Saludos a todos los que hayan decidido pasar por aquí, amigos escritores y lectores.

Cierto es que no es mi primera vez en esta página, pero sí es la primera que escribo una historia relacionada con esta serie, mi hermanita la veía a diario y pues…me despertó la inspiración, alejándome del anime sobre el que escribo y por ello es a ella a quien le agradezco. Por otro lado, agradeceré cualquier crítica que deseen hacerme, da igual el tono que decidan emplear, agradeceré sus observaciones de todo corazón. Y demás está decir que la serie Victorious pertenece a Nickelodeon (grandes genios que la cancelaron al terminar la cuarta temporada…habrase visto), incluyendo todos sus personajes, siendo esta historia escrita con el afán de entretener.

Y sin nada más que agregar, los invito a leer. Sean bienvenidos y gracias por la oportunidad.

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−Lo cierto es que puedes comenzar por donde quieras.

−¿Puedo decir que esto es una estupidez?

−Si así quieres comenzar…

−Esto es una estupidez.

−Si es un comienzo para ti, bien por ti.

Y bueno…Dios mío, ¿qué he hecho para merecer esto?

Ah, ya me acordé.

Porque no es lo mismo un orientador que un verdadero especialista en el área, ¿no es así, Lane? Y no sé qué carajos tenía que meterse en mi vida, no es como que buscara trabajo, pero él me encajó éste con calzador y no sé por qué no le dije que no…ah sí, también lo recordé, porque en realidad sí necesitaba el trabajo, a quién quiero engañar. Y según él, este lugar necesitaba uno como yo, uno de esos que no sabía qué hacer y decidió estudiar para escuchar a los demás, como si eso constituyera una verdadera especialidad…pero claro, según él, ya no tenía mucha cobertura en espacios que se les escapaban y todo porque su sentido de la ética era muy diferente del mío. Es decir, claro, desde su posición necesitaba conocer a todos los estudiantes, eso pasaba con los años, se involucraba con ellos, aprendía a conocerlos, aprendía a descubrir sus trabas, sus miedos, sus caídas, fortalezas…pero el conocerlos no te confiere un punto de vista objetivo de las cosas, al menos eso decía él y no estaba muy dispuesto a creerlo, pero algo de razón debía tener. Es decir, seguía siendo un orientador y por lo tanto, tenía más de profesor…es decir, era un pinche profesor, con alguna que otra especialidad añadida, pero era un profesor y el profesor necesita conocer al estudiante si quiere saber llegar a él…y bueno, pasa que de tanto intentar llegar al otro, terminas por alejarte, acaso porque las mismas palabras no siempre ayudan en casos que parecen los mismos, pero en realidad no lo son.

−Además…hay cosas que están alejadas de todo, no es llegar y preguntar por ellas si las imaginas y no sabrás qué hacer –había dicho mi viejo amigo blandiendo uno de sus argumentos, creyendo que con eso me convencería.

−Ah, ¿y qué te hace pensar que yo llegaré allá? –Ladré yo, intentando no negar todo de plano por algo llamado cortesía.

−Que sigue siendo más tu área que la mía…y ya no hablamos tanto de lo académico, ése es mi campo y no el tuyo.

−¿Cuál es mi campo, según tú? –No esperé que Lane me sonriera con indiferencia ante la pregunta.

−No decir nunca nada…y verlo todo –qué mierda de argumento, fue lo primero que pensé, pero… ¿podía estar más en lo cierto?

Que al final necesitaba los dólares y terminé diciendo que sí. Qué suerte que mi amigo (no sé por qué carajos lo llamaba así todavía) era un tipo bien considerado en ese lugar que ya a simple vista parecía de locos. Quiero decir, en mis tiempos nos habrían colgado de los meñiques por siquiera intentar adornar nuestros casilleros y todos estos chicos hacían con ellos lo que les venía en regalada gana. Es decir, algunos con luces, otros con tapas pegadas, no sé qué tipo de figuras brillando… ¿Hazlo brillar? ¿Un casillero transparente? Imaginé ese último con algo de contenido pornográfico…habría sido escabroso, la sola idea me ayudó a sonreír un poco. Es decir, no quería trabajar y tenía que hacerlo, por un lado qué espanto, por otro…bueno, sabía que no sería mucho tiempo, contratado o no.

Y en período de prueba, qué mejor forma de pasar un examen que demostrando de lo que eres capaz. La prueba en sí constituye un caso. Los institutos no son los universos más grandes, deja caer a uno nuevo y no es como que interese, sigue siendo un ser humano, si fuera un dinosaurio quizá giren la cabeza más de cinco segundos, pero si el nuevo no hace demasiado por llamar la atención y sigue siendo un ser humano, ¿qué más podría importar? Además, había ido a parar a una institución que parecía enseñar a todos cómo ser artistas…claro, estaba en Hollywood, ¿qué más podía esperar de este lugar si el mismo nombre hacía referencia a su ubicación?

Y así, como si estuvieran esperando el día de la llegada del pobre incauto o diablo que no tenía nada que perder, me lanzaron de inmediato a una oficina como la de quien me recomendó para el puesto, con la diferencia de que ésta poseía un diván y un escritorio. Al menos se preocupaban del pequeño detalle del diván, como si realmente fuera necesaria la presencia de un tipo como yo, como si yo fuera especial…no lo era, bien podría haber sido cualquier otro, sólo había llegado antes…sólo había llegado y con eso era suficiente. Y que me quedara tranquilo, había dicho el director ni bien había dejado mis escasos efectos personales en el escritorio, que dentro del día comenzaría la prueba y enviarían a los estudiantes…el pobre viejo tuvo que hacer un esfuerzo para no pronunciar la palabra paciente, habría dado para pensar que su institución quizás sí tenía algo de sanatorio mental, no habría necesitado demasiado esfuerzo para confirmarlo o convencerme.

Esperaba que mintiera…o esperaba ser despedido antes del final del día, yo qué sé, pero mientras esperaba de pie, ansioso sin quererlo, mirando por la ventana lo que pudiera ofrecerme una calle transitada, además de autos (¿es demasiado pedir una pelea entre desconocidos?) fue cuando el brusco sonido de la puerta al abrirse me sobresaltó por dentro, aunque ya no soy capaz de demostrarlo. Y como si eso no fuera suficiente como para confirmar que había una presencia en el lugar…

−En serio, ¿a qué idiota se le ocurre pensar que necesito ir al psicólogo?

Y con voltear bastaba para notar que las palabras parecían encajar con su propietaria. Apenas cinco segundos…pero qué claro quedaba que la chica tenía de todo menos paciencia.

−Bueno idiota, ¿vas a quedarte ahí mirando todo el día o terminaremos con esto ahora? –Y no sé por qué, juro que no sé por qué, pero esas palabras me hicieron gracia, aunque reprimí la sonrisa mordaz que moría por esbozar.

−Pues…si quieres darle más razones al idiota que creyó que necesitabas una sesión…puedes irte y no tardará en devolverte aquí.

−Acabemos con esto, ¿sí? –Y sin esperar invitación, se dirigió a la primera silla que vio y sobre ella se dejó caer mientras yo buscaba sus antecedentes en el lote que me habían dejado nada más comenzar el día, identificando al espécimen de la oficina con el de la foto que aparecía en la ficha. Y la foto no decía mucho, más me decía la figura sobre la silla y en cinco minutos, con todos los puntos a la vez…

Primero, el color, todo negro, el mismo negro en la ropa y en el cabello (con unas cuantas mechas verdes) que parecía resaltar el más negro de su maquillaje y lo pálido de su piel, aunque esto podía resaltarlo con más maquillaje, vaya uno a saber. Y así, con todo y lo negro, la presencia de joyas en la forma de anillos, unas pulseras, un colgante…esos aros…un piercing…no hacía falta darle demasiadas vueltas al asunto, gótica y ya, familiarizada con ese estilo sombrío que parece no sólo portar la misma indumentaria, ésta va acorde a la actitud, no había un ceño fruncido, pero sí una expresión rígida, estática, imperturbable, como si quisiera con la misma ausencia de expresión (o intento de ausencia, se notaba mucho que era una pose, notas cuando la indiferencia es algo natural, acaso porque está relacionado más con el autismo) intimidar, porque el silencio en las personas sí que intimida, mucho más que un gesto amenazador. Ella quería dejar bien en claro que nadie sabía qué podía esperar el mundo de ella…si es que su mundo realmente se tomaba la molestia de malgastar el tiempo intentando adivinarle el pensamiento a una pobre mocosa que intentaba intimidar. Porque por mucho que intentara verse mayor, jugaba mi brazo derecho a ganador que no tenía más de veinte años, si acaso con suerte los dieciocho cumplidos y es bien sabido que la mayoría de edad mucho no dice en esta realidad.

Entonces, ¿quién era mi prueba, mi primera paciente en ese lugar? ¿A quién tenía enfrente? Sin mayores análisis, a una gótica con todo lo que eso significa, un verdadero cliché, como para recuperar la fe en la existencia de éstos…al menos cliché hasta cierto punto. Porque los góticos son sombríos, no amenazantes y esta chica no era como una sombra, más bien era como la oscuridad, esa que le gusta jugar con el miedo ajeno, verlo reflejado y saber aprovechar la oportunidad…o en última instancia, con el desconcierto, sólo eso podía explicar su entrada triunfal a través de la puerta sin mayor fórmula de saludo que insultar al hipotético responsable de la desgracia que debía acarrear, la humillación de presentarse ante un psicólogo…quizás Lane tenía razón. Quizás por el solo hecho de ser orientador no se lo tomaban demasiado en serio…quizás porque daba igual lo que dijeran, seguía siendo un profesor.

−Entonces… –miré la ficha con el único ojo útil que me quedaba–, tú eres… Jadelyn West, ¿verdad?

−¿Está ciego o qué? –Gruñó ella, cruzando los brazos y las piernas, mirando hacia cualquier dirección.

−Mucho no me falta –reconocí con indiferencia, mientras me apoyaba en el borde del escritorio, echándole una ojeada a la ficha–. Tienes un interesante expediente, muchacha, muy interesante…

−¿Acaso le importa? –Volvía a mirarme, ya directamente con frialdad, intentando parecer amenazante…y quizás lo lograba.

−A mí no, pero a otros parece importarles lo suficiente como para creer que necesitas asistir a un psicólogo –por primera respuesta, la chica se limitó a soltar un suspiro de fastidio.

−Como si me importara la impresión que otros puedan tener.

−Pues si no te empieza a importar un poco más, terminarás en más instancias como ésta y dudo que lo quieras –miré el reloj y vi que quedaba demasiado como para siquiera pensar que podía dar por terminada la sesión–, y si quieres salir de esto rápido, te sugiero que colabores…es decir, no te pido nada del otro mundo, salvo hablar un poco de ti misma.

−No pienso recostarme en ese ridículo diván a hablar durante una hora de mi vida, eso es algo que a usted no le importa –y si no facilitaba las cosas, se me iría la maldita hora de mi vida intentando convencerla de lo que era necesario–. En primer lugar, ¿por qué tendría que hablarle de mi vida a un desconocido?

−Precisamente porque a ese desconocido no le importa, ¿o qué? ¿Tienes miedo de que pueda usar tus secretos en tu contra?

−Hágalo y le juro que se puede despedir del ojo que le queda.

Y no sé en qué momento apareció ella tan cerca de mí y amenazándome con unas tijeras brillantes como si de un cuchillo se tratara…y bueno, cerca andaba con el tratamiento que le daba a las hojas. Debía de estar muy enfadada o muy loca o ambas para amenazar a alguien que bien podía causar su expulsión (claro que podía, qué poderío) con arrancarle el único ojo que le iba quedando. Pero qué sacaba, de haberlo querido, ella habría actuado, quien amenaza sólo lo hace porque quiere que la supuesta víctima impida su actuar con una súplica o una acción. Al victimario más le gusta el miedo, si realmente quisiera actuar, ni siquiera se molestaría en hablar. Y precisamente porque depende y es adicto o adicta del miedo ajeno es que ella misma sabe que jamás podría concretar ninguna de esas amenazas y sólo hay una forma de comprobarlo.

−Me harías un favor, así no tendría que trabajar aguantando a muchachas desquiciadas como tú y viviría de la pensión de invalidez –acaricié con un dedo solitario la fría hoja de la herramienta que usaba como armas–. Vamos, chica, hazlo, ¿no estabas dispuesta a todo por defender tus secretos? ¿Los mismos que no me importan y que a pesar de todo desconozco? Mejor adelantarse al peligro, ¿no es así? ¿Qué tan difícil puede ser?

Y así como rauda apareció la sombra de seguridad, rauda terminó desapareciendo, si bien la expresión fría no varió ni un ápice. Así bajó la tijera y así también fue retrocediendo, permitiendo que el silencio dominara el entorno un segundo, dos, tres, cuatro y luego cinco, seis, hasta que finalmente decidió recostarse en el diván sin que yo se lo pidiera. Acaso porque sabía que seguía siendo más rápido ese camino que la amenaza si es que quería salir de eso…acaso porque, en el fondo, ambos sabíamos que ella no haría nada si no tenía el miedo ajeno a su favor. Quizás con otros funcionaban y conmigo…bueno, digamos que con el tiempo aprendes a encontrarle la debilidad a todo, incluso al miedo mismo.

−No es como que sea demasiado importante, pero ya ves que a otros sí les interesa y por eso me contrataron –mejor no decir que estaba a prueba, eso sólo podía perjudicarme−. Además…no creo que tu vida se base en secretos, ¿no es así? Lo cierto es que puedes comenzar por donde quieras.

−¿Puedo decir que esto es una estupidez?

−Si así quieres comenzar…

−Esto es una estupidez.

−Si es un comienzo para ti, bien por ti.

−Es decir…no es la primera vez que creen que tengo problemas, supongo que esto ni siquiera me sorprende –y dejaba ella misma que fluyera de a poco mientras yo tomaba apuntes con la grabadora del bolsillo–. Todos creen que todo lo que soy surge de mis problemas cuando en realidad…en realidad no han pensado que es mil veces mejor estar así, se evitan los mismos problemas…

−Pero ellos creen que tu actitud es el problema –no necesitaba que asintiera, sabía que tenía razón–. Bueno, todos tomamos decisiones, mientras éstas te satisfagan a ti, no veo por qué darle vueltas a todo…aunque puede ser más cuestionable el origen de tu satisfacción en sí que cualquier otra cosa, eso siempre tenlo presente.

−No hace falta que lo diga, el solo estar en esta escuela me trajo muchos problemas –no sé por qué no me sorprendió escuchar eso, pero agradecí que interpretara mi silencio como una señal para continuar–, es decir…a mi padre no le hizo mucha gracia que quisiera estudiar aquí, ¿sabe? Para ser una artista…supongo que tiene la concepción errada de que todos los artistas luchan por sobresalir y terminan muriendo de hambre en el camino.

−No creas que apoyo el punto de vista de padre, pero a muchos aspirantes a artistas les pasa eso, acaso porque sobresalir no depende de tus estudios sino de un golpe de suerte que puede no llegar nunca, muchos artistas recibieron la fama después de muertos, así que…supongo que es una muestra de preocupación de su parte.

−Pues tiene una forma muy curiosa de preocuparse –soltó ella con sarcasmo, tiritando un segundo la máscara fría congelada en su rostro–. A veces creo que…más que preocupación…todo lo que le molesta es que no decidí seguir el camino que él escogió y que quería que yo siguiera…como si sus negocios pudieran interesarme siquiera un poco…

−Ahí ya no es problema tuyo sino de él, el hijo nunca vendrá al mundo para hacer feliz al padre, más debería aceptar el padre que trae al hijo al mundo para que éste aprenda a encontrar la felicidad, no para que ésta le sea impuesta, ahí ni siquiera sería alegría, sería una tortura y más te valdría no haber nacido –no quería decir que uno de sus problemas visibles era el sentirse culpable por perseguir un sueño, esperaba que con esas palabras hubiera quedado más que claro–. Sigues aquí a pesar de todo, supongo que tienes el sueño necesario para ir tras él.

−No sé si podría llamarlo sueño, pero…sí me gusta actuar y…bueno, también escribir mis propias obras –aflojaba de a poco los nudos, no demasiado, pero sí un poquito y eso me brindaba campo para actuar.

−Y así, con todo, siempre encuentras la ocasión propicia para hacer que tu hoja de vida crezca un poco más cada día, ¿no es así? –Es lo lindo de aquellos que son enviados a una sesión contra su voluntad, nunca sienten el problema y tienes que enrostrarles el que otros creen que posee, lo cual les molesta, pues los nudos que tanto había costado aflojar no tardaron demasiado en volver a atarse con firmeza–. No me malinterpretes, dudo que los de arriba decidieran tomarse la molestia de calumniarte a ti por sobre cualquier otro estudiante, ni que asustaras tanto…

−Si los de arriba supieran la mitad de lo que he hecho, le aseguro que esa hoja tendría el doble de extensión –soltó ella con la frialdad a la que ya comenzaba a acostumbrarme mezclada con algo que podía interpretar como satisfacción, aunque no dejaba de ser una variedad un tanto retorcida de ésta última.

−Dudo siquiera que llegaran a tomarse la molestia de redactar lo que pudiera faltar, antes se ahorrarían la molestia y te sacarían de aquí –aunque ni yo mismo me lo creía, más relajados en ese lugar no podían ser, casi me daba la impresión de que el presentarse como una institución educacional no pasaba de una mera fachada–. Aunque si me detengo a mirar con mayor detalle…estuviste especialmente inspirada las últimas tres semanas…si es que podemos decir que inspiración para ti signifique convertirte en una amenaza mayor.

−No han sido días agradables, ¿está bien? Todos tenemos días malos, no veo por qué eso pueda afectarle a alguien.

−Viniendo de ti, es hasta gracioso, porque tus malos días le afectan mucho a los demás y de eso han dejado constancia –seguí con el dedo la línea que podía marcar un inicio relativo, al menos en fecha–. Intentaste ahogar a un chico llamado…Robbie en su sopa y todo porque te preguntó si estabas bien –obviamente no, se suponía que eran compañeros por lo que habían consignado…y todavía no conocía sus arranques de ira…o simplemente éstos no habían llegado a ese nivel–. Después, con un interludio de acciones similares, casi le rompes la nariz a otro muchacho llamado André porque te hizo una pregunta similar…y no habría pasado a mayores de no ser porque lo golpeaste con la puerta de tu casillero…

−Nadie los manda a meterse donde no los llaman –convincente respuesta, muchacha, tanto que me lleva a preguntarme qué le ves de interesante a la puerta que no dejas de mirarla, como si temieras que tus propias palabras pudieran traicionarte.

−Al mismo chico de la sopa directamente le rompiste la nariz tiempo después y…vaya, ¿de verdad le hiciste eso a su muñeco? –Qué escabroso, aunque fuera un muñeco que el muchacho llevara a todas partes, al menos eso decía el papel, el mismo que tanto resiste, pero imaginar que había quedado así…menos mal que la agarró con el muñeco, seguía siendo más tela y plástico, recuperable, porque a la hora que agarra piel...hacía mucho que algo no me repugnaba tanto con sólo imaginarlo.

−Ese muñeco siempre ha hablado demasiado, cualquiera habría hecho lo mismo, yo sólo le hice un favor al mundo –qué forma, al parecer no muchos se lo agradecieron.

−Y dime… ¿Dónde encaja el haberle hecho daño a esta chica que se llama…Cat? –Había tocado una fibra sensible…de acuerdo, no varió la expresión, pero cuando tienes práctica metiendo la pata, notar que lo has hecho otra vez pasa a ser cuestión del instinto desarrollado, algo cambia en el ambiente, algo que te dice que si logras salir entero de la habitación y la situación, es porque alguien allá arriba te ha concedido su favor y no es tu hora todavía, pero de ahí a salir ileso…lo sabes, lo comprendes, puedes notar que depende todo de la suerte, el azar, un poco de tu habilidad…y de la ira que la persona afectada pueda albergar en lo más profundo de su ser y cómo decida manifestarla. Y cuando la misma ira se manifiesta en tensión, incomodidad y frialdad es mil veces peor, acaso porque no tienes idea de lo que esa persona pueda ser capaz.

−Acaso… ¿Acaso está mal que me enfade de vez en cuando con mi mejor amiga? –Canijo, ese dato era nuevo…es decir, que la chica tuviera amigo…y que para rematarla, lo reconociera como si fuera la cosa más normal del mundo…es decir, todos podemos tener amigos, quizás yo no recuerdo a los míos, más allá de Lane, pero ella…en primera instancia dije que era un cliché en toda la regla y por lo general, las personas con esa actitud tienen amigos, pero no lo reconocen ante un desconocido ni mucho menos si no ha mediado la pregunta específica. Sólo le pregunté por qué le había hecho daño, no si era su amiga y ella respondía a la pregunta inexistente y de qué forma, no era sólo su amiga, era su mejor amiga…qué alivio, no quería ni imaginar cómo la habría tratado de haber sido su enemiga o una simple conocida que ha hecho un comentario desafortunado, pero no, sólo figuraba una discusión subida de tono en la que ella estuvo a punto de agredir a la chica en cuestión con tan mala suerte que apareció a la vuelta de la esquina el profesor que dejó constancias de lo sucedido.

−Pues sí que se tienen especial aprecio –y a grandes rasgos, sí, chica talentosa en la actuación, a la hora de escribir guiones (cortesía del profesor de…teatro, actuación, yo qué sé), pero de actitud muy sombría (como si no quedara claro de entrada), pudiendo ser muy peligrosa cuando había una muestra de ira de por medio (prueba más que suficiente su encantador historial), la gran mayoría de sus compañeros mostraba, si no respeto, al menos un profundo temor que todos parecían disfrutar…y muchas observaciones innecesarias, porque si algo me llamó la atención en todo ese expediente (ya podía llamarlo así, ya la sentía más paciente que estudiante) fue la presencia de un patrón que dejaba de repetirse exactamente tres semanas antes, las mismas que llevaba despierta esa ira que incluso en ella parecía ser inusual, acaso porque todos destacaban cierta cuota de autocontrol en ella…sí, eso mismo que te dice que no sabes qué esperar del otro, eso mismo que te vuelve tan temible–. Vamos a darle un giro a todo esto, ¿por qué no me hablas de Victoria Vega?

Si antes necesitaba una confirmación de que había metido la pata, cuando giró la cabeza y me miró supe que había pisado a fondo el acelerador en dirección a un callejón sin salida. No es que me molestara demasiado la perspectiva de estrellarme, no dolería demasiado, pero algo me decía que la chica no era precisamente una pared contra la cual pudiera esfumarse todo demasiado rápido. Sería doloroso el final y si no llegaba a haberlo, al menos traería consigo una agonía más que dolorosa. Y no es como que temiera a la perspectiva de que me arrancara un ojo ni mucho menos, sólo…no tenía paciencia como para volver a empezar a ganarme, si no su confianza, al menos el silencio carente de insultos o ataques verbales.

−¿Qué tiene que ver ella en todo esto? Creí que esta sesión se centraría en mí –qué rápido lo había asumido, pensar que al entrar a la oficina, la sola idea de que un psicólogo tuviera que tratarla le parecía, por decir algo, abominable. Pero da igual cuánta indiferencia alberguemos o aparentemos, la idea de disponer de la completa atención de alguien siempre nos hace sentir importantes, por algo lo llamamos ego, por algo se llama egocentrismo. Lo queramos o no, nos encanta sentirnos centros de gravedad y parecía que a ella más que a nadie. Centro del miedo, del respeto, de las miradas y de la cautela…sus problemas, su historia, su vida. Y sin duda que ese nombre no le cayó demasiado bien.

−Pues precisamente porque tiene que ver contigo es que menciono el nombre –aunque no lo negaré, que fuera un nombre latino me agradó un poco, incluso me sentí como en casa por unos breves segundos y a punto estuve de hablar en español, pero la historia seguía yendo por otros derroteros–. Por lo menos la mitad de los grandes destacados de este expediente tiene relación con alguna jugarreta que le has hecho a esa chica, algunas francamente bizarras, perdóname que te lo diga, y no importan por dónde lo mires, eso se llama matonaje escolar.

−¿Y qué con eso? No es como que usted sepa la situación, es muy fácil hablar cuando se ve desde afuera –Buen punto, para qué negarlo, y qué bueno que había tocado el orgullo de la chica, eso podía dar para largo.

−Muy bien, si te pidiera que te defiendas de estas acusaciones, ¿cómo lo harías? ¿Cómo justificas todos los ataques que han tenido a Vega como objetivo?

−En primer lugar, le coqueteó a mi novio –contuve a duras penas una carcajada, porque la sola perspectiva…y no sé si fue porque ella estaba demasiado absorta en sus argumentos o porque realmente supe actuar a tiempo que no notó el cambio de mi expresión. Y es que imaginarla con novio…la sola idea me producía dolor de cabeza y me llevaba a preguntar, al menos en mi fuero interno, cómo es que ella estaba recostada en el diván y no él…un tipo con una increíble fortaleza o simplemente ido…ya se sabe que el amor es un estado de imbecilidad transitoria, quizás el pobre tipo todavía no se daba cuenta de dónde estaba parado o estaba tan intoxicado que ya ni sentía dolor o enfado–. El primer día no se midió e incluso le robó un beso…

−Vaya, ¿y todo eso por lo que pasó en un primer día? Imagino que no tenía idea de nada, no es por defenderla, pero…no sé, ¿siquiera sabía la chica que el tipo tenía novia?

−¿Qué es esto? ¿Va a defenderla toda la hora? –Y ya la veía levantarse del diván con el ceño más que fruncido, como si eso pudiera preocuparme más de lo poco que me importaba.

−Te hice una pregunta, Jadelyn, ten la gentileza de contestar, ¿siquiera sabía la chica que ese muchacho tenía novia? ¿Sí o no? –No sé qué fue lo que le chocó más, que le llevara la contra o…podrá parecer raro, pero pareció incomodarle que la llamara por su nombre, como si en ese lugar fuera de uso común un apodo que yo desconocía por obvias razones. Pero como fuera, mi réplica pareció bajarle un poco la molestia o al menos apaciguarla a regañadientes, pues no tardó en volver a la posición original.

−La verdad…la verdad es que no, no lo sabía –muy bonito, al final no lo sabía, pero no podía ser que le guardara tanto rencor por eso…es decir, sí, se sabe que cuando dos hombres pelean, con algo de suerte en media hora comparten una cerveza, pero dos mujeres cuando pelean pueden odiarse por diez años sin descanso y dales un poco de lado y el odio podría durar otros diez años más. Podía ser eso, sí, pero tampoco podía descartar todas las opciones.

−Y a pesar de todo, te has dedicado en el último tiempo a hacerle la vida miserable a la chica como si…si realmente compitieras con ella por algo, no se me ocurre otra opción, porque por el solo gusto de molestarla parece un tanto absurdo –sonreí para mis adentros ante la posibilidad, la chica lo estaba planteando todo de manera muy interesante–. Vamos a ver… ¿Ella tiene mejores calificaciones o críticas que tú?

−Estamos parejas en lo que a calificaciones y críticas se refiere –una respuesta concisa, casi un gruñido de su parte que me ayudaba a descartar una opción.

−¿Es más popular que tú en general?

−Tenemos los mismos amigos, se podría decir que formamos parte del mismo grupo.

−¿Se comporta desagradable contigo y tú no haces más que devolverle la mano?

−La verdad es…es que me ha ayudado en más de una ocasión, incluso…incluso cuando rompí con mi novio ella…ella me ayudó…fue ella la primera persona a la que acudí…

−¿Me tomas el pelo? –Ahora me tocaba molestarme a mí. No sabía si quería desquiciarme o decía la verdad, pero nada estaba funcionando–. Están parejas en todo, tienen los mismos amigos, no se mete en tu relación, incluso te ayudó cuando tú le pediste que intercediera por ti… ¿Y cada día es una nueva trampa para ella porque se te da la gana?

−Usted no entiende…

−Evidentemente no, ¿podrías aclararlo?

−Es sólo que…ella es tan…tan…ni siquiera sé cómo explicarlo, es sólo que…con cada nueva jugarreta, nos separamos un poco más y…y cuando entre nosotras existe esa distancia, ella intenta que vuelva a existir un lazo que nos una, no importa si es muy débil o no, pero…pero ella siempre vuelve, siempre hace el intento y yo…no sé, sólo siento que…me agrada ver que me teme y al mismo tiempo…no se da por vencida cuando otros me habrían mandado al diablo.

−Personalmente yo te habría mandado al diablo el primer día –reconocí, incapaz de creer las locuras que decía como si tal cosa–. Te gusta que la chica te suplique a su manera, una forma de querer llamar su atención constantemente –iba a decir algo, me iba a contradecir, pero al parecer no tenía palabras para rebatir mi hipótesis, confirmándola de paso–. Y entonces… ¿Qué? ¿Te cansaste de hacerle la vida imposible desde hace casi un mes?

−Todos nos cansamos de algo, ¿qué tendría de malo dejar de molestar a Vega si está tan mal visto que siguiera así? ¿No la estaba defendiendo hace unos minutos y ahora me pregunta por qué ya no la molesto? –A medida que hablaba, la frialdad de la que tanto presumía parecía partirse en dos, esa señal de flaqueza que siempre te dice que no importa cuánto insistas, el camino que has escogido seguir es el correcto.

−Habría sido excelente que abandonaras ese hábito si ahora mismo no te enfocaras en destruir el mundo que te rodea con explosiones que parecen ser poco comunes incluso en una persona como tú…como si lucharas por reemplazar una acción con otra y el no lograrlo satisfactoriamente te estuviera enloqueciendo –apretó los puños hasta que los nudillos se tornaron blancos, fue lo único que alcancé a ver desde mi posición y estaba demasiado cómodo como para buscar alguna reacción que pudiera parecérsele, sabía lo que eso significaba–. No hace falta ser un genio, Jadelyn, basta con saber contar e identificar patrones para comprender que algo no está bien contigo, algo que te molesta mucho y que no quieres reconocer.

−¿Y a usted qué demonios le hace pensar que guardo secretos? Todo lo que se puede saber de mí ya lo sabe, ¿qué más quiere? –Y ya no había frialdad, sólo había una cuota de nerviosismo que intentaba disimular lo mejor posible…malditas dotes actorales, me jugaban en contra.

−Que si ni tú misma sabes por qué haces lo que haces, al menos intentes dar con una razón de por qué le has dado ese giro a todo –toda relajada, como si ya no pudiera más ni consigo misma, hablaba de un decaimiento en el estado de ánimo que podía jugar a favor, acaso el debilitamiento de las defensas–. Parecía ser un buen hábito, al menos para ti, ser su centro de atención, ¿no es así? ¿Qué fue lo que cambió entonces?

No se atrevía a hablar. O quizás sólo buscaba las palabras…o las dos cosas, no había forma de adivinarlo. Podía descartar de lleno intentar dilucidad algo a través de las expresiones (casi no tenía cuando se lo proponía) ni mucho menos a través de su silencio (todo silencio en la consulta sólo indica tensión) y dadas la posiciones, menos podía intentar dar con algo (yo tras ella, ella recostada en un diván, yo sobre una silla). A lo mucho sus manos con unos cuantos anillos en algunos dedos podían decirme algo y cada hueso se retorcía en determinada dirección, una mano cubría la otra, una se sobreponía a la otra y cambiaban posiciones y volvía al giro y volvía al cambio y vuelta a la trayectoria…a veces las manos dicen lo que no podemos articular porque nuestra cabeza es un enredo. A veces la gesticulación indica en nosotros la presencia de un caos, el mismo que no podemos reproducir a través de las palabras hasta que nos sentimos un poco más tranquilos.

−En el fondo…todo era como un juego –reconoció después de un largo rato en el que me limité a esperar con la vista fija en el techo, posición que no cambió, estaba ya bastante concentrado y también cómodo–. Es…es agradable sentir la atención de otros, sí, pero…más agradable es sentir que alguien…que alguien lucha por ti…

−Disculpa, pero… ¿Ese puesto no debería tenerlo cubierto tu galán?

−Al final, cuando los hombres consiguen lo que quieren, se relajan, se duermen en los laureles, por mucho que intenten aparentar lo contrario.

−¿Entonces me vas a decir que esa chica venía a suplir la carencia que dejaba en ti tu novio?

−Ella hacía lo que ninguno se atrevía a hacer por miedo a que les rompiera algún hueso –con lo cara que es la atención médica, no habría culpado a nadie de querer ahorrar algo de dinero manteniéndose apartado–. Ella…ella insistía y yo quería, en principio, mantenerla apartada, siempre ha sido más fácil ser uno mismo cuando simplemente te dejan ser, pero para ella…para ella no parecía correr el hecho de que…simplemente yo quiero ser como soy porque así es más simple no darle explicaciones a nadie.

−Y dime una cosa… ¿En qué momento toda esa lucha pasó a convertirse en un juego necesario para ti?

−Cuando descubrí…que ella no es de las que se rinden y que realmente quería…no sólo ser mi amiga sino también…probar que sí había algo bueno en mí –y para qué negarlo, sorprendía bastante el tono melancólico con el que lo decía. No llevaba mucho de conocerla, pero sí estaba seguro en un noventa…bueno, en un noventa y cinco por ciento de que ella no era así con casi nadie y yo podía considerarme afortunado–. Claro que…para mí seguía siendo más…más satisfactorio ser su centro de atención…saber que ella luchaba cada día por ganarse mi confianza, por agradarme, por…por ser alguien importante para mí, pero…pero yo misma estaba más ocupada no por agradarle sino en…en darle más motivos a ella para luchar, pero creo que…creo que lo entendí todo al revés…

−No contabas con que, el día de mañana, ella simplemente se cansaría de luchar por ti y tu aprobación, ¿no es así? –Que sus manos dejaran de moverse me indicó que no sólo iba por el buen camino sino que el problema, al menos para ella, ya poseía parcial forma. Siempre es un poco más sencillo enfrentar al problema cuando éste tiene nombre y apellido, sabes cómo y por donde atacar si tu verdadera intención es o una reconciliación, un dominio o una victoria.

−Supongo que…debí de percatarme cuando para ella…todo eso dejó de tener sentido y de a poco me fue dejando de lado hasta que…todo simplemente dejó de ser como al principio.

−¿Y qué fue lo que te advirtió del cambio que se operó en la chica? –Porque por lo general, siempre es bueno verlo todo como una historia, nunca tan plano como si fuera un simple análisis, da igual el interés que puedas albergar, algunas cosas necesitan de cierto adorno antes de atacar la médula misma de la cuestión que pueda atormentarte.

−Sabe que las peleas…se hacen de a dos –algo elemental, si no lo aprendes en la calle, el boxeo te lo enseña–. Siempre sentí que en ella encontraba una respuesta más a mi favor a todas las jugarretas que le hacía hasta que…un día comenzó a responder en serio, quizás algo que esperaba, pero de pronto…simplemente dejé de parecerle importante.

−¿Cómo lo notaste?

−Bueno…ya casi no intentaba buscar una conversación conmigo ni…ni parecía importarle lo que pudiera planear en su contra, como si ya supiera cómo hacerle frente y…en las ocasiones en las que solía ayudarme ella…de a poco comenzó a mostrar menos interés, es decir…de actuar a mi favor pasó a decir unas cuantas palabras, algunos consejos y al final…simplemente dejó de mostrar interés –porque nada es de la noche a la mañana, todo tiene un proceso detrás y estaba seguro que recién se había percatado de la conclusión de dicho avance hacía ya unas tres semanas.

−Y no… ¿No intentaste buscar su atención de alguna manera…no sé, diferente? Aunque no forme parte de lo que se tiene por tu personalidad, siempre hay maneras de revertir situaciones…

−Eso creí hasta que…bueno, ella comenzó a salir con alguien –de acuerdo, una persona más en el baile, veamos hasta dónde nos lleva el sueño y quizás seamos capaces de hincar un poco más la lanza, en una de esas, muchacha, te quitamos la fiebre, a ver si así disipamos la sombra de tu duda y el veneno de tu problema y es probable, aunque muy poco probable, que podamos decir adiós con cierta dignidad a toda esta farsa.

−Bueno…tú tienes novio, eso no te impidió mantener vivo el juego por un largo tiempo, ¿qué lo hace diferente esta vez? ¿No habría así cierta igualdad de condiciones? Ya no tendría por qué quitarte ella algo tuyo.

−Pensé…pensé que estando él tendría mayor campo de acción, aunque…no sé por qué me molestó tanto saberlo si anteriormente ya había estado con alguien…es decir, no salió bien esa relación, es cierto, pero ahora…ahora no sé por qué simplemente no soportaba que él estuviera cerca de ella…

−¿Sentías quizás que él era uno de los responsables de su distanciamiento? –Cada vez me agradaban más sus respuestas y lo más gracioso de todo era que ella parecía no darse cuenta del camino que estaba recorriendo.

−Sentía que el idiota no tenía por qué estar con ella –reconoció sin tapujos…estaba tan enfadada que su pálida piel se iba tiñendo de la sangre que se le subía a la cabeza y lo mejor de todo es que parecía no comprender a cabalidad el peso de sus propias palabras –e intenté jugar el mismo juego, claro que con los dos, a ver si él se daba cuenta que estar con ella era un peligro serio para su integridad–. Por supuesto, se podía interpretar como uno de los últimos movimientos numerados de los que había alguien dejado constancia.

−Debo suponer, ya que estamos sosteniendo esta conversación, que no resultó todo como querías, ¿verdad? –No quería hacer de Capitán Obvio ni mucho menos que ella me lo hiciera notar, pero a veces no queda otra forma de sacar adelante las palabras.

−Hubiese visto la cara que puso cuando vio que una de mis bromas también afectó al idiota de su novio –todos los puntos a la vez: la satisfacción cuando hablaba del novio afectado, la tristeza que emanaba cuando hablaba de la cara que la chica en cuestión, Victoria, había puesto…la rabia que se desprendía de sus labios cuando decía que ese tipo era un idiota…los puños apretados una vez más…el poder imaginar su expresión sombría cuando hablaba de ese momento en particular–. Por lo general…siempre que teníamos que hablar algo a solas nos encerrábamos en el armario del conserje y esa vez…fue la última que pasó y quizás la primera vez que vi a Vega como nunca imaginé que la vería en la vida.

−Vaya, ¿de qué forma podríamos interpretar esas palabras? –Y fue la primera vez en muchos minutos que mi postura varió ligeramente…si es que ligero se puede interpretar como estirar el cuello, aguzar el oído, prácticamente desarmarte para inclinarte más, como si tuvieras ante ti la mejor película de todas…bueno, a veces nuestra propia vida posee un mejor guión que toda esa basura que gana premios y retransmiten hasta la saciedad en la tele cuando se acaba la basura de turno.

−Si había algo que la hacía especial era…que no temía ser agradable con todo el mundo, incluso si esas personas eran despreciables o le hacían daño, era su forma de ser, siempre con una sonrisa…quizás un poco ingenua, es verdad, pero…lo mejor también es que, a pesar de su carácter dulce, sabía sacar a relucir esa parte que todos necesitamos cuando estamos en problemas, algo de fortaleza, una parte que creía conocer cuando ella respondía a todos mis ataques, pero…tarde me di cuenta de que me quedaba corta en ese aspecto y muchos más…

−¿Y qué necesitaste para abrir los ojos? ¿Fue lo que pasó en el armario del conserje?

−Nunca…nunca la había visto tan enfadada, ¿sabe? Es decir, no tardé demasiado en percatarme de que, a diferencia de las otras ocasiones, en ese segundo debía ser yo quien la tomara en serio si quería salir bien parada de la situación –intentaba que su voz sonara monocorde, pero los ligeros matices apenas perceptibles hablaban de un notable decaimiento en su estado de ánimo–. Es decir…nunca imaginé que llegaría un día en el que la vería convertida en una fiera que defiende lo suyo y todo…todo porque le hice daño a ese estúpido que tiene por novio con una broma…pero cómo iba a pensar que le lastimaría tanto el ojo…ni que se pondría así…

−Pues…déjame recordarte que tú no eras precisamente simpática con ella cuando estaba cerca de tu novio, así que no creo que estés en posición de quejarte por el hecho de que ella decidiera pagarte con la misma moneda si llegas a hacer algo así…

−No es lo mismo, por si no se ha dado cuenta –claro que me había dado cuenta, pero seguía siendo mejor que ella me explicara por qué, desde su punto de vista, no existía parecido alguno–. En principio yo creía que ella buscaba llamar la atención de mi novio y resultó no ser así, lo reconozco, y todas las acciones que Vega hizo en ese tiempo estaban destinadas a mí, mientras que la mía no sólo buscaba llamar su atención sino también apartar a ese tarado que tiene por novio.

−-Vaya, ¿reconoces que te molesta ver a la chica en compañía de su galán? –Me divirtió mucho sentir cómo todo su conjunto adquiría absoluta rigidez producto de la rabia que le provocaba mi pregunta…y lo más simpático de todo es que seguía sin darse cuenta de adónde la llevaba todo eso.

−Para empezar, él es un idiota y ella…sí, merece algo mejor, pero lo cierto es que la aleja de todos nosotros…

−¿Querrás decir que la aleja de ti y que es eso lo que más te molesta? –Comprendí al instante que mis palabras impactaron de lleno en su lucidez, estaba seguro de que había parpadeado confusa ante mi comentario–. Piénsalo muchacha, estamos hablando de una chica que se cansó de buscar tu agrado, de tenerte como centro y que finalmente encontró su propio camino ya lejos de ti y eso te molesta, te enfada que exista un imbécil, un tarado, un idiota que para ella valga más y que te quite su atención…cuando en realidad su atención la perdiste por cansancio y por tus propios méritos, quizás captó el mensaje superficial de todos esos mensajes tuyos y se decidió por dejar de perder el tiempo contigo.

−Y existe… ¿Existe una forma de recuperarla? –Esa palabra me gustó más. Recuperarla…a ella, no su atención, a ella, la persona, no lo que pudiera darle la persona…lo físico, no lo abstracto…a la chica, la misma chica.

−Ah pues…si te dejó el mensaje clarito de que te alejaras y ni con todos tus arranques has sido capaz de captar nuevamente su atención, ¿qué caso tiene seguir luchando si ya definitivamente ella no quiere saber más de ti? La sacaste de tu vida por cansancio y no hay ser humano que resista los maltratos por siempre, tarde o temprano te dirán basta… ¿O te creías que ella siempre estaría ahí para ti?

−A mí…a mí me daba esa impresión –reconoció la chica, para mi completo asombro. Al final, toda esa frialdad y agresividad no eran más que caretas, tal y como imaginaba.

−Pero ella no tenía por qué saber lo que pensabas si no se lo dabas a entender, así que deberías olvidarte de esos celos que te llevan a querer matar al novio que…

−¿Celos? –Casi un rugido, un poco de siseo, tal vez una amenaza, probablemente una exclamación, más una pregunta, sin duda y claro que quería captar su atención con esa palabrita en particular.

−Chica, quieres recuperarla a ella, has insultado cerca de tres a cuatro veces a su novio en menos de cinco minutos…lo has atacado con tal de que se aleje de ella…la extrañas a ella, con todos sus gestos, con todo lo que representa y culpas a ese tipo por alejarla de ti sin reconocer que es tu culpa…si todo eso no prueban los celos, ¿qué es entonces?

−Usted no lo entiende, yo…yo tengo novio que…

−Se ha sentado en los laureles desde que es tu novio, siendo incapaz de hacerte sentir especial, eso que Vega lograba hacer –ya con su mirada sobre mí, incapaz de contener su nerviosismo, me llevó a preguntar algunas cosas más–. Quién sabe… ¿Cuándo fue la última vez que tuviste intimidad satisfactoria con tu chico?

−¡Eso a usted no le importa! –Fue la primera vez que me gritó desde que entrara a la consulta, pero la ausencia de sonrojo, el cual era reemplazado por una palidez casi espectral en la cual nada tenía que ver el maquillaje me decía que hacía mucho que la muchacha con su novio no…creo que se entiende y creo que también tenía la razón clarísima.

−Sólo tú sabes hasta qué punto importa y hasta qué extremo te ha afectado –impulsado por vaya a saber qué, decidí abandonar el asiento y acercarme un poco a ella, siempre manteniéndome de pie y siempre a una prudente distancia, una cosa es no temerla a la acción que podría arrancarte un ojo, la otra es buscarla estúpidamente sin haber tomado las precauciones previas–. Sólo tú sabes si son celos de verdad o un capricho, pero te aseguro que entre ambos no existe demasiada diferencia.

−Pero… ¿Sabe lo que eso implica? –Qué extraño me resultaba ver a la chica tan vulnerable, tan…dubitativa ante la nueva perspectiva de las cosas–. Es decir…si yo realmente sintiera celos, significaría que a mí…todo este tiempo…

−Puede que todo este tiempo, ese desprecio que has querido justificar en un accidente que tú misma has reconocido, no haya sido otra cosa que una emoción mal encauzada…y sí, hablamos de esa emoción en particular, por el mismo temor de reconocerla abiertamente, aferrándote por tanto a ese último resquicio que te volvería… "normal" no sólo a ojos de otros sino ante ti misma, manteniéndola también lo más alejada posible de ti y al mismo tiempo, queriendo llamar su atención a toda costa, lo cual ya no cuenta porque ella simplemente se ha cansado de ti y eso te duele, te duele sentirte dejada de lado por esa persona en la que has centrado todas tus fuerzas… y no discuto que lo quieras a este chico, es obvio que sí, pero puede que sea más respeto, el afecto que le tienes a un amigo, lo que podría explicar la falta de intimidad en el último tiempo, acaso porque todo esto te supera y eres incapaz de afrontar el día a día con la certeza de esa ausencia, la presencia que te hace falta, la que realmente te hacía sentir bien, lo cual terminaría por derivar en los siempre comprensibles "celos" –Mientras hablaba, la chica sólo miraba sus manos adornadas con joyas, como si por primera vez se viera a sí misma tal cual era–. Podría ser ése el origen de tu reciente violencia, de tus celos si es que los hay…o puede que directamente tienes una capacidad de adaptar tu odio a cualquier circunstancia que se podría considerar como patológica –me hubiera reído de tan estúpida opción, pero ella seguía atormentada y aunque no lo quisiera, sabía que existía algo llamado sutileza y cortesía que me impedía soltar la risa.

−Sería estúpido –soltó ella, intentando volver a su actitud anterior, algo que lamenté profundamente–. Es decir…piénselo, siempre he estado con chicos, nunca he sentido algo así por una mujer…

−Pero sientes algo por esa mujer en particular, ¿no debería eso bastar?

−¿Bastar? Sí claro, me basta comprender que de la noche a la mañana, resulta que siento algo por una chica que ahora mismo desea que esté lejos de ella…como si de la noche a la mañana fuera fácil aceptar algo así…

−No es usual, lo reconozco –claro, llevaba años intentando comprender cómo es posible albergar sentimientos por personas del mismo sexo–, pero eso no significa que tu vida se irá a la mierda por aceptarte a ti misma tal cual eres –al contrario, le haría un bien al mundo, así no mataría a ninguno de sus compañeros por arranques de ira que bien podían ser interpretados como celos enfermizos. No me di cuenta del segundo en el que ella se puso de pie llevándose una mano a la frente de espaldas a mí, lo que me impulsó a poner mi propia mano sobre uno de sus hombros–. No lo veas como una tragedia, Jadelyn, podría ser peor…

−¿De veras? –Con brusquedad apartó mi mano de su hombro, mirándome con furia que ya no se molestaba en disimular–. He ido contra la corriente de mi familia por perseguir mis sueños, ya no me importa lo que puedan decir sobre eso, pero esto…esto…no hay forma de que pueda ser peor.

−¿Te parece? –Solté yo, descolocándola con la sonrisa que esbocé–. Hace algún tiempo traté a un chico que se encontraba en una situación parecida a la tuya, vivía con su madre y no sabía cómo decirle a ella que él era homosexual…claro que al final lo hizo con no pocas dificultades, pero lo hizo y su madre lo aceptó tal y como era, lo cual es un hermoso ejemplo, bla, bla bla, hasta ahí dirías que todo va bien –ella parecía fingir que no me escuchaba, pero sabía que sí lo hacía–. Bueno, imagina que un día la madre conoce al novio del hijo, dirías que todo está bien…hasta que te digo que lo conoció cuando los descubrió teniendo sexo –no variaba su expresión, pero sabía que la sorprendía–. Dirías que eso ya es malo…hasta que sabes que estaban teniendo sexo en la cama de la madre –abrió parcialmente la boca en señal de sorpresa absoluta– ¿Dirías que eso es lo peor? Pues peor que eso es que la madre creía que el hijo era el activo de la relación, ¿ya adivinas lo que encontró? ¿Todavía crees que lo tuyo es lo peor?

Sus labios se curvaron en una ligera sonrisa sin alcanzar a mostrar los dientes, gesto que guardaba algo de sadismo, un punto de su personalidad que había quedado muy claro y que ahora se reafirmaba al imaginar la historia que le había contado. Incluso pareció relajarse ante la perspectiva de lo que pudiera decidir hacer, aliviándome a mí, porque de alguna manera había logrado el objetivo en el tiempo acordado, el mismo que ya parecía acabarse, agradeciendo que esa muchacha me diera la oportunidad de hacer volar las manecillas del reloj.

−No será sencillo –murmuró la joven, pero ya parecía menos atribulada que al entrar en la oficina.

−Te tomará tiempo, pero eso que dicen que lo primero es asumirlo no es puro adorno, así que ve pensando en eso –miré el reloj a pesar de ser innecesario–. Técnicamente nosotros llegamos hasta aquí, ¿tienes alguna consulta que hacer?

−No creo que sea necesario que vuelva aquí, ¿verdad? –Y no pudo evitar preguntarlo con cierto fastidio, volviendo a ser la chica fría e indiferente que había ingresado hacía ya una hora aludiendo a la inutilidad de ver a un psicólogo.

−Pues…si sabes manejar tus problemas con esa chica sin dañar físicamente a terceros y sin que los de arriba lo noten…por mí ya te puedes ir al infierno, Jadelyn.

−Me alegro –dicho esto, volteó y empezó a caminar hacia la puerta para, segundos antes de desaparecer tras ella, girar la cabeza y soltarme–. A mí todos me dicen Jade.

−Bien por ti.

Como si fuera a recordarlo, gruñí cuando ella finalmente desapareció tras la puerta, permitiéndome a mí dejarme caer en el diván, maldiciendo esa estúpida ley que me impedía fumar en un establecimiento educativo…como si me importara siquiera cómo pudieran decirle, aunque estaba seguro de que ella sabía lo poco que me importaba, limitándose a decirlo porque le incomodaba el nombre completo. Pero a quién quería engañar esa gótica con esa pose de chica mala, en realidad sí tenía sus sentimientos, pero no sabía encauzarlos, tan simple como eso. Una cosa era hacérselo saber, la otra era enseñarle como si de una niña se tratase, pero ya estaba grandecita, lo demás podía correr perfectamente por su cuenta. Y agradecido estaba que, al menos con ella, ese asunto ya estuviera liquidado.

Ojalá hubiese sabido lo equivocado que estaba.