios, retirando lo que sobraba para que no se borrara cuando besara a alguien.
Estaba listo para ponerme las lentillas. ¿Rojas… o doradas? Incliné la cabeza y decidí que esta noche sería un vampiro bueno, con ojos dorados. Tal vez, cuando el mes estuviera más avanzado y faltara menos para Halloween, sería malvado.
Odiaba los colmillos de plástico. Babosos, demasiado blancos, asquerosos. Tenía algo real, colmillos de porcelana que se pegaban en mis propios dientes, del mismo color que los dientes auténticos. Era bastante bueno hablando con ellos puestos.
Además, las mujeres adoraban al inocente, dulce y triste vampiro Edward más que al malvado, demente y sexy vampiro Edward. Además, por alguna razón, las lentes de contacto rojas me molestaban más en los ojos.
En un par de minutos, mis ojos eran dorados y silbé ante el espejo, metiéndome en el papel. Una cosa en la que tienes que ser bueno aquí es actuando. Otra de las razones por las que Victoria me aprecia es porque no importa lo que pase, no importaba cómo me sienta, cuando cruzo la línea roja hacia la zona del club donde están los clientes, me convierto en aquello de lo que voy disfrazado. Y nunca, jamás, he tratado mal a ninguna mujer, ni siquiera les he fruncido el ceño. Les pertenezco y siempre parece que tengo todo el tiempo del mundo, siempre sonriendo y riendo, siempre alabando cualquier cosa que me hagan.
Las mujeres me utilizan, es mi trabajo. Y soy muy bueno.
Me pongo en pie para ir a mi armario a sacar mi traje de vampiro. Sí, cada bailarín hace o compra su propio vestuario, lo único que se nos da es nuestra asignación. Esta noche, mi traje consiste en unas bandas de cuero negro alrededor de las muñecas, sin camisa y un pantalón de cuero negro ajustado que realmente parece corto, con jirones irregulares colgando hacia abajo, la mitad de mi culo está expuesta.
La idea es que parezca que había usado pantalones de cuero pero que, casi, me los habían arrancado salvajemente. A Victoria le encantó cuando se lo enseñé. Ella tiene la última palabra en cuanto al vestuario. Sin zapatos ni calcetines. Y, por supuesto, el cuello. Un sencillo collar de cuero negro que cubre completamente mi garganta. Lleva un gran anillo de plata en medio que repiquetea cuando me muevo lo más mínimo.
Lo siguiente es ponerme aceite en el cuerpo, cosa que me lleva una increíble cantidad de tiempo. Pero es otra regla. Siempre aceitados, siempre brillantes y tonificados, en todo momento.
Son las 7:45 pm, casi el momento para que me metan en la jaula. Sí, el hombre vampiro trabaja en una jaula. Después de todo, es muy peligroso. El bailarín que se convierte en vampiro es acompañado personalmente por Victoria hasta la jaula mientras pregona lo que tiene ahí dentro. Casi todas las mujeres quieren pagar para estar en la jaula conmigo por un tiempo, es lo más cerca que van a estar de mí.
Por el precio adecuado, a veces, puedo hasta tener las manos atadas sobre mi cabeza mientras están conmigo. Nada sexual, por supuesto. En Fire, no se ejerce la prostitución. Bueno, eso es lo que se le dice a la policía, por supuesto. La verdad es que no hay prostitución en la sala, donde los clientes pueden verla. Y las mujeres no son tímidas para pedir un privado conmigo. Debo tener unas quince o veinte ofertas cada noche, números de teléfono, tarjetas, invitaciones.
Victoria también acompaña al vampiro a la jaula porque no quiere romper el ambiente frente a las clientes. Si las mujeres están allí, no puedo ir caminando de forma casual hasta meterme en la jaula.
No, eso no sería realista. Victoria me pondrá la correa en el cuello y me arrastrará hasta la jaula, obligándome a entrar, como si estuviera tratando con un vampiro real. Vale, lo que sea que diga Victoria. Creo que simplemente le encanta hacerlo, personalmente. Pero ella es la jefa.
Estoy esperando que venga a recogerme, sentado en el mostrador, charlando con Emmett mientras le da los últimos retoques a su disfraz de soldado de camuflaje.
Jasper, otro bailarín, también amigo. Está a la derecha de Emmett, está noche será policía.
Estaba bebiendo mi habitual granizado de cereza que hacía que mis labios parecieran todavía más rojizos mientras esperaba a mi señora captora. Victoria y yo nos llevábamos bastante bien, he tenido jefes mucho peores.
Finalmente pudimos oír las voces de las mujeres, en la zona del club, y vi como Victoria atravesaba las cortinas del vestuario. Me puse en pie, tiré mi bebida y comprobé mis dientes en el espejo. Bien, bonitos y blancos… los colmillos estaban seguros.
"¿Edward?" me sonrió, sus ojos azules brillaban y sus rizos caían sobre sus hombros de marfil. Muy hermosa. ¿A qué hombre no le gustaría que lo atara para dominarlo?
"¡Victoria!" Sonreí al verla, apoyándome para besarla en los labios. Siempre nos besaba, a todos. Era algo completamente normal.
"Mmmm." Me sonrió "cereza. Buen punto."
Cojo la correa de mi armario y la engancho al anillo de plata de mi cuello, le doy el otro extremo. "560 calorías por granizado". Señala Emmett, mirando hacia arriba, desde su silla, "deberías prohibirle que los bebiera, Vic".
"Bueno" ella señala mi cuerpo con su mano, "mientras siga teniendo este aspecto, pude beber cualquier maldita cosa que quiera, ¿está claro?"
Me rio, poniendo los ojos en blanco mientras Emmett se rie entre dientes y se come sus habituales trozos de manzana de antes del primer espectáculo.
Victoria me mira y me pregunta: "¿me vas a hacer pasar un mal rato, Edward?"
"¿No lo hago siempre?" Sonrío, mirándola con ojos ardientes cuando ella le da un ligero tirón a mi correa.
"Sí", sonríe. "Eres uno de mis vampiros favoritos. Siempre te resistes".
"¡Y yo!" le recuerda Emmett, nunca quería quedar excluido de los cumplidos de Victoria.
"Sí, así es, Emmett, todavía te quiero, no te preocupes." Victoria le da un buen beso en los labios mientras yo espero, sacudiendo la cabeza y riéndome de ellos. Emmett es el más antiguo aquí, uno de los primeros bailarines en trabajar en Fire desde hacía años. Yo llevo aquí un par de años y, cada vez que Victoria me muestra algún tipo de afecto, Emmett se siente amenazado.
"Celoso." Me burlo de él, caminando despacio detrás de Victoria a través de las cortinas, por un pasillo largo y oscuro. Al final del mismo hay una línea roja en el suelo. Es la línea entre los clientes y yo. Una vez que la cruzo, les pertenezco.
Una de las cosas que me gustan de trabajar aquí es que el club es muy oscuro. Nunca me reflejo en ningún espejo, por lo que puedo actuar tan extraño como quiera y no sentirme humillado, porque, en la oscuridad, soy anónimo. Hay luces para que las mujeres puedan verme, pero para mí es como estar bajo el agua. Me convierto en alguien diferente cuando cruzo la línea roja, Edward Cullen ya no existe. De este modo me siento a salvo.
Victoria cruza la línea roja y da un fuerte tirón de la correa.
Empieza.
Caigo de rodillas y rujo con fuerzas, tirando ligeramente hacia atrás, realmente no estoy ofreciendo mucha resistencia. Pero siempre hacemos que lo parezca.
"Vamos, ¡eres un maldito cabezota!" gimió, luchando y arrastrándome sobre la línea roja, a la vista de todos.
Ahora soy un vampiro cautivo, al que están arrastrando hasta su jaula para entretener a las mujeres mortales. Edward se ha ido.
"¡RRRRRRR!" , gruño pataleando una vez más, poco a poco me desplazo entre las mesas de las mujeres, acercándome a la sangre humana.
"No tengan miedo, señoras. Lo tengo bajo control." Anuncia Victoria a medida que me acerca. En seguida oigo gritos, risas y maullidos.
"Este es nuestro vampiro." Victoria lleva un micrófono en la solapa por el que habla. Me alejo y silbo tan fuerte que las humanas gritan todavía más, al parecer, les gusto.
"Esta noche está juguetón". Gime Victoria, tirando con más fuerza, "¡y más tarde, recibirá su castigo!"
Gritos, risas. Me arrastro a regañadientes, luchando un poco más.
"Tened cuidado que muerde." Dice Victoria con un tono sexy en su voz, haciendo gritar de impaciencia a la clientela, "es muy peligroso por eso lo vamos a encerrar en su pequeña jaula."
Me arrastré detrás de ella, entre las mesas, sintiendo como unas cuantas manos me tocaban brevemente mientras continuaba con mi falsa resistencia. Cuando estaba cerca de la jaula, hice un último intento de escaparme mientras rugía, saltando y agarrándome a una mesa en la que habían tres chicas jóvenes. Gritaron cuando gruñí, enseñando los dientes y sujetando su mesa, mirándolas justo cuando Victoria me cogió y me arrastró del pelo.
"¡Chico malo!" Victoria me metió en la jaula circular, cerrando la puerta a la vez que volvía a silbarle, mi cara era de enfadado y letal. Me lancé en su contra, metiendo mi brazo entre los barrotes y cogiéndola del vestido a medida que ella se giraba, el show estaba a punto de empezar.
Las mujeres nos aullaban, riendo y animando cuando Victoria se giró hacia mí, y usando la correa que me había quitado, me golpeó en la mano hasta que me retiré a mi pequeña celda, gruñendo por el leve dolor, sosteniendo mi brazo y lamiendo la zona dañada a la vez que las mujeres gritaban.
"Si te portas bien, más tarde, puede que te deje tener a algunas amigas ahí contigo." Victoria volvió a amenazarme con la correa mientras yo gruñía a la defensiva, mostrándole todos los dientes, "¿qué os parece, chicas, queréis pasar algo de tiempo en la jaula?"
El volumen casi me revienta los tímpanos a medida que gritaban una y otra vez.
"¡Muy bien, señoras!" Victoria se fue al escenario principal dejándome en la jaula, pero eso no quería decir que me quedara allí, aburrido. Tenía que seguir haciendo mi papel de vampiro secuestrado.
Ella anunciaba al primer bailarín, Jasper. La sala se oscureció y sonaron sirenas de policía, luces rojas y blancas bailaban alrededor, como si un coche de policía se estuviera acercando. Entonces, podías oír la voz de Jasper a través de la radio, respondiendo a una llamada, sonaba muy oficial.
Ahora estaba en el escenario, con gafas de sol y su uniforme azul de policía, con la porra en la mano empezando su rutina. Pero ahora mismo yo no podía mirarlo, tenía que hacer mi papel de vampiro travieso.
Mi jaula estaba sobre una pequeña plataforma, cerca del lado derecho de la audiencia, rodeada por mesas. También tenía que mantener entretenidas a las mujeres en los descansos entre bailarines, para que no se aburrieran.
Me subí a los barrotes y fingí que estaba intentando encontrar una forma de salir. Tirando de las barras, silbando, de rodillas, sin parar… un esclavo. Me asomé a mi izquierda, por entre los barrotes, mirando inocentemente a algunas mujeres, inclinando la cabeza a la derecha, como si estuviera tratando de entender qué tipo de criaturas eran. Estaban en la treintena, o eso me parecía, y eran atractivas.
"El vampiro no que quita ojo." Le dijo una a otra, dándole un codazo. Tenía que ganarme a las señoras si quería que entraran a mi jaula más tarde. Ganaba mucho dinero cuando pagaban por estar conmigo en la jaula.
La otra mujer me miró más de cerca mientras yo gateaba de manera sexy cerca de las barras, ronroneando. Había aprendido a hacerlo bastante bien.
"Jesus, está buenísimo". Comentó una mujer en la mesa mientras daba un pequeño silbido en su dirección.
"Aw, lo has asustado, Nancy, ¡bien!"
Se echaron a reír, les devolví una pequeña sonrisa, rodeando las barras con mis brazos y presionando mi pecho brillante contra los barrotes, girando mi cabeza un poco más a la izquierda, para involucrar a más.
Una chica era muy creativa. Tendría unos veinte años, tal vez una estudiante universitaria, y su mesa estaba muy cerca de la jaula. Me ofrecía una fresa a través de los barrotes, adiviné que era de su bebida, estaba intentando tentarme.
Me puse a cuatro patas y me arrastré hacia ella, ronroneando una vez más, sus amigas empezaron a animarse y reírse con nerviosismo a medida que me acercaba.
"¡Madre mía!" la chica de pelo rubio y largo, que sostenía la fresa, parecía nerviosa, temblando un poco cuando estuve más cerca.
Interpreté muy bien mi papel, sabía que un vampiro no se comería una fresa, pero estaba aquí para complacer a las chicas. Estuve a punto de pasar de la fresa y morderle la muñeca, pero era temprano, el juego empezaría más tarde y no quería asustar a los clientes.
Inhalé la fresa, al principio con timidez, como haría un ciervo, pero luego mostré más confianza y abrí mi boca por completo, metiendo la fresa a lo más profundo de mi boca y cerrando mis labios sobre la punta de sus dedos, lamiendo y chupando, besándola en agradecimiento.
"¡MALDITA SEA!" chilló, "su boca es ¡TAN SUAVE!"
Ronroneando, cerré los ojos y dejé que acariciara mi cabello como si fuera una mascota, todavía a cuatro patas.
"¡Creo que le gustas, Rosalie!" dijo riendo su pequeña amiga con pelo negro puntiagudo.
"Por supuesto, lo he alimentado." Me sonrió, sin apartar sus uñas de mi cabello. Tenía que admitir que era muy agradable. Era suave. Pero, como ya he dicho antes, la noche es joven. Estaba seguro que recibiría un montón de dolor más tarde, cuando las chicas se hubieran tomado unas copas. Las chicas jóvenes son brutales.
"Él no quiere eso." Dijo la chica de pelo negro, sacando un fajo de billetes de dólar, venía preparada.
¡Oh, mi niña! Sí, me gusta esta mesa.
"Dale esto." Dijo, dándole a la rubia cinco billetes de dólar.
Ante esto, me subí a las barras, enrollando las piernas de modo que no tocaba el suelo pero todo mi cuerpo se presionaba contra los barrotes, esperándola.
Sostuve mis manos en la parte superior de la jaula para que ella se soltara un poco, levantó el dobladillo de mis pantalones de cuero cerca del lateral de mi cadera y colocó los cinco billetes dentro.
Iba a alejarse pero me puse de rodillas y atravesé la jaula para alcanzarla, tirando de la parte de atrás de su chaqueta, lamiendo su boca para darle después un largo beso en los labios con la boca cerrada. Si quería más que eso, podría pagar más.
La dejé marchar con un pequeño empujón, sabía que a las jóvenes le gustaban ese tipo de cosas.
Se quedó allí, sin palabras, luego se volvió hacia su amiga y gritó, "¡DAME MÁS DE ESOS!"
Cogió el dinero de su amiga como un animal. ¿Veis? No había tardado nada en pasar de niña inocente a salvaje atacante.
Vi a una tercera chica en su mesa que estaba mirando y tenía un cuaderno abierto delante de ella. ¿Cuál es su problema? ¿Está tomando bocetos de mí o algo así? Me olvidé de ella, atendiendo a la rubia que me daba un billete de diez y esta vez, tocó un poco mi pecho cuando acerqué mi cuerpo a las barras para que pudiera darme mi regalo.
Gruñí con voz ronca cuando me tocó y su pequeña amiga, con los pelos puntiagudos, se levantó y se unió a ella, dándole un apretón firme a mi culo. Dejé que se recrearan todo lo que quisieran, estaban siendo suaves y estaban muy buenas por lo que disfruté el momento.
"¿Hablas?" preguntó con curiosidad la del pelo corto, sonriéndome.
Decidí sacudir mi cabeza para contestarle, aparentando tristeza. Podría hablar con ellas más tarde, cuando entraran en mi jaula.
"Ooooo". Parecía que estuviera triste por mí.
"Venga, ¡un hombre que no habla es PERFECTO!" dijo un ama de casa desde su mesa, todas sus amigas rieron con ella. Incluso yo sonreí ante eso.
Se acercó al otro lado de mi jaula y agitó su dinero. Odiaba dejar la mesa de las chicas pero no podía quedarme demasiado tiempo en una misma mesa. Me arrastré hasta las amas de casa y cogí los billetes de la primera de ellas con los dientes, dando un pequeño gruñido de placer.
Me recosté contra las barras para ellas y cinco pares de manos estaban sobre mí instantáneamente, incluso a través de los barrotes, y me sujetaban el culo. Estaba acostumbrado, pero aún así siempre me sorprendía, cuando me sobeteaban las madres me sentía como un pedazo de carne.
"Buen culo." Comentaron un par de ellas a medida que me acariciaban, una incluso deslizó su mano bajo mi pantalón para sentir mi piel desnuda. Sonreí y las miré con satisfacción, ronroneando de placer.
"Olvidad el culo, tengo algo mejor aquí." Otra estaba frotando mi entrepierna sin un ápice de vergüenza, tocando con su palma arriba y abajo, sentí que me endurecía al instante, una reacción involuntaria, pero que siempre hacía que me llevara regalos extra.
"¡WOAH!" gritaron y me jalearon mientras yo las miraba con ardientes y profundos ojos.
"Maldita sea, muchacho" dijo la mujer acariciando, "así… ¡mi marido no podría hacerlo ni aunque lo intentara!" Colocó un billete de cincuenta dólares dentro de mi pantalón con gratitud, en la parte delantera.
Más tarde, cuando se fueron, lo escondí para no perderlo. Después de que las universitarias me hubieran alimentado con la fresa, estaba empezando a recibir un montón snacks de otras mesas. Al parecer les gustaba que comiera de su mano y lamiera y chupara sus dedos. Lo repetiría, era un buen recurso.
Victoria se acercó un par de veces durante la noche, bromeando con las clientes sobre que "estaban estropeando a su vampiro" y que eran demasiado dulces conmigo. Decía que era un vampiro malo y que necesitaba disciplina. Genial, gracias Victoria. Ahora empezarían a pegarme.
Les dijo que no me alimentaran con frutas, que después, cuando pudieran entrar a mi jaula, podrían alimentarme de verdad. Esto avivó todavía más el fuego, tenía que darle crédito a Victoria, sabía como mantener el ánimo de las señoras.
Emmett había hecho su número y, como siempre, había conseguido un montón de atención de las señoras. Estuvo a punto de robarme a alguna de mis chicas, pero cuando me colgué boca abajo en la jaula, con las piernas alrededor de los barrotes, obtuve su atención una vez más. Me sujeté de las barras de abajo, simulando que estaba atado, las muñequeras de cuero contribuían a que la ilusión pareciera real.
Ronroneé, gruñí y siseé a todas las mujeres que se fueron acercando por turnos para acariciarme a través de los barrotes. Entre los números de baile, una anciana con el pelo gris me estaba rascando la espalda. Estaba a cuatro patas, tan cerca de los barrotes como podía mientras ella me acariciaba. Me gustaba la experiencia y, aunque no lo podáis creer, las mujeres mayores en su mayoría eran las más amables. Nunca me insultaban, nunca eran demasiado duras, siempre me admiraban y estaban agradecidas, siempre eran generosas con las propinas.
"Eres un amor, ¿verdad?" dijo la mujer mientras yo ronroneaba, no quería que parara. Dios, soy un maldito enfermo.
Lo único que hizo fue rascarme la espalda y ahora me ponía un billete de cien doblado cerca de la boca, sin intención de meterlo dentro de mi pantalón. Era una gran dama.
Cogí el dinero con mis colmillos e incliné la cabeza, para que pudiera tocar mi pelo, y lo hizo, con dulzura. Guardé el dinero en un lugar seguro mientras ella me acariciaba, finalmente la miré y sonreí, pegando un poco la cara a los barrotes, invitándola a besarme, frunciendo los labios y sacando un poco la lengua.
Fue muy linda, se ruborizó y se inclinó, dándome un pequeño pico para después, salir corriendo. Me gustaba, aunque probablemente no volvería a acercarse.
Me di la vuelta y miré a mi alrededor, viendo a la muchacha que estaba allí, sentada con su bloc de notas, escribiendo mientras yo gateaba acercándome a ella, quería ver qué demonios estaba haciendo.
Ella me vio y saltó, dando un pequeño grito cuando le silbé, estaba desempeñando mi papel.
"Lo siento" dijo sonrojándose un poco. Parecía que quería decir más pero dudó.
Para mí siempre era un desafío cuando no podía captar la atención de alguna chica bailando o trabajando. Esta realmente me estaba poniendo a prueba. ¡Llevaba un cuaderno! Tal vez era una de esas chicas que creía que estaba muy por encima de todo este libertinaje. Tenía que hacer que abandonara ese cuaderno aunque me llevara toda la noche.
Estaba lo suficientemente cerca. Decidí arriesgarme y hacerlo.
Me agaché y le arrebaté el cuaderno de un tirón y lo metí en la jaula, pegando mi espalda contra el otro lado para alejarme de ella todo lo que fuera posible. Me gritó y se puso de pie, acercándose a la jaula para recuperarlo.
"¡Ey, eso es MÍO!" gritó sobre la música, "¿por favor? ¡Lo necesito! ¡Es para clase!"
La ignoré y lo abrí, poniendo cara de que no entendía las marcas extrañas que había en su interior, como un estúpido vampiro salvaje. De todas formas, en la oscuridad, tampoco es que pudiera ver mucho, excepto las palabras HOMBRE VAMPIRO escritas en mayúsculas. Estaba escribiendo sobre mí.
Bien, si ella quería que se lo devolviera tendría que pagar un precio muy alto.
"Por favor, ¿chico vampiro?" me estaba hablando como si realmente FUERA un estúpido animal. Sus bonitas amigas regresaron del baño de señoras y se preguntaron qué estaba pasando.
Me miraron con una gran sonrisa cuando metí el cuaderno bajo la parte delantera de mi pantalón corto, consiguiendo una fuerte de reacción de la morena que estaba intentando alcanzarme. Me sujeté de las barras que tenía sobre la cabeza y empecé a levantarme despacio, haciendo como que la ignoraba.
"Genial, ahora está haciendo deporte, ¡sudando mis notas!" se quejó mientras yo me sonreía a mí mismo y seguía haciéndolo.
"¿Y te quejas?" dijo la bajita de pelo negro. La rubia me miraba, sonriendo deslumbrada.
"¡Es DELICIOSO!" la rubia estaba disfrutando de mi entrenamiento.
"Me ha cogido el cuaderno". Dijo la morena, "necesito que me lo devuelva."
"Bien", la chica de pelo corto se acercó a su bolso, sacando más billetes de dólar, "dale unos cuantos dólares y estoy segura de que te lo devolverá, ¡OBVIAMENTE!"
La bajita parecía creer que yo haría cualquier cosa a cambio de unos cuantos dólares. Mal. Necesitaría veinte para que le devolviera el bloc. Ahora que había visto lo valioso que era para la morena.
La morena me enseñó los billetes como si yo fuera un perro hambriento y fueran galletas. Me sorprendió que no hiciera el sonido de besos para llamar mi atención.
La ignoré, haciendo alguno de los movimientos de vertical pole, deslizándome boca abajo por la barra, sacudiendo mi cuerpo hacia delante y hacia atrás, como si estuviera intentando salir de mi celda, gruñendo de frustración.
"No funciona, Alice." Se quejó la morena a su amiga.
"Eso es que quiere más." Puntualizó Alice correctamente, murmurando, "estos chicos hacen cualquier cosa por dinero… solo tienes que darle la cantidad adecuada."
Entonces, esta chica, Alice, empezó a hacer sonidos de besos, llamándome.
"Aquí, chico." Me llamó mientras yo estaba cabeza abajo, con los brazos colgando sin fuerzas, incliné la cabeza.
"Mira muchacho… ¡140 dólares!" sacudió unos billetes, bajé lentamente, poniéndome una vez más sobre mis manos y rodillas, tomándome mi tiempo para acercarme al trío.
"¡No le hables como si fuera un perro, Alice!" le regañó la rubia, "es un vampiro. Sé amable con él."
"Solo estoy intentando que nos devuelva el bloc, perdóname ." Alice le frunció el ceño a su rubia amiga.
A veces, en el último momento, te quitaban una buena propina, era algo que había aprendido desde el principio de trabajar aquí. No les daría nada hasta que tuviera el dinero escondido en un sitio seguro.
Me arrastré hasta las barras, pegando mi nariz, con la esperanza de que pusiera el dinero entre mis dientes. No lo hizo.
"No, no". Me habló como si tuviera tres años, "devuélvele a Bella su cuaderno y entonces tendrás esto."
¿Así que quieres jugar a ese juego? Bueno, tengo unos cuantos trucos bajo mi manga.
Retrocedí un poco y saqué la libreta de mi pantalón, abriéndola por donde estaba escrita y cogiendo el papel, unas cuantas hojas, poniéndolas entre los dientes, sin cortarlas todavía, pero amenazando con hacerlo.
"¡NO, NO LO HAGAS!" gritó la que se llamaba Bella a la vez que la miraba, esperando con una sonrisa diabólica en mis labios.
"¡Dáselo, Alice!" Gritó Bella a su amiga.
La victoria es mía.
"¡Eres malo!" Alice estaba de acuerdo con las advertencias de Victoria y lanzó el dinero dentro de mi jaula.
Les sonreí, no quería que hubiera ningún tipo de resentimiento y con dulzura, cerré el cuaderno que tenía entre los dientes, arrastrándome y devolviéndoselo. Ella lo cogió con suavidad e incluso me dijo: "gracias, vampiro".
Sonreí y le ofrecí mis labios.
"Ooooo, Bella, ¡quiere que le des un beso!" Rosalie parecía muy entusiasmada por su amiga, "¡es GRANDIOSO, tienes que hacerlo!"
"O, no gracias…" Se ruborizó tanto que le sonreí con gusto.
Di un gruñido de disgusto y golpeé mis hombros contra las barras, dándole una nueva oportunidad. Vamos, Bella, seamos amigos. Sin rencores.
Pero ella se asustó y regresó a su mesa con su libreta, anotando más cosas.
Entonces vino Victoria y les preguntó, "¿se está comportando, chicas?"
Se rieron y dijeron: "¡O sí!" y "es MUY BUENO".
Solo Alice se quejó. "No, ¡es un chicho malo tal y como nos dijiste!"
Le gruñí. Esta noche estaba interpretando al vampiro bueno. Me gustaría que viniera la próxima semana cuando interpretará al vampiro MALO, era mucho peor y me costaba mucha más energía.
"Os lo advertí." Victoria se encogió de hombros y se giró hacia mí, golpeando los barrotes con un palo.
"¡EY!" me gritó mientras yo le gruñía y siseaba, alejándome de ella en la jaula, "¿quieres que te azote? ¡¿ES LO QUE QUIERES?!"
O sí, eso será dentro de media hora, ¿verdad? Maldita.
Rugí. Toma eso, Victoria.
"¡Compórtate o te haré GRITAR!" me amenazó, sonriendo a las mujeres y volviendo al escenario para continuar con el espectáculo.
"Estupendo, ¡lo has metido en problemas!" Bella regañó a la bajita mientras un camarero les servía sus bebidas, todos iban sin camisa y llevaban un collar blanco con corbata negra de esmoquin, en las muñecas los puños a juego y unos apretados pantalones negros. Más tarde yo también serviría mesas, cuando acabara con mi papel de vampiro.
"¡Todo es parte del show, relájate!" le informó Alice.
Alice sabía bien como funcionaban estos lugares. Aunque nunca la había visto aquí antes.
=:=TRL=:=
¡LATIGAZO!
"¡GRRRR!" Gruñí con más fuerza, dentro de mi jaula, la puerta estaba abierta y tenía las muñecas atadas por encima de mi cabeza en las barras del techo.
Era el momento de azotar al vampiro y, por 30 dólares, las clientes podían darme cinco azotes con el látigo de cuero que Victoria y yo habíamos comprado un día.
El látigo tenía un aspecto desagradable y hacía mucho ruido cuando me tocaba, pero no hacía mucho daño. De todos modos, a mí no ME dolía y no me dejaba marcas.
Había una larga fila esperando para azotarme. Tras el castigo del vampiro, que se convertía en un buen chico después de ser azotado, se formaba otra fila para que las mujeres pudieran entrar conmigo, cerrar la puerta y poder bailar. Yo era el único que bailaba, ellas me manoseaban.
Tanto la rubia como Bella con su bloc de notas odiaban ver como me azotaban. No tomaron parte y cada vez que me golpeaban y yo gritaba, se molestaban. Incluso Bella gritó: "Eres una mujer terrible, ¡golpear algo tan hermoso!"
Tal vez la viera después en la jaula. Tal vez viniera a consolarme después de mi castigo.
Alice, una vez más, le explicó que todo era un número y que no me estaban haciendo daño en absoluto. Me gustaría que se callara de una vez. Estaba empezando a cabrearme un poco.
Fui azotado para conseguir mi sumisión por más de una hora. Una vez que no había cola, Victoria entró en la jaula y cerró la puerta de golpe, ahora solo éramos ella y yo.
Di unos sollozos secos, colgando sin fuerzas de mis muñecas mientras ella comprobaba si iba a ser obediente a partir de ahora.
Victoria me disciplinaba a través de su micrófono.
"¡¿Te vas a comportar?!" gritó azotando mi espalda una vez más.
¡LATIGAZO! "¡RRRRRRRRR!" Arqueé mi cuerpo, expulsando un rugido.
"¿Sí o no?" me preguntó volviendo a llamar mi atención.
LATIGAZO. "¡AAAAAAAA!" Grité apretando los puños y pataleando con mis pies descalzos.
"¿Sí?" tiró de mi cabeza hacia atrás agarrándome del pelo a medida que cerraba los ojos.
Asentí, roto. Incluso jadeé más fuerte, como si realmente me estuviera doliendo.
"¿Puedo meter aquí a humanos?" me preguntó, "¿prometes no matarlos?" Volví a asentir.
LATIGAZO. LATIGAZO.
Volví a gritar con agonía.
"Dilo." Exigió Victoria, "puedes hablar. No le gusta hablar con humanos, le gusta hablar con otros vampiros por telepatía. Pero creo que ahora está dispuesto a hablar. Di lo prometo."
Gruñendo, dudé. Todos los clientes observaban y esperaban.
Victoria puso el micrófono en mi cara.
"Lo… prometo." Utilicé mi voz más suave y profunda, consiguiendo que el club se llenara de gritos, una fila de mujeres salvajes se agolpaba en la puerta de mi jaula.
"La promesa de un vampiro." Dijo Victoria por el micrófono, "si pueden creerla, y son lo suficientemente valientes… atrévanse a entrar en la jaula del vampiro. Díganme qué quieren y supervisaré al vampiro. Pero tengan cuidado… es muy travieso y no siempre obedece."
Creo que todas las mujeres del club abandonaron su mesa en este momento. Todo lo que podía ver detrás de mí eran mesas vacías.
Incluso la mesa de Bella estaba vacía. Sonreí, encantado de ver a ese grupo por aquí esta noche. Parecían divertidas.
La música del vampiro empezó a sonar, oscura, espeluznante, el tipo de música que se oiría en una mansión encantada. Las humanas empezaron a pagar para entrar en mi jaula. A veces me liberaban las muñecas otras, pagaban por tenerme atado y así poder tocarme, besar mi cuello y pecho, algunas incluso me mordían los pezones. Estaba acostumbrado a esto y sonreía e incluso me echaba a reír, silbando cuando pasaba algo particularmente atrevido. Intentaba hablar lo mínimo posible para mantenerme dentro del personaje, pero nadie parecía darse cuenta. Querían mi cuerpo no mi conversación.
Una mujer entró, me quería atado, con las manos por encima de mi cabeza. Introduje mis manos en los pequeños grilletes que había en el techo y fingí que estaba atado, aunque podría soltarme en cualquier momento. Aunque nunca rompía la ilusión. Cualquier cosa que me hicieran estaba bien. Victoria me sonreía todo el tiempo, le encantaba como las complacía a todas y cada una de ellas, sin mostrar nunca asco o repugnancia. Llevaba mi gran sonrisa sexy, provocándolas a todas.
Hubo un momento que creí que una señora que estaba sobre los cuarenta me sofocaría. Me besó en los labios mientras estaba "atado" y me agarró del pelo, empujando su lengua en mi garganta, sin dejarme ir durante mucho tiempo mientras nuestras lenguas luchaban entre sí. Intenté devolverle el beso, pero el suyo era duro, con enfado, posiblemente estuviera cabreada con algún hombre y se estaba vengando de él besándome a mí.
Victoria estuvo a punto de intervenir para salvarme pero su tiempo acabó y me dejó. Jadeé con pesadez, recibiendo oxígeno al fin mientras Victoria me sonreía.
"¿Está bien, vampiro?" me preguntó realmente preocupada.
"Estoy bien." Le guiñé un ojo sonriendo, "Wow. Menuda forma de besar."
Con una risa Victoria se dirigió al siguiente grupo de chicas, cogiendo su dinero y escuchando lo que querían.
¡Eran las tres chicas! Las del grupo de la chica del cuaderno, Bella, creo que había oído que la llamaban. Me preguntaba qué querrían que les hiciera.
"Manos sueltas, vampiro." Dijo Victoria mientras sacaba mis manos de los grilletes, sujeté las barras laterales poniéndome en posición, estaba esperando que entraran en mi dominio.
"A bailar." Victoria abrió la puerta de la celda y sonreí. Eran unas chicas bonitas.
Comencé a bailar lentamente, cerré los ojos y moví las caderas en pequeños círculos, sujetándome a las barras que tenía detrás. Por un segundo, tuvieron miedo de entrar y yo les eché un vistazo por debajo de mis pestañas.
"Pasad." Dije con un tono suave, "os he estado esperando toda la noche."
Las risas de las muchachas bailaron en mis oídos a medida que la rubia entraba primero.
"Vamos". Dijo a sus dos amigas, cogiendo a la morena y tirando de ella, la del pelo corto entró la última, con nerviosismo.
La puerta de la jaula se cerró de golpe, asustándolas tanto que gritaron y saltaron del susto.
"Bienvenidas." Ronroneé con una alegría suave mientras tomaba a la rubia de la mano y la besaba como un caballero.
"Ho… hola." Tartamudeó, sus ojos vagaron sobre mis pectorales. Antes de que se diera cuenta, la hice girar, su espalda estaba contra las barras y yo estaba apoyado contra ella, moviendo las caderas sugestivamente en su contra.
"¡SANTA MIERDA!" gritó la rubia haciéndome sonreír mientras empujaba mi pecho contra el suyo, se llevaría el olor de mi aceite impregnado en su ropa.
"¿DÓNDE ESTÁIS, CHICAS?" gritó la rubia pidiendo ayuda a sus amigas, pero ellas estaban paradas detrás de nosotros, mirándonos con la boca abierta.
Ignoré sus chillidos y le mostré mis dientes de vampiro, inclinándome hacia su cuello, apartando su collar y presionando suavemente mis colmillos contra su carne, y dándole un húmedo lametón a su perfumada piel.
"¡DIOOOSSSS MIIIIIOOOO!" era gelatina entre mis brazos mientras me restregaba mi entrepierna enfundada en cuero contra ella.
Sentí un par de manos tocando tentativamente mi trasero. ¿Era la chica del cuaderno? Me giré, siseando a la chica bajita con el pelo puntiagudo. Me devolvió la sonrisa, le gustaba mi papel de vampiro.
"¡Dios, eres GUAPO!" dijo mientras la ponía sobre mi hombro y la llevaba al otro extremo de la jaula, dándole un par de azotes en el trasero mientras ella gritaba y se reía.
"¡No la mates!" dijo Victoria sonriendo, advirtiéndome mientras trabajaba con las chicas.
"Tal vez." Gruñí poniendo a la pequeña Alice contra las barras y colocando sus piernas alrededor de mi cintura mientras me sujetaba de los barrotes laterales y no la dejaba caer.
Enterré mi cara en su blusa lo que la hizo gritar y agarrarse también a las barras, para apoyarse, incapaz de apartarme. No la mordí ni nada, solo pegué mi cara por un segundo, y le di un pequeño y dulce mordisco de vampiro, además de algunos besos suaves a lo largo de su mandíbula.
La bajé y se puso cerca de la rubia. Miré a la chica del cuaderno y di un profundo gruñido peligroso, acompañado por mi sonrisa sexual.
"O Dios… no…" se puso en la esquina, tratando de huir de mí, pero la alcancé y la miré mientras fijaba su cuerpo entre las barras y yo y susurré, "¿Qué es lo que deseas chica del cuaderno?"
Se rio y su piel se puso totalmente púrpura por el rubor.
"No tengas miedo." Ronroneé con mi voz de vampiro, "no te voy a morder… mucho."
"¡Bella, deja que te muerda, es jodidamente MARAVILLOSO!" se rio Rosalie.
Situé mi cara en la curva de su cuello, respirando acaloradamente, preparándome para morderle con mis colmillos falsos. A todas las mujeres les encantaba ser mordidas por el vampiro.
"Espera, no" cambió de opinión, "¿puedo… besarte?"
Parecía avergonzada por haberme preguntado eso, como si fuera una chica sucia. Realmente lo encontré inocente, refrescante y extraño. Me encantó.
"¿Dónde te gustaría?" Me recosté contra ella mirándola con ojos soñadores, presionando mis pectorales desnudos contra su pecho.
"Um…" se ruborizó de nuevo, "en los labios. ¡En la boca!" agregó rápidamente la última parte, temerosa de que pudiera ir a por otros labios. Me sonreí a mí mismo.
"Será un honor." Ronroneé, abriendo mi boca y plantando el beso más suave, más húmedo y más apasionado que pude crear, quería que sintiera que su dinero había merecido la pena. No era barato entrar en la jaula. Y lo único que quiso fue un beso. Me gustó
Sus dos amigas gritaban detrás de mí, moví mis caderas mientras le daba el beso. Mis manos sujetaron su cara firmemente para que no se escapara hasta que estuviera listo para dejarla ir.
Realmente lo disfruté. Me quedé un poco más, dándole pequeños besos en la barbilla, sin apartar mis ojos de los suyos mientras le daba unos cuantos besos más en su carita inocente. Bueno, inocente y luminosa cara rojo carmesí.
Finalmente le pregunté, "¿qué te ha parecido?"
Se quedó mirándome, sin palabras. Su cuaderno golpeó el suelo y le di mi sonrisa juvenil, riéndome ante su reacción. Tan inocente. Tan bonita. Será una gran novia. Tal vez en algunos años bailaré en su fiesta de despedida de soltera.
"Muy bien, suficiente, ¡TÚ!" Victoria vio que su tiempo había acabado y me empujó contra los barrotes con su bate. Yo hacía parecer que realmente me estaba empujando, aunque en realidad no era así.
"Buenas noches, señoras." Las arrullé mientras salían lentamente. La chica del cuaderno fue la última en salir, me miraba fijamente. Le sonreí una vez más y dije: "Buenas noches, chica del cuaderno."
Se ruborizó una vez más, cogió su cuaderno del suelo y me dejó con las 200 mujeres que estaban haciendo cola.
"¡Esposas, vampiro!" Victoria anunció la siguiente pareja de mujeres mientras yo sonreía y deslizaba las manos en los grilletes, esperando.
BELLA.
Dios mío, sin lugar a dudas había sido el mejor maldito beso que me habían dado en toda mi vida. Ni siquiera recordaba haber salido de la jaula y haber vuelto una vez más a nuestra mesa, pero debía haberlo hecho, porque estoy aquí sentada, mirando mi aguado Sex on the Beach.
"¡Jesucristo, es increíble!" dijo Rosalie a borbotones mientras se sentaba de nuevo, todavía estaba mirando al vampiro que ahora estaba con dos mujeres, que toqueteaban sus piernas y le pellizcaban las mejillas del culo, se tomaban demasiado tiempo explorando cada músculo mientras él tenía sus manos sobre la cabeza.
"Ukkk…" Odiaba ver lo que esas mujeres le estaban haciendo, "algunas mujeres son tan cerdas, te lo juro. ¡Mira! ¡Por Dios, está chupando su pezón y apretando el otro! ¡Ahora lo está MORDIENDO!"
"Apuesto que pagó 500 dólares para poder hacerle eso". Comentó Alice, mirando con sonrisa tranquila.
Miré su cara, la del chico vampiro, pensaba que vería repugnancia o humillación, ¡pero él lo estaba disfrutando, con ojos pacíficamente cerrados, gimiendo y gruñendo de placer!
Entonces sonrió y las besó en los labios, ¡igual que me había besado a mí! Una parte de mí se sentía estúpida. Para él esto era una actuación. Se comportaba así con todas las mujeres.
Creía que nuestro momento había sido… especial. Fue así para mí, al menos. Pero, ¿cómo podía significar algo para él? Estaba siendo asolado y besado por todas las mujeres del local.
Abrí mi cuaderno y anoté estas observaciones cuando Alice se inclinó.
"Entonces, ¿vas a preguntárselo?" Alice sonrió al chico vampiro.
"Es perfecto." Respondí, "aunque me desconcierta. Es mi favorito entre todos los tipos que hemos visto. El mejor, eso es seguro. Tiene buena pinta, la personalidad adecuada. Me gustaría saber su nombre para poder hacer una verificación de antecedentes."
"Bueno, después de que lo violen, tal vez podrías preguntarle a Victoria, la mujer del micrófono, algo sobre él. Tal vez podrías hablar con él entre bastidores o algo." Sugirió Rosalie, "no es como si fuera una estrella del rock, PUEDES hablar con él, ya sabes."
"Jesús." Me asomé y lo vi con tres chicas que estarían en la mitad de la veintena, con poca ropa, enseñando muchísima piel, vestidas como putas, rodeándole, rozándolo de forma ruda y besando su espalda, su pecho… una de ellas le apretaba el pelo y atacaba salvajemente su cuello. ¡Una de ellas incluso había pegado la cara a su entrepierna!
Aún así, parecía que le gustaba, que adoraba todo lo que le hacían. Definitivamente era alguien que podía interpretar un gran papel. Yo sabía que era algo más que una cara y un cuerpo. Quería entrar en su cabeza y saber qué lo había llevado a hacer esto para ganarse la vida, lo que pasaba por su mente mientras esas mujeres le hacían todas esas cosas. Sonreía pero yo quería saber mucho más. Quería llegar al fondo de este hombre vampiro.
Y en ese momento, lo escogí para ser el tema de mi tesis. Ahora lo único que tenía que hacer era… convencerlo de que hablara conmigo.
