Nota de autor
Avatar no me pertenece como tampoco me pertenece ninguno de sus personajes, ellos son propiedad de los queridos Mike y Bryan. Sin embargo, si soy dueña de esta trama que he creado, así que por favor no roben, gracias.
También, este es mi primer intento con un fic de Avatar,así que las críticas constructivas o sugerencias y demás van a ser enormementeapreciadas. Hace poco que me enamoré del programa, particularmente de la pareja de Zuko y Katara (son tanamor) y me he inspirado para hacer una prueba y contribuir al creciente fandom Zutara.
Si cometo algún error con los nombres, lugares, la ortografía, el canon o la trama antes del Libro III, Capítulo 13, por favor háganmelo saber.No hay nada que odie más que meter la pata con el canon y los hechos – viendo que soy nada más que un polluelo de escritora de fics de Avatar, quiero tomar un cuidado especial con lo que incluyo en esta historia.
Ahora, espero que les guste, y cualquier comentario será más que bienvenido C:
Partiendo del Libro III Capítulo 13
AQUIESENCIA*
Capítulo I
No lo suficientemente sofocado.**
La luna brillaba justo afuera de la improvisada ventana contra la pared de piedra que amenazaba con caer, los rayos de plata caían en cascada dentro del cuarto de las chicas. Katara estaba acostada en el piso completamente despierta, los no tan ligeros ronquidos de Toph iban al compás de su respiración. Le resultaba difícil dormirse; de hecho, había sido todo un desafío echar una cabezada siquiera en los últimos días. Era insoportable, en realidad, no poder dormir; necesitaba descansar. Después de todo, ¡una guerra se les acercaba! Le hubiera gustado pensar que tal vez su malestar mental se debía a la ansiedad por dicha confrontación, pero no tenía absolutamente nada que ver con la batalla contra la Nación del Fuego; no, su agitación había surgido a partir de una única persona que actualmente estaba viviendo en ese mismo templo aire, tres cámaras más abajo. Katara soltó un suspiro de exasperación, y abrió los ojos para mirar fijamente el techo oculto sobre ella. Se estaba volviendo ridículo; ¡todos los demás podían dormir mientras él estaba cerca! Simplemente estaba siendo tonta y paranoica...
¡Qué exasperante!
Con un gruñido de resignación, se destapó de una patada y salió con dificultad de su catre, sin molestarse en calzarse o siquiera vestirse. Su bata, y ropa interior, serían suficientes; era una noche agradable por lo que podía apreciar. Habían sido una buena racha de noches agradables, ¿pero que más se puede esperar del verano? Katara se paró del piso, masajeándose distraídamente los omoplatos mientras atravesaba lentamente la habitación, solo media consciente de los ronquidos de Toph y la respiración y las vueltas que daba. La maestra agua se detuvo en el umbral, y echó un vistazo a su compañera de cuarto, preguntándose porque la chica confiaba tan fácilmente (en cierta forma) en el chico que había estado persiguiendo tan incansablemente su banda de vagabundos. Se preguntó como Sokka podía dormir con tanta tranquilidad, sabiendo que el desterrado Príncipe de la Nación del Fuego estaba en la habitación contraria a la suya. Pero más que nada, se preguntaba como Aang pudo haber aceptado a ese mocoso real (¡confabulador, engañoso y traidor!) entre ellos.
Claro, había hecho su considerable cuota de buenas obras, ¿pero realmente esas pesaban más que todo lo que había hecho antes? Katara dejó su habitación, arrastrando los pies silenciosamente por los pasillos del templo abandonado, y se abrió paso hacia una abertura en un costado del acantilado donde podía ver al otro lado del enorme cañón donde el cielo se unía con la tierra y aspiró el aire de verano sabiendo que tal paz no duraría con la guerra en ciernes. Había estado yendo a ese preciso lugar noche tras noche, se ubicaba en las ruinas del Templo Oeste de los Nómadas Aire y miraba la luna. Era una noche despejada, serena y hermosa, y Katara se llevó las rodillas al pecho.
¿Estaba siendo inmadura e infantil en su reticencia a aceptar a alguien que previamente había intentado matar a sus amigos (en más de una ocasión)? Ella no lo creía, pero pensando en las semanas pasadas, la chica de la Tribu Agua no pudo evitar considerar la idea de que quizás estaba siendo rencorosa e inflexible; pero ¡vamos! ¿Acaso atentar contra sus vidas era un delito tan leve? De acuerdo, él se arrepintió. Y los salvó. Y acordó enseñarle a Aang como usar el fuego control. Eso no cambiaba el hecho de que era un mentiroso bastante talentoso, contra, y Katara no tenía ninguna inclinación a confiar en él… no después del daño que ya había hecho. Era imposible para ella hacer a un lado esa rencilla. Su semblante era la cara de la Nación del Fuego…
Era…se recordó a sí misma, aunque a regañadientes.
Pero aún así, él había probado que el chico que ella conoció y en él que confió y se apiadó en las Catacumbas de Cristal era una mentira, y eso no lo iba a olvidar pronto…
-¿No podías dormir?
Katara echó un vistazo rápido por encima del hombro a la silueta detrás de ella pero no muy distante, y le dedicó una sonrisa, invisible en las sombras.
-No –respondió tranquila, escondiendo cualquiera de sus anteriores hostilidades detrás de un típico porte alegre. Aang salió de entre la oscuridad, sus ojos brillantes atraparon la luz de la luna. Se veía bastante cansado, pero esa sonrisa tontarrona estaba firme en su rostro a pesar de la evidente fatiga. No hacían muchas horas de que había regresado de la expedición las ruinas de la Tribu de los Guerreros del Sol y debería de estar descansando para su entrenamiento del día siguiente. Ella estaba a punto de decirle exactamente eso, pero el Avatar se encogió de hombros despreocupadamente, al leer la inquietud en sus ojos, y se adelantó para sentarse junto a ella.
-Estoy bien, no te preocupes por mí, he estado durmiendo toda la semana –clamó con esa sonrisa infantil.
Su compañera no se perdió el mensaje implícito.
-Solo estoy preocupada por la guerra es todo –rebatió Katara, levantando la mirada al cielo y la masa de estrellas que colgaba encima de ellos.
Aang la miró largamente, indagando, incrédulo, pero asintió, decidiendo no presionarla. Solamente se oía el viento desnudo soplando a través de las ruinas, y se deleitó en la sensación contra su piel, notando apenas la carencia de Katara de… cobertura. Se volvió de inmediato, fijando sus ojos en el acantilado que los enfrentaba, un destello de sonrojo le subía por las mejillas. Ah no, estaba lejos de haber superado a Katara, y era simplemente cada vez más difícil dejarla ir. Una parte de él quería ser egoísta; una parte de él no quería renunciar a ella, pero sabía que debía hacerlo y que debía de empezar en ese momento. Tenía que dejarla ir para salvarla.
Para salvarlos a todos.
Era una amarga realidad, pero cierta al mismo tiempo.
-¿Qué estás haciendo levantado? –la chica que invadía su mente rompió el silencio, y Aang la miró rápidamente, miró la expresión pacífica de su rostro, la manera en que simplemente parecía bañarse en la luz de la luna.
Ah sí, superarla requeriría incluso más esfuerzo que dominar los cuatro elementos.
Intentó una risa despreocupada pero, con pensamientos oscuros plagando su mente, sonó hueca.
-No podía dormir con Sokka hablando dormido –replicó el maestro aire con una sonrisa burlona- Hay más charla sobre carne de la que puedo digerir –añadió como un segundo pensamiento, sonsacándole una risa divertida a su compañera.
Katara sacudió la cabeza, arriesgando una mirada al doceañero que era mucho más maduro que su edad. Era impresionante, cuánto había crecido desde la primera vez que lo vio; ese niño tonto en el iceberg que solo quería jugar. Era fuerte y poderoso, había madurado y era alguien sabio, alguien de quién ella podía estar orgullosa.
-Bueno, ya conoces a Sokka y a su amor por la carne –agregó con una sonrisa, la comisura de sus labios curvándose solo un poquito.
Aang soltó una risita ahogada, un mero suspiro de liberación, pero no dijo nada más. No sabía que decir, para ser sincero. Desde que la había besado se sentía un tanto incómodo cuando estaba a solas con ella, tal vez porque nunca habían hablado del beso. No parecía haber habido un cambio en su relación desde que había pasado, desde que se había dado las fuerzas suficientes para hacerlo, y no estaba seguro de si eso era bueno o malo. Si no había habido cambio en su interacción, ¿eso significaba que estaba cómoda con que él la hubiera besado? ¿O significaba que simplemente había olvidadoque lo había hecho? Dos polos completamente opuestos de un único evento, y no tenía idea de cuál seguir. Katara parecía lo suficientemente normal, dejando de lado su insomnio (sabía que no era por él), pero esa parte de él deseaba saber exactamente como se sentía.
Sin importar que para alcanzar el Estado Avatar tenía que renunciar a ella, sin importar que besarla probablemente fue una mala idea, pero si no lo hubiera hecho siempre se lo hubiera preguntado, se hubiera arrepentido, y Aang no estaba muy encariñado con los ¿Qué tal si…? Hizo su mejor esfuerzo en no mirar en su dirección, no fuera que se distrajera con la forma en que se le movía el cabello con la ligera brisa, la manera en que los rasgos le brillaban incluso en la oscuridad. Era difícil, estar tanto junto a ella y saber que quizás no fuera suya al final, pero siguió torturándose en su presencia, continuó satisfaciéndose con sus risas, sus sonrisas, la manera en que fruncía el ceño cada vez que Sokka decía o hacía algo particularmente estúpido, el modo en que los regañaba cuando estaban siendo especialmente infantiles…
-¿Aang?
El chico parpadeó saliendo de sus pensamientos y volvió su mirada de ojos enormes a la chica sentada junto a él.
-¿Eh?
Ella lo estaba mirando extrañada, con una sola ceja arqueada. Él había estado mirando la nada con una expresión perdida en el rostro por un buen lapso de tiempo y Katara se puso nerviosa, como si la hubiera dejado con las ruinas del templo.
-¿Me escuchaste? Dije que deberías ir a la cama, tienes que entrenar con él mañana, ¿recuerdas?
Él.Ni siquiera podía obligarse a decir su nombre.
-¡Oh, no te preocupes por mí, estaré bien! –respondió entusiasmado, y rió ahogadamente-. Yo empezaría ahora si Zuko no necesitará su sueño embellecedor.
Katara no pudo evitar bufar ante esa opinión.
-La sabe que lo necesita –murmuró, más para sí misma.
Su compañero rió y se inclinó hacia atrás reclinándose sobre los antebrazos, estirando las piernas sobre el irregular suelo sacro.
-Sabes, eres incluso más cruel con él que Toph –señaló distraídamente, nada más que broma en su tono-. No deberías ser tan duro con él, Katara, está ayudando. Y estoy seguro que le costó pedirnos para unirse a nosotros.
-No deberías ser tan confiado –retrucó la chica de inmediato, incapaz de controlar su lengua.
Aang parpadeó ante la réplica pero la descartó con tranquilidad.
-Todo el mundo merece al menos una oportunidad…
-Exactamente –lo interrumpió Katara, parándose y sacudiéndose la tierra y los escombros de la ropa-. Él ya usó esa conmigo –Con eso dicho, dejó al maestro aire en la boca del templo mirando abatido como se alejaba. De haberse quedado hubiera visto al joven Avatar arrojar un guijarro a la oscuridad y oído a la cara opuesta del acantilado desmoronarse bajo el impacto. Ella avanzó sigilosamente por el pasillo, murmurando entre dientes todo el camino. Estaba cansada de la gente dándole sermones sobre sus opiniones de ese traidor. Él seguía cambiando de bandos y era muy confuso. ¿Cuántas veces había estado en ese camino antes? ¿Una vez? ¿Dos? ¿Tres? ¿Quién sabía cuánto duraría en el lado "bueno" esta vez? Ella podía entender porque Aang se arriesgaría, era indulgente y pacífico. ¿Pero cómo alguien más podía esperar que confiara en él? Él la había traicionado. Él la había engañado. Ella había sentido pena por él. Ella se había apiadado de él y había querido ayudarlo.
¿Qué hubiera pasado si hubiera usado el Agua del Oasis de los Espíritus para curarle la cicatriz?
¿Qué hubiera pasado si la intrusión no hubiera sucedido hasta después?
¿Aún así él hubiera regresado con la Nación del Fuego?
¿Azula hubiera volteado a Aang?
¿Aang hubiera muerto?
Era una perspectiva aterradora, sabiendo que había estado tan cerca de ser incapaz de curar la herida mortal de Aang. ¿Y por qué? ¿Todo porque ese mocoso Príncipe del Fuego le había contado una tragedia sobre su madre y había liberado su engañosa angustia? Ella había confiado en él esa primera vez, le había dado el beneficio de la duda, y él la había rechazado. Aang casi había muerto… nadie había tenido en cuenta lo afortunado que había sido que Azula cayera en las catacumbas – no. Eso no era suerte. No era bueno en ningún sentido. En vez de eso, la propia estupidez de Katara casi le había costado la vida a Aang, y ella se maldeciría a sí misma si dejaba que eso sucediera otra vez. Pero nadie entendía. Nadie podía entender. Ella no quería admitir que casi había usado el agua de la salvación de Aang en un chico indigno de su ayuda, de bondad.
Indigno de una segunda oportunidad.
Katara dudó ante la puerta de su habitación. Toph estaba durmiendo profundamente, enterrada debajo de las sabanas y todavía roncando, felizmente inconsciente de los temblores que recorrían el cuerpo de su compañera. La maestra agua volvió a salir al corredor hacia las habitaciones de Sokka y Aang, donde su hermano estaba (seguramente) murmurando dormido alguna tontería sobre su próxima comida. Frunció el ceño ligeramente al ver el catre vacío donde Aang debería estar (¿todavía estaría sentado afuera?) incapaz de sacudirse de encima la culpa de saber que su vida casi se le había escapado de los dedos. Sintió las uñas clavándose en el umbral similar al mármol, antes de girar sobre si y vislumbrar fugazmente el cuarto de él.
Dudó por un momento, insegura sobre qué hacer, y luego decidió echar un rápido vistazo dentro de su habitación. ¿Qué daño haría? Él estaba profundamente dormido, después de todo. El-Príncipe-del-Fuego-que-se-había-vuelto-bueno. Un bufido escapó de sus labios ante la idea; tenía más que la sombra de una duda sobre que eso no era más que una treta. Él era un buen actor después de todo y ella tenía que reconocer sus talentos por lo que eran: engañosos. Katara forzó la vista, curiosa, para ver dentro de sus habitaciones, aguzando el oído para escuchar cualquier signo de que el (obvio) traidor estuviera despierto. Había más oscuridad en su cuarto que en el resto (probablemente porque no había ventanas) y apenas podía distinguir las figuras ensombrecidas dentro. Se apretó contra un costado de la entrada, apoyando la mejilla contra el frío material del que estaba hecho el templo y arrugó el entrecejo a la oscuridad, esperando que se le acostumbraran los ojos.
-¿Siempre miras a la gente dormir?
La chica saltó ante el sonido de su voz, suave e inmutable, pero inmediatamente recobró la compostura, agradecida con los ronquidos de Toph y la habladuría de Sokka por disimular su propia exhalación de sorpresa. Le tomó un milisegundo completo reunir todo su juicio, y frunció el ceño con arrogancia hacia el cuarto oscuro. No hubo movimiento adentro, y meditó inquieta cuánto exactamente él había estado viendo que ella le observaba (¿o era una pared a la que estaba fulminando con la mirada?)
-¿Siempre pretendes dormir?
-¿Alguna vez duermes?
Katara lo miró ceñuda, por su descaro, por el tono sin pretensiones de su voz.
-Sí, usualmente no tengo ningún problema para dormir.
-¿Entonces que estás haciendo levantada a esta hora?
-No puedodormir.
-¿Por qué no?
-Porque tú estásaquí.
Hubo una vacilación en la habitación, un repentino espesamiento de la tensión, y Katara se preguntó si se había ofendido por el comentario, si le importaba siquiera. ¿La había escuchado siquiera? ¿Se había dormido? ¿La había despachado con un golpe de muñeca, considerándola aburrida y para nada divertida, o tal vez indigna de su tiempo? Tantos pensamientos, demasiadas posibilidades despectivas, nadaban en su mente y Katara encontró el silencio perturbador. Tenía una réplica en la punta de la lengua, lista para arremeter contra él y gritarle por todo lo que había hecho y dicho y por todo lo que les había hecho pasar, cuando un pequeño destello se encendió desde el otro lado de la habitación, precisamente donde ella había estado mirando fijamente.
Katara lo observó con recelo, embelesada por la llama que sostenía con facilidad en la palma de la mano, pequeña y casi juguetona, por la forma en que bailaba, proyectando sombras en las paredes, sobre su rostro, y sus ojos (que era imposible que estuvieran brillando y eran de un cautivante tono dorado que combinaba con la llama central que se cernía sobre su mano – ¿y qué estaba haciendo ella pensando en eso?)
-Yo tampoco puedo dormir porque estoy aquí.
Capítulo II –Sobre Un Fuego Abierto Extracto
Con una risa incómoda, el maestro aire levantó la mano para rascarse la nuca y se encogió de hombros.
-Bueno, yo estoy listo cuando sea que el Profesor Calor lo esté –exclamó con exuberancia, destellando una sonrisa mostrando los dientes para la maestra agua.
(-¡Deja de llamarme así! –Gruñó Zuko desde la cama, siendo ignorado olímpicamente por el dúo.)
-Supongo que sí tengo un largo día de entrenamiento esperándome mañana, me voy a dormir.
*Aquiescencia: para aquellos que como yo no saben/sabían muy bien, significa: consentimiento, autorización.
**Not quite Doused en el original: Llamas no lo suficientemente extintas en mi primer intento, se aceptan sugerencias :) doused significa sofocado o mojado, empapado y yo lo relacioné con los asuntos pendientes que tienen. Por el rencor que tiene Katara las llamas no están lo suficientemente extintas, ¿no? :)
N/T: ¡Hola Gente hermosa que espero esté del otro lado! :) Muchas gracias por haber llegado hasta acá y espero que hayan disfrutado esta historia que no es mía, sino de Lady Flick y encontraran el link al original y a su perfil en el mío :)
Y sinceramente no sé que más decir… tengo cosas para pedir, más bien. Por ejemplo, si encuentran algún error en la traducción o cualquier cosa que no esté como se supone que esté no duden en decírmelo.
Y como ya dije, espero que lo hayan disfrutado. Un beso enorme y ¡gracias por leer!
