Bienvenidas a Céfiro.

-Me tienes miedo- siseas a mi oído. Mi piel se estremece al sentir tu aliento rozando mi nuca.

Tus blanquecinas manos me sumergen en un mar de caricias y, sin temor a nada más, me dejo hacer y deshacer por todo lo que tus suaves dedos pueden ofrecerme. Gruñidos de placer se escapan de mi boca y sin poder contenerme tomo tus muslos con fuerza, lo cual te hace soltar un gemido que eriza mi piel por completo.

-¿Miedo?- jadeo- jamás podría tenerte miedo- te miro con los ojos bien abiertos. Quiero fijar todo de tu ser en mi memoria.

-Desearía que sí- tu lengua pasa por mi cuello y te sientas a horcajadas sobre mí. Siento tu calor. Frotas tu piel desnuda contra la mía y me enloqueces. Tu largo cabello azul me provoca cosquillas y sonríes ante las reacciones que me provocas.

-¿Por qué?- la razón se escapa de mí. ¿Qué es lo que planeas hacerme ahora?

-Eso lo haría todo más fácil- tus uñas de hierro caliente rozan mi pecho sumergiéndome en un estado de eterno placer y dolor.

-¿Qué?- expulsó con un hilo de voz. La sangre mancha las blanquecinas sábanas. Lames tus uñas con fingida inocencia. Tus ojos conectan por una milésima de segundo con los míos.

-Voy a matarte… Clef- lames mi oreja y la muerdes con tal fuerza que comienza a sangrar.

Agitado. Jadeando. Mareado. Envuelto en sudor y con una terrible erección.

Suspira frustrado. "¿Qué clase de sueño fue eso?" piensa mientras abre la regadera dejando que el agua helada lave sus pensamientos.

-Buen día Clef- la rubia saluda con una reverencia.

-Presea- ni siquiera la mira.

-¿Algo ocurre? Pareces agitado.

-Estoy bien. ¿Has llamado a Paris y Lantis como te pedí?

-Sí. Están esperándolo en la sala de reuniones.

-De acuerdo.

El sol hace tiempo que había salido pero se negaba a despertar. Hoy sería el peor de su vida de lejos y no estaba dispuesta a salir.

-Cariño, despierta.

Silencio es la respuesta que obtiene. La puerta es tocada tres veces antes de abrirse.

-Vamos, cielo. No va a ser tan malo.

-No quiero mamá. Será terrible.

-Claro que no, solo... - ¿a quién engañar? Claro que sería terrible. Por la tarde vendrían por ella, por su amada hija y no volverían a verla en años. Ni siquiera estaba segura de que la vería de nuevo.

-Lo sé- se levantó- no tengo opción, ¿verdad?- sonrió forzadamente, resignándose- a partir de hoy, mi vida ya no me pertenece.

-Mi niña- con ojos llorosos la abrazó con fuerza- desearía que te quedaras conmigo para siempre.

-A mí también me gustaría eso mamá.

Los cubiertos eran lo único que se escuchaba. La atmósfera estaba muerta.

-¡Hey! No será tan malo- intentaba animarlos- investigue un poco y si tengo un buen desempeño me dejaran enviarles cartas cada mes- sonreía con fuerza ocultando cada lágrima que quería salir. No podía llorar justo en frente de ellos. No quería hacer todo más complicado.

Sus hermanos la miraron con una sonrisa fingida. No era momento para llorar. Ellos lo sabían, su hermanita estaría bien, sin embargo no podían dejar de preguntarse porque ella.

-Nos enviaras cartas, ¿verdad?

-Claro que lo haré- sonrió mientras su visión se nublaba- me esforzare para que pueda hacerlo.

-Te extrañaré mucho, hermana.

-Yo también, pero- la alejó suavemente- no quiero que te sientas mal por mi ausencia. Tampoco ustedes- miró a sus padres con ojos llorosos- solo piensen que estoy dando mi mejor esfuerzo, ¿Sí? En unos años regresare. Se los prometo.

Las tres chicas dieron un último abrazo a cada miembro de su familia. Atesorándolo y guardándolo dentro de su corazón, ya que, dentro de los próximos años estarían solas en el mundo.

-Gracias por venir- los saludó mientras entraba a la sala de reuniones.

-Nos llamaste de emergencia. ¿Qué es lo que pasa Clef?

-Tiene que ver con la abolición del sistema, ¿verdad?

-Me temo que sí- entrelazo sus manos- a lo largo de estos diez años no ha habido resultados satisfactorios y cada vez se pierden más vidas. No podemos permitirnos eso.

-Será complicado lidiar con Debonair. No nos dejara hacer eso. Sigue aferrada a que podremos encontrarla.

-No planeo escucharla más. Tenemos que revelarnos, por el bien de todas las chicas que son forzadas a entrar a este matadero.

-Clef- el peli verde lo llamó- sé que te urge acabar con esto. A mí también. Quiero vengar a mi hermana, ustedes lo saben, pero, si lo hacemos, podríamos arriesgar a las chicas que hoy van a ingresar.

-Tranquilo Paris, eso ya lo tenía en mente.

-¿Qué es lo que planeas Clef?

-Dentro de seis meses Debonair irá a recolectar más candidatas y estará fuera durante un mes. Tendremos ese tiempo para poder derrocarla y abolir el sistema. En este medio año nos encargaremos de preservar la vida de todas y cada una de las chicas que fue traída y les hablaremos acerca de la rebelión. Estoy segura de que se nos unirán.

-Es una idea tan arriesgada que te desconozco. Nunca te precipitas tanto.

-También me sorprendo de mí, Lantis, pero estoy harto de ver morir cada año a tantas chicas inocentes solo por el estúpido sistema del pilar.

Hace años, tantos que ya nadie puede recordar si fue un sueño o realidad, había un hermoso mundo donde la magia existía y todo era posible. Los árboles eran majestuosos y daban fruta todo el año. Los habitantes jamás pasaban calor o frío. Los ríos eran frescos y beber una sola gota te saciaba la sed de inmediato. Todos vivían por mucho, mucho tiempo. Por todo el tiempo que ellos quisieran. La magia residía en sus corazones y en el deseo de los mismos. La paz de su mundo se albergaba en el pilar, en el corazón de Céfiro, que rezaba día y noche por el bienestar de su mundo y de sus habitantes. Todo era perfecto, hasta que la corrupción llegó al Pilar y tuvo que sacrificarse por su mundo, dejándolo solo y a la deriva, sin algún rumbo, sin nadie que los guiara, la utopía llamado Céfiro, murió.

Era enorme y gris. Como una prisión. El cielo estaba nublado y en su corazón estaba lloviendo. Su cabellera roja destacaba a lo lejos y su pequeña estatura tampoco ayudaba. La enviaron en un camión junto con otras veinte chicas. Cada medio año se llevaban a treinta chicas en total. Chicas que serían entrenadas en las antiguas artes de combate, que serían sometidas a entrenamientos tortuosos, a pruebas rigurosas, todo para desarrollar sus capacidades y explotarlas. Todo para encontrar a un nuevo pilar. Nadie sabía en realidad si eso del pilar era verdad, solo antiguos pergaminos lo corroboraban. Pero había algo de lo que todos estaban seguros. Esa utopía tenía que volver.

Como ganado, las marcaron en el muslo. Tatuando su nuevo nombre. Su nueva identidad, como forzándolas a olvidar todo lo que estaba atrás. Ahora ya no formaban parte de ninguna familia, mucho menos pertenecían a la sociedad. Estaban solas y si querían vivir tenían que luchar. Luchar para comer, para dormir, incluso para una nueva muda de ropa. Todo era así. Si no demostrabas tu valor te dejaban a tu suerte. Un infierno en vida para restaurar al cielo muerto.

-Muy bien, señoritas, será mejor que escuchen bien. A partir de hoy no existen. Oficialmente está muertas y si alguna osa hacerme creer lo contrario entonces yo mismo la mataré- todas palidecieron al escucharlo. Era un hombre terrorífico. Alto, ataviado de vestimentas oscuras. Sus ojos negros las escudriñaban con la mirada. Sonrió torcidamente y se marchó ondeando su larga caballera ébano.

-Síganme- detrás de él apareció un hombre enfundado con un armadura azul. Su cabellera rubia estaba controlada por detrás en una coleta- el hombre que les hablo es Zagato. Les daré un consejo, eviten toparse con él y si lo hacen, aléjense lo más rápido que puedan.

Sintió cómo su estómago se comprimía. ¿Qué rayos fue eso?

-Estas serán sus habitaciones. Por el momento solo serán casas de acampar, dependiendo de su rendimiento podrán ir escalando de nivel y obteniendo más comodidades.

Las chicas miraron con miedo el lugar donde estaban instaladas las casas de acampar. Cada una separada por al menos veinte metros, y todas peligrosamente cerca de una barranca.

-Disculpe- una fuerte pero respetuosa voz se hizo escuchar.

-¿Sí?

-¿Alguien ha muerto al caer por el barranco?- el hombre la miró fijamente. Los ojos verdes de la chica le sostuvieron la mirada.

Buena mirada.

-Sí. Varias chicas lo han hecho.

-Gracias- respondió con la misma fuerza.

Ajustó sus lentes, mientras veía el terreno. Sin duda alguna muchas debieron morir, entonces, ¿Por qué se lo dijo de manera tan amable?

No creo que él sea tan malo.

-Bien, espero que ya todas se sepan sus nombres clave. Les explicare rápidamente. Serán divididas en diez equipos, cada uno con tres integrantes. Todo el equipo debe avanzar a la par, si una se retrasa entonces las demás no podrán avanzar. Sé que aún no lo piensan, pero después lo harán, así que les advierto, está prohibido matarse entre ustedes, ¿de acuerdo?

Trago saliva. ¿Por qué nos mataríamos?

-El primer equipo: Mashin, estará conformado por Shui, Huo y Kongqì. Sus cosas ya están ahí, al igual que la vestimenta que utilizarán para los entrenamientos y sus clases teóricas. Esos nombres, aunque ya estén tatuados, serán temporales, conforme vayan subiendo de rango sufrirán algunas modificaciones. Entre ustedes pueden llamarse como quieran, pero deben responder siempre al nombre que se les ha otorgado aquí, ¿queda claro? En una hora vendré por ustedes para llevarlas al gran salón. Pónganse la ropa que está en las bolsas negras. Ahora márchense.

Se miraron de reojo. Azul. Verde. Rojo.

-Mi nombre es Lucy- dijo apenas entraron- ¿cómo se llaman ustedes?

-Yo soy Anais- respondió cortés.

-Marina- dijo sin ganas.

Cada una se sentó en una parte de la casa de acampar. Era lo suficientemente grande para que al menos no se golpearan en la noche, pero era muy pequeña para tres personas.

-¡Hay que esforzarnos mucho juntas!- intento animarlas pero ambas chicas solo asintieron como respuesta.

La peli azul tomó la bolsa negra que estaba lado de ella, extrayendo de la misma un vestido negro opaco, de manga larga y por el largo deducía le quedaba justo a los tobillos. Había unos zapatos negros y unas largas calcetas blancas.

-Lindo- bufo irónica- hay que cambiarnos, ¿no?

La hora pasó y como el rubio lo prometió volvió por ellas. Todas las chicas estaban fuera de sus casas de acampar. El silencio reinaba y sus muecas estaban descompuestas en seriedad falsa.

-Me alegra ver que son puntuales- a lo lejos, noto una mata de cabello color fuego que le miraba curioso- es hora de irnos. Fórmense y síganme.

No es tan malo. Pensaba para sí. Su mirada es amable. Estoy segura de que él no nos dejaría morir sin hacer algo antes.

Tras avanzar un par de minutos, el gran salón apareció frente a sus ojos. Imponente. Decorado con múltiples murales que representaban la etapa de la corrupción del pilar. Mientras más se adentraban las criaturas se descomponían en pesadillas vivientes.

-Lo que ven- comenzó, notando la tensión entre las chicas- son representaciones del miedo de los antiguos habitantes de Céfiro. Antes, las emociones regían todo y mientras más intensa fuera, más se potenciaba en la realidad.

-Miedo- susurro la peli azul observando una criatura devorar a una pequeña niña- el miedo nos mantendrá vivas- mordió su labio inferior y miró al frente decidida.

Volveré con mamá y papá. Nada me lo va a impedir.

-Todo se regía por sentimientos muy fuertes- el rubio la miro.

Es ella. La pequeña.

-¿Por qué no desearon un nuevo pilar?

Suspiro cansinamente.

Yo también me lo he preguntado.

-No todo es tan fácil.

Finalmente, llegaron a una gran ala donde había toda clase de criaturas esculpidas en mármol, desde peces voladores hasta seres que aparentaban ser de barro.

-Ustedes esperaran aquí- señaló unas sillas- tomen asiento y permanezcan en silencio. La ceremonia comenzará pronto.

Las chicas se sentaron lentamente, con la mirada vacía y un silencio de muerte.

-Parecen muñecas sin vida- susurró con tristeza.

-Cada año vienen con más miedo.

Delante de ellas, una estructura de metal se hizo presente, elevándose con estruendo, obligándoles a taparse los oídos.

-¿Qué es eso?- exclamó con algo de miedo.

-No lo sé- tomo su mano y le sonrió suavemente- pero no creo que sea nada malo, Lucy.

-Recuerdas mi nombre… -susurro con una sonrisita.

-Claro que si- ajustó sus lentes y miro a la peli azul a su lado. Parecía estar en una especie de trance, mirando al frente, a un punto en específico. A una persona en particular.

La estructura de metal se elevó unos cinco metros aproximadamente y sobre ella había una mujer. Piel blanca como un vampiro. Uñas de pesadilla pintadas de colores metálicos. Labios rojos como la sangre. Ojos profundos y oscuros como el abismo.

-¡Mis niñas!-exclamó abriendo los brazos pavorosamente- me alegra tanto tenerlas aquí. Mi nombre es Debonair y soy quien rige este campo de entrenamiento para la restauración de Céfiro. Él único en su clase en todo el mundo- sonrió ladinamente al ver las caras de susto y asombro- yo fui la encargada de seleccionar a cada una de ustedes. ¡Regocíjense! Que entre ustedes está quién será nuestro nuevo pilar. ¡Nuestra salvación! ¡Nuestro retorno a ese bello mundo de antaño! Me siento orgullosa de cada una de ustedes y sé que no me decepcionaran como las generaciones anteriores. Oh… -gimió con fingido dolor- tantas muertes han acontecido en este lugar. En mi amado, amado hogar. Tantas esperanzas rotas, aún no lo comprendo, pero tengo esperanza en el futuro. ¡Tengo esperanza en ustedes, mis niñas! ¡Las salvadoras de esta sociedad en decadencia! Solo ustedes son capaces de volver las leyendas realidad. De entre tantas en el mundo, solo ustedes cumplen con todas las características necesarias para entrar a este bellísimo lugar. A su nuevo hogar que, me tomé la libertad de llamar "Céfiro", al igual que la bella utopía que intentamos regresar.

Tragó saliva nerviosa. Sus puños estaban temblando. ¿Que ella las eligió? ¡Ella arruinó sus vidas!

-Les deseo la mejor de las suertes, mis niñas. Todos nosotros estamos aquí para ayudarles a desarrollar su potencial. No teman, pueden confiar en nosotros. Somos una gran familia, mis hermosas y bellas niñas.

Subiendo con parsimonia, un hombre ataviado con una larga túnica blanca y un bastón más alto que él, se posicionó en la misma plataforma que Debonair. Esta al verlo, se hizo a un lado y le cedió la palabra.

-El día de hoy se les aplicará una prueba para evaluar sus aptitudes mágicas- miró una por una a cada chica- saliendo de aquí, se dirigirán al pasillo a su izquierda y serán examinadas. Quienes no cuenten con un poder nato, se les otorgará uno y… -su mirada se detuvo en la peli azul. La chica lo miraba con la misma sorpresa.

-¿Guruclef?- susurró Debonair.

-Y- rompió el contacto- bienvenidas a Céfiro. Es todo.

La estructura comenzó a descender. Todas taparon sus oídos menos ella.

Azul. Solo eso podían ver. El azul de los ojos del otro.

Es ella

No podía dejar de mirarla. Su cuerpo le pedía a gritos ir con ella. Tocarla. Sentirla. Suplicarle una respuesta. Una caricia. Un beso. Una noche.

No estaré en paz hasta saber su nombre.

Pensó mientras se alejaba, sin perderla de vista. Ella tampoco le apartó la mirada. Llevó su mano a su pecho y lo sintió acelerado. Abrió la boca sutilmente para decir algo, para detenerlo, lo que fuese con tal de estar con él, más su cuerpo no respondía.

Ese acto no pasó desapercibido por el oji azul. Y esa mirada tan intensa lo descolocó. Su cuerpo recibió una intensa dosis de electricidad y sintió extrañas reacciones marearle el juicio.

-Ascot-susurro al chico una vez que salió por el pasillo.

-¿Qué pasa Clef? Te ves agitado.

-Tengo que atender unos asuntos. ¿Podrías encargarte de las chicas?

-Claro- se extrañó por su comportamiento- ¿Todo bien?

-Sí- y sin más, dio un golpecito al piso con su bastón y desapareció.

Una por una fue llegando al pasillo. El castaño las hacía colocarse sobre una plataforma. Una vez ahí, eran escaneadas completamente.

-Da un paso al frente- ordenó a una chica de piel morena y cabello chocolate. La mano del oji verde se posicionó con gentileza sobre su cabeza y sonrió- un raro tipo de poder, es sorprendente.

-¿Qué clase de poder?

-Reino. Un poder mágico que permite controlar a otro ser. Es extremadamente raro.

-Yo no tengo otro ser al cual controlar- parecía confundida. Su hermana gemela la miraba preocupada.

-Lo tienes, pero debes encontrarlo en ti. Te ayudare en eso- sonrió suavemente y pasó a examinar a su gemela, la cual resultó tener el mismo tipo de poder.

Lucy miraba con atención todo. Ella era la última, delante de si estaban Anaís, y frente a ella Marina.

Se preguntaba nerviosa que clase de poder mágico tendría, ¿Cómo lo desarrollaría? O… ¿Qué tal que no lo tenía?

-Las últimas tres- exclamó el chico.

Las vio unos segundos. Suspiro.

-Parece que son las únicas aquí que no tienen poder mágico. Será inútil que las examine ahora.

Las chicas cruzaron miradas, se sentían abatidas. El resto de sus compañeras las veían con lástima o con una sonrisa de superioridad.

-Chicas- les dio la espalda- ustedes vayan a sus habitaciones. Ráfaga las guiará- el caballero de armadura azul apareció de entre una columna.

-Entonces así se llama- susurró la castaña.

-En cuanto a ustedes- las miró seriamente- esperen aquí- chasqueo dos veces y desapareció del recinto.

Bufó cansinamente. Primero la obligan a ir a esa pesadilla y ahora resulta que no tiene poderes mágicos. ¿Qué clase de pesadilla es esa?

-Fantástico- comenzó irónica. Tenía que sacar su frustración- de todos los equipos, somos el único que no tiene poderes.

-Estamos en la misma situación que todas Marina. Nadie sabía antes que tenía algún poder, así que no cambiará mucho el hecho que lo obtengamos ahora.

-¡Anaís tiene razón!- exclamó alegre- ve el lado positivo. Al ser nuevo podremos irlo conociendo poco a poco.

-¿Y si nos dan un poder inútil que no nos sirva? Estaremos en desventaja. El resto de las chicas tiene poderes geniales. ¡Reino! ¡Tinta! ¿Alguna vez han escuchado de eso?- se hinco y abrazó sus rodillas.

-Todo estará bien- la pelirroja se agachó junto a ella- si perdemos el ánimo entonces… ¿Qué será de nosotras? Debemos mantenernos en pie sin importar la situación. Tenemos que vivir y para eso debemos trabajar juntas.

Se quedaron en silencio. La peliazul se levantó de golpe y después ayudó a Lucy.

-Somos un equipo- susurró- creo que deberíamos comenzar de nuevo. Mi nombre es Marina Ry- se detuvo. Ese ni siquiera era su nombre ahora- bueno, se nos dio otro nombre, pero díganme Marina, ¿Vale?

-¡Yo soy Lucy!-exclamo alegre- seamos un equipo genial.

-Y yo Anaís. Encantada de conocerlas.

-Me parece grato verlas tan animadas- una voz las sorprendió. Al darse la vuelta lo vieron. Era el mismo que estuvo en la bienvenida.

-Guruclef…- susurró involuntariamente. Lo miro fijamente y sintió que su cuerpo se desvanecía.

-¡Marina!- Lucy alcanzó sostenerla- ¿Estás bien?

-Si- se repuso- lo siento- no podía dejar de mirarlo, había algo en él que la paralizaba, que la llamaba.

-Si te encuentras mal- hablo lo más calmado posible, pero por dentro estaba utilizando todo de sí para contener sus impulsos- puedes ir a la enfermería. Podría acompañarte si gustas- eso último salió de sus labios sin que lo pensara. Un tenue sonrojo atravesó su rostro apenas termino su frase.

-Estoy bien- sonrió- de verdad. Será mejor comenzar con ese asunto de los poderes.

-Sí- tragó saliva. Cerró los ojos y comenzó a susurrar unas palabras que no entendían. El piso tembló y de la tierra emergieron tres auras incoloras.

-Eso… ¿Es el poder mágico?- preguntó fascinada.

-Así es Anaís.

-¿Cómo sabes mi nombre?

-Su verdadero nombre es algo que no pueden esconder una vez estoy cerca de ustedes, pero eso ahora no importa. Debo explicarles algo importante. Cada ser en este mundo posee, por más mínima que sea, un fragmento de magia en su interior. Puede albergarse en distintos sitios; en su corazón, su fuerza, su inteligencia, incluso en su alma, pero está ahí. Ascot no pudo detectar poder mágico en ustedes porque aún está dormido. El poder en el resto de las chicas fue activado cuando se les tatuó su nuevo nombre

-¿Porque el nuestro no?

-Los poderes mágicos despiertan en tres situaciones. Número 1: ante una situación de peligro. Número 2: ante una pequeña dosis de dolor en los puntos vitales donde corre la magia. Y número 3: cuando son expuestos a magia en su estado más puro.

-Esa magia la utilizará para despertar nuestro poder.

-En efecto. En ocasiones, el poder que algunas personas poseen está en blanco, es decir, hay magia dentro pero no tiene forma aún, por eso es necesario darles forma desde fuera. Esta magia en blanco, reaccionara si su poder mágico sigue en su estado más puro y cuando lo haga, se revelará la naturaleza de su verdadero poder. Para que eso suceda escuchen atentamente lo que deben hacer. Cerraran sus ojos y darán un paso al frente. Sin miedo. Después, en aquello que más quieren. ¿Lo tienen?- asintieron con la cabeza- ahora… piensen en lo que más desean en este momento. Si no pueden hacerlo, entonces solo dejen su mente en blanco, el poder lo sabrá.

Cada esencia transparente comenzó a envolver con fuerza a las chicas. Adentrándose en su ser y dejándolas en un estado de trance.

¿Qué es esto? Hay algo… algo dentro de mí que me quema, pero no siento dolor.

Tan fresco… se siente tan bien. Mi cuerpo se siente liviano, como si estuviera flotando.

Es tan extraño… siento que mi cuerpo está sumergido en un gran océano. No, es como si el océano estuviera dentro de mí.

-Guruclef las miraba fascinado. La esencia de cada poder mágico las rodeaba con fuerza, como reclamándolas suyas. Sus almas quedaron desnudas al igual que sus cuerpos y es donde lo noto. Sus nombres marcados en sus muslos.

-No fueron coincidencia- dijo fascinado- estaban destinadas a ser elementales.

-Lentamente, cada poder entrar dentro de ellas y volvieron a la normalidad.

-¿Qué fue eso?

-Su poder. Las tres son elementales.

-¿Y eso es bueno o malo?

-Sus poderes son únicos. Cada poder puede ser replicado. Un solo poder mágico pueden tenerlo bastantes personas, pero los elementales son diferentes. Fuego. Agua. Aire. Tierra. Son los elementales más poderosos. Hay otras subcategorías, pero esos son los originales y ustedes los poseen.

-¡¿Cuál tengo yo?!- exclamó emocionada

-Tú misma debes saberlo. ¿Qué sentiste?

-Era… como si algo muy caliente se formará dentro de mí. Como… ¡Fuego! ¡Era fuego!

-Exacto, Lucy. ¿Ustedes qué sintieron?

-Me sentía ligera, como si estuviera volando- sonrió- tengo aire, ¿Verdad?

-Así es.

-Es fácil- dijo orgullosa- incluso predecible. Mi poder mágico es el agua.

-Si- sonrió nervioso- es todo por hoy. Será mejor que regresen con las demás.

-¿Por dónde?

-Cierto… no saben el camino- se reprendió mentalmente. La oji azul lo miro con una sonrisita y eso le generó otra descarga de impulsos eléctricos, lo suficientemente fuerte como para que toda su piel se erizara.

-¿Estás bien?- se acercó con nerviosismo. A escasos centímetros de su rostro. Ese ligero acercamiento había causado un poderoso efecto. Necesitaba sumergirse en agua fría ya- ¿Guru Clef?-susurro solo para el que la escuchara. ¿Qué digo agua fría? Necesita sumergirse en agua helada.

-S-sí- trono sus dedos y de la nada, un pequeño animal esponjoso y con orejas largas apareció- ella es Mokona. Es una excelente guía- la aludida saltó de alegría y comenzó a hacer ruiditos raros- ella las llevará de regreso.

Las tres chicas se miraron y siguieron a Mokona, que ya estaba dando saltos por aquí y por allá. Marina le lanzó una última mirada a Guruclef.

-Marina- alcanzó a susurrar cuando la vio partir- estoy enloqueciendo- sacudió su cabeza y al dar un golpecito con su bastón se encontraba ya en su baño privado, llenando la bañera con hielos y agua helada- ¿Qué me está sucediendo?