Hola chicos, aquí un pequeño one shot de san Valentín, un regalo para todos los lectores de mi canal, es una hermosa leyenda maya que una vez me contaron mis abuelos, espero que les guste y descuiden pronto publicare en mis otras historias.

Maquech

Ésta es la leyenda de una bella princesa que tenía los cabellos como las alas de las golondrinas, ojos color cacao y unos labios rojos como la sangre. Por eso se llamaba Kagome pues así se describía el color oscuro de su cabellera. Las historias de la belleza de Kagome se contaban en todo el reino, más allá de los muros de la ciudad sagrada de Yaxchilán.

Kagome era la hija preferida de Tsudara, el Gran Señor que se sumerge en el cielo. Era alegre y feliz, y su rostro brillaba como el sol cuando su padre ponía a sus pies lo más bello de sus tesoros de guerra. Cuando Kagome tuvo edad para el matrimonio, su padre concertó la unión con el hijo del rey de la gran ciudad de Nan Chan, el príncipe Koga, el futuro Señor del Reino. Kagome aceptó la elección de su padre.

Un día, al regresar de la guerra, el rey envió los tesoros del botín a Kagome. Cuando la princesa fue a la sala del Gran Palacio para agradecerle a su padre el rico presente, lo halló acompañado de un hermoso joven llamado Inuyasha, túnica roja, porque sus ropajes de guerra eran de color encendido al igual que sus ojos. Sus almas quedaron atrapadas en un lazo de fuego.

El corazón desbocado de la princesa sólo hallaba sosiego en el nombre de Inuyasha. Juraron no olvidarse nunca y se amaron con locura bajo la ceiba sagrada, donde los dioses escuchan las plegarias de los mortales. Todos en la ciudad sabían que Kagome estaba prometida al príncipe Koga de la ciudad de Nan Chan. Por eso cuando el rey supo que Inuyasha era el amante de su hija, ordenó que fuera sacrificado. Kagome le suplicó que le perdonara la vida, pero todo fue en vano.

El día señalado Inuyasha fue pintado de azul para la ceremonia del sacrificio. Hasta el atrio del templo llegaba el aroma del copal que se quemaba para expulsar los espíritus. Con los ojos llenos de lágrimas, Kagome volvió a pedir a su padre que no lo sacrificara, prometiendo que jamás lo volvería a ver y que aceptaría con obediencia ser la esposa del príncipe de Nan Chan. Después de consultar con los sacerdotes, el rey Tsudara le perdonó la vida, bajo la única condición de que su hija se encerrara en sus habitaciones. Si salía, Inuyasha sería sacrificado.

En la soledad de su alcoba, la princesa entró en la senda del misterio. En el silencio de la noche, fue llamada a presentarse ante el rey. Cuando llegó a los patios del templo sus ojos color cacao buscaron los de su amado. Tembló al pensar que lo hubieran sacrificado. Le preguntó a su padre, quien sólo sonrió.

- Kagome, aquí tienes a tu amado Inuyasha. Tu padre le concedió la vida, pero me pidió que lo convirtiera en un insecto por haber tenido la osadía de amarte. – le dijo un hechicero que se le acercó ofreciéndole un escarabajo.

El mejor joyero del reino lo cubrió de piedras preciosas y le sujetó una de sus patitas con una cadenita de oro.

- Maquech, eres un hombre, escucha el latido de mi corazón, en él vivirás por siempre. He jurado a los dioses no olvidarte nunca - Ella lo prendió a su pecho cerca de su corazón y lo acuno con todo el amor que poseía.

- Maquech, los dioses no han conocido nunca un amor tan intenso y tan vivo como este que consume mi alma- La princesa Kagome y su amado Inuyasha, convertido en Maquech, se amaron por encima de las leyes del tiempo, con un amor colmado de eternidad.