Con ayuda de Harry

Capitulo 1:

Llegaba tarde ya, había quedado en encontrarse con su madre hacía, al menos, media hora, pero claro, ella siempre en sus nubes de ideas y en su maquillaje y...bufó. "No llegaré" se repetía a la par que corría. Ni bien llegó a las tres escobas, entró llamando la atención por el portazo, y más de un hombre la miraba con otras tantas intenciones. Se puso en puntas de pie, asomando la cabeza entre la multitud. Unos segundos más tardes observó un movimiento de manos, al cual se acercó rápidamente.

-Siento la tardanza-besó su mejilla- ¿cómo estás, ma?

-Bien, descuida, hacía tiempo que no salía de casa- suspiró.

-Dime, ¿por qué tanta urgencia?, ¿y por qué me citaste aquí y no en casa?

-Es tu padre. Tengo que hablarte de él y no quiero que me escuche.

-Adelante.

-Está mal, corazón. Está muy enfermo. Fue al hospital, con el doctor conocido suyo, relaciones de tu padre, ya sabes. No me cae bien, tiene algo en el rostro que...- decía mientras con su mano abarcaba su rostro haciendo un gesto nauseabundo- me hace desconfiar, pero tu padre le tiene un cariño especial, vaya a saber una porqué.

-¡Vamos, ma!, dijiste urgente.

-Bueno, ya sabes que él es genial en su profesión y, además, está especializado en medicina muggle. En fin, él le dijo que debían operarlo. La verdad, no me acuerdo que es lo que dijo que tenía, pero deben hacer una cirugía de urgencia, y un transplante.

-¿de qué?- se preocupó la pelirroja- ¿Cómo transplante?, pero ¿qué?.

-Del riñón.

-Pero, ¿desde cuando él tiene problemas en el riñón?

-Bueno, parece que desde hace poco. El cuerpo humano es así, no se sabe por que falla, pero tampoco se sabe porque anda bien desde el inicio. Por suerte lo encontraron a tiempo, podría costarle la vida si avanza.

-Y… pero...

-También conseguimos el donante, eso cuenta a favor- hizo una pausa- el problema- bajó la voz- es el dinero.

-¿Qué pasa con él?

-Es una operación excesivamente costosa, amor.

-¿De cuánto hablamos?

-De veinticinco mil galleons.

-¡¿QUÉ?!

-¡¡Shh!!

-Pero...- gritaba en susurro- ¿de donde se supone que consigamos ese dineral?

-Primero en principal, tu padre no debe enterarse esto o no querrá operarse, ¿de acuerdo?- ella asintió- segundo, hablé con tus hermanos, con amigos, con familia... entre todos hemos conseguido veinte de los veinticinco, ya sabes que los negocios de tus hermanos van, por suerte, prosperando, y parte lo sacamos de allí.

-¿y el resto?

-Bueno, para eso estás aquí. Hija, sabes que no te lo pediría a menos que no estuviéramos realmente desesperados. Todos contamos con que tú puedas conseguir los otros cinco, por lo que sabemos y nos has asegurado, tu trabajo en el mundo de la moda marcha bien. Quizás tú puedas...

-¿No hay manera de abaratar costos?

-¡Ginevra no te lo pediría de ser así, ¿no crees?!

-Es verdad, lo siento. Es necesario.

-¡Claro que lo es!

-Bien, no se preocupen, yo me encargo.

-Hay otro problema.

-¿cuál?

-Debemos operarlo el sábado.

-¡Es una semana!

-Lo sé, lamento no haberte avisado antes pero, bueno.

-Bueno, no te preocupes, lo conseguiremos- la madre sonrió.

-Gracias.

-Papá se pondrá bien- besó su mejilla- ahora debo irme. Luego hablamos.

-Recuerda...

-...ni una palabra, si. Adiós.

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Llegó a su casa agitada de su trote diario. Le gustaba hacer algo por su cuerpo, además así podía comer sin sentirse culpable o sedentaria. Pero debía aceptar que era un desafío mantener la habitualidad. Por otro lado, la mantenía activa mentalmente. Ese trote, por ejemplo, le había ayudado a pensar que era lo que iba a hacer para conseguir el dinero. Quizás vendiendo su marca conseguía doscientos, pero nunca más de eso. Ni la mejor marca consigue seiscientos. Quizás sus muebles. Miró al rededor, en su sala de estar, y comenzó a separar algunos estantes y cosas.

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Faltaban dos días para el plazo y, habiendo vendido sus muebles, ropa y mercadería restante, solo había conseguido setecientos. Estaba tan frustrada que no pudo pensar más y se tiró a dormir. Ni bien cerró los ojos, cayó dormida, y con el descanso, vino un sueño creativo. Vio su casa rematada, o quizás vendida. Recordó que los locales de bienes raíces del mundo mágico eran increíblemente rápidas y eficaces para vender inmuebles, así como para comprarlos, así había obtenido ella esa misma casa.

Al despertar se comunicó con la misma empresa que le había vendido la casa a ella, y no era necesario dejar vacía la casa, puesto que no tenía nada en ella. De esta manera puso en venta su casa, sin siquiera tener un plan de como iba a hacer luego de la venta, luego de la cobranza. Pero lo que más le importaba era ser consiente de que el dinero que le entregaran por ella, no sería suficiente.

¿Cómo hacer para conseguir cinco mil galleons en un día cuando ni siquiera tenía setecientas?, ¿cómo cooperar con su familia sin tener trabajo, y sin que ellos se enteraran que estaba en quiebra?. No le importaba no haber comido hacía ya tres días (hecho por el cual también, siendo consiente de su salud, había abandonado sus trotes diarios), no le importaba no tener donde dormir, y no le importaba no tener el trabajo. Lo único que le preocupaba era no llegar al dinero necesario.

Había una sola persona que podía ayudarla, una a la cual, por nada del mundo, deseaba acudir. Había pensado en él desde el inicio, era el único que podría prestarle el dinero con tanta rapidez. Pero no se lo pediría por el simple hecho de que lo odiaba, desde entonces que no lo veía y no iría a verlo ahora.

-¡No!- se dijo- yo la conseguiré sola- se llenó de orgullo.

Se le ocurrió, entonces, vender quizás un poco de su sangre, total, a ella le sobraba bastante. Por lo que se dirigió al hospital mágico menos conocido, porque a san mungo no podría ir sin que, luego, se enterara su familia, y a uno muggle sería inservible, ya que la magia alojada en su sangre, a ellos no les servía, ni les sería compatible.

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Llegó a su casa muy entrada la noche. Estaba algo mareada, le dijeron que sería algo normal luego de aquella enorme extracción, pero no creyó que sería para tanto. Se acostó en el piso frío de su casa, pero le fue imposible dormir ya que su teléfono sonó. Se levantó a atender.

-¿si?- la saludaron del otro lado- ¡Ah!, si, hola. ¿Consiguió venderla?, ¿de verdad?- sonrió- ¡Es genial!, ¿a cuanto?... ¿que?, ¿tan poco?- se decepcionó- de acuerdo. No, no, si quiero venderla, es solo que, necesito el dinero. ¿Cuándo me llegará?, ¿lo han mandado para acá?, bien. Otra cosa, ¿cuándo vienen a ocuparla?...mañana, de acuerdo, adiós- cortó y bufó.

No había caso. Entre todo; su sangre, sus muebles, su ropa, su casa... solo había logrado conseguir mil quinientos. En otras circunstancias hubiera creído que resultaba ser una ganga, después de todo los galleons no eran sickles o knuts. Pero en esta, en esta DESESPERADA situación, le parecía una miseria. Suspiró. Definitivamente debería recurrir a él, por más que no quisiera, era su padre, debía hacerlo por él. Hacía al menos cuatro meses que no hablaban, ¡y con razón!.

-Bastardo- dijo- el muy se saldrá con la suya- rezongaba- como siempre, terminaré siendo yo la que le hable, pero esta vez no pienso hablar de nada que no sean negocios- tomó su saco y salió.

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No pareció dudar durante su viaje hasta aquella casa que le traía recuerdos...de todo tipo. Empezando por los más felices, hasta los peores que recordaba haber vivido. Pero ni bien se detuvo frente a la puerta, de la cual solía tener la llave, vaciló unos momentos. Suspiró por quincuagésima vez en la noche.

-La última vez que estuve aquí- pensó- ocurrió. Maldito machista- levantó el puño como para golpear la puerta- ¿y si...?. ¡BASTA, GINEVRA!, esto no lo haces por ti ni por él, no vienes a verlo a él, no vienes a verlo a él- se recordaba- no vienes a arreglar nada, solo... negocios- tocó la puerta y postró su mejor "cara de poker" (N.A: ya saben, de inexpresividad .).

A los pocos segundos abrieron la puerta. El morocho la miró extrañado. Tenía la barba más crecida que la última vez y estaba más desarreglado, parecía más descuidado pero igual de deseable a sus ojos. Ella pestañó. Harry la miró de arriba hacia abajo, como esperando una explicación. Al parecer ella también esperaba explicaciones, esperaba que le explicara porqué no la llamaba como antes, o quizás porqué aún era tan lindo. Ni bien él la vio rió con ironía y levantó ambas manos en señal de rendición.

-¡no he hecho nada esta vez, lo juro!- dijo con sorna y sarcasmo.

-Muy gracioso.

-¿que te trae tan tarde por aquí sino es un reclamo?

-Pues, yo que tú, no hablo de más porque tengo demasiadas cosas que reclamar...

-Ahí está- dijo como esperando que se quejara de su actitud.

-…aunque- agachó la cabeza- no estoy aquí por eso.

-¿Vas a gritarme?- ella lo aniquiló con la mirada.

-No vengo a pelear ¿que parte de eso no has entendido?

-Es que no sé si creerte, siempre dices lo mismo y a los dos segundos comienzas a gritar.

-¡Si empiezo a gritar es porque tú haces este tipo de planteos estúpidos!- se molestó.

-No te enojes- soltó con una pequeña sonrisa seductora- era solo una broma. ¿Quieres pasar?.

-Si. Lamento la hora, no interrumpo nada ¿verdad?

-Es tarde para preguntar ¿no crees?, ya lo hubieras interrumpido... mi televisión y yo estábamos muy entretenidos hasta que...- cerró la puerta y volteó a verla. Cuando la luz la iluminó de cuerpo y expresión completa, se extrañó- ¿te encuentras bien?, estás algo pálida.

-Si, yo solo quería...-se calló.

-¿vienes a buscar tus cosas?- ella lo miró repentinamente.

-Creí que me habías mandado todo.

-Pues- miró para otro lado- parece que no vienes para ello- se rascó distraídamente, la cabeza.

-Creí- recalcó- que me habías mandado todo.

-Emm, si... te mentí.

-¡Que raro!- dijo con ironía.

-Quedaron un par de cosas pero creí que no las extrañarías.

-¡¿y tú que sabes?!- se molestó, y perdió unos segundos el equilibrio.

-No te enfades, lo lamento- la atajó- ¿seguro estás bien?

-Si, yo...- fue cuestión que cerrara unas milésimas de segundos, los ojos, para que cayera desmayada. El morocho atinó únicamente a sostenerla, mientras gritaba su nombre esperando que reaccionara.

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Abrió los ojos lentamente. Fue consiente de haber despertado pero aún veía algo nublado, y su cabeza le dolía. Su cuerpo le pedía a gritos un buen descanso, lejos de ser encontrado en el frío suelo de su deshabitada casa. Pero no, no era su casa. La luz era demasiado tenue para ser su cuarto, el armario era demasiado grande, trabajado y lujoso. Recordó haber vendido todo y eliminó completamente la posibilidad de encontrarse en su cama.

-¡estúpida, ya no tienes cama!- se recriminó en sus adentros.

Pero no hizo falta deducir nada. Aquella habitación la reconocería con los ojos cerrados, la boca sellada, los oídos tapados y las manos vendadas. Aquel olor, ese porte era tan erguido como el de su dueño. Se levantó de a poco para sentarse en la cómoda cama. Al lado suyo, se encontraba el morocho con una pequeña toalla húmeda en sus manos, con la cual, al sentir su frente humedecida, recordó sus "caricias" durante su inconciencia. Cuando abrió la puerta, apenas horas atrás e incluso en sus recuerdos, parecía tan malvado y desinteresado, y ahora lo veía allí con esa facción que denotaba preocupación, y habiendo tenido toda la rigurosidad de su confortabilidad, que le hacían plantearse unos momentos, la verdadera personalidad de Harry.

-¿estás mejor?

-Mucho, gracias- él sonrió, a lo que ella lo miró intrigada.

-Es que es lo primero más o menos dulce que me dices en mucho tiempo- se quedó mirándola unos segundos. Ella miró hacia el techo- ¿vas a decirme que te trajo hasta aquí, al parecer, con tanta urgencia y tan involuntariamente?, o ¿piensas explicarme por qué te desmayaste en mi sala? ¿Por qué estás tan pálida? ¿Por qué tan callada?

-Demasiadas preguntas. Y...- se tomó la cabeza- ¡ouch!

-Ten- le dio un vaso lleno de leche y una pequeña pastilla.

-¿leche?

-Te ves desnutrida. Toma bastante, y luego pasamos a la fase dos, de sólidos.

-¿Por qué haces esto si crees que te odio tanto?

-Pues, porque te desmayaste en mi sala, y porque no soy tan malvado como tú me imaginas. Además esa leche está vencida- ella amagó a devolverle el vaso- es mentira- sonrió. Bebió un par de sorbos mientras él la observaba detenidamente.

-Bueno, esto... esto no es nada fácil de decir- la escuchaba atentamente mientras le recargaba el vaso con más del líquido- mi madre... o, mejor dicho, mi familia, acudió a mí para pedirme dinero, el cual era urgente... mi padre, él está mal. Van a operarlo y, cuesta una fortuna. Gran parte del valor lo han conseguido y yo, solo debía hacerme cargo de un pequeño monto, pero soy tan inservible que...- respiró- ellos creen que mi trabajo marcha bien. Tú sabes como es mi trabajo, Harry, un día estás en la cima, y el otro...-suspiró- si no tienes creatividad e imaginación estás perdida. Yo...- tomó un sorbo de leche y miró hacia el ventanal- cuando terminamos... bueno, mi inspiración se fue, mi creatividad murió, ¡no lo sé!, cosas de esta estúpida vida- se quejó- pero yo, estoy en quiebra... si es que no es peor, soy casi un indigente- se auto compadeció. Volvió a mirarlo- pero ellos no pueden saberlo, sería tan vergonzoso, mataría su orgullo.

-¿Por qué no me lo dijiste?

-Por el mismo motivo por el cual no ya hablamos, ¿crees que después de todo lo que pasó voy a venir a contarte mis problemas?

-Bueno, estás aquí, hoy, ¿no?- la calló- Solo digo que, si a tu familia no puedes decírselo, y a tus amigos te avergonzaría, lo mejor hubiera sido que me lo dijeras a mí, no puedo decirte nada que te haga odiarme más, y no puede importarte el hecho de que me avergüence de ti, ¿no?- ella reflexionó unos segundos.

-Tiene lógica- sacudió su cabeza levemente- de todos modos… mi problema es otro. Me ha costado todo lo que tengo conseguir una parte, y ya no tengo de donde sacar dinero… por eso yo…-tosió un poco ante la incomodidad y bebió un sorbo de leche. Él sabía perfectamente qué era lo que quería, pero no pensaba arruinarse este momento en el que disfrutaba plenamente ver como su presencia la incomodaba- Eres el único que puede ayudarme, necesito la plata para mañana, yo te juro que te la devolveré, con interés si quieres, de un doscientos por ciento, no me importa, pero…

-Tranquila- sostuvo su mano, ya era demasiada incomodidad como para prolongarla- ¿cuánto necesitas?

-Mi parte era cinco mil galleons, pero solo conseguí mil quinientos… necesitaría los otros tres mil quinientos. Sé que es demasiado, que no tengo derecho pero eres mi única espe…

-Considéralo hecho.

-¿Qué?

-Que no hay problema, yo me ocupo.

-¿me has entendido que es para mañana?

-Completamente- ella lo miró y sin poder evitar su emoción saltó a abrazarlo.

-¡Gracias!, no tienes idea de lo que…

-Ginny- intentaba separarla, algo incómodo.

-…sabía que podía contar contigo.

-Si, siempre puedes- dijo por fin separándola- pero no te confundas, si te ayudo es porque me lo pediste en estas circunstancias.

-Si- tosió- ya lo sé, solo intentaba agradecértelo, pero tú como siempre tan frío y…

-Si soy frío es porque las circunstancias y tú, me obligaron a no creer en nada más- dijo tajantemente. Ella sintió como sus palabras abría y agrandaban una penosa herida del pasado.

-¿Yo, dices? Harry no vine a hacerte planteos, pero, ¿yo?- le dijo como recriminándole a él, la culpa de todo.

-Si. Pero no voy a discutir otra vez esto contigo, el momento de hablarlo pasó hace mucho.

-Tienes razón- se destapó y besó su mejilla para luego levantarse.

-¿Qué haces?- la sostuvo al ver que se mareaba nuevamente.

-Me voy a mi casa. Tengo que sacar las últimas cosas que quedan e irme a lo de mi madre.

-¿Qué?, ¿Por qué?

-Porque vendí mi casa y debo esperar que me llegue el dinero de la venta.

-¿vendiste tu casa?, ¿estas loca?

-No tenía de donde sacar dinero, además…- reflexionó- ¿Qué hago discutiendo esto contigo?, no te compete, de verdad- dio un paso tomándose la cabeza. Él la tomó del brazo.

-No, ni creas que voy a dejar que te vayas así.

-¿no me oíste?, debo dejar todo ordenado- él, viendo que no le hacía caso, la alzó- ¿Qué haces?

-Te acuesto. Tú duerme- la dejó en la cama tapándola con la frazada- yo me encargo.

-Pero…

-¿cuál es el problema?, sé donde vives, déjamelo a mí. Tu duerme, y…- le acercó la jarra con leche- aliméntate- le apagó la luz.

-Harry- lo llamó una última vez antes de que se fuera, él volteó- Te lo agradezco, de verdad- él asintió con la cabeza y le cerró la puerta.