Bungō stray dogs ni nada relacionado a la obra me pertenecen. Escrito sin fines de lucro.
Gracias, Lev, por alentarme a poner en palabras una idea callejera. En respuesta a tu desafío.
I-I
El aroma del vino inunda la habitación cuando la botella es descorchada, tan solo acrecentado cuando el líquido oscuro es servido en la fina copa de vidrio, llenando un tercio de la misma en suaves ondulaciones, haciendo que el contenido se agitara levemente al sujetarla del tallo para disfrutar a pleno de su fragancia antes de llevársela a los labios. El olor era ligeramente fuerte, provocándole un suave cosquilleo acompañado del ardor del alcohol en la garganta, si sabía la mitad de bien habría valido la pena.
El primer trago le supo a gloria. Dazai se había marchado, con suerte para no regresar jamás, ¿qué más razón necesitaba para sentirse así? Pero aun así el segundo trago le supo amargo, como lo hizo el resto de esa y la siguiente copa.
Dazai ya no estaba allí. Había hecho sus maletas y de la noche a la mañana todo rastro de él se había esfumado, tan solo dolor y heridas como prueba de su paso por la Port Mafia. Chuuya lo recordaba todo, cada palabra e insulto, cada toque y golpe, cada cosa que le había hecho y jamás sanado estaba marcado con fuego griego en su piel, en su mente, en su alma.
El cáliz da paso a la botella en un fluido movimiento.
Había anhelado tener la paz, el silencio que la falta de presencia del moreno le daría por ya demasiado tiempo, pero ahora que ya no estaba no lo sentía. No se sentía en paz, el silencio siendo un martirio que lo dejaba en soledad con sus pensamientos. Una parte de él deseaba que Osamu regresara, cruzara esa bendita puerta, volviendo a él en su retorcida forma de ser, pero su parte lógica y consiente sentía su estómago retorcerse sobre sí mismo ante la mera mención de la idea.
Deseaba tener la sangre ajena resbalando en sus manos, manchando su, en apariencia, inmaculada figura, humedeciendo la tela y tiñendo todo a su paso de escarlata. Deseaba venganza por aquello que lo atormentaba. Deseaba la cabeza de Osamu Dazai en una pica; pero incluso con aquellos oscuros sentimientos no podía evitar caer en un pulso tembloroso al pensar en llevarlo a cabo, así como el sentimiento de que aún lo quería.
El vidrio se rompe en mil pedazos al dar contra la pared más lejana en una nube de cólera alimentada por el alcohol, apenas los remanentes de vino esparciéndose en pequeñas gotas.
Lo detesta.
Se deja caer al suelo antes de abrazarse a sí mismo, dejando que sus emociones tomen el control. ¿por qué debía sentirse de aquella manera? ¿por qué debatirse algo tan claro como el odio que sentía? Lo aborrecía con cada fibra de su ser, pero, aun así, siente aprecio, siente que continúa queriendo a ese quien fue su compañero, ¿Por qué no podía deshacerse de aquel sentimiento? Las lágrimas corren y al menos aquello calma el huracán.
