(Localización: Nos encontramos en los septuagésimo cuartos juegos del hambre, una arena formada por bosque. Katniss ha encontrado finalmente a Peeta, despues de buscarlo desesperadamente por todo el terreno. Ambos están ocultos en una cueva próxima al rio. El Capitolio sube las temperaturas, y nuestros dos protagonistas se encuentran en paños menores.)
-Peeta, ¿no crees que hace demasiado calor? – digo agitando la mano con el fin de conseguir un mínimo soplo de aire.
-Yo no diria demasiado, preciosa – añade Peeta alzando su trazada ceja derecha, gracias a las estilistas del Capitolio.
-Tienes mala cara, voy a por tu medicina, quieras o no – afirmo dramáticamente.
-Espera – dice Peeta señalando algo en el exterior de la cueva con un dedo.
-¿Qué? – entorno los ojos lentamente mientras me muerdo el labio, nerviosa.
-Si, mira, hay un paracaídas- intenta levantarse pero tropieza con mi arco y choca contra algo metálico en el suelo- Katniss, esto es una cámara, nos están observando. –Saludo seductoramente al objetivo y la estraigo con cuidado. Peeta la destroza violentamente con la pota del anterior paracaídas.
-Bueno, al fin solos tú y yo- suspiro-. Veamos que nos depara el paracaídas.
Peeta cierra los ojos y cruza los dedos.
-Una pota nueva, pota nueva- pide con desesperación. Pongo los ojos en blanco y él me mira-. ¿Qué pasa? Tú tienes un arco, yo quiero una pota para defenderme – escondo una sonrisita, me está poniendo muy muta.
-De acuerdo, voy a recogerlo – salgo al exterior moviendo mis caderas como me enseñó Effie, para que Peeta se fije, pero él juega con la tierra haciendo formas raras, o no tan raras.
Abro el paracaídas rápidamente e intento abrir la extraña pota, dentro encuentro unos frascos exóticos con extraños signos. Había visto como estos en el Distrito 12, pero no sabía utilizarlos. Entro en la cueva y se los enseño a Peeta.
Sonríe picaronamente.
-¡Mis pomadas! Que suerte he tenido, gracias Katniss – guiña un ojo seductoramente, mientras pone cara de dolor. Le cuesta respirar, y me agacho a su lado preocupada – La… la… medicina .
Me levanto inmediatamente y me golpeo con la cámara rota. Este cacharro solo trae problemas. Ajusto el arco y las flechas a la espalda y me vuekvo hacia la entrada de la cueva.
-¿Katniss? Esto… - hablo antes de que diga nada más, no pienso besarle ahora, se lo que piensa.
-No digas nada Peeta, se lo que pretendes.
-Pero…
-Calla, hace demasiado calor para pensar– digo mientras pongo un dedo en sus labios.
-¡Escúchame mujer! – grita desesperado.
-No Peet… - no llego a decir nada más, porque me abrazo fuertemente haciéndome notar toda su anatomía. Esa anatomía. Como no paremos, en breves seremos pan quemado.
-Preciosa, por favor – susurra en mi oído bueno –. No puedo negar que estás muy sexy con esas braguitas con el símbolo del capitolio- noto como me mira de arriba abajo lentamente, excitado-, pero no pienso compartirte con Cato.
Entonces lo recuerdo, estamos en ropa interior. Doy gracias a que la cámara esté destrozada. Gale no podría ver esto. Me giro para mirar esos preciosos ojos azules. Un rizo le cae sobre la frente, lo aparto impaciente.
-Cariño, ahora debo irme- me pego a él y noto como se le corta momentaneamente la respiración. Lo agarro por la camiseta para que no se separe- Esto no va a quedar así.
Me visto apresuradamente y salgo corriendo al exterior, en busca de la médicina que le salvará la vida a Peeta, mientras escucho su alarido desesperado. No quiere perderme. Ni yo a él.
