Un amargo comienzo
- ¡¿Cuál es tu problema?! – Otra vez los mismos gritos.
-¡Mi problema es que ya estoy harta de vivir contigo! – Otra vez las mismas discusiones.
-¡Oh, de verdad! ¿Pues adivina qué? Yo he estado harto desde el momento en comenzó todo esto, no sé que me llevo a pensar que esto funcionaria en primer lugar – Sus ojos, húmedos y rojizos, se clavaron en mi mirada y pude notar como algo se rompía dentro de ella. No, ese algo ya estaba roto desde hace mucho tiempo, solo que ahora ya se había dado cuenta de ello.
-Ah sí… -Dijo con la voz entrecortada, casi como un susurro, mientras intentaba contener las lágrimas. No era una pregunta, más bien, era la realidad que la despertaba del sueño en que había vivido los últimos años - ¡Pues entonces lárgate, lárgate y no vuelvas jamás! – Vocifero con fuerza mientras me lanzaba cualquier cosa que tuviera al alcance.
-¡Bien, me largo! Espero que seas feliz jodiendole la vida a alguien más, porque yo ya no pienso seguir aguantándote – Dije con el tono de voz más neutral e hiriente que pude usar en ese momento, aunque la realidad era que me estaba consumiendo por dentro.
-¡Largo! – Fue lo último que le oí decir antes de cerrar la puerta y escuchar como el jarrón se rompía tras de mí. Al salir pude notar como unas pequeñas lágrimas comenzaban a brotar por mis ojos y seguían su camino hasta llegar al frio suelo, desapareciendo en el olvido.
Las calles estaban frías y desoladas, la nieve cubría cada rincón de la acera y los fuegos relucían calientes en las chimeneas de las casa vecinas. Eran mediados de Diciembre, hacía ya 2 años que todo esto había comenzado. En un principio pensé que iba a funcionar, que si trabajábamos juntos y nos esforzábamos íbamos a poder seguir adelante como lo habíamos hecho muchas otras veces. Mabel había llegado a convertirse en la más valioso de mi vida, mi ser más querido, la persona que más amo en el mundo… Quizás fue por eso que intente con tanto esmero que esto funcionara, pese a que todo se oponía a ello. Me enfrente a mis padres, los cuales nos decían que lo que hacíamos estaba mal y al final, cuando no pudieron convencernos, nos lanzaron a la calle sin ningún tipo de miramientos. "Enfermos" fue lo que susurro mi padre antes de cerrar la puerta y desaparecer de nuestras vidas para siempre. Intentamos buscar refugio en Gravity Falls, aquel lugar que siempre nos había acogido de pequeños y se había llegado a convertir en nuestro segundo hogar. Sin embargo las cosas no salieron como creí. Cuando toque la puerta de la cabaña del misterio el tío Stan salió a recibirnos y, apenas verme, me dio un fuerte puñetazo que me dejo sangrando en el suelo y con un diente roto. El golpe me dejo aturdido, podía escuchar débilmente como Mabel lloraba y le rogaba al tío Stan que nos ayudara, pero este hiso caso omiso a sus suplicas. Aparto a Mabel con una mano y cerró la puerta con un fuerte golpe. Yo aún seguía intentando recomponerme del golpe cuando entendí una cosa importante. Estábamos solos.
Pese a todo eso yo no tenía miedo. Mentiría si dijera que no me preocupe cuando toda nuestra familia y amigos nos habían dado la espalda, todo porque nos amábamos, porque éramos hermanos, porque la sociedad hablaría mal a nuestras espaldas, nos rechazarían y satanizarían. Todo por este hermoso y fuerte sentimiento que nos unía más que a nadie, que nos hacía entendernos y tener la seguridad de que siempre podríamos confiar el uno en el otro. Nada de eso me preocupaba porque tenía a Mabel, y para mí, Mabel era todo lo que necesitaba… Entonces ¿Cómo fue que esto acabo así?
Estuve caminando por la calle unos minutos, el frio me estaba helando todo el cuerpo -¿Por qué no habré cogido mi chaqueta antes de salir? – Pensé en voz baja, aunque en el momento era imposible que pudiera pensar en eso. Seguí divagando de un sentimiento a otro hasta que me topé con un viejo motel de mala muerte. –Hola viejo amigo – Dije con sarcasmo, pues no era la primera vez que me tocaba quedarme en ese lugar… Aunque algo me decía que esta vez tendría que quedarme por una larga temporada.
Entre por la puerta principal y de inmediato me inundo un olor a mugre y suciedad, es curioso como eso me hacía pensar en el pastel que siempre nos preparaba mamá. Apenas me había dado tiempo para sacudirme un poco cuando una mujer morena de unos 40 años se me acerco.
-¿Problemas en el paraíso? – Pregunto con ese tono y expresión de burla que tanto me irritaba.
-No estoy de humor Alice – Conteste con petulancia mientras me terminaba de sacudir inútilmente las gotas de agua que habían empapado mi ropa. – Genial, ahora además de haber sido echado de casa, tengo que lidiar con un posible resfriado.
-No te sulfures chico listo, no hay razones para estar así – Dijo Alice mientras le daba una calada al cigarrillo que tenía en la mano y exhalaba el humo por las fosas nasales.
-¿Ah, sí? ¿Entonces como llamas al tener que venir a un hotel de mala muerte porque una loca maniática se está quedando en tu hogar? – Ella no contesto y se limitó a verme con esa mirada vacía y carente de emoción que tanto la caracteriza.
Desvié la mirada y me abrí paso hasta el recibidor. Al acercarme más pude notar que el escritorio estaba cubierto por una montaña de papeles y revistas viejas, entretenimiento de alguien que al parecer no tenía nada mejor que hacer aparte de ver fotos de modelos en bikini y fantasear con algún día tener un encuentro con alguna de ellas. Llegue al recibidor solo para darme cuenta de que la silla estaba vacía.
-Si buscas a Larry salió a gastar su sueldo en alcohol – Dijo la voz de Alice, la cual se había acercado al recibidor junto conmigo.
-Genial – Vocifere. Metí mi mano en mis bolsillos y saque un manojo de billetes que deje en medio de la pila de papeles. Pase tras el recibidor y cogí una de las llaves que estaban colgadas en una cartelera de madera. Estaba dispuesto a dirigirme a mi habitación cuando las manos de Alice me taparon el paso.
-Espera – Dijo con voz fría - No estarás pensando en irte a dormir así sin más ¿verdad?
-Ya te lo dije, no estoy de humor – Conteste apartando su mano y volviendo a recorrer mi camino. Sin embargo no pude dar ni 2 pasos cuando su voz volvía a resonar por el pasillo, esta vez más fuerte y furiosa.
-Me importa una mierda tu estúpida pelea de enamorados mocoso. Si planeas quedarte aquí tendrás que dar algo más que un patético manojo de billetes mugrientos. Tendrás que hacer que valga la pena dejarte estar una noche aquí – Su cara se había enseriado exponiendo las notables arrugas antes ocultas por su sonrisa. Puede que intente esconder su edad usando ropa ajustada y haciendo dieta de vegetales, pero el peso de los años le está cobrando factura, y no puede hacer nada para remediarlo.
Esta vez fui yo quien la miro a ella con una expresión fría y carente de emoción. Confiaba en que por esta vez me dejara quedarme sin tener que prostituir mi cuerpo como pago, sin embargo mis esperanzas volvieron a verse destrozadas.
-Muy bien – Dije sin más. Sabía que discutir solo me llevaría a tener que dormir en un basurero bajo la nieve. Me guste o no, Alice es la dueña del lugar, y es ella quien decide quién se queda y quién no.
Volvió a componer su sonrisa burlona y se acercó más a mí. Cuando estuvo a solo unos centímetros de mi cara se abalanzo contra mis labios y los succiono como si intentara arrancármelos de la boca. Su beso sabia a cigarro y verduras. Era asqueroso.
-Ahora vamos querido, tenemos una larga noche por delante- Susurro ella a mi oído. Me cogió del brazo y, sin darme tiempo a reaccionar, me llevo hacia una de las puertas que estaban en el largo pasillo.
