Lime, algo Ooc.

Personajes de Tite Kubo.

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El castaño de sueño crónico se levantó agitado, el sudor le bajó por la frente, insólito.

No era la primera vez.

Una vez más las 'pesadillas', inundaron sus preciados sueños, aquél mundo dónde solía perderse, olvidando sus miedos, empezaba a ser una gran molestia para la Primera espada.

Soñaba con su fracción, Lilynette. Lo abandonaba, para dejarlo a su merced, morir solo, su más grande temor, ni siquiera la furia de Aizen podría aterrorizarle como vivir en soledad, y más morir con esta.

Se consideraba así mismo, entre sus pensamientos, un ser patético.

Según Coyote pensaba, aunque era consciente de que la muerte no tenía significado alguno sobre él, sentía algo parecido al verdadero miedo, terror de que su propia mitad se agobiase de él y le dejase, ¿sería eso posible?

¿Lilynette no lo amaba?

Él había asumido que así era, ¿entonces por qué sus dudas? No comprendía porque dudaba de ella, después de las aventuras y el tiempo recorrido.

Tenía miedo de perderla.

A pesar de ser considerado un ser un tanto frío e indiferente con su entorno, distraído, con Lilynette era totalmente lo contrario, mostraba interés respecto a sus pensamientos y sus recurrentes bromas, se tomaba la molestia, cuándo podía debido al sueño, de jugar con ella, además la chica con quien compartía algo más que una sana relación de trabajo, su "Alma gemela".

Ser la primera espada tenía sus beneficios, entre ellos que nadie interrumpiera en su burbuja. Ni le cuestionaran sus acciones —a excepción de Aizen-sama, claro está—, por lo que la relación con su subordinada no era cuestionada.

Tampoco que no salieran de su habitación en todo el día en Las Noches —sí es que tal evento programado en aquel lugar podía ser llamado "día"—, las paredes no estaban insonorizadas para desgracia y suerte de algunos.

Podía recordar con exactitud, cada curva, cada sonido, cada sonrisa, cada mirada, el tacto, que se había intensificado al volverse tan poderoso.

La mirada de victoria de ambos al llegar a lo más alto que podían soñar los Hollows, y no se trataba de poder, ni fuerza, en lo más mínimo.

»Lilynette se movió, un poco más, más rápido, lo suficiente para alterar al hombre bajo ella. Las gotas de sudor escurrían por su cuerpo cuál lluvia, o al menos tenía esa ilusión, por que la masculinidad de Starrk lo albergaba todo, incluso su razón.

«Demasiado grande, demasiado grueso, salvaje, demasiado Starrk.» —pensó Lilynette y por un momento incluso hasta pudo jurar que el Primer espada la escuchó.

Starrk gimió, con fuerza, igual que una bestia, aquella que todo Hollow albergaba en su ser, la adrenalina y el éxtasis de unían en un mismo punto para explotar como dinamita.

La tomó de las caderas y hasta lo más profundo, la hizo suya, sin cuidado por esa vez, aunque eso no importaba demasiado para esos dos, ellos eran algo así como "Imortales", el cuerpo de ella no sufriría daño alguno. Hasta podía sentir como Lilynette se contraía con él dentro, y es que la pequeña fracción sabía darle placer.

Los mechones verde pálido, le acariaron el rostro, al ella acercarse y besarle en la mejilla, para acercarse poco a poco a los apetitosos labios.

Lilynette gritó, la pequeña Arrancar, proclamándose diosa de todo Hueco Mundo, mientras él, solo podía observar con devoción a la chica derritiéndose sobre sus piernas.«

A razón de ello la voluptuosa tercera espada, se había acercado a preguntarle sobre el estado se salud de la pequeña, indirectamente mostrando la curiosidad del que todo Las Noches guardaba, pues habían sido la comidilla del momento, Lilynette a pesar de su actitud infantil era 'querida' por los arrancar y sus compañeros de oficio a sus manera, era la mente maestra de las bromas y los alborotos entre los Arrancars y Espadas. Además de que Harribel guardaba un cariño un tanto maternal, exceptuando a sus fracciones, sobre Lilynette.

—¿...Starrk?

Coyote gimió en respuesta. La chica a su lado se arropó más con su cuerpo si se podía.

—¿Qué pasa?

La pequeña Arrancar guardó silencio respetuosamente. Algo raro en ella, Starrk gemía incoherencias sobre las almohadas, esperando la respuesta de la pequeña chica.

—Nada.

La luna iluminaba la habitación, tenue y delicadamente, miró sus cabellos verdosos esparcidos entre las sábanas blancas. Sus ojos lucían agitados, y Coyote leyó en ellos la preocupación que lo embargaba, claro, se recordó, ella era su otra mitad.

—Te quiero. —Susurró la pequeña después de un rato, atrás habían quedado los gritos y los regaños, Starrk podía sentir el nerviosismo, la ansiedad, las dudas, de ella. Starrk contestó: —Lo sé, Lily. Yo también.

No vaciló en ningún instante.

—¿No me dejarás, cierto?

—Jamás.

Lilynette le sonrió en la oscuridad.

Ahora podría dormir en paz.