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HARRY POTTER
Y LA revolución de los licántropos
Por: Agnes Cullen Potter (Beta Reader: Jean Snape)
DISCLAIMER: Todos los personajes pertenecen a J K Rowling y a Warnes Bros. Este Fic está escrito sin ningún animo de lucro y no pretendo beneficiarme de ello. Todos los personajes son de Jotaka, exceptuando los de mi propia invención.
GIRATIEMPO
El nuevo día ya había comenzado cuando los tres amigos dejaron atrás la escalera del despacho del director del Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. Vagaron por los pasillos desiertos y semi-derruidos del castillo, en silencio, cada uno pensando en lo que había pasado en aquel fantástico edificio. En las personas que habían perdido la vida en la lucha contra Lord Voldemort. En sus compañeros caídos, en Remus Lupin, en Tonks su esposa, que dejaban al pequeño Teddy huérfano, en Fred, el hermano gemelo de George Weasley y hermano de Ron. En el alegre Colin Creevey de Gryffindor y sobretodo en el ex director del colegio, el profesor Severus Snape, que había dado su vida por todos, luchando contra el Señor Tenebroso desde dentro de sus filas como mortífago, intentando ayudar hasta el final a Harry Potter y a la Orden del Fénix. Harry pensaba en la última palabra que le había dedicado Snape: "Mírame". Harry estaba seguro que cuando el profesor le devolvió la mirada estaba mirando los ojos de su madre, Lily Evans, la mujer que siempre amo. En ése momento, Harry pensó que tendría que contarles a los miembros de la Orden todo lo que el profesor Snape les había ocultado, para así limpiar el nombre del último director de Hogwarts.
Inmersos en sus pensamientos llegaron a la escalera de mármol del vestíbulo, o lo que quedaba de él. Esparcidos por todo el suelo del vestíbulo estaban las piedras preciosas de los relojes de las casas entremezcladas con escombros y sangre. El aspecto del castillo era dantesco, los muros del castillo, en algunas partes, habían cedido abriéndose boquetes inmensos, las macizas puertas de entrada se habían salido de sus goznes, donde se veía la devastación de los terrenos del colegio. Los tres amigos sintieron un nudo en el estómago al ver como había quedado el colegio. De repente, oyeron voces que provenían del Gran Comedor. Al bajar los últimos escalones los chicos vieron a profesores, magos y brujas que iban de un lado a otro.
Hermione miró a Harry y dijo:
—Harry, no puedes retrasar este momento por mas tiempo.
—Sí tío, tienes que entrar ahí.— dijo Ron.
Harry suspiró y empezó a caminar hacia la gran sala. Al entrar vio a la señora Pomfrey que iba de un lado a otro atendiendo a los heridos. Muchos alumnos estaban sentados en el suelo con vendajes en algunas partes de su cuerpo. Firenze estaba tumbado en un rincón, mientras Pravati Patil le aplicaba una solución de una botella que Harry identificó como díctamo. Harry reparó que al lado de la puerta había varias literas en las que estaban las personas que Greyback había atacado. En una de ellas estaba Lavender Brown. La señora Pomfrey se acercó a ella y le empezó a aplicar un ungüento en las feas heridas. Las heridas infringidas por el licántropo eran horribles y si la había mordido mientras él estaba en fase, la pobre muchacha lo tenía muy crudo.
Sin pensarlo un momento, Harry se dirigió hacia la enfermera del colegio y le dijo:
—Señora Pomfrey,¿cómo se encuentra la señorita Brown?
—¡Harry!—se sobresaltó la mujer—La verdad es que es la que está peor. Sus heridas son muy graves, no creo que pase de hoy. Es terrible. Una bruja tan joven.
—¿No hay ninguna manera de salvarla?
—Me temo que no, hijo. Si se salva, cosa que dudo, le quedarán daños permanentes. Se convertirá en licántropo, y eso no es vida para un humano.
Harry cerró fuertemente los ojos y los puños sintiendo la impotencia y la rabia que lo invadían a cada momento. De pronto sintió unos brazos que le rodeaban la cintura y al abrirlos vio a Ginny abrazada a su cuerpo tenso. Sin decir nada más la envolvió en sus brazos y la apretó fuertemente. Poco a poco fue notando más brazos que los rodeaban y al abrir los ojos de nuevo toda la familia Weasley lo rodeaba. Harry estaba abrumado, ya que él creía que no se merecía nada del afecto que le estaban demostrando. Él se creía el responsable de todas aquellas muertes. La señora Weasley se abrió paso entre la maraña de brazos y lo sacó del apretón.
—Harry, cielo... – la señora Weasley le cogió la cara entre sus manos y lo miró a los ojos—... no quiero que te pongas triste.— Miró hacia donde estaban los cuerpos de su hijo y de los Lupin— Ellos no querrían verte de esta manera y te dirían que la vida sigue y que tienes que mirar hacia delante, hacia el futuro.
Harry miró los cuerpos sin vida de sus amigos y dijo:
—Si pudiese hacer algo por cambiar esto no dude señora Weasley que lo haría.— De pronto a Harry le vino a la mente una cosa, se giró y dijo: Señor Weasley,¿dónde están los Mortífagos que han caído? Quiero verlos.
Lentamente el señor Weasley giró la cabeza y miró la puerta por la que Harry una vez entró siendo uno de los participantes en el Torneo de los Tres Magos, después de que el Cáliz de Fuego sacase su nombre. Era la habitación que estaba situada detrás de la mesa de los profesores. Harry se encaminó hacia allí, seguido del señor Weasley, a medio camino Kingsley Shacklebolt y la profesora McGonagall les cortaron el paso.
—¿ Adónde vais Arthur?— preguntó Kingsley.
—Harry quiere ver a los mortífagos muertos— contestó Arthur.
—¿Crees que es aconsejable Arthur?— preguntó McGonagall.
—Creo que es justo que el chico los vea, ha luchado toda su vida para eso, no vamos a negárselo ahora ¿no Minerva?
El Primer Ministro provisional y la profesora asintieron con la cabeza y se apartaron para dejarlos pasar. La puerta estaba abierta y una débil luz la iluminaba. En el suelo había una hilera de cuerpos colocada sobre una alfombra. De entre las figuras ahí inertes destacaba una alta, de tez cerosa y rasgos de reptil. Tenía una expresión de sorpresa gravada en su repugnante rostro, Tom Ryddle estaba muerto. Lord Voldemort había dejado de existir.
Harry echó un vistazo a los mortífagos. Estaban Macnair, Yaxley, Dolohov, el Primer Ministro Thicknesse, Nott, los Lestrange...De pronto Harry echó en falta a un mortífago en particular, uno que no tenía la marca tenebrosa marcada a fuego en su antebrazo izquierdo. Miró alrededor y le dijo al señor Weasley, que lo miraba desde la puerta:
—Señor Weasley,¿dónde está Fenrir Greyback ? Pensé que la profesora Trelanwey había acabado con él.
—No hemos encontrado su cuerpo. Seguramente alguno de los que han logrado escapar se ha llevado el cuerpo con ellos.
A Harry no le gustó nada aquello, de todos era sabido que el hombre lobo no tenía amigos y además, a ninguno de los mortífagos le caía bien esa criatura. Y eso solo quería decir una cosa: Greyback seguía con vida y podían pasar cosas terribles. Lleno de frustración Harry recorrió de nuevo con la mirada los cuerpos de los mortífagos y un destello dorado le atrajo la atención desde el cuerpo del ex primer ministro. Se acercó al cuerpo y descubrió que del cuello le colgaba una cadena de oro con un reluciente gira tiempo. De repente a Harry se le ocurrió una descabellada idea.
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