Des pétales de roses 2/30
4. El infierno son los demás.
Si alguien (del mundo humano y tal vez no tanto) viera a Mii-chan de lejos, pensaría que está un poco grande para jugar con muñecas. Por lo que Kanaria sabe, es una mujer que ha tenido esposo e hija.
Padre seguramente esperaba que sus Vírgenes fueran Guías Espirituales de niños por debajo de los 38 años de edad, preferentemente.
-¡Oh, Pequeña Kana! ¿Te has probado el Sueño de una Noche de Verano que he terminado de diseñar?-Suspira la ya no tan joven Mii, con la boca contra la cortina del pequeño probador que diseñó para ella.
Kanaria se mira en el espejo y se alisa la falda: los bordados amarillos son pequeños patos nadando en un globo rojo. Sabe lo que pasará cuando salga.
-¡Muéstrame cómo está tu nuevo traje de batalla, Kana!-Y chillidos, dientes afilados, la mejilla que se frota insistentemente contra su rostro.
26. No hay nada tan pequeño que no pueda estallar fuera de proporción.
Una de las cosas que Tomoe nunca logró comprender (pero que sin embargo, aceptó de buen talante) es cómo puede ser que Jun no consiga acoplarse a la situación que se le presenta, de la misma forma en que el cuerpo humano (o de cerámica bien pulida) lo hace con un traje confeccionado a medida.
Ya en las clases de kendo, con su bata y espalda recta, cinco segundos sin respirar hasta templarse. Pero el problema de Jun es que no se deja absorber. Cree que es masificarse y de todos modos, que él mismo es un objeto defectuoso.
Tomoe no le comprende, porque supone todo resultado positivo una recompensa al esfuerzo.
El hombre a su lado en la cama matrimonial, podría ser llamado un perezoso, pero ella sabe que son sólo apariencias, incorrectas de todos modos.
