That is not dead which can eternal lie,
And with strange eons even death may die.
~/~
No está muerto lo que puede yacer eternamente,
Y con extraños eones incluso la muerte puede morir.
La vida puede cambiar en un segundo. La vida se transforma, la vida se torna en naufragio y en medio de una catástrofe todo a nuestro alrededor colapsa y se hunde. Una noche basta para cambiar la vida. Con un mal movimiento, el peón se pone en la línea del rey, y la reina le devora antes de poder escapar.
Este es mi primer fic para South Park. Tras un vergonzoso incidente la familia McCormick fue separada, pero en lugar de que los acontecimientos continuaran su curso y todo volviera a la normalidad las cosas se salieron de control. Sin embargo, la historia se aferra a sus verdades: así tome años, las piezas vuelven a juntarse, encajar, moverse y atacar.
Mafia, cultos, naves espaciales, trolls, Adds tratando de conquistar el mundo… bienvenido a esta versión de los superhéroes.
La serie "South Park" y los mitos de Cthulhu no me pertenecen. Al decir esto no violo ninguna ley de derechos de autor. Este fic está escrito sin fines de lucro.
METAMPHETAMINES AREN'T FUNNY
— ¿Te crees lo suficientemente hombre como para pegarme?
— ¡Sí, porque eres un borracho de mierda, papá!
Era cosa de todos los días: por un lado, el tomado de su padre, por otro el malcriado de su hermano, su madre revoloteando alrededor gritándoles que los dos eran unos borrachos de mierda y Karen llorando asustada. Solo Kenny parecía tranquilo, o más bien aburrido, sin molestarse en formar parte del escándalo al otro lado del sillón.
—Esta noche, en un nuevo episodio de Basura Blanca En Problemas…
También en la televisión iban a pasar lo mismo: otro estúpido reality show pero con temática de gente blanca y pobre siendo arrestada. Seguro Culogordo estaba viendo lo mismo, también. Atrás de él ya comenzaban a volar las cosas del suelo a la cara de Stuart. Lejos de cambiar el canal Kenny tenía su cabeza recargada en su mano, a su vez apoyada en aquel mueble, tan deteriorado como todos los demás. Kevin ya había saltado a la espalda de Stuart y Carol ya no podía separarlos.
Si, cosa de todos los días.
Pero entonces…
—…Esta casa de basura blanca en Colorado parece inocente…
— ¿Pero qué carajo…?
Al ver lo que había en la televisión se incorporó, sorprendido. Saltó del sillón para asomarse al patio trasero desde la ventana, y lo que había afuera iba más allá de lo que pudo haber imaginado: cámaras, patrullas, reflectores, vecinos que comenzaban a asomarse y más de una decena de uniformados. Corrió hacia su familia, apuntándoles afuera, tratando de advertirles, pero estaban demasiado ocupados con su pelea. Nadie lo escuchó, nadie hizo nada y nadie supo que algo andaba mal hasta que derribaron la puerta.
— ¡Al suelo!
Todo pasó muy rápido. Fatass no solo estaba viendo, era parte de la audiencia. Kenny parecía el más calmado, con todo y los gritos histéricos de su madre.
— ¡No, mis bebes! ¡No se lleven a mis bebes!
— ¡Me lastimas el brazo!
—Tiene derecho a permanecer callado…
—Ese es Kenny a punto de que lo lleven a un hogar…
— ¡Mis bebes!
Pronto el circo mediático ya había sido visto por casi todos. Bastó solo media hora para que todos en el pueblo se enteraran del nuevo desastre McCormick, como suele ocurrir en esa clase de pueblos pequeños donde todos se conocen. Los niños fueron llevados a la comisaría del condado Park, mientras el matrimonio había sido separado. Stuart ya había sido encerrado en la estación local, en espera de un interrogatorio.
Para este momento habían pasado ya tres cuartos de hora. Carol continuaba siendo trasladada en patrulla, sintiéndose asfixiada por la angustia: no sabía nada sobre su esposo, y peor aún, nada sobre sus hijos. Estaba a punto de gritar, torturada por su propia estupidez. Los mechones de su cabello rojizo y maltratado comenzaron a moverse al compás de su cabeza mientras golpeaba el respaldo del asiento trasero. Todavía faltaban quince minutos para la medianoche. A varias millas de allí, Karen había vuelto a llorar y Kevin comenzaba a ponerse violento. Para este momento el trabajador social estaba en su noveno chiste de la Penn State y todavía parecía no querer callarse.
Cuando por fin se fue, el mayor de los McCormick se levantó de su silla.
— ¡Esto es una mierda! —gritaba Kevin, dando zancos por el "cuarto blando", a punto de golpear algo.
De nuevo Kenny parecía ser el único tranquilo, solo que ahora en lugar de aburrido estaba preocupado. Al ver que el señor Adams había dejado la carpeta con la que había entrado en la silla tuvo una idea: bajó del sillón morado, soltando la mano de su hermana. Quería revisar si ese era realmente el expediente de la universidad Penn o si era el de su familia.
—Quiero… ver… a… mami…—dijo Karen entre sollozos, mientras caminaba detrás de su hermano, apretando su muñeca rosada. Kenny llegó a la silla y abrió la carpeta, pero al ver lo que había dentro dejó escapar una exclamación de fastidio: ¡Fotografías! ¡Solo había eso, fotografías del ridículo trabajador social! Arrojó la carpeta de vuelta a la silla.
Maldita Penn State y maldito señor Adams…
Espera, ¿qué dice ese papel? Vio en el escritorio una lista de niños y la dirección de una casa hogar. ¿Greelay?
El sonido de Kevin arrojando uno de los juegos de mesa a la pared lo devolvió a la realidad, especialmente porque casi le daba en la cabeza. Ya le estaba reclamando (con las groserías enmudecidas por su capucha) cuando reparó en un detalle: Karen ya no estaba en la habitación.
— ¿Karen? —preguntó Kenny, y al escucharlo Kevin pareció también reaccionar.
Ambos miraron a la puerta: estaba abierta. El trabajador social la había cerrado, la niña tenía que haber salido por allí.
— ¡Oh, mierda!
Los dos salieron corriendo a buscarla. No sabían si el señor Adams o algún otro trabajador social ya se habían dado cuenta de que no estaban en el cuarto blando, pero no podían meterse en más problemas. Después de llegar al área de archivo se desviaron hacia la derecha, sin saber lo que iban a encontrar. Allí, a tan solo unos metros, estaba Karen, pero lo que vieron los dejó estáticos: la niña acababa de trepar por una ventana que daba al exterior y las escaleras de emergencia.
— ¡Karen! —gritó Kevin esta vez, pero ella comenzó a correr, creyendo que los policías iban por ella. Quería irse de allí, quería buscar a su mamá, quería regresar a su casa. Atravesó rápidamente los primeros escalones, sin soltar la muñeca, mientras los hermanos saltaban a la ventana.
— ¡Karen, espera!
No escuchó a su hermano mayor y bajó más aprisa por los escalones. Los dos hermanos corrieron, tratando de detenerla: estaban en el tercer piso y una caída desde ese nivel era muy peligrosa. Pero ella no se detenía, aun cuando a veces estaba a punto de resbalar. Las escaleras eran demasiado frágiles y a cada paso o salto de los hermanos estas vibraban. Ya habían llegado a la mitad del segundo piso cuando Kevin saltó para atrapar a su hermana, logrando por fin detenerla.
— ¡Te tengo! —gritó mientras los dos caían al descansillo de la escalera, pero con la fuerza del impacto se escuchó como la estructura crujió mientras el nivel cedió bruscamente y toda esa parte se desprendió de la pared.
Los dos alcanzaron a sostenerse de las barandas, pero Kenny estaba todavía corriendo hacia ellos y no tuvo esa suerte: escuchó los gritos de sus hermanos, especialmente Karen, pero ya había resbalado de los escalones y no podía detenerse: continuó cayendo, golpeándose contra el metal, hasta que rodó por los barandales que se habían desviado formando una rampa mortal y la caída se hizo más prolongada e impactó contra el asfalto.
El mundo dio una vuelta más, mientras la sangre manaba de su cabeza y sus heridas. Sintió nauseas, y no podía moverse. Cada fibra de su cuerpo dolía. No podía ver bien.
— ¡KENNY! —alcanzó a escuchar el grito de su hermana.
Quiso llorar por su mala suerte. Lo único bueno es que al menos no escuchaba otro "¡oh, Dios mío, mataron a Kenny!". Para Kenny, cada instante de la vida era un paso hacia la muerte.
Por primera vez agradeció que alguien no pudiera recordar como moría, pensando en su hermana. En cuanto despertara, iba a salir de su cama y llegar a Greeley, si es que allí la llevaban. Alcanzó a preguntarse si iría primero con Kyle para pedir ayuda, antes de que volviera a escapar el aire y volviera a sentir como se desprendía de su propio cuerpo.
A lo lejos sonaron las campanadas de un reloj de iglesia, dando la medianoche. Entonces dejó de sentir, y supo que ya no estaba vivo.
Para la mañana siguiente ya todos sabían que Carol y Stuart habían sido arrestados, y más aún, que Kenny con sus hermanos habían sido enviados a una casa hogar en otro pueblo de Colorado. Se había convertido en el tema del día, especialmente en la escuela.
— ¿Oíste algo más de lo que pasó? —preguntó Stan mientras se acercaba a Kyle, quien estaba metiendo un libro a su casillero.
—Amigo, no creo que Kenny regrese. —Kyle continuó—Mi papá dijo que los servicios de protección infantil son serios.
La noche anterior le había preguntado a Gerald, y él le había explicado que lo más probable fuera que lo enviaran a otro pueblo, desde donde no podría regresar.
—No podemos dejar que se lleven a Kenny—Stan apretó los puños— ¡Tiene que haber algo que podamos hacer!
Kyle estaba de acuerdo. Habían sido amigos de Kenny desde el preescolar, los cuatro habían estado juntos desde siempre, casi como un matrimonio: en las buenas y en las malas. Ese no podía ser el fin. Pero antes de que idearan un plan llegó Cartman, hablando de su estúpida idea de buscar al nuevo chico más pobre de la escuela. Kyle lo recriminó como siempre pero a partir de ese momento ya nadie se ocupó del tema de cómo traer de vuelta a su amigo y nadie supo lo que realmente había pasado después de que se apagaron las cámaras.
Quizá, las cosas habrían sido distintas si Kenny hubiera despertado en su casa. O si simplemente no hubiera resbalado por la barandilla.
¿Has escuchado hablar del efecto mariposa?
Si Karen no hubiera intentado escapar, todo se habría resuelto por su propio curso. Pero esa noche, Carol estaba en el lugar y momento equivocado.
Nadie supo donde despertó Kenny. Y él mismo se llevó una sorpresa muy grande. Más cuando no murió esa semana. Ni la siguiente. Ni por otros siete años.
