Esta historia es contada en primera persona solo por Kagome. Los personajes les pertenecen a Rumiko Takahashi, pero no esta por completo basada en la historia que creo. Espero que disfruten la historia, gracias por leer.
Tener esperanzas es agotador
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No he visto la luz del día por más de ochocientos años. He sido encarcelada por más de seite siglos en una prisión de alta seguridad, secreta y de la que muy pocas personas tienen el conocimiento y permitido ingresar. Es una prisión disfrazada de hospital psiquiátrico, un loquero. Bajo este gran edificio donde personas con diferentes tipos de estados mentales son tratadas, olvidadas por quienes los trajeron para jamás volverlas a ver. Oculta bajo tierra, se halla una prisión, mi "hogar". Acá venimos a parar las personas o "monstruos" como algunos de los guardias nos suelen llamar, escupir en realidad. Altamente peligrosas cada uno, una de nosotras. Los guardias nos temen, los que estudian qué o quiénes somos nos admiran, alaban. La mayoría de los que estamos encerrados no somos, en todas nuestras características, "humanos". Algunos, a los ojos de cualquiera pareciéramos simples seres humanos, otros ni siquiera se acercan a verse o sentirse así. Respecto a mí, me veo como cualquier jovencita de 18 años, solo que no es verdad. He vivido por más 18 mil años en este mundo. Algunos me apodaron vampiresa, aunque no vevo sangre para sobrevivir, los rayos del sol atraviesan mi piel sin quemarme y no me convierto en murciélago. Nada de lo que se dicen de los vampiros se aplica a mí, excepto el hipnotismo, la fuerza sobre humana y la inmortalidad. Existen los vampiros, pero nuestras características son diferentes. Como ellos, poseo el don de "hechizar" a cualquiera con mis ojos, esa fue la causa que desde entonces tenga hoy mis cuencas vacías, son ya más de quinientos años que no puedo controlar más a nadie.
A lo que hacen mis ojos lo llamo encanto. Todos sienten atracción por mí, ellos o ellas caen como polillas buscando ser atrapadas por mi luz. Esto hace que otros me llamen "Medusa". No soy ella. La conocí hace milenios en otro mundo, era una belleza, una digna de llamarse diosa. Sus ojos eran unos por cuales pasaría la vida eterna apreciándolos. Agradezco estar viva para describirlos. Cualquier otro podría haber caído muerto, convirtiéndose en piedra por su mirada, y aun así, a mí no me afecto. Todavía nadie nunca logro comprender qué o quién soy, ni cómo pude ser capas de sobrevivir a ella o ser capaz de hacer las cosas que hago.
Mi poder es incomparable a la de los prisioneros. Ellos nos califican por niveles de cuan peligrosos somos, y yo soy nivel 11. La única y mas alta de todas. Tienen sus justificadas razones para darme esa fama y temerme. Entonces, si esto es verdad, significa que seria imposible atraparme, menos encarcélame por más de dos siglos, teniéndome en constante observación, experimentando conmigo, apartándome, lejos de la civilización. La explicación a mi actual ubicación y estado de ceguera es el amor.
Conocí a mi primer amor en el año 1166. Era especial y único como ningún otro. No le afectaba mi poder, y eso, obviamente, me llamo mucho la atención. Al principio fue solo eso, interés, mi intención nunca fue el enamorarme. Lo que sentía por él era una mezcla entre molestia, intriga y fascinación por su inmunidad. Nos llevábamos muy mal, hasta que no pude evitar aceptar que me enamoré perdidamente de él. Fue difícil porque, mi orgullo no me permitía reconocer la derrota, aposte que no me enamoraría de él cuando nos conocimos. Desde el principio fue muy arrogante, egocéntrico, egoísta, narcisista, etc, etc. Éramos iguales, cuando él se presentó, lo primero que dijo fue "no te enamores de mí, linda", guiñándome un ojo. Me reí esperando que, como todos, cayera ante mi encanto, pero jamás paso. No tarde en dejarle saber mis sentimientos, y cuando lo descubrió tomo ventaja para hacerme sufrir, hasta que ya no dio más, y supe que era mutuo. No tardo en decírmelo y yo tomar un poco de venganza después, obvio. A pesar de que me traiciono, no puedo arrepentirme de haberlo amado, fue lo más real que llegue a sentir en toda mi maldita vida. Amarlo me ayudo a respirar, reír con sentimiento, llorar de felicidad, tristeza, mi corazón que antes parecía apagado comenzó a latir, con él me sentía viva, y aunque perderlo me mato, le estoy eternamente agradecida por amarme. Cuando murió le jure que sería el primero y el ultimo, que no le permitiría a nadie mas entrar en mi corazón.
Soy inteligente, eliminando mi capacidad de caer en el amor, para mí no sería difícil planear un escape si así lo quisiese y no quiero. Siendo honesta, me dio paz la anulación de mis poderes. Es gratificante saber que no tengo el control siempre. Puedo obtener lo que desee sin usar mi encanto. Le agrado a las personas, les gusta escuchar mis historias, gracias a que he vivido tanto, tengo mucho por contar. Aunque muchos siguen sin creer que pueda viajar a otras dimensiones. No lo creen porque para demostrárselos tendría que usar mis manos, las cuales, unos brazaletes con función de inhibir mis poderes cubren mis muñecas. Si las fuerzo para quitármelas, en defensa, se activará un choque eléctrico que recorrerá mi cuerpo entero, electrocutándome hasta dejarme inconsciente temblando en el suelo. No solo me dejaron ciega, sino, también me privaron de mi fuerza y demás que me hacen diferente y sumamente peligrosa para ellos.
Existen dimensiones infinitas, el planeta es casi lo mismo pero los que lo habitan son de todo tipo. Así conocí a Medusa, en un mundo donde los dioses son venerados, también había semidioses, sirenas, ciclopes, etc. Conocí dioses nórdicos, dioses egipcios en toda su gloria. Existe un mundo diferente para cada especie. Es maravilloso, y un arte que muchos desearían apreciar. Yo hui de mi mundo hace 17 mil años. Quise regresar hace 8 mil años, y al abrir el portal observe como, literalmente, el planeta exploto. Mi familia de seguro había muerto y yo no hice nada para salvarlos. Desde entonces, mis estadías en dimensiones no eran largas. Eso cambio cuando llegue aquí.
No soy inmortal, envejezco más lento que los habitantes de este mundo. Además, mi proceso de curación es más rápido que la de ellos. Entre otros detalles más, no seria tan diferente a cualquier otra chica de mi aparente edad. Llegará el momento en que tendré canas, arrugas y moriré, a no ser que alguien no este de acuerdo y me mate antes de verme al espejo, como una anciana con pocos días de vida. Igual, ya no tengo ojos para verme en tal estado de vejez, asique no importaría verdaderamente.
Hoy, con mi rostro aun joven. Habría sido un día como cualquier otro, de no ser porque a un idiota se le ocurrió rescatar a alguien quien no desea ser rescatada, ósea yo. Jamás quise irme de esta prisión, incluso aquella vez, en la que los prisioneros planearon una fuga exitosa, y yo teniendo la oportunidad de seguir su acción, solo los seguí porque hace bastante no sentía los rayos del sol abrazando mi piel. Su calidez envolvió mi cuerpo, lo disfrute sentada, esperando a que los guardias llegaran y me vieran, conversando tranquilamente con uno de los pacientes del psiquiátrico. Cuando los escuche acercándose, llamándome por uno de mis tantos nombres, camine como si nada malo hubiese pasado, con ellos escoltándome a mi celda. Desde ese día, tuvieron que reforzar más su sistema de seguridad, haciéndolo casi impenetrable. Casi, porque a mi "caballero de valiente armadura" nada le detuvo de lograr su cometido.
Escuche a los guardias gritarse entre sí que se prepararan, cuando él ya había conseguido penetrar la seguridad de arriba. Puertas de celdas abriéndose, y un ruido constante, una alarma que indicaba una nueva fuga, fue lo que siguió. Por unos minutos, fueron solo esos ruidos, hasta que abrieron mi celda y mi "rescatador" ingreso. Desde afuera con mi puerta abierta, se oían claramente como los guardias eran masacrados por sus prisioneros.
—¿Kagome Higurashi?
—No me han llamado con ese nombre hace bastante tiempo. —ese fue el nombre que adopté cuando estuve en Japón, donde nació mi primer amor.
—Necesito que me acompañes. —su acento era, sin duda, japonés.
—No, gracias. Vete.
—Le devolveré sus poderes si me acompaña.
—No los necesito de vuelta, vete. —me recosté en mi cama, dándole entender que era firme en mi decisión, lo escuche caminando, dando vueltas impacientado unos segundos, hasta que exhalo fuerte, se detuvo y volvió a hablar.
—Me dijeron que te lleve por las buenas o por las malas, y elijo hacerlo por las buenas. Se donde esta tu hija.
Mi querida niña… Di a luz a una niña, hace muchos años, era hija de un humano. Aquello fue antes de conocer a mi primer amor. No estaba enamorada de quien fue su padre, pero si enamorada de la idea de ser madre. Hubiese sido la mejor experiencia de mi vida, de no ser porque ella nació muerta. Y si fuese al contrario, no estaría viva en esta época, aunque si lo pienso bien, siendo mi hija, es posible que lo esté.
—Mientes.
—¿De verdad quieres correr el riesgo de perder la oportunidad de conocerla antes de comprobarlo?
—¿Y la única manera que tienes de comprobarlo es sacándome de aquí? Que conveniente, ¿no crees?
—Ya lo dije, quiero llevarte sin problemas, y te di un incentivo para que me sigas sin obligarme a hacerlo por las malas.
—¿Eres consciente de que, si recupero mis poderes, este escenario sería muy diferente, no?
—Lo sé, por eso lo hare después de salir de aquí y me den mi paga por sacarte.
—Mejor, no te quiero cerca cuando eso pase y descubra que lo de mi hija no es cierto.
No objete más y me despedí de mi hogar. Mi estadía duro más de lo que creí. Establecí muchas amistades en este lugar, las personas que me investigaban, los que oían atentamente mis historias, algunos compañeros de celda. Realmente los extrañare, me demostraron que no necesitaba utilizar mis poderes para agradarles a las personas, menos que me quisieran. Estaba acostumbrada a que me consientan. Fue difícil, al principio, estar sin mis poderes, lo admito. Tuve encuentros con personas que me detestaban, me odiaban o envidiaban, no había otro sentimiento que no fueran esos. Forme enemistades. Algunos ya murieron por la edad, otros viven anhelando la llegada de mi muerte. Por suerte soy importante para los que me investigaban, porque si no, hubiese amanecido muerta un día de estos en mi celda, sin que nadie hubiese intervenido para salvarme.
Camine un largo rato agarrada de su mano guiándome hacia la salida, mientras que, en todo el trayecto, imaginaba que vendrían a detenerlo, dirigiéndome de regreso a mi celda. Una parte de mi deseaba que eso pasara, y la otra quería que lo de mi hija fuese real. Ni siquiera pude sostenerla en mis brazos cuando nació, la separaron de mi apenas di a luz, sin dejarme verla, a la mañana siguiente dijeron que había muerto. Yo misma cabe su tumba y la enterré junto con su pequeño ataúd. No me detuve a llorarla, me encerré en mí misma, me negaba a sucumbirme en el dolor de la perdida. Hice incontable de cosas estúpidas para no sentir. Cuanto más me esforzaba en ocultarlo, la pena, la verdad amenazaba más y más con salir. Soy cobarde, no apta para ser madre, asique ¿por qué intento ir a buscarla?
El calor del sol me dijo que no volvería a mi hogar. Este es el fin de una vida sin control, y no sé qué pensar al respecto. Lo que si siento es rabia, enojo, en serio que se van a arrepentir de haberme sacado de allí en vano.
—¿Quién te mando a que me rescataras? —pregunte, después de un largo silencio en auto, el cual él manejaba y yo iba sentada a su lado, en el asiento del copiloto.
—Tu hija.
—¡¿Qué?! ¿Por qué no me lo dijiste? ¿Por qué no empezaste por ahí? ¿Por qué…
—Cálmate, no te lo dije porque sabía que empezarías a hacer preguntas como estas, y no quería tener que lidiar con tu cotorreo todo el viaje.
—¿Entonces por qué me lo dices ahora?
—Porque ella me ordeno que te dijese la verdad si me hacías esa pregunta.
Tenia tantas preguntas por hacer, ¿ella realmente está viva? Y si lo está, ¿por qué tardo tanto en encontrarme? No sabia si confiar en esta persona, podría estar diciendo estas cosas para que caiga directo en su trampa.
—¿Podrías sacarme los brazaletes?
—No soy idiota, se lo que puedes hacer con tus manos. Huiras a penas lo haga.
Lamentablemente fue buen informado sobre mí. Aunque, con su respuesta, me dio a entender que tiene las llaves para liberarme.
—¿Por qué huiría? Eres el único que sabe dónde está mi hija, y sin ver, sola no podría ir a buscarla.
No contestó ni volvió a hablar, no por muchas horas. No confiaba en mí, claro que yo tampoco en él. No deseaba charlar, solo no quería este silencio sin respuestas. Estaba acostumbrada al silencio, pero ahora era diferente. Mi vida cambio de rumbo desde que tuve esperanzas de reencontrarme con mi hija. ¿Creerá que la abandone? Claro que no lo hice, aunque tampoco me esforcé en averiguar si en la tumba que cabe había efectivamente un cuerpo, y si era acaso el de ella. ¿Me odiara? Yo lo haría, me perdí su crecimiento, juventud, maduración. ¿Sabrá de mi pasado? Tengo un pasado oscuro, mis poderes me llevaron a hacer cosas de las que no estoy muy orgullosa. Algo en mí, me empujaba a caer en lo mas profundo de mi ser. No soy una santa, cometí millones de errores. Ya no puedo remendar lo que hice, ni arrepentirme de ello. Esta en el pasado, y no es que me afecta, tuve mis razones, otras no tanto, pero lo hecho, hecho esta y no puedo cambiarlo.
Lo que no entiendo, es ¿por qué me alejaron de mi hija?, ¿quién o quiénes lo hicieron?, ¿qué intenciones tenían con ella? La amaba antes de darla a luz, fue razón del porqué después de enterrarla, vagué sin propósito en este mundo hasta que conocí a Onigumo, el hombre que se convirtió en mi primer amor.
Onigumo era igual de egoísta, egocéntrico, narcisista, astuto e inteligente, que yo. Fascinado por lo extraño e incomprensible. Tal vez por eso se enamoró de mí. Podía ser un idiota a veces, y aun así no le quitaba lo romántico. No era en absoluto una mala persona, ni siquiera cuando me traiciono, porque se que no fue él quien realmente lo hizo, sino la cosa que se apodero de su alma. Cumplir su deseo, llevarlo a través de portales a otras dimensiones, conocer cada tipo de mundo, fue un error. El no advertirle correctamente, protegerlo, descuidarme y dejar que lo mataran, es una culpa que jamás dejare. Le alerte de los peligros que cruzaríamos, y él felizmente y con decisión tomo mi mano y me aseguro de que conmigo a su lado nada malo podría pasar. Se equivoco. Me dejé llevar tanto por su felicidad, que no me di cuenta en qué lugar estábamos hasta que fue demasiado tarde. Fue un segundo que se separo de mi lado y aquello paso. Un sinfín de demonios se apoderaron de su cuerpo, no podía parar lo que estaba ocurriendo ante mis ojos, no me permitían salvarlo, incapaz de hacer nada observe como su humanidad desaparecía cuantos más demonios aparecían. Mi amado Onigumo había muerto aquel día para darle vida a Naraku, esa cosa quiso matarme, pero no lo hizo, porque a pesar de ya no ser la persona por la cual yo daría mi vida, aun así, su corazón seguía latiendo por mí. Como matarme no era opción, en cambio, me quito los ojos por el placer de verme sufrir. Me abandono y me dejo a mi suerte, hasta que años más tarde, me hallaron las personas quienes después me encarcelarían en la prisión que acabo de dejar atrás, para volver a ver a mi amada hija.
Mi mente es inundada de imágenes, imagino cómo será nuestro reencuentro, qué le diré, qué hare. Todas esas imagines son borradas con un repentino mal presentimiento, y al minuto siento el choque. Vino de la izquierda, hace al coche rodar unas tres veces hasta quedar boca abajo. Vidrios incrustaron mi piel, saboreo la sangre saliendo de mi boca, quiero desabrocharme el cinturón, pero no puedo. En cualquier momento el coche explotara, no puedo esperar aquí a que pase. Antes de caer en la desesperación, oigo unos pasos acercándose hacia mí.
—¿Kikyo eres tú? —no habla español, es japonés y puedo entender lo que dice.
Rompe el vidrio de la ventana, y después corta el cinturón de seguridad para liberarme. Me arrastra hacia afuera, me toma en brazos, camina unos cuantos pasos hacia delante y me deposita con cuidado en el piso.
—Kikyo, respóndeme. ¿Eres tú? —acaricia mi rostro, acomoda tiernamente mi pelo atrás de mi oreja—¿Qué ocurrió con tus ojos? Dime qué te hicieron Kikyo, háblame por favor. —gimotea.
No tengo idea de quién pueda ser esa tal Kikyo, pero al parecer nos parecíamos lo suficiente como para que él este al borde de las lágrimas. No sé si estaba loco o qué, preferí ignorarlo y aprovecharme de él y conseguir que me ayude a deshacerme de mis brazaletes.
Le muestro mis muñecas—¿Quieres que te las quite? —asiento. —Necesito la llave, ¿sabes dónde está?
—Él la tiene. —contesto en japonés, no sabia si Kikyo sabia español.
—Bien. —besa mi frente, lo oigo pararse y alejarse.
No sabía qué problemas me traería después este chico cuando se enterase de que no soy quien él cree. Tenia que arriesgarme, ser capaz de defenderme si la persona que me encaminaba hacia mi hija en realidad me llevaba a una trampa. Aunque ahora no pueda usar mi visión, mis otros sentidos seguían intactos. Son capaces de darme una nueva y mejorada forma de ver, percibir mi alrededor sin usar mis ojos. Puedo defenderme perfectamente en plena oscuridad. Esto, gracias a la ayuda de alguien, quien me entreno en la prisión. Se llama o llamaba Miroku, un monje según él. Un prisionero más, y como yo, él no crecía al mismo ritmo que los humanos, eso lo hacía diferente a los otros monjes, contando con su fuerza sobrehumana. Según lo que me conto, fue maldecido y eso lo hacía peligroso para quienes lo rodeaban. Un ser aterrador lo marco en la palma de su mano izquierda, dejando una especie de agujero negro, que absorbería todo a su paso, si no fuese por el poder de los monjes que ayudaran a que eso no ocurriera. Su solución fue darle muchísimos años por vivir, lo que les daría suficiente tiempo para hallarle una cura, dado que quien le dio la maldición dijo, "ni la muerte dará fin a esta maldición, porque habrá otro quien la portara y como tú morirá, y le pasara su carga a otro ser más. Solo tú serás el responsable". Miroku vino por voluntad propia a la prisión, quería estar lo más apartado de sus seres queridos como sea posible, y lo hizo. Dentro experimentaron con él, tratando de buscar una cura "supuestamente". Él ya no creía que fuese posible, no tenía esperanzas, solo agradecía que ellos también le tuvieran tanto miedo como para no dejarlo salir. No sé si aún sigue vivo, si escapo o qué, quise localizarlo antes de salir, pero mi secuestrador no me lo permitió. Oí como los guardias acababan con la vida de muchos. Imaginar que puede estar muerto me da una pena que hace bastante no sentía. Y si su historia era cierta, significaría que alguien pudo haber tomado su maldición.
Mi secuestrador no estaba en el auto cuando el chico me rescato, había escapado antes de que el japonés nos atropellara. Sali corriendo un poco después de que él fuera a buscarlo, lo seguí unos cuantos minutos y me oculte cuando lo hallo sentado tranquilamente, parecía que lo estaba esperando. En niveles de fuerza, se quien ganaría, lo note a penas lo conocí. Mi secuestrador era una criatura no nacida en este mundo, un demonio perro con la fuerza lo suficiente para poder mantener su forma humana sin esfuerzo. Mi habilidad para viajar entre mundos me da el conocimiento de todos sus habitantes, fortalezas, debilidades, especies, nada se me escapa. Se que el japonés es un hanyou, mitad humano, mitad demonio perro. Es un tipo poco común, cambia a su forma demoniaca en la luna llena, lo cual suele ser al revés. Es extraño. Por lo general si pasa esto, es porque alguien intervino en él, cambiando su estado natural. Esto no me importaría, de no ser porque necesito que lo distraiga al otro, para yo poder quitarle la llave mientras ellos pelean.
—Hasta que al fin llegas.
—¡Maldito! ¡¿Qué le hiciste a Kikyo?! —esta vez hablo en español.
—Inuyasha, ella no es quien tú crees. Ya te había dicho, que lo más probable es que tu novia no esté viva.
—¡Deja de mentirme! ¡Esta viva! ¡Tú la secuestraste! —Lo oigo levantarse y dar unos pasos adelante—¡Detente! Das unos pasos más y disparo. —Saca un arma, inservible porque nada de este mundo puede acabar con la vida de un ser que no pertenece aquí.
—Sabes que eso no puede dañarme.
—Lo sé, por eso Kikyo la modifico para que funcionara. —como prueba de lo sus palabras, disparo e hirió la pierna de mi secuestrador.
—Pero que demonios…—el olor de su sangre confirmaba las palabras del hanyou.
Fue sorprendente, el yukai había tratado sin éxito evitar la bala, pero esta fue mas rápida. Había escuchado historias, rumores de armas como estas, pero no creía que fueran ciertas.
—Eres rápido Sesshomaru, pero esta cosa te supera. Podría matarte.
—¿Y qué te detiene? —dijo parado, se negaba a caer y mostrar el dolor que sentía.
—Rin me lo prohibió, dijo que si lo hacia mataría a Kikyo.
—Hazle caso a esa niña, tiene un rostro inocente, pero cuando se enoja su lado angelical desaparece.
—Dame la llave para liberar a Kikyo.
—No, porque ella no es Kikyo.
—Aun sin ojos reconocería el rostro de la persona que amo. Asique déjate de estupideces y dame la llave ahora.
No podemos ser tan idénticas. Su voz, sus palabras son sinceras. En verdad la ama, reconozco el amor, uno por el cual darías tu vida. Se que los doppelganger existen, ¿será esa la explicación? Porque la otra seria que fuese mi hermana, exceptuando el hecho de que ella está muerta. Murió junto con mi planeta, mi familia. Es imposible que haya sobrevivido, ella no podía crear portales, solo yo tenía esa habilidad. Pero ¿y si… realmente esta viva?, ¿y si ella y el resto de mi familia sobrevivió? Primero mi hija supuestamente esta viva, y ahora ¿mi hermana también lo está?
—Ella no es Kikyo, es su hermana.
Mierda, en serio no puedo creer lo que esta sucediendo. Mi hija, mi hermana, ¿hay alguien que haya creído que esta muerto y no lo está? Voy a terminar creyendo que esto es solo un maldito sueño y que en cualquier instante despertare en mi hogar. Tener esperanzas es agotador. Lo advierto, que nadie venga y me diga que todo esto fue un engaño, porque juro que lo voy a matar. No pueden manejarme a su antojo, y pensar que se saldrán con la suya. He pasado mi vida teniendo en mente, que soy la fuente de cada una de mis desgracias. No se si es mala suerte o una maldición. La culpa no se va, y ellos no están ayudando a que se vaya trayéndome esta nueva y milagrosa información.
—¿Qué dices? ¿Su hermana? Su hermana esta muerta, ella me lo dijo.
¿Le dijo que morí? ¿Todavía sigue odiándome? Ella fue una de las razones por las cuales hui de casa. Llamaba mucho la atención, y aquello no le agradaba. Tuve varios intentos de suicidio por sentirme una carga para mi familia. Me odiaban, tenía la atención de todos, pero no el amor de ellos, quienes eran lo más importante para mí. Cada vez que trataba de suicidarme mi hermana llegaba antes a interrumpirme. Tenia la ventaja por su poder. Veía una variedad de posibles futuros, asique sabia cuándo y dónde lo haría. Pero un día exploto y me rogo que me fuera lo mas lejos posible de su lado, así, no podría salvarme. No tarde en hacerle caso. No me despedí ni me volví a mirar atrás.
—Esa mujer siempre ha estado mintiéndote. Empezando por su origen. Inuyasha, ni ella ni su hermana pertenecen a este mundo. Como nosotros, ambas vienen de otra dimensión. Por eso debe ser que supo cómo hacer funcionar esa arma.
—No, no, no. Kikyo nunca me mentiría. Yo siempre fui sincero con ella. Le conté todo sobre mi.
—Si fuese de este mundo, ¿no crees que ya estaría muerta como cualquier otro ser humano?
—Me dijo que era diferente, que era complicado de explicar.
—Has estado por mas de cinco siglos con ellas, ¿no crees que es el tiempo suficiente para que seas digno de su confianza?
—Cinco siglos dormido por tu culpa, si mal no recuerdas. —hace una pausa—Kikyo confía en mí.
Mientras escucho su historia, me acerco por detrás de mi secuestrador, distante pero alerta a cualquier oportunidad de tomar la llave. Por lo que entendí, según el yukai lo más posible sea que mi hermana esté muerta, debería creerle y no engañarme con falsas ilusiones.
—¿Sabes por qué esa mujer tiene esos brazaletes? Inhibe su fuerza, curación, el poder que la ayuda a viajar entre dimensiones. Si te doy la llave, ella escapara, te lo aseguro.
—Dame la llave Sesshomaru, no lo repetiré.
—No, no lo hare. Si no me crees, pregúntale a ella algo que solo tú y Kikyo sepan y veras que tengo razón. —hace una pausa—En más, puedes hacerlo ahora ya que está aquí con nosotros escuchándonos.
En este estado, no pude competir contra su velocidad y fuerza, en un segundo me arrastro dejándome de rodillas en medio de ellos.
—¿Cómo me seguiste? Tendrías que haberte quedado allá donde estabas segura, Kikyo no deberías estar aquí…
—¿Seguirás negándolo? —lo interrumpe el yukai—¡Haz la prueba! Pregúntale algo sobre ustedes… No se… algo como, ¿dónde se conocieron?, primer beso, el día en que ella te dijo que te amaba…
—¡Cállate! ¡Ella ya lo sabe!
—Si estas tan seguro, ¿por qué no haces la prueba?
No contestó, se quedó en silencio por varios minutos caminando en círculos. Entendí, que si no me hacia esas preguntas, era para auto protegerse de una horrible e innegable verdad. Si el yukai tenia razón, y no era yo la mujer que amaba, Kikyo estaría entonces… muerta. Su negación lo mantenía a salvo. Se que al revelarme me abandonaría sin mirar atrás, y yo no podre deshacerme de estos brazaletes. Estoy segura de que mi "hermana" le habrá dicho que me odiaba, asique no creo que él se sienta culpable por abandonarme.
Oí como respiraba profundamente para decir—Nuestra promesa, ¿Cuál era nuestra promesa? —*Entonces Kikyo habla español, o eso es lo que quiere probar*—Contéstame, Kikyo.
Tengo que pensarlo. Mi hermana veía variables, futuros, ¿le habrá ofrecido su conocimiento para cambiar algún hecho que a él le afectase o desearía cambiar? Puede ser. Por demás, su otro poder era la sanación, y era muy buena en su trabajo, mas de una vez curo mis heridas de suicidio. Las gravedades eran tales, que sin su ayuda ya estaría muerta. Por último, no era un poder, pero sus avances científicos decían que sabia cómo evolucionar a una especie. Con mi habilidad, le otorgue la entrada a otras dimensiones, para experimentar con sus habitantes. A animales que no podían volar, los hizo volar, a los que no podían respirar bajo el agua, consiguió que respiraran bajo el agua, etc. Me hace pensar que, un avance casi imposible en sus experimentos, harían a un mitad demonio, mitad humano, una sola especie.
—Te prometí que te haría yukai. Para que pudieras vivir a mi lado. —lo dije en japonés por seguridad. *Este chico la ama, no creo que quiera envejecer mientras ella no lo hace.*
—Es cierto, eres tú en verdad. —contesto en japonés con lágrimas en los ojos—Ahora entrégame la llave Sesshomaru, no quiero lastimarte.
—Cometes un error. Ella es su hermana, por eso sabe que Kikyo podía hacer eso. Entiéndelo.
—Entrégame la llave si no quieres que le dispare a tu otra pierna. —dice apuntándola.
Suspira—Te arrepentirás de esto. —dice y le arroja la llave.
Me entrega la llave mientras sigue apuntando a mi secuestrador, yo me libero y doy las gracias. El yukai espera que escape, siento su mirada apuntando a mi cara, tratando de percibir cualquier expresión que indique que quiero huir. Lamentablemente para mí, aunque quisiera, el hanyou tiene un arma capaz de lastimarme como a él. Cuando ríe, sé que entendió la causa por la cual todavía no revelo mi identidad.
—¿De qué te ríes? —pregunta el hanyou molesto.
—De lo idiota que eres. —como respuesta, él le dispara a la otra pierna—¡Hijo de…
—Vámonos Kikyo. —toma mi mano, y dejamos a atrás a un muy malherido yukai que tal vez pueda estar muerto en unas horas y junto con él el camino que me llevara donde está mi hija.
—¿Morirá? —pregunto por las dudas.
—Lo odias, ¿por qué te importa? —no contesto. Suspira—Aunque lo deseara, eso no lo matara. Sanara en un par de horas seguro.
No puedo confiar en sus palabras, tengo que encontrar el momento para alejarme de su lado e ir a buscarlo. Sigue siendo el único que sabe donde esta mi hija.
El novio de mi "hermana" me lleva a un motel, en nuestra estadía el guarda silencio, supongo que dándome espacio. Yo espero a que duerma para irme. En todo el trayecto de vuelta siento que fue demasiado fácil, ¿realmente la ama tanto como para no desconfiar de ella ni por un segundo? Casi me siento mal por él. Mi "hermana" debió ser su primer amor. Asique, tuvo un amor lleno de mentiras y ocultamientos, según el yukai, ella no quiso hablar de su pasado con él. ¿Por qué hacerle esto a la persona que amas? Onigumo y yo peleábamos, discutíamos como es normal en una pareja, pero jamás lo prive de mi vida anterior. Él era adecuado para desahogarme, me oía atentamente cada palabra que le decía, me consolaba, simplemente porque me amaba. No digo que éramos la pareja perfecta. Solo que éramos sinceros entre nosotros.
Al llegar, no solo me encuentro con el herido, sino también con el que lo hirió. Me confié al pensar que era un tonto enamorado.
—Te lo dije, ella no es Kikyo. Tiene muchos nombres, pero puedes llamarla Kagome.
—Hola Kagome. —su voz es una mezcla entre rabia, tristeza y decepción—Si intestas escapar, te hare lo mismo que a él, no importa si eres la hermana de Kikyo.
—No escapare, no lo hice antes, no lo hare ahora. Solo quiero ver a mi hija.
—Y eso es justo lo que vas a hacer. —dice mi secuestrador con una gran sonrisa, mientras que ahora soy yo a quien apunta el chico con el corazón roto.
No se que pasara con este grupo, del cual soy parte como rehén. Ninguno confía en el otro. Lo único que espero es hallar a mi hija, ella es lo más importante, mi prioridad, nada más. Si ellos se convierten en un estorbo, no me costara eliminarlos y continuar con mi camino. Solo que, primero necesitaría la información para llegar donde ella sola. Presiento que será difícil, pero lo hare. Mis días en prisión me han enseñado como convertirme en amiga, sin mi encanto. Tal vez, convenza al tonto enamorado que soy digna de su confianza. A pesar de que al final, en realidad no lo sea.
Parecen milenios desde que no escribo. Siempre suelo ausentarme por mucho antes de volver a escribir, y la mayoría de las veces vuelvo con una nueva historia sin terminar las anteriores, asique si ya leyeron otras de mis historias sin terminan PERDON, no puedo decir cuando las terminare, pero tratare de hacerlo.
En fin, espero que les haya gustado esta historia y quieran la continuación...
¡Coméntenme que les pareció!
Bye-bye nos leemos en el próximo capitulo.
