¡Hola! Aquí onee-chan con una nueva historia y mi segundo Sasusaku.

El sábado cuando llegué del trabajo me puse a ver la televisión y pasaron una película que es de hace un par de años, pero nunca la había visto. ¡Y la encontré perfecta para esta pareja! Así que me decidí hacer una adaptación de ella, porque la verdad apenas la vi me imaginé a nuestra parejita del emo vengador reformado y Sakura :) Y el final aplicado hacia ellos me pareció perfecto, jejeje. No se los digo para no arruinar la historia.

En fin, ojalá les guste y que sirva un poco para tolerar los sucesos del Gaiden que a casi todos nos tiene con una úlcera en el estómago. ¡Pero no se desespere,n mis amigos! ¡El Sasusaku no es para débiles! ¡Sarada-chan es hija de Sasusaku! Y Kishi solo está jugando con nosotros...


Bueno, ya los dejo leer tranquilos.

Habrá un poco de OoC, pero trataré que sea lo menos posible :P También cambiaré algunas cosas para que se amolde con el mundillo de Naruto.


Naruto y sus personajes no me pertenecen... en el Tsukuyomi Infinito, tal vez sí:D

La historia es una adaptación de la película "Obsesionada"


CAPITULO 1: FAMILIA UCHIHA

Los enormes edificios y el concurrido centro de Konoha iban quedando atrás a medida que el elegante jeep de color azul se deslizaba por la autopista SS7.

El conductor alternaba la vista entre la autopista, el retrovisor y las dos personas que viajaban con él; una de ellas iba dormida en el asiento trasero y la otra miraba felizmente a través de la ventana del copiloto.

Treinta minutos después, el jeep llegó hasta un área ubicada a las afueras de Konoha, una zona residencial de enormes casas que competían entre ellas para ver cuál era la más hermosa y cual tenía el jardín mejor cuidado.

Un lugar exclusivo, de ambiente sereno y amplias calles, en donde los niños podían jugar y montar en bicicleta tranquilamente.

El vehículo avanzó por las calles hasta llegar a una gran casa de dos pisos, de fachada color ocre, pilares blancos y techo color grafito. Tenía un amplio jardín delantero y estaba separada de las casas vecinas por varios arbustos de coloridas flores.

Una vez que el motor se apagó, las puertas del jeep se abrieron y de su interior bajó un matrimonio joven. Él tenía el cabello y los ojos negros; ella, una hermosa cabellera rosa y unos brillantes ojos verdes.

La mujer caminó por el jardín y recorrió la fachada de la casa con una gran sonrisa, mientras que el pelinegro rodeó el jeep para abrir la puerta trasera y meter medio cuerpo dentro.

Unos segundos después, tenía en sus brazos a una bebé de un año y dos meses que dormía plácidamente.

El pelinegro dio un vistazo a su alrededor y pudo ver a varias personas que se detenían a verlos sin disimilar en lo más mínimo. Al parecer su llegada había causado sensación.

Dio un suspiro de fastidio, los vecinos curiosos estaban en todas partes.

En eso volteó a ver a su esposa, quien trataba de quitar el letrero de "en venta" clavado sobre el césped.

—Sakura, deja eso. Pesa mucho y está muy profundo. —dijo acercándose a ella. —Toma a Sarada y yo lo haré… —pero tuvo que interrumpirse al ver que ella ya lo había removido.

—¿Eh? ¿Dijiste algo?

—No. —el pelinegro soltó otro suspiro. Las demostraciones de fuerza de su esposa no dejaban de sorprenderlo e incluso, algunas veces, lo asustaban.

—¡La familia Uchiha ha llegado! —exclamó Sakura con una gran sonrisa.

Ella entonces arrojó el letrero y caminó hasta su esposo para abrazarse a él.

—Estamos en casa. —le dijo con una ternura.

Él solo asintió y ella sonrió otra vez. Sabía que esposo no era el más efusivo de los hombres, especialmente estando en público, pero lo conocía bien y no necesitaba de palabras para entender lo que pensaba o sentía.

—No nos quedemos aquí afuera. —dijo él y rodeando la cintura de Sakura con un brazo, los tres entraron a la vivienda.

- o -

Sakura recorría el primer piso de su nueva casa, sujetándose la barbilla e imaginando la decoración y la manera de organizar todo.

¡La casa era enorme! ¿En qué ocuparían todo ese espacio?

Sasuke la observaba sentado en el suelo y recargado contra la pared. A su lado, Sarada dormía tranquilamente en su cochecito.

Después de un rato el pelinegro se levantó y también comenzó a circular alrededor de la casa.

Al salir al jardín trasero se quedó un momento observando un pequeño huerto en donde crecían unos pequeños tomates. Se preguntó cuanto tiempo durarían con Sarada, pues ella ya caminaba y le gustaba tomar y arrancar cualquier cosa que se cruzara en su camino.

Cuando regreso al interior de la casa, su esposa ya no estaba.

—Sakura, ¿dónde estás? —preguntó.

—Aquí arriba. —respondió ella.

Él subió al segundo piso y vio a Sakura abrir una puerta que daba a una pequeña escalera hacia el ático.

Una vez que entró, vio a la pelirrosa equilibrándose sobre un tablón viejo para tratar de acercarse a la única ventana que había.

El pelinegro dio un vistazo alrededor y se fijó en el piso que también era de madera y se veía muy inestable. Frunció el ceño y de inmediato se acercó a ella para tomarla del brazo.

—No pises ahí. —le advirtió, atrayéndola hacia él. —Parecen a punto de romperse. —le dijo, bajando la vista hacia los tablones.

Era peligroso seguir ahí, así que los dos salieron del lugar. Ya luego se encargarían de repararlo para poder utilizar ese espacio.

El segundo piso tenía un curioso pasillo que cruzaba directamente sobre la sala del piso inferior, como si fuera un puente. Desde ahí pudieron ver a Sarada, quien seguía durmiendo tranquilamente.

El matrimonio entonces comenzó a revisar las habitaciones una por una hasta que llegaron a la habitación principal.

—Definitivamente eso se irá. —sentenció Sakura mirando hacia el techo.

El pelinegro no entendió hasta que levantó la vista también.

—Oh. —dijo él y luego permaneció en silencio por unos instantes. —¿Por qué quieres quitarlo?

Ella lo miró con una ceja alzada.

—¿Es en serio? Es un espejo en el techo. —señaló.

Sasuke también alzó una ceja. Al parecer no le veía el problema.

—¿Y?

—¿Cómo que "y"? ¡No tendremos un espejo en el techo! Es muy pervertido y parece algo de motel barato.

Ella hizo una mueca, se cruzó de brazos de forma berrinchuda y caminó hasta la ventana.

Sasuke esbozó una media sonrisa y se acercó a ella.

—Pero tú te verías muy bien ahí. —le susurró al oído mientras la abrazaba por la espalda.

La cara de Sakura enrojeció, su corazón se aceleró y le temblaron las piernas. Ese hombre siempre le causaba ese tipo de reacciones, como si aun fuera esa chiquilla que se avergonzaba cada vez que lo veía pasar frente a ella.

El pelinegro la giró con cuidado y la levantó por la barbilla, admirando su rostro. Le gustaba ver el color carmín en sus mejillas y la manera en que sus ojos brillaban con cientos de destellos verdes.

Lentamente se acercó y depositó sus labios contra los de ella. Sakura se puso de puntitas para rodearle el cuello con los brazos y profundizó el beso. Aunque a los segundos después rompió el contacto y sacudió la cabeza.

—No, no. Tienes que ir a trabajar. —dijo ella alejándose, pues si seguían así el Uchiha se atrasaría. Y mucho.

—Ya avisé que llegaría tarde hoy. —respondió, acercándose a ella lentamente.

—¿Y la mudanza? —Sakura lo esquivó otra vez, tratando de no prestarle atención al brillo juguetón de aquellos ojos negros.

—Llegaran en una hora cuando menos.

Sakura veía perdida la batalla.

—¿Y…Sarada?

—¿Qué hay con ella? Estará bien, duerme como un oso igual que tú.

Ella frunció un poco el ceño ante aquel comentario.

—Y después podemos quitar el espejo. —agregó él.

Sakura sonrió y negó con la cabeza.

—Eres muy pervertido Sasuke-kun. —dijo ella con voz juguetona. —Dije que ahora no y si intentas hacer algo, gritaré. —lo amenazó divertida.

—Tsk. Eres muy molesta. —el pelinegro se encogió de hombros y agitó su mano. Sakura, como si fuera atraída por un imán, se acercó a él para recibir aquel golpecito en la frente y sonreír después.

- o -

Sasuke había ido por una caja de herramientas al vehículo. Aun le quedaba algo de tiempo antes de ir a la oficina y aprovecharía de hacer algo útil.

Al entrar a la casa se acercó a Sarada para comprobar como estaba. Al ver que seguía dormida, le acarició la cabeza con cariño y luego subió las escaleras.

Apenas abrió la puerta de la habitación, vio a Sakura acostada en el piso con los brazos extendidos, justo bajo el espejo.

El pelinegro soltó un suspiro, dejó la caja de herramientas en el suelo y se recargó en la pared.

—¿Cambiaste de idea?

Ella se sonrojó mientras movía sus manos para ver su reflejo. De pronto el espejo no se le hacía tan mal.

—Te dije que te verías bien en él. —le recordó.

—Tal vez… podríamos dejarlo solo por hoy. —le dijo ella con timidez.

Sasuke la miró fijamente y fue a recostarse a su lado.

La pelirrosa se abrazó a su torso y así permanecieron por varios minutos.

Él tenía los ojos cerrados, pero los abrió lentamente cuando sintió los labios de Sakura sobre los suyos, besándolo con ternura.

Sasuke acarició su cabello y luego profundizó el beso, girando sobre su cuerpo para quedar sobre ella. Al cabo de unos instantes ya bajaba por su cuello, dejando un rastro de besos y sintiendo el aroma de su piel.

No le costó mucho trabajo desabotonar la blusa blanca de su esposa. Ella también le abrió la camisa y le rodeó el cuello con los brazos, besándolo otra vez.

Cuando se separaron, el pelinegro la miró fijamente y Sakura sintió que se perdía en esos ojos negros que tanto amaba; los mismos que había heredado su pequeña hija.

Ella le sonrió y le acarició la mejilla con cariño, sintiendo su corazón latir aceleradamente.

Sasuke se agachó para besarla otra vez y con un ágil movimiento le quitó por completo la blusa. Ya estaba por quitarle el brassier cuando el timbre sonó.

No pasaron ni cinco segundos y el timbre volvió a sonar con insistencia. Demasiada insistencia.

Sasuke frunció el ceño. ¿Quién rayos tocaba de esa manera?

Y para rematar, a los segundos se escuchó el llanto de Sarada. La habían despertado. ¡Diablos!

Maldiciendo entre dientes, se levantó del suelo, se abotonó la camisa y ayudó a Sakura a pararse. Ella se puso la blusa otra vez y se acomodó el cabello revuelto.

Los dos bajaron con prisa las escaleras, Sakura se apuró en ir a cargar a su hija para tranquilizarla y Sasuke fue a abrir la puerta.

—¡Buenos días! —lo saludó enérgicamente un hombre rubio de ojos azules.

—¿Qué haces aquí? —le preguntó en tono serio.

—Vine por ti, ¿no me pediste que te llevara hoy? —le respondió con su típica sonrisa.

El pelinegro frunció un poco el ceño y quiso cerrarle la puerta en la cara.

—Ah, lo sentimos, tal vez es muy temprano. ¿E-estaban ocupados?—se escuchó una suave voz femenina.

Solo en ese momento Sasuke reparó en la mujer que venía detrás del rubio. Tenía el cabello morado oscuro, ojos color perla y cargaba a un pequeño niño casi de la misma edad que su hija.

—¡Cómo crees, Hinata! Si apenas acaban de llegar, no tienen en qué ocuparse todavía. —la corrigió Naruto a lo Sasuke frunció el ceño. —¡Ah, buenos días Sakura-chan! —exclamó, empujando a su amigo para entrar a la casa de una manera muy confianzuda.

Su esposa lo siguió de una forma un poco más tímida, dando una pequeña inclinación de cabeza al pelinegro antes de entrar.

Sakura seguía meciendo a Sarada para calmarla, pero saludó a sus amigos con entusiasmo.

—¿Qué tienes Sarada? ¿Por qué lloras? —preguntó Naruto, acariciando la cabeza de la pequeña.

—Tú y tu escandalosa forma de tocar el timbre la despertaron. —respondió Sasuke con molestia, pues había interrumpido otra cosa más aparte del sueño de su hija.

—No llores, Sarada. —le sonrió Naruto, ignorando a su amigo. —Vamos, Boruto jugará contigo. —y tomó a la pequeña de los brazos de Sakura para dejarla en el suelo.

Luego hizo lo mismo con su hijo y sacó una pelota del interior del bolso de Hinata. Los pequeños sonrieron fascinados cuando el rubio la lanzó lejos y ambos trataron de alcanzarla, recorriendo la estancia con sus adorables pasitos de astronauta.

Hinata y Sakura sonrieron enternecidas y comenzaron a hablar entre ellas sobre la decoración de la casa y otros asuntos.

Naruto se acercó a su amigo y le dio un golpe en la espalda, apurándolo para que terminara de alistarse.

—No recuerdo haberte pedido que vinieras por mí. —le dijo Sasuke.

—¿Huh? Pero si vine en tu auto, recuerda que lo dejaste en mi casa. —respondió el rubio. —Además ahora que vivimos cerca, ¿no crees que es lógico que nos vayamos juntos?

Sasuke lo miró confundido y luego frunció el ceño. Había olvidado que hace una semana tenía guardado su auto en la casa de Naruto, pues por el todo el asunto del cambio de casa, solo utilizaba el jeep familiar.

El pelinegro cerró los ojos y permaneció en silencio. Ni modo, tendría que aguantarse a irse con él. Supuso que también tendría que acostumbrarse a sus constantes e inoportunas visitas.

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Media hora después Sakura recibió un llamado de la mudanza disculpándose por un problema con el camión y que no podrían llevar sus cosas hasta el día siguiente.

Ella gruñó molesta por un buen rato, pero a fin de cuentas tuvo que resignarse.

Sasuke también se molestó, pues arruinaba todos sus planes perfectamente organizados. Además, ¿en dónde dormirían? En el jeep habían cargado alguna ropa de cama y sacos de dormir, pero eso no sonaba muy cómodo. ¿Y en dónde prepararían la cena? Aun así, él también se resignó. No había nada más por hacer que insultarlos mentalmente y con eso no ganaría nada. Además ya se les hacía tarde para ir a trabajar.

Hinata se quedó en casa de los Uchiha para ayudar a Sakura a acomodar las escasas pertenencias que tenían y armar las improvisadas camas, mientras que los bebés ya se habían dormido sobre un par de cojines.

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Sasuke conducía su auto deportivo gris, mientras que Naruto, desde el asiento del copiloto, parloteaba sobre lo genial que sería ahora que eran vecinos y que tenía que hacer una fiesta de bienvenida e invitar a todos.

—¿Por qué debería hacerlo? —cuestionó. —Tú no hiciste ninguna fiesta.

—No fue lo mismo. —se quejó el rubio. —Hinata creció ahí. Ya todos la conocían así que nuestra llegada no fue gran cosa.

El padre de Hinata le había heredado esa casa poco antes de morir, haciéndole prometer a su hija que regresaría a vivir ahí cuando tuviera familia algún día.

Casi medio año después de su matrimonio con Naruto, la pareja decidió instalarse en aquella casa, pues Hinata ya estaba embarazada y esa zona era muy tranquila y mucho más apropiada para la crianza de un bebé.

Y aunque los vecinos eran amables y buenas personas, no había muchas parejas jóvenes como ellos con quienes pudieran compartir. Fue por eso que el rubio se alegró en demasía cuando casi un año después, sus dos mejores amigos tuvieron el mismo pensamiento y se decidieron a comprar algo en aquella zona.

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Casi cuarenta minutos después y una vez que Naruto terminó de organizar la fiesta de bienvenida al vecindario, los dos jóvenes bajaron del automóvil gris.

—Tu lugar de estacionamiento es mejor que el mío. —se quejó Naruto, pero su amigo lo ignoró.

Ambos subieron las escaleras para salir del estacionamiento subterráneo y llegaron a la entrada del enorme edificio "Kishimoto". El lobby estaba repleto como siempre, pues aquella construcción se encontraba en pleno centro de Konoha y albergaba a algunas de las compañías más importantes del País de Fuego.

Naruto y Sasuke caminaban tranquilamente por el pasillo principal del lobby hasta los elevadores; el primero comía una rosquilla que compró en un carrito y el segundo leía el periódico.

Cuando las puertas del elevador se abrieron, tuvieron que soportar el sentirse empujados como ganado por la avalancha de gente que luchaba por entrar en el.

El calor del interior era sofocante y casi nadie podía moverse.

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Los dos chicos se bajaron en el penúltimo piso, correspondiente al número veinte. Este piso y el número veintiuno pertenecían a la compañía Raikiri; una importante firma de inversiones, asesorías y seguros financieros.

Sasuke se encontró con su asistente en el pasillo, así que le entregó su maletín y partió de inmediato hasta la sala de juntas.

Al entrar a la habitación se soprendió al ver que el presidente de la compañía ya lo esperaba. Eso era extraño, pues generalmente ese hombre de cabello color plata y expresión relajada era el último en llegar.

—Buenos días. —lo saludó él desde la cabecera. —Creí que llegarías un poco más tarde. ¿Todo bien con la mudanza?

—Hubo un problema y no podrán ir hasta mañana. —respondió el pelinegro sentándose en la silla de la otra cabecera.

—Cielos, Sakura debió haber quedado encantada por eso. —bromeó el hombre rascándose la nuca.

El azabache solo suspiró y cerró los ojos.

En eso Naruto también entró en la oficina y se sentó a un costado de su amigo.

—Bien, ya estamos todos. —comenzó, revisando unos papeles. —Primero, ¿cómo van las cosas con nuestro amigo del País del Viento? No habíamos podido contactarlo últimamente.

—¡Ya lo hicimos! Costó un poco, pero Sasuke logró hablar con él hace dos días. —respondió Naruto, entusiasmado.

—Como lo esperaba de nuestro vicepresidente ejecutivo. —sonrió Kakashi. —¿Y bien? ¿Hay novedades?

—Nuestra propuesta inicial no lo convenció. No le agrada la forma en como el mercado está girando y cree que los porcentajes de renta del País del Fuego no son muy confiables. —respondió Sasuke revisando un papel. —Cree que los fondos de cobertura que ofrecemos podrían ser insuficientes y que las compañías extranjeras solo manejan rangos de alto riesgo.

—¿Y crees que tiene razón?

—No, pero esa idea se está haciendo muy popular en ciertos países, incluyendo al País del Viento. —el pelinegro puso los codos sobre la mesa y cruzó las manos, recargando la barbilla sobre ellas.

—La economía al fin se estableció. No hay por qué preocuparse de eso. —agregó Naruto. —Los porcentajes están aumentando favorablemente, deberían arriesgarse en tomar inversiones con nosotros.

—Supongo que Gaara-kun es algo conservador. —comentó Kakashi anotando algunas cosas.

—Lo sé, pero aún así lo convencí de incursionar con un mínimo capital de inversión de 150 millones en el fondo B. Debo enviarle la propuesta en un par de días.

Kakashi lo miró fijamente y Naruto abrió los ojos sorprendido, pues no estaba al tanto de lo último.

—¿Qué? ¿150 millones! ¡Ni siquiera sé cuanto es eso! —exclamó el rubio, algo mareado y contando con sus dedos. —¿En serio Gaara tiene tanto dinero?

Sasuke solo se encogió de hombros, como si fuera obvio.

—Impresionante. —sonrió el peligris. —Naruto, quiero que le des todo el apoyo a Sasuke en esto. Ese contrato es importante, tenemos que convencer a Gaara-kun que somos una buena opción para él.

—¡Claro! ¡Bien! Cuando Gaara venga saldremos con él y lo llevaremos a pasear por la ciudad. —dijo con una gran sonrisa, levantando un puño.

—Ehh…no me refería a eso. —lo corrigió su jefe.

Pero Naruto ya se había perdido en sus fantasías. Él solo lo había visto una vez, pero le pareció un buen sujeto, algo callado e inexpresivo, pero agradable.

Tal vez los tres podrían ser grandes amigos.

Kakashi entonces dio por finalizado el asunto de Gaara y tras discutir otros temas, les encargó a sus subordinados que tuvieran paciencia con los internos recién llegados y luego la reunión matutina se terminó.

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—¿No te irás? —preguntó Sasuke a Naruto, pues ya era la hora de salida y el rubio seguía en su oficina.

—Aun no, Kakashi me pidió este informe y ya casi acabo con él. —respondió el rubio. —Pero no te preocupes que Shikamaru me llevará hasta mi casa.

El pelinegro asintió y se despidió de su amigo.

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Ya casi atardecía cuando Sasuke llegó a su casa. Se había demorado pues había pasado a la tienda a comprar algunas cosas.

Como no encontró a nadie en la sala, subió hasta el segundo piso. Le llamó la atención ver la puerta de la habitación de Sarada abierta así que supuso su familia estaría ahí.

Al entrar se encontró a la pequeña durmiendo plácidamente sobre un futón que muy probablemente, Hinata les había prestado.

El azabache se quitó el saco y la corbata y luego se agachó frente a ella para acariciarle la cabeza con cariño. Justo en ese momento Sakura entró en el cuarto. Acababa de salir de la ducha, pues tenía el cabello húmedo y solo llevaba una toalla.

—Ah, bienvenido. —lo saludó ella con un casto beso y luego se abrazó a su torso.

—¿Todo bien? —le preguntó él una vez se separaron.

—Sí, Hinata se fue hace poco más de una hora y Sarada acaba de dormirse.

—Ya veo.

La pelirrosa se agachó para contemplar a la pequeña y luego fue hasta su habitación para secarse y vestirse.

Sasuke se quedó vigilando a su hija, admirando su carita infantil y su suave respiración.

Al cabo de un rato el pelinegro se levantó y fue hasta su habitación, Sakura estaba en el baño terminando de peinar su cabello.

Él la recorrió con la vista, estaba usando una de sus camisas. Le quedaba muy holgada, pero aun así se veía muy sexy, sin mencionar que dejaba totalmente al descubierto sus blancas piernas.

Ella se sintió observaba y volteó a ver a su esposo recargado contra el marco de una ventana, en medio de los bolsos regados en el suelo.

—¿Cómo estuvo tu día? —le preguntó, dejando el cepillo sobre la repisa del baño.

—Estresante. —respondió él. —Hay un grupo de estudiantes que solo causan problemas. No saben hacer nada.

—No seas así. —lo regañó ella mientras doblaba las mangas de la camisa que usaba. —Tú también fuiste interno alguna vez, ¿no?

—No es lo mismo. —rebatió mirándola fijamente. Él no era un tonto como esos chicos, sabía muy bien cómo hacer las cosas así que no necesitaba la ayuda de los demás.

—Sí, sí. —le dijo ella con una sonrisa, él solo frunció el ceño. ¿Se estaba burlando de él? —¿Tienes hambre? —le preguntó.

—No. —respondió berrinchudo.

Sakura volvió a sonreír y se acercó a su esposo.

—¿De verdad? —volvió a preguntarle, mientras tocaba su cara. Sasuke abrió los ojos y se encontró con los brillantes ojos verdes de Sakura. —Podemos pedir algo delicioso. ¿Qué quieres comer?

Pero Sasuke ya no le prestaba atención a sus palabras, solo veía sus labios rosados moverse y sintió su corazón acelerarse.

Ella había sido la única mujer que le provocaba aquellas reacciones, aun cuando en su exterior apenas y lo demostraba.

Sakura era tan dulce, amable y atenta, siempre con una sonrisa en el rostro y aunque a veces era algo temperamental, su sola presencia irradiaba una luz cálida que envolvía a todos los que la rodeaban. A veces se preguntaba como fue que terminaron juntos siendo que eran tan distintos. Él siempre fue distante, arrogante y frío con los demás, y aún así ella poco a poco fue derritiendo esa coraza de hielo que llevaba puesta.

—Vamos, llamaré a ese restaurant de comida tailandesa. —agregó ella, soltándolo, pero no alcanzó a dar dos pasos cuando Sasuke la tomó de la muñeca.

—Después. —dijo tirándola hacia él.

Y Sakura supo que la comida tendría que esperar.

El pelinegro le tomó la cara con ambas manos y la besó apasionadamente.

Ella se estremeció cuando sintió los labios de su esposo bajando por su cuello, mientras sus manos abrían cuidadosamente los botones de su camisa.

La pelirrosa respiraba agitadamente y sentía su corazón a punto de estallar. Ella se colgó de su cuello y los dos retrocedieron juntos hasta que chocaron con la improvisada cama, ubicada convenientemente bajo el espejo, cayendo sobre ella.

Sasuke se recargó en un brazo para poder mirar a Sakura, le acomodó el cabello tras la oreja y se inclinó para besarla nuevamente, pero cuando las cosas se ponían más interesantes, el timbre sonó otra vez.

Una, dos, tres veces más. Era demasiado molesto.

El Uchiha se separó de Sakura y se dejó caer de espaldas con los brazos extendidos y una clara expresión de fastidio.

Sakura sonrió divertida al verlo, pero se levantó de prisa, acomodándose la camisa otra vez, se puso unos shorts y bajó las escaleras.

—¡Hola, Sakura-chan! ¡Trajimos la cena! —exclamó Naruto una vez que su amiga abrió la puerta.

Ella lo miró confundida por un momento, pero casi enseguida su estómago gruñó, recordándole que tenía hambre.

—Como aún no tienen las cosas de la casa, quisimos invitarlos a cenar afuera. —dijo el rubio con una sonrisa contagiosa. —Pero después pensé que siendo su primera noche aquí, lo mejor sería cenar en casa.

—Esperamos no molestar. —agregó Hinata con su suave voz. Boruto entre sus brazos le tocaba la mejilla. —Le dije a Naruto que debíamos llamar primero.

—No te preocupes Hinata. —sonrió Sakura. Aunque los habían interrumpido en algo importante, no podía negar que estaba hambrienta y ese fue un lindo gesto de sus amigos.

—¡Te lo dije! —exclamó Naruto.

Un par de minutos después, Sasuke bajaba las escaleras con pasos lentos y cargando a Sarada que dormía entre sus brazos. Se veía algo molesto y su mirada parecía querer atravesar la inoportuna cabeza de Naruto.

—¿Qué tienes? —le preguntó su amigo con su mejor cara al ver que lo pasó de largo.

Sasuke volteó a verlo con molestia infinita y el rubio tuvo la impresión de que sus ojos se volvieron rojos. ¿Qué le pasaba? ¿Acaso tan hambriento estaba? Pobrecito.

—Tranquilo, aquí trajimos comida. —dijo dándole un fuerte golpe en la espalda.

El pelinegro lo miró con una gotita cayendo por su cabeza, pero a fin de cuentas terminó sentándose junto a la improvisada mesa hecha de cajas. Y aunque su cara de fastidio duró un buen rato, al final se calmó y disfrutó de un buen momento en compañía de su familia y amigos.

- o -

Una vez que la familia Uzumaki se fue, el pelinegro soltó un gran suspiro y subió hasta su habitación para dormir.

Estaba cansado, sobre todo porque el mini clon de su amigo se entretuvo toda la noche tirándolo de la ropa y cuando sus balbuceos despertaron a Sarada, los dos encontraron muy divertido el intentar treparse sobre él.

Por suerte su hija ya se había dormido y Sakura la estaba arropando en la habitación de al lado.

Cuando la pelirrosa llegó a su cuarto, Sasuke ya estaba acostado. Ella se cambió y se puso su pijama; una polera negra con nubes rojas que también le pertenecía a Sasuke, pero que ella le había arrebatado.

Al acostarse se vio a si misma en el espejo y se puso de lado para dormirse, pero apenas cerró los ojos un brazo pasó por encima de ella.

Sasuke la atrajo hacia el y la abrazó con fuerza, sintiendo el aroma de su cabello y la calidez de su cuerpo.

Ella volteó lentamente para quedar frente a su esposo y sintió que se derretía al ver sus brillantes ojos negros y el casi imperceptible sonrojo en sus mejillas.

La muchacha le acomodó los mechones negros que cubrían su cara y juntó su frente con la de él. Luego bajó la mano hasta el torso desnudo de su esposo.

Ella soltó una risita nerviosa al sentir su corazón acelerado. Le gustaba saber que ella también le provocaba ese tipo de sensaciones y que nadie más en el mundo conocía ese lado suyo.

—¿Qué es tan gracioso? —le preguntó él.

—Nada. —respondió ella con una sonrisa.

—La gente no ríe por nada. —rebatió. —¿En qué estás…? —pero no pudo continuar su frase pues Sakura lo silencio con un beso.

El pelinegro la rodeó por la cintura y acarició su espalda con suavidad. Unos instantes después giró su cuerpo para quedar sobre ella y se recargó sobre sus manos para no aplastarla. El cabello negro le cubría parte de los ojos dándole un aspecto aun más sexy y peligroso.

—Sakura… —susurró con voz grave.

Iba a agacharse para besarla otra vez, cuando un fuerte llanto se escuchó desde la otra habitación.

"¡¿Qué?!" exclamó el pelinegro en su interior.

Se dejó caer sobre su esposa, ocultando la cara entre su cuello y con los brazos extendidos en señal de total rendición.

Sakura le acarició la cabeza con cariño y luego se levantó para ir a ver a su hija que lloraba desconsolada.

Una vez solo el Uchiha giró para quedar de espalda y pudo ver su reflejo en el techo.

Sonrió burlonamente y luego frunció el ceño.

¡¿Cuándo podría estrenar el condenado espejo?!


Bueno, este capítulo fue solo para la presentación de la familia Uchiha así que no tiene mucha "acción" que digamos. En el próximo comienza la trama :P

Pobre Sasuke, lo interrumpían a cada rato XD jajaja. Debo decir que me sentía algo nerviosa escribiendo a Sasuke tan... eeh, ¿amoroso? Bah! ustedes me entienden :P

Ojalá les haya gustado.

Nos leemos pronto.

Matta ;)