CAPÍTULO 1

EL DESCUBRIMIENTO

Habían pasado unos días desde el Deshielo, todos los habitantes de Arendelle estaban muy felices de tener a su reina de vuelta y con ello, a su asombrosa magia. Kristoff seguía haciendo su trabajo como Recolector de Hielo Oficial de Arendelle, aunque a veces se tomaba un descanso y paseaba por las montañas junto a su mejor amigo, Sven. Anna aprovechaba para hablar y hacer todo lo que no hizo en su niñez con Elsa, al menos cuando no tenía reuniones. Todo iba muy normal en el castillo, Olaf no paraba de hacer chistes y jugar con Sven cuando podía.

Kristoff se encontraba paseando junto a Sven por la noche, quería despejarse de recolectar y entregar tanto hielo. Por lo que hizo un pequeño campamento en una arboleda donde no había lobos. Se sentó y se puso a mirar la luna, tan bella como siempre y que justo ese día había adoptado un cálido color amarillento.

Se ponía a pensar en la hermosa chica que había encontrado: Anna, que por casualidad la encontró en una tienda buscando ropa de invierno. Se sentía muy afortunado por haberse topado con ella, él estaba seguro de que la amaba y que ella lo amaba a él.

Su paz fue interrumpida por algunos susurros que venían de muy cerca. Se escuchaban murmuros de hombres y mujeres. Kristoff se levantó, se escondió detrás de un árbol y los vio: estaban vestidos con capuchas y túnicas negras. No pasó mucho tiempo hasta que salieron corriendo subiendo a la Montaña del Norte, dejando detrás de ellos una misteriosa neblina. Kristoff arqueó una ceja, algo confundido por todo lo que pasó y pensó que lo mejor sería informarle a la reina.

Pasó la noche durmiendo en esa misma arboleda, usando a Sven como almohada. Al despertar, escuchó unas voces dentro de su mente que decían en un murmuro: "Fuimos nosotros.". Le pareció más raro aún por lo que rápidamente se subió a Sven y fueron hacia el castillo.

—Rápido, Sven—dijo el rubio—, Necesitamos llegar cuanto antes.

El reno obedeció y aceleró el paso. Una media hora después, llegaron al castillo. Fue hacia Kai y le preguntó:

—¿Dónde están la reina y la princesa? Necesito hablar con ellas.—dijo seriamente el rubio.

—Están en los jardines, señor—respondió Kai—. Puede pasar.

Corriendo, Kristoff fue hacia los jardines, si bien el castillo le parecía un laberinto y a menudo se perdía en él, llegó. Abrió la puerta que llevaba al jardín y Anna, que se encontraba cerca, ya al verlo corrió hacia él y lo abrazó. El rubio se ruborizó, y Elsa, que se encontraba detrás de ellos, sonrió.

—¡Kristoff! ¡Qué alegría me da verte!—dijo Anna, con una sonrisa de oreja a oreja.

—Yo también me alegro—dijo el recolector de hielo casi sin aire por el fuerte abrazo—. Les venía a hablar a ustedes... sobre algo que vi.

Se sentaron en unas sillas alrededor de una pequeña mesa que había en el jardín y Kristoff empezó a relatar lo sucedido:

—Estaba acampando, cuando de pronto... escucho unos susurros, eran de un grupo de personas vestidas con túnicas y capuchas, luego se fueron corriendo hacia la Montaña del Norte, dejando una neblina detrás de ellos. Me quedé a dormir en el campamento, y sé que es raro, pero al despertarme escuché unas voces dentro de mi cabeza que dijeron... "Fuimos nosotros".

Elsa arqueó una ceja.

—Eso fue lo más raro que escuché esta semana—dijo la reina, mirando la mesa—. No es normal ver gente con capuchas y túnicas negras. Y mucho menos aquí, en una zona tan segura.

—Deberíamos ir a investigar—dijo Anna.

—Tal vez—dijo Elsa—, Pero deberíamos ir con cuidado. Iremos con dos soldados, por las dudas.

La charla fue interrumpida por Kai.

—Majestad, alguien quiere hablar con usted. Dijo que es urgente.—avisó Kai.

—Dile que pase—dijo la reina.

El hombre abrió la puerta e hizo una reverencia.

—Majestad—dijo—, Perdón por molestarla, pero... He visto algunas cosas cerca de la Montaña del Norte. Yo estaba trabajando en el bosque, habían personas reunidas, hablaban en susurros y luego se fueron corriendo hacia la montaña dejando una neblina. Luego escucho unas voces en mi cabeza...: "Fuimos nosotros."

Elsa abrió los ojos como platos.

—Exactamente... lo mismo—le susurró Kristoff en la oreja a la reina.

—Iremos a investigar en unas horas, no se preocupe—dijo la reina, tomando una posición seria.

—Muchas gracias, Majestad—dijo el hombre, haciendo una reverencia y retirándose.

—Debemos ir preparando las cosas para ir—dijo Elsa—. Rápido. Esto es serio.