Había una vez, en las costas de una isla muy lejana, un pueblo submarino que vivía de forma pacífica y tranquila bajo el sabio consejo de sus guardianes. Sin embargo, con el paso del tiempo sus vecinos terrestres comenzaron a mostrar una actitud agresiva, algo que incomodó a los primeros. Antes de que pudieran volverse una amenaza real, los dos guardianes principales de la gente del agua tomaron la decisión llevar a cabo un ritual para fortalecer las defensas de su pueblo.
Esto llegó a oídos de la reina terrícola que, para impedirlo, capturó a uno de esos guardianes y dio órdenes de asesinar a cualquier acuático que osara salir del agua.
La nueva situación fue dura para los habitantes del mar, y en especial para la pareja del guardián desaparecido. Esta sirena, llamada Marinette, decidió tomar cualquier medida necesaria para traer de vuelta al joven. Y para ello robó una pócima mágica a la otra guardiana, una pócima que le daría la capacidad de caminar por la tierra.
Tras tomarla vagó durante horas por la arena, tratando de acostumbrarse a sus nuevas piernas. Su única compañía fue un gato callejero que la animó, moviéndose entre sus pies, hasta que se sintió cómoda con la sensación del peso y el equilibrio.
Cuando el sol comenzaba a desaparecer un soldado la vio y, confundiéndola con una terrestre, la llevó al palacio para que se hicieran cargo de ella.
Sin embargo, la reina no tardó en darse cuenta de la verdad.
«Admiro tu valentía, por lo que te daré una oportunidad en lugar de matarte directamente. Mañana te daré una misión, y si logras superarla te concederé un favor»
A la mañana siguiente un soldado entregó ropa a Marinette, pero no zapatos. La joven fue ante la reina, descalza y hambrienta, y ésta le preguntó cuál sería su deseo.
«Quiero que Félix, el guardián al que capturaste, vuelva al agua».
La reina asintió con una sonrisa.
«Traéme la manzana más alta de la isla y te daré lo que pides»
Marinette emprendió la marcha hacia la montaña, descalza y con nada más que su fuerza de voluntad. El gato negro de la playa volvió a su encuentro, y juntos caminaron durante días y noches. Pero las piernas de Marinette eran débiles, y cuando se veían forzados a parar cada poco tiempo, el gato la animaba con sus maullidos. Cuando por la noche el frío la hacía temblar, el gato la calentaba con su pequeño cuerpo. Y cuando las heridas en sus pies sangraban, el gato las lamía para evitar infecciones.
Finalmente llegaron a la cima de la montaña, donde un solitario manzano los esperaba. Marinette escaló con gran esfuerzo el árbol y arrancó la manzana más alta bajo la mirada del gato que tanto la había ayudado.
Cuando se presentó de nuevo ante la reina, ofreciéndole el trofeo, ésta asintió con gravedad.
«Has cumplido, por lo que tu amado Félix volverá al agua».
Entonces se giró hacia el gato negro.
«Y a ti también te concederé tu deseo, nadie volverá a separarte de Marinette»
Mientras ella decía estas palabras el gato se transformó en Félix, despeinado y con forma humana. Los dos jóvenes corrieron el uno hacia el otro y se abrazaron con fuerza. Tras el reencuentro ambos se dirigieron a la playa, unidos por las manos.
En mismo momento en el que se sumergieron, la magia de desvaneció y ambos recuperaron su forma marina. Pero, por desgracia, la magia no había terminado de actuar; la transformación de Félix prosiguió, y en cuestión de segundos Marinette vio como su amado se convertía en una pequeña escama negra. Ésta se adhirió al final de la cola de la chica, que comprendió con un grito desesperado que la reina había cumplido ambas promesas.
Efectivamente, Félix volvería al agua, y ya nada lo separaría de Marinette. Pero con ello habían sido condenados a ser infelices el resto de sus vidas.
...
«Desde entonces, los habitantes del agua han adoptado la costumbre de intercambiar su escama final como señal de amor, ya que se considera la más débil y por tanto representa la mayor vulnerabilidad del individuo, entregada a su pareja como muestra de confianza»
"Cuentos y Leyendas para niños del arrecife"
Volumen II
Sir Damocles
