Ho ho ho, ¡feliz navidad!... atrasada.

Pequeñas criaturas del bien y el mal, les traigo un regalito atrasado: ¡una nueva historia! Tal vez este primer capítulo parezca apresurado y pues, tal vez también los demás, no lo sé, estoy subiendo esto de manera impulsiva porque ya mañana debo regresar al trabajo y no puedo esperar más para regresar a ustedes y pues... bueno, revísenlo y luego me dicen que les parece ¿sí?

¡Disfruten la lectura!


-¡Ya vienen! ¡Los reyes de Corona ya llegan!-gritó una voz a las puertas del palacio. Elsa y su hermana esperaban al pie de la escalinata, ansiosas por ver después de tanto tiempo a sus tíos.

Apenas descendió la reina Arianna, la princesa corrió emocionada hacia ella, siendo recibida con los brazos abiertos por su tía. Por su parte, la rubia esperó en su lugar con las piernas temblando demasiado como para atreverse a dar siquiera un paso. Y la sensación no mejoró cuando vio bajar del carruaje al rey Frederic, con gesto adusto y los labios apretados; Elsa sabía que su visita no era sólo para reanudar los lazos familiares, y la verdadera razón de su viaje le había quitado el sueño desde que recibiera la carta anunciando su próxima llegada.

-Anna-dijo Elsa una vez en el salón de té, después de compartir un breve refrigerio y una amena charla-¿por qué no llevas a tía Arianna a ver las flores del jardín de mamá?-luego dirigiéndose a la reina, agregó-encontrarás que a pensar de la… amm, helada, de hace un par de años, las rosas siguen igual de hermosas que la última vez que estuvieron por aquí, cuando vinieron a entregar la invitación para la boda de Rapunzel.

La reina de Corona tomó la mano de la menor de sus sobrinas y apretándola suavemente asintió.

-¡Sí!-de un salto la pelirroja se puso en pie-Y tal vez después podamos pasar al solario, creo que te va a encantar.

Apenas se quedaron a solas ambos monarcas, el ambiente se volvió tenso y la temperatura comenzó a descender drásticamente.

-Supongo que no le hablaste sobre el contenido de la carta a tu hermana-Elsa sólo negó con la cabeza-. Haces bien; es bastante sentimental y no creo que sus palabras pudieran serte de ayuda en esta situación. Después de todo, es un asunto delicado. ¿Qué has pensado al respecto?

-Arendelle mantendrá su independencia.

-Estás sola, ¿cómo esperas mantener el bienestar de tus súbditos sino tienes aliados realmente fuertes?

-Bu-bueno-comenzó la chica, retorciéndose las manos con nerviosismo-tal vez si ustedes…

El rey Frederic alzó una mano, haciéndola callar con pesar.

-No Elsa, me temo que eso no puede ser. Las cartas que he recibido de tu consejo son verdaderamente alarmantes y por supuesto todos los reinos cercanos e incluso algunos mucho más allá saben de la amenaza que el ducado de Weselton y sus aliados te han lanzado.

-Pero son sólo eso, amenazas. Yo no creo que…

-¿Has pensado en la propuesta del rey Caleb?

-¿Perdón?-cuestionó la rubia con incredulidad.

-Tal vez deberías aceptarla.

-¡Pero…

-Si no quieres que Corona se anexe el territorio de Arendelle, entonces quizá lo mejor sería que te casara con alguno de los dos…

-Tres-corrigió la reina.

-¿Tres?

Ella asintió con el ceño fruncido.

-Tengo a uno en mi calabozo.

-Ah-respondió el rey impresionado-así que sigue con vida; creí que sus hermanos lo matarían de extenuación en aquella finca familiar que tienen. Como sea, creo que desposar a alguno de los príncipes solteros y buscar la protección de las Islas del Sur es entonces tu mejor opción-tomó su taza de té, ya frío, y bebió un trago que le supo amargo-. Supe que te hicieron una visita hace poco, por cierto.

-Creí que venían a asegurarse de que su hermano estuviera cumpliendo el resto de su sentencia, pero ni siquiera lo mencionaron. Lo único que hicieron fue tratar de demostrar cuál de los dos tenía más tierras y posesiones y aptitudes para ser príncipe consorte-la rubia se cruzó de brazos, molesta ante el recuerdo-eran como un par de hombres de las cavernas tratando de ganar dominio sobre su territorio.

-Sobre una hembra, más bien-Elsa lo miró con horror, a lo que él respondió, visiblemente sonrojado-bueno, eso es… es lo que hacen los Westergaard, normalmente.

La reina guardó silencio un momento, meditabunda y sin poder despegar la vista del suelo alfombrado.

-No había conocido a ningún Westergaard antes. Bueno, salvo por Hans pero él no…

-Él siempre fue diferente-dijo su tío-lo supe cuando lo conocí siendo un niño y lo confirmé cuando asistió con su padre, que en paz descanse, a la cena que hicimos en celebración por el regreso de Rapunzel a casa. Pero la sangre Westergaard es espesa, así que no me extrañó descubrir después la clase de sujeto que había resultado ser. Una pena, siempre creí que de los trece, él era el más capaz. Como sea, la cuestión aquí Elsa, es que tienes dos opciones: o Arendelle pasa a formar parte de Corona, o consigues el respaldo de un reino más fuerte.

-Pe-pero no estoy lista para comenzar una familia. Apenas me case el reino entero empezara a pedir un heredero.

-Es lo normal. Se espera que después de contraer matrimonio, una pareja proveniente de la monarquía tenga descendencia dentro del primer año. Ahí tienes a mi querida Punzie y a su esposo Eugene, son más que felices ahora que tienen a Augustin.

-¡Pero si no quiero casarme, mucho menos tener hijos!

-Lo importante aquí no son los niños Elsa, sino tu reino-elevó la voz lo suficiente para dejar a la joven reina petrificada, antes de ponerse en pie, colocarle una mano suavemente sobre el hombro y suspirar con pesar-te dejaré para que lo pienses un poco más, cariño. Me uniré a tu hermana y tu tía en el jardín y nos veremos en la cena que, estoy seguro, será deliciosa. Partiremos mañana temprano para poder llegar al territorio de Chatho a tiempo para el sepelio de la reina madre del lugar. Pero confío, Elsa-continuó antes de abandonar la sala-en que tomarás una buena decisión. La mejor.

Fueron no menos de quince minutos los que pasó ahí sentada, dándole vueltas una y otra vez al asunto, justo como había hecho desde hacía varias semanas. Su padre se lo había dicho días antes de partir y fallecer: ser líder de un reino era difícil, pero el simple hecho de ser mujer le complicaría dicha tarea de maneras inimaginables. La poca fe que le tenían debido a pertenecer al sexo femenino fue, en efecto, el primer duro golpe que recibió apenas se sentó en el trono. La gente, en especial su consejo, creí que necesitaba un hombre que le ayudara a reinar y por más que había tratado de demostrar que estaban en un error, ahora el ultimátum por parte de Weselton y su tío sólo le complicaba más la situación.

-Si quieren a un hombre sentado a mi lado, así será-se puso de pie, miró sus manos y una pequeña bola de nieve comenzó a formarse-pero me encargaré de dejarle en claro que quien tendrá el mando en todo momento, seré yo.

Pretendía caminar con tranquilidad pero su mente pensaba a una velocidad sorprendente que pronto la hizo acelerar el paso hacia las celdas ubicadas debajo del palacio. El olor a humedad y suciedad la obligó a llevarse una mano a la nariz antes de ordenar al soldado en turno que le indicara la celda del prisionero que buscaba. Se sentía tan decidida, era como si alguna nueva clase de poder le corriera con fuerza por las venas, incluso tuvo que contenerse para evitar mostrar una sonrisa cuando el joven carcelero giró la llave dentro del cerrojo cubierto de sarro. Pero apenas la puerta de la fría y oscura habitación se cerró a sus espaldas, las piernas le volvieron a temblar.

-Su majestad-escuchó esa voz ladina y despreciable-pero que agradable sorpresa. Luce tensa, ¿le gustaría tomar asiento?

Elsa respiró profundo, tratando de serenarse y recobrar el valor. Se plantó en su lugar cruzada de brazos y dijo:

-Príncipe Hans, buenas tardes.

El aludido se levantó del catre en el que descansaba y dio un par de pasos hacia ella. De no ser por el suave tintineo de las cadenas en las muñecas del pelirrojo, ella, en un acto reflejo, hubiera retrocedido de inmediato.

-Buenas tardes, reina Elsa, ¿a qué debo su visita? ¿Será acaso que, aburrida de su nefasta hermana, busca algo de conversación inteligente? ¿O son mis hermanos quienes han venido a asegurarse que no me ha matado de hambre.

La cruel alusión a su hermana aún le daba vueltas en la cabeza cuando la rubia respondió.

-No, nada de eso. Sus hermanos estuvieron aquí hace unas semanas pero no preguntaron siquiera por usted-tal vez fue su imaginación, pero creyó ver un pequeño gesto de aflicción en el rostro del sureño que pronto fue enmascarado con una sonrisa burlona.

-Claro, tan típico de ellos. ¿Entonces su majestad? Si no es una cosa ni otra, tal vez… ¿quiera compartir el catre conmigo? Lamento informarle que ya no estoy en tan buena forma como antes-agregó dando media vuelta y regresando a tomar asiento-pero le apuesto que aún puedo cumplir con sus expectativas.

¿Hans, fuera de forma? Elsa no pudo evitar echar un rápido vistazo a su anatomía, a esos fuertes brazos y a los músculos que asomaban por su camisa medio abierta, aún marcados a causa de los trabajos pesados que había estado llevando a cabo desde que llegara a Arendelle meses atrás. Negó enérgicamente con la cabeza, tratando de encauzar sus pensamientos.

-No, en realidad…-tragó saliva-en realidad tengo una propuesta que hacerle.

-¿Una propuesta?

Sólo entonces el pelirrojo pareció tomar la visita con seriedad, y eso la puso aún más nerviosa.

-Ajá. Yo… necesito su ayuda.

-¿Mi ayuda?

-Bueno, en realidad la de su reino.

-¿De las Islas del Sur?

-Sí. Pero para poder conseguir esa ayuda… primero necesito la suya.

-Bien. La escucho.

-Bueno, antes que nada quiero que sepa que no ha sido una decisión fácil y que a pesar de todo lo mantendré bajo mi fiera vigilancia en caso de que trate…

-Espere, espere-interrumpió Hans de pronto-primero quiero saber, ¿qué voy a tener a cambio? Es decir, ¿por qué tendría que ayudarla? Porque, bueno, ¡no es como que lo esté pasando muy bien aquí en Arendelle!-dijo señalando a su alrededor.

Elsa suspiró y rodó los ojos. Ya lo veía venir.

-Va a ayudarme porque estoy a punto de ofrecerle aquello que tanto desea.

-¿Qué tanto deseo?-ella asintió-¿Habla del equipo necesario para afeitarme?-preguntó tocándose la espesa y descuidada barba-¿O de ropa limpia y decente? ¿O de una cama cómoda? ¿O será acaso los servicios de una prostituta?

Elsa se ruborizó terriblemente y tratando de disimularlo dio media vuelta.

-No estoy para juegos, príncipe Hans.

Él soltó una carcajada.

-Vamos su majestad, usted es una mujer inteligente y sabe que los hombre tenemos necesidades. Me atrevo incluso a especular que usted misma las tiene de vez en cuando, ¿o no? ¿Hay algún caballero que ya esté gozando de los favores de la reina? Porque de no ser así, yo podría…

-¿Le interesa ayudarme o no?-lo interrumpió levantando un poco la voz a la vez que la temperatura comenzaba a descender.

Hans alzo una ceja.

-Depende. ¿Qué dijimos que obtendré a cambio de ayudar?

Infundida por aquel extraño poder que sintiera antes y que sólo entonces reconociera como desesperación, la rubia caminó hacia él y acercando su rostro a sólo centímetros del ojiverde, respondió:

-La corona.


Siendo completamente sincera, esta no es la historia que pensaba subir pero creo que es un poco más fácil de escribir y desarrollar que lo otro en lo que estoy trabajando. Se que de entrada la historia puede leerse muuuuy familiar ya que varias personas han subido fics similares pero les prometo que esto será un poco diferente. Espero. Quien sabe, tal vez después del capítulo cuatro me odien. Ya lo veremos.

Les deseo unas muy felices fiestas, mis mejores deseos para este final de año y el que viene y ¡no olviden dejarme su opinión/crítica constructiva/mensaje de odio en los reviews!

Nos leemos luego, bye bye! ^_-