The Jungle Movie: La Película de la selva
Era sábado de vacaciones. No había pasado mucho desde el incidente en Industrias Futuro pero parecía que ya todos lo habían olvidado, claro, a excepción de dos rubios: Arnold y Helga. Estos dos, en cualquier lugar, no dejaba de pensar sobre lo que pasó con Voz Ronca y con la declaración de Helga. Obviamente que nadie sabía, ni siquiera sus mejores amigos que insistían. Arnold trataba de hacerse a la idea de que nada había pasado y de que todo lo que Helga había expresado era la "tensión del momento". Helga por su lado se había arrepentido esa misma noche".
"-Te odio" *¿Lo único que supe decir?*.
Ese día, el Sr. Simmons los había ha citado a todos los del ex-grupo de 4to a una pequeña reunión en su casa.
-Hola niños, pasen. Siéntanse cómodos- expresó contento, esperando a que llegaran todos. Cuando así fue, pidió silencio, se aclaró la garganta y comenzó a hablar-. El director Wartz me ha encomendado una tarea algo "especial" este año, muchachos- Helga rodeó los ojos, realmente no extrañaba eso de la escuela-. Es un concurso de escritura, todos puede participar. El premio al número es una excursión grupal a… ¡Cualquier lugar del mundo! Claro, todo esto con el fin de fomentar que los alumnos escriban y sepan que estas cosas pueden realmente traerles consecuencias positivas en su vida diaria.
La bulla comenzó y Arnold, que estaba distraído como siempre de repente puso muchísima atención a lo que su profesor decía.
-¿A dónde uno quiera?
- Así es, Arnold. Verán niños, las bases son bastante claras y fáciles. Pueden escribir e inscribirse con prácticamente cualquier tipo de literatura, el chiste es que sea un escrito. Somos muy afortunados de que nuestra escuela entrara al concurso. Y más afortunados somos en tenerte a ti, Helga.
- ¿Qué? ¿Yo?- dijo Helga sorprendida y algo avergonzada- está loco Simmons.
- Estoy seguro de que tú podrías ganar el…
- Profesor Simmons, eh… ¿Puede decirnos las fechas y el dónde se tiene que entregar?- interrumpió una chica de rasgos orientales salvando a su mejor amiga.
- Me gusta su entusiasmo, chicos. Pues antes de que terminen las vacaciones Phoebe, veras…
En la cabeza de Arnold todo se silenció. Sus ojos no vacilaron al ver a una rubia de moño rosado del otro lado de la habitación, que miraba al profesor con el ceño fruncido. Sin darse cuenta una frase aterrizó en la mente de Arnold, algo que le revolvió el estómago de momento: "¡¿Qué otra mujer te acosa de día y de noche, y hace altares en los armarios, Y ESCRIBE LIBROS Y LIBROS DE POEMAS EN TU HONOR…?!"
-*No es cierto, eso no es verdad. Dijimos que eso no era verdad, no lo es…*
-¿Arnold?- susurró Gerald a su compañero.
-¿Q-qué?
-¿Por qué miras a Helga de esa manera tan extraña? Asustas, viejo.
-¿Y- yo? ¡No, Gerald!- volvió a susurrar- ¿De qué estás hablando?
-Amigo, parezco pero no soy, te vi.
- No, no es nada, mejor pon atención- después de varios segundos Arnold continuó viendo varias veces de reojo a Helga.
- ¿Qué me ves?- expresó Helga con los labios al darse cuenta de que Arnold la miraba continuamente
- No, no nada- murmuró mientras negaba con la mano.
- ¿Quedó claro?
- Sí, profesor- la mayoría de los niños se levantaron y se dirigieron hacia la puerta de salida y otros tantos hacia el Profesor Simmons para resolver sus dudas.
- ¿Qué quieres ahora, cabezota?- dijo Helga molesta, viendo cómo su amado se acercaba a ella.
- Necesito… necesito tu ayuda Helga – dijo sujetándola de la mano y forzándola a regresar hacia enfrente de él.
Gerald y Phoebe vieron que la situación estaba tensa desde lejos y decidieron sólo anunciarles que se iban juntos, haciendo esto lo más rápido posible y dejando de nuevo solos a la pareja rubia.
- ¿Qué quieres?- repitió Helga molesta
- Acompáñame ¿Sí?- dijo Arnold encaminándola a su casa, tomándola de la mano con falsa resistencia de parte de Helga. Al llegar a la casa de huéspedes Helga se detuvo en el pórtico.
- Ya estamos aquí Helga, entra por favor- más que nada, Helga tenía miedo de que la abuela de Arnold la encontrara y se diera cuenta de que ella había estado en la casa de ellos varias ocasiones atrás.
- N-no entrare a tu casa, cabeza de chorlito. Ya suficiente hice accediendo a venir hasta acá. Lo que me quieras decir dímelo aquí.
- La cosa es…- dijo Arnold. Pero el hecho de que alguien los escuchara le atormentaba- que no puedo. Entonces la tomó jalándola hacia dentro del edificio, cerrando tras ella.- ¡Ya llegué abuelos! Traje una amiga, estaremos arriba- dijo ya a media escalera.
- Está bien, hombrecito- cuando se escuchó que la puerta de arriba se cerró murmuró para sí mismo- chamacos estos, ¿Qué estarán haciendo?
Arriba:
- ¿Qué quieres zopenco? Si es una bobería me la vas a pagar durísimo Arnoldo. No tengo tu tiempo, así que es mejor que…
- Calma Helga, te quería pedir un favor, solamente un favor.
-¿Un favor? ¿Cuál?- dijo con tono de molestia.
- Necesito…- vaciló.
- Habla muchacho, no tengo todo el día.
- Quiero que me ayudes a ganar el concurso de ensayos.
- Ah, eso- dijo Helga sentándose en la cama de Arnold.
- ¿Esperabas otra cosa?- Helga que jugaba con una pequeña pelotita que se encontraba en su bolsillo se sonrojó y rodeó los ojos.
- No… Es solo que era sencillo decirlo, camarón con pelos.
- Pues ni tanto como crees. Es hacer trampas y allá afuera había facilidad con que alguien escuchara.
- ¡Pero qué cuidadoso me saliste hasta para hacer trampas! Pero a todo esto ¿Por qué yo?-continuó la rubia- ¿Qué te hace pensar que soy una persona que se inclina por la poesía? Es decir, yo no hago esas estupideces y ñoñerías. Por lo tanto, no, no puedo ayudarte en ese estúpido plan…- antes de que lo viera venir, Arnold la jaló rápidamente apoyándola en la pared con sus manos sobre los hombros de la chica. La tenía a centímetros de su rostro con cara de sorpresa y alteración.
- ¿Qué te…?- trató de quitar las manos de Arnold pero era más fuerte de lo que ella creía- suéltame, tonto.
- No, Helga. Estuve dejando que me maltrataras por muchos años, te he aguantado tantas cosas y de verdad que lo hago porque quiero, pero realmente ¿No eres capaz de tener empatía por un segundo y hacerme ese mísero favor?
- Arnold…
- No soy tonto, confío en que sabes escribir, eres mi única esperanza. Helga…
- Suéltame que te arrepentirás, cara de mono.
- No me importa- Arnold tomo aire y comenzó a hablar- desde hace tiempo que no me has hablado sobe lo de industrias Futuro ¿Sabes? Y creo que te da miedo tocar el tema.
- ¿Miedo? ¡Fuiste tú el que propuso decir que era la tensión del momento!- dijo Helga enérgica.
- O sea que no era verdad.
-¡Claro que lo era! Por lo tanto, no tengo miedo. ¡Miedo a qué, estúpido!
- Miedo a que te rechace.
Las palabras parecían haber congelado el tiempo en esa habitación, Helga se quedó atónita unos segundos, mirando con incredulidad a Arnold. Después se precipitó a tirar al chico golpeándole las rodillas dejándole en el suelo. Se puso sobre de él, tomándole de una manera en que no podía moverse, lastimándolo.
- Mira, niño de pre-kínder ya me tienes harta…
- Helga… me lastimas.
- ¡Y no es ni la mitad de lo que podría hacerte! Te voy a perdonar lo que acabas de decir, pero no por miedo a que me rechaces. Te perdonaré por el simple hecho de que puedo hacerlo...- dijo apretando aún más al chico- estúpido.- Helga soltó a Arnold y lo levanto de un jalón-. Vaya tu manera de pedir favores.
Masculló la chica saliendo del lugar dando portazos.
- Maldita sea- susurraba para ella misma- es tan idiota-. Repetía tirando a quien se le cruzara enfrente. Entró a su casa de mala gana y subió sin decir una palabra ni notar la presencia de Olga que se hallaba de visita nuevamente.
Se metió a su armario y, frente al enorme altar que se erguía allí sacó su relicario.
-Oh, Arnold ¿Es que realmente te he causado tanto daño para que tu frágil y sensible mente te haya obligado a pronunciar esas tortuosas palabras en mi contra? Dime, amado mío, si es mi fallo que hayas acuchillado mi alma tan cínicamente con tus salvajes y peligrosas palabras. No merezco compasión alguna, querido. Con mis envidiosas frases te he negado la única posibilidad de ganar el concurso que ansiabas desde un inicio. Oh, dime qué castigo merezco, pero no puedo echarme atrás y ayudarte después de lo que ha pasado hoy. Perdóname mi sol, perdóname.
