11 de enero de 1742

Corina tuvo un presentimiento espantoso. Había visto marcharse al Cid de Capricornio, con una expresión de preocupación, como si supiera que sería la última vez que estaría con vida. La tímida chica, de cabellos cortos y prácticamente el mismo corte que el mencionado Santo, se quedó aterrada. No hacía mucho que había muerto Aldebarán, su señor y la sierva temía que Hades no fuese vencido en esta batalla. Era en esos casos cuando detestaba no poseer cosmos y no poder ayudar a nadie. Lo único que podía hacer era obedecer a Teneo, el nuevo Aldebarán y cuidar que Saro y Selinsa estuviesen bien.

—Dioses, por favor, por favor que la orden salga victoriosa y que el señor Cid logre rescatar el alma del señor Sísifo. Ya ha habido demasiadas muertes, entre ellas la de mi señor Aldebarán.

¿Por qué la sierva Corina se preocupaba de la suerte de un Santo que conocía muy poco? Por esa cosa que llaman enamoramiento. Y la joven estaba en ese estado respecto al Santo de Capricornio. Claro que la chica sabía de las reglas de la orden respecto a los Santos, y no iba a ser ella la que fuera a romperlas. Procuraba estar lo más lejos posible del impasible caballero. Además, procuraba no comportarse como una imbécil cuando tenía que ir hacia cualquier otro de los templos a ayudar a un compañero y se lo encontraba por casualidad. Claro que eso no impedía que la joven, encerrada en su sencilla casa en el Rodorio, suspirase un poco. Tomaba las cosas con la mayor resignación posible, porque no tenía opción.

Por lo demás, nadie tenía quejas de ella. Era respetuosa y eficiente. Era una dama y no soportaba el lenguaje soez. Siempre trataba con respeto a los Santos, así fueran más jóvenes que ella. A sus veinticuatro años, se podía decir incluso que era un poco aburrida. Kardía de Escorpio seguramente la hubiera llamado "rata de biblioteca".

—Corina, ¿sucede algo?— le preguntó Aristófanes, uno de sus compañeros.

—No es nada. Solamente espero que no haya otra muerte que lamentar. Ya hemos pasado demasiado dolor, ¿no crees?

—Si te refieres a tu adorado señor Cid, mejor vete haciendo a la idea de que podría morir. Ese es el destino de un Santo y nosotros como siervos no tenemos ni voz ni voto en los destinos de esos hombres.

—Supongo que tienes razón… pero me cuesta mucho hacerme a la idea de que no lo veré con vida.

Aristófanes le dio una palmadita en el hombro y la dejó.

—Si sólo hubiera tenido el valor de expresar mis sentimientos, sin temor a las consecuencias consabidas. Pero no quiero que el Cid tenga remordimientos de nada. Si estoy enamorada de él, es porque es un hombre que jamás ha dudado de su deber, y solamente puedo imitar su ejemplo. Si tengo que sobrevivir a él, que así sea. Viviré tranquila, aunque no alegre.

Y la joven fue hacia donde estaban sus compañeros, reconstruyendo lo que quedaba del Santuario de Atenea.

Al fin me decidí a escribir una pequeña viñeta sobre Lost Canvas. Si creen que Corina es la encarnación anterior a Danae, así es. Pero eso no significa que ella deba estar enamorada de Aspros o Defteros. En esta vida se siente atraída hacia el Cid de Capricornio (culpen a la voz de René García por eso, ya que esta loca que está tras el teclado adora esa voz). Sigue siendo la escudera de Aldebarán, pero es mucho más tímida y no tiene problemas. Se preguntarán además ¿por qué el cambio de ortografía en el nombre de Kardia? Es que en griego se escribe Kardía y me gustó)