N.A: Lamento mucho el tiempo que no di señales de vida, pero para compensar aquí les dejo una nueva historia, espero que les guste... En el futuro vienen mas historias. Saludos y besos a todos!
Lo que sabemos
Mi suerte no era ni remotamente envidiable, mi vida no era algo que se pudiera desear... perfilador, serio, solitario y, nada más cierto, divorciado; recién llegado a los cuarenta, nada prometedor para el futuro, o eso parecía siempre, aunque por supuesto yo deseaba algo diferente.
En realidad yo me percibía de muchos modos, mientras volaba en el jet de camino a Quántico podía pensar en eso, tenía un hijo al que adoraba, un trabajo para el que era bueno y aspiraciones para cambiar las cosas, pero como eso no se puede poner en una tarjeta de presentación, tenía que conformarme con que el mundo supiera que era Aarón Hotchner, perfilador.
Alcé la mirada mientras volábamos y la vi a ella sentada en el lado contrario, mirando por la ventada mientras anochecía en el horizonte... No podía saber lo que ella conocía de mi, a lo que aspiraba, ese extraño cosquilleo sólo de mirarla... Y ella era realmente hermosa, y yo podía ser divorciado pero definitivamente no ciego, y ella era increíble... Y aquella tarde en el jet, con el anochecer entrando por la ventana y reflejándose en ella, me pareció un desperdicio no acercarme y decirle tantas cosas, tantos sentimientos, me pareció un desperdicio y una tristeza dejarla ir.
Me levante de mi asiento y camine hasta ella sin que los demás me miraran, ella al sentirme cerca volteo a mirarme, por un momento me sostuvo la mirada y sonrió.
-Emily...- susurré como un conjuro
Y al instante me quedé sin palabras, susurré su nombre como llamado, como petición, como palabra mágica, como deseo... y fue inevitable desear susurrarlo de nuevo, llamarla así en secreto, en deseo, en intimidad, tal vez llamarla suavemente toda la vida... Ella me miraba a los ojos y supe que ella lo sabía, que había visto más allá de la tarjeta de presentación, le sonreí y me senté a su lado mirando sus ojos.
-Lo sé- dijo ella de pronto- lo he sabido desde siempre Hotch-
Y sin más palabras queda entendido lo que ambos sabemos, lo que va más allá de la formalidad y las tarjetas de presentación... y así, con sumo cuidado y lentitud, con la distancia de todo el mundo y la cercanía de siempre nos acercamos el uno al otro, nos sonreímos brevemente y lo sabemos.
Y mis labios se tocaron con los de ella, cuidadosos y pacientes sus labios se encuentran con los míos, nos tocamos con la intimidad de nuestras bocas, saboreando por instantes y eternidades ese cosquilleo de saber la verdad, sintiendo con lengua y labios que nos encontrábamos el uno al otro, cerrando los ojos y deleitándonos con el sabor de los labios del otro, acariciando nuestras bocas para descubrir el secreto más profundo del otro... Besándonos y maravillándonos con el simple hecho de descubrirnos uno al otro, mientras quedamos flotando ingravitatoriamente en el eterno espacio sideral en el que existíamos el uno para el otro.
Separándonos, mirándonos, sonriéndonos y sabiendo que del amor es imposible escaparse.
