Esta es una historia corta que he ubicado antes del inicio del Kanketsu. Es mi contribución por la temporada, la cual publiqué el año pasado en el foro donde inicié como escritora. Disfrútenla y espero algún rewiew por lo menos jajaja.
Una fiesta diferente.
Capitulo 1.
En la mañana de Nochebuena, en la época Sengoku, Kagome se despedía de sus amigos. Y se llevaba a Inuyasha con ella. El Hanyō no entendía bien el por qué, pero como la joven le prometió una suculenta cena, por las buenas ni quien se queje. Había nevado un poco, por lo que les dejó a Sango y al monje Miroku unas bufandas y un gorrito de lana a Shippou, así como una capita tejida para Kirara.
¡Nos vemos en dos días! — les dijo sonriente —. Y pórtese bien monje Miroku — miró al aludido con un poco de seriedad.
Señorita Kagome — contestó aquel haciéndose el ofendido —, usted sabe que soy un monje bien portado.
¡Keh! Sí como no — interrumpió Inuyasha con cara de fastidio y tono irritado.
¡Qué les vaya bien! — dijo Sango tan sonriente como Kagome, y jaló a Miroku de la oreja en cuanto notó hacia donde… se dirigía la dichosa "mano maldita" —. Yo cuidaré de su Excelencia — afirmó sin dejar de sonreír, teniendo bien sujeto al ojiazul.
Y yo a Sango — aseveró Shippou mientras Kirara maullaba en señal de despedida y Miroku hacía una mueca de dolor.
La joven de negra cabellera y el de cabellos plateados miraron por última vez al ojiazul, su gesto parecía decir "ese monje no entiende nada", y después brincaron al interior del pozo, para desaparecer por la barrera del tiempo.
¡Me gustaría que pudieran venir! — dijo Kagome en cuanto ella e Inuyasha llegaron del otro lado de la noria—. ¡Sería divertido! — suspiró un poco ante esa idea tan atrayente.
¡Keh! ¡Cómo si no conocieras lo maniático que es Miroku! — espetó enojado el ojidorado mientras la ayudaba a salir —. ¡Seguramente se metería en problemas con… Sango, por las mujeres!
En eso tienes razón — meditó Kagome y puso cara triste. Era una verdadera locura después de todo.
Además, ¿no crees que sería más… difícil que pasaran desapercibidos? — le preguntó dudoso, poniéndose momentáneamente serio —. Con esa ropa antigua para tu mundo…
No, ese no sería el problema. — afirmó la muchacha sonriendo otra vez —. El problema es la conducta incivilizada del monje Miroku y… la agresividad de Sango — y su expresión se hizo algo tonta —. Controlarte a ti es más fácil — y se sonrojó al imaginar que llevaba a Inuyasha… de una correa como buena mascota.
Kagome… — Inuyasha le lanzó una mirada furibunda, como si sospechara alguna travesura de su parte —, ¿en qué diablos estás pensando?
Salieron de donde se oculta el pozo y se encaminaron hacia la casa. Ya era cerca del mediodía porque habían desayunado con sus amigos en el Sengoku, y Kagome les había prometido regalos para todos, incluida la anciana Kaede. Llegaron justo a tiempo para… ir de compras con mamá y adquirir todo lo necesario para la cena. Así que, con la gorra en la cabeza y las bolsas bajo el brazo, se encaminaron al supermercado.
En la época Sengoku, mientras tanto…
Miroku y Sango se quedaron ahí un buen rato. Los dos tórtolos conflictivos estaban sentados en el brocal del pozo, uno al lado del otro. Él le había tomado dulcemente una mano y ella estaba colorada de las mejillas, aunque no se miraban directamente a los ojos, pues la joven castaña no podía dejar de ser tímida. El monje no renunciaba a algunas mañas a pesar de que le había pedido matrimonio, haciendo que la exterminadora se mostrara bastante celosa. Sango estuvo a punto de mandarlo a freír espárragos al ver que no se tomaba las cosas con seriedad, pero terminó perdonándolo porque… lo ama por sobre muchas cosas. Y él ya se comportaba un poco mejor, pues no quiere perderla por nada del mundo, aunque la muerte aun sea una amenaza para todos. Ahora, aprovechando la ausencia de sus amigos, Miroku estaba tratando de ser amable. Shippou y Kirara miraban hacia el fondo, paraditos a la orilla.
¡Qué envidia que sólo el bobo de Inuyasha pueda ir! — dijo el kitsune soltando un bufido de frustración —. Por lo que me dijo Kagome van a tener fiesta… pero no puede llevarnos a todos — suspiró abiertamente.
Así es — dijo Miroku suspirando también… y el pensamiento lo traicionó —, es una verdadera lástima no poder conocer a las lindas mujeres en la época de la señorita Kagome.
Sango se puso bastante seria, y le lanzó una mirada cruel.
Excelencia… ¿acaso dijo algo sobre mujeres? — preguntó sin disimular su enfado.
¡No, para nada! — poniendo cara de inocente en tanto le brotó una gotita anime en la sien, para hacer constatar su bochorno, pero no le soltó la mano —, ¿cómo crees? — y agregó con tono enamorado —. Si tú eres… — acercándola delicadamente hacia él, abrazándola con pasión y haciéndole cambiar el gesto — la más especial para mí.
Y la "mano maldita" agarró… lo que le gusta agarrar. Shippou y Kirara hicieron el típico gesto escrutador anime mientras que la de castaña cabellera volvió a "enograrse".
¡Excelencia, es usted un…! — trató de levantarse para propinarle el cachetadón acostumbrado cuando…
Ambos resbalaron y cayeron dentro del pozo, pues el brocal estaba muy húmedo por la escarcha que se había formado con la nevada de la noche anterior. La reacción de Miroku había sido hacerse para atrás en cuanto percibió lo que Sango le haría pero, como no la soltó, con la inercia se precipitaron en la oscuridad. Todo fue tan rápido que ya era tarde cuanto se dieron cuenta de lo que pasaría.
¡Echen paja! — gritó el monje y estrechó de más a su dulce tormento, para protegerla durante la caída.
¡Excelencia! — ella también lo abrazó con fuerza.
Los dos pequeños seres parpadearon asombrados al notar la situación, e inmediatamente cerraron los ojos, como esperando la colisión de los dos conflictivos al aterrizar. Pero no oyeron nada, aunque les pareció distinguir un resplandor… el mismo que se desprende del pozo en cuanto Kagome viene o va para la otra época.
¿Qué pasó? — se preguntó Shippou, y se asomó junto con Kirara para ver que había sucedido con sus amigos —. ¿A dónde se fueron? — exclamó al reparar en algo.
Se dieron cuenta de que… la pareja ya no estaba ahí.
¡No es justo! — berreó el kitsune y se lanzó violentamente al fondo, con tan mala suerte que sólo se hizo un chichón de considerable dimensión —. ¿Por qué yo no? — gimió de dolor.
La nekomata únicamente maulló, en señal de resignación.
A través de la barrera del tiempo…
Si me muero de esto, no dudes que te amo — Miroku le susurró en el oído a Sango, haciendo que a la joven castaña se le erizara un poco la piel.
Los dos tenían los ojos cerrados y apretados, pues también esperaban el golpazo que se darían al llegar al fondo.
No exagere Excelencia, no nos vamos a morir, únicamente nos va a doler — afirmó ella tratando de controlar su nerviosismo al sentirse fuertemente rodeada por los brazos varoniles, quería despegarse un poco de él —. Pero usted tiene la culpa.
Llegaron suavemente del otro lado, pero ellos no se habían dado cuenta aun. Miroku se encontraba tendido de espaldas contra el suelo del pozo, y Sango arriba de él, con el rostro apoyado en su pecho. Se mantenían fuertemente abrazados.
¿Pues que tan profundo es este pozo? — se preguntó el monje con extrañeza y abrió los ojos —. No veo el cielo y siento la tierra a mis espaldas… — volvió a poner cara de perversa satisfacción al notar algo que le gustaba demasiado — ¡y el paraíso en mis manos! — porque las caderas de la exterminadora estaban justo al alcance de la "mano maldita".
La muchacha hizo gesto de asombro y desagrado al sentir ese indecente manoseo en salva sea la parte de su anatomía… ¡PAF! Ahora sí, la cachetada fue certera mientras Sango se enderezó rápidamente.
¡EXCELENCIAAAA! — lo miró con la furia reflejada en sus ojos café oscuro, y con su "aura maligna" desbordada —. ¡Si la caída no lo mató, yo si lo voy a hacer!
¡Sanguito, cálmate! — el ojiazul le puso cara de susto, sobándose el cachete y apartándose hasta donde pudo, sin la posibilidad de enderezarse por el momento y sin otro lugar a donde esconderse —. ¡Creo que ya no estamos con Shippou y Kirara! ¡Mira! — señaló hacia arriba —. Al parecer cruzamos la barrera del tiempo…
¿Estamos en la época de Kagome? — la chica se sorprendió y se tranquilizó dirigiendo su mirada hacia lo alto —. ¡Cierto! Ya no distingue el cielo — y lo volteó a ver, ahora con la duda reflejada en sus lindas pupilas —. Excelencia, ¿qué cree que ocurrió?
Afortunadamente el pozo no es tan estrecho, así que Miroku pudo levantarse pero decidió ya no abusar más de su buena suerte… o Sango lo mandaría de vuelta al Sengoku con graves lesiones.
Lo ignoro — afirmó con paciencia al ver que se había serenado —. Lo importante es salir, para buscar a Inuyasha y a la señorita Kagome.
Bien Excelencia — dijo ella y esta vez lo miró escrutadoramente, cruzándose de brazos —, y, ¿cómo vamos a salir?
Eee… — él sonrió nuevamente como bobo… no había reparado en eso — buen punto. ¿No traes nada para escalar? — preguntó con aire ingenuo.
Mi traje y mis herramientas se quedaron allá — la exterminadora negó con la cabeza, cerrando los ojos por una fracción de segundo —, así como su báculo. O sea que…
… Tenemos que esperar a que nos descubran — al monje le brotaron gotitas anime en lo alto de la cabeza —, o llamar a voces. ¿Qué sugieres?
Al unísono Excelencia — la exterminadora también puso cara de tonta, el típico gesto ante una situación fuera de lugar —, porque si no… quien sabe cuanto tarden en notar nuestra presencia.
Ambos inhalaron una buena bocanada de aire…
¡Inuyasha! — gritaron a viva voz.
Para su buena suerte… el único que los escuchó en ese momento fue el abuelo de Kagome, que andaba por ahí limpiando el templo. El anciano se asomó al oír los ruidos extraños, y se espantó al ver a los dos jóvenes con atuendos antiguos en el fondo del pozo mágico.
Mi buen señor, sentimos importunarlo de esta forma — dijo Miroku amablemente al notar la presencia del viejecito —. ¿Podría por favor decirle a Inuyasha…?
¡Espíritus malignos atraídos por ese… muchacho! — gritó el abuelo, y arrojó unos cuantos pergaminos "benditos", para después cubrir el pozo de manera precipitada —. ¡No se llevarán a mi nieta sin pelear, no señor!
Espere señor, usted no… — decía Sango cuando el hombre mayor puso la tapa sobre el brocal, dejándoles a oscuras —. ¡Hum! — se quejó haciendo un lindo mohín —, creo que tendremos que esperar para que nos delate.
Pues… — dijo el mañoso monje frotándose las manos —, ¡no desaprovechemos el tiempo! —y se abalanzó sobre la joven, masajeándole aquella parte del cuerpecito femenino que siempre le gustaba apreciar —. ¡Disfrutemos nuestro momento a solas!
Si no fuera tan impertinente y sinvergüenza… la castaña no dudaría en hacerle cariñitos.
¡No me toque así, insolente! — ¡PAF!... otra cachetada dada con furia —. ¡Guarde su distancia o si no…! — y se sintió una vez más su presencia maligna.
¡Sango, controla tu ira! — el ojiazul se sobaba nuevamente el carrillo mientras tanteaba desesperadamente en el suelo, en busca de los papeles caídos. Se había hecho para atrás, alejándose de la exterminadora a una distancia que consideró prudente —. ¿Dónde están los pergaminos? — murmuró para si —. ¡Serénate por favor! — le dijo con miedito agitando la mano para pedir paz, sintiendo que ella se acercaba como una fiera.
¡Debería hacerlo usted primero! — y se le fue encima… para "matarlo" a golpes.
El anciano había salido del pequeño espacio en donde el pozo se encontraba oculto. Corrió rápidamente y cerró la puerta, en la que puso varios pergaminos más.
Tengo que consultar las sagradas letras — dijo suspirando agotado, después de colocar como 15 pergaminos en puntos estratégicos —, y hablar con ese muchacho sobre los espíritus que atrajo.
¿Cuáles espíritus, abuelo? — le preguntó Kagome con curiosidad mientras Inuyasha lo miraba extrañado.
La familia acababa de llegar con las compras, y habían visto el extraño comportamiento del hombre al colocar como poseído los pergaminos en la puerta del pozo.
¡Te buscan grandes espíritus malignos de tu época! — el viejecito se dirigió al Hanyō, mirándolo con reproche —. ¡Los acabo de encerrar en el pozo!
¿Espíritus malignos? — el de ojos dorados parpadeó asombrado —. ¿Está seguro, anciano?
¿Crees que no se distinguir las presencias negativas? — al hombre mayor le ofendió que se dudara de su palabra.
Eee… — Sota decidió intervenir y tartamudeó un poco —. Vamos a casa mamá — jaló a su madre suavemente de la manga del suéter que llevaba puesto, porque la señora Naomi miraba con expresión absorta al abuelo —, "Amigo con orejas de perro" se encargará de eso… ¿verdad Inuyasha? — le preguntó esperanzado.
¡Keh!, cualquier basura — confirmó el de plateada cabellera y, rápidamente, se dirigió al pequeño local, rompiendo los pergaminos "benditos" al abrir la puertita con tosquedad.
¡Nooo! — al anciano le brotaron cascadas de lágrimas por las pupilas —. ¿Cómo pudiste hacer eso?
Tranquilo abuelo — Kagome le palmeó la espalda sonriendo tontamente, y entró tras Inuyasha.
El Hanyō se había quedado como petrificado al percatarse de algo que nunca pensó podría ocurrir.
No… puede ser — dijo asombrado.
¿Qué ocurre? — preguntó Kagome extrañada por su expresión, y escuchó…
¡Sinvergüenza! — un golpe fuerte y muy familiar — ¡Impúdico! —, que se repitió… — ¡Manolarga! — y se repitió… — ¡Depravado! — y se repitió…
¡Sango!... ¡por favor!... ¡pido paz! — se oyó la suplicante voz de Miroku entre tantos azotes.
Inuyasha levantó la tapa con apuración.
¡Mierda! ¿Cómo diablos llegaron hasta aquí? — les gritó muy molesto.
Los dos conflictivos miraron de hito en hito hacia arriba, encontrándose en una postura bastante comprometedora y explícita para las mentes inocentes. Sango había sometido a Miroku y se encontraba encima de él, arrodillada a la altura de su cintura, y ya le había metido varias cachetadas, pues el joven ojiazul tenía las mejillas algo hinchadas. Y es que, por lo que se veía, el monje había pretendido "exorcizar" a la exterminadora para domarla, con un inservible pergamino del abuelo de Kagome… y tuvo la delicadeza de colocarlo a la altura de su busto. Obviamente que eso no hizo más que ponerla furiosa.
¡Inuyasha, amigo! — dijo el monje, agradeciendo que se hubiera aparecido en el instante justo para salvarlo de morir —, ¡ayúdame!
¡Monje Miroku, Sango! — Kagome se asomó también y se alegró de verlos juntos… poniendo después expresión anime escrutadora —. Monje Miroku… ¿qué pretendía hacer allá abajo con Sango? — dijo muy seriamente.
Nada que Sango no quisiera — se defendió el aludido con tono de no romper ni un plato —. Hermosa mía, ¿podrías por favor quitarte de encima mío? — le dijo a la castaña, mirándola con unos ojitos suplicantes.
La exterminadora se había quedado con la mano en el aire, paralizada al ver a su amigo Hanyō… reaccionó poniéndose muy colorada al sentir la profunda mirada azul del monje mañoso sobre su persona, y darse cuenta en donde se encontraba acomodada.
Lo siento, Excelencia — la joven se enderezó los más rápido que pudo y lo ayudó a levantarse, casi sacudiéndole el polvo de la túnica a modo de disculpa —, me dejé llevar… ¡Pero usted… — lo soltó rápidamente y desvió el rostro de él, bastante avergonzada ante su actitud — tiene la culpa por…!
Ya, ya, descuida que no pasó nada malo — le dijo con amabilidad para saldar la discusión, haciendo con la mano una señal de pedir clama —. Oye Inuyasha — volvió la vista a la parte superior del pozo, dirigiéndose a su camarada con cortesía —, no te quedes ahí parado y sácanos de aquí.
¡Keh! Por mi te quedas… — dijo burlón —, se ve que te estabas divirtiendo de lo lindo — agregó con sarcasmo.
¡Inuyasha! — lo regaño fuertemente Kagome —, ¡no seas soez!
El de cabellos plateados se retiró de la orilla un poco espantado, porque Sango le lanzó una de sus miradas frías y crueles, las que demostraban su irritación, mientras que a Miroku le brotaron más gotitas anime en lo que el gesto de su cara reflejaba resignación y pena.
¡Voy por una cuerda! — dijo Kagome en voz alta para que le escucharan sus amigos, después de recuperar la compostura al notar que era lo que había atemorizado al Hanyō, y salió corriendo del pequeño local —. Abuelo, no son espíritus malignos — le habló al anciano con cariño, sintiendo un poco de pena al verlo llorar todavía —, son mis amigos del Sengoku.
Miroku… ¿cómo diablos pasaron? — preguntaba Inuyasha una vez más, dirigiéndose escrutadoramente al monje.
No tengo idea — respondió el aludido con seriedad —. Sango y yo nos caímos por…
Por su culpa Excelencia — le recordó la chica, y se cruzó de brazos lanzándole una mirada muy fea, como si se lo quisiera comer vivo por ser tan torpe.
Como digas — una sonrisa boba brotó por enésima vez en el rostro del monje a manera de disculpa, avergonzado ante esa cara dura —. El caso es que llegamos aquí y… ya.
La chica de negra cabellera llegó con la cuerda, y la arrojó por el brocal para que el de plateados cabellos auxiliara a sus amigos.
Las damas primero — Miroku se dirigió galantemente a Sango, cediéndole el paso con un gesto caballeroso —. Si no puedes hacerlo sola, estoy para ayudarte — y mirándola con cara de inocente.
Mire quien lo dice — observó sarcásticamente la exterminadora. Subió con su agilidad característica a pesar de no traer el traje de batalla… es parte de su oficio, dejando al monje con gesto de resignación. Inuyasha y Kagome pusieron los ojos en blanco por una fracción de segundo —. Usted es algo lento Excelencia — le sonrió grandemente desde arriba, hablándole en tono dulce.
En eso tienes razón — confirmó el Hanyō tirando de la cuerda para subir al monje —, y sería más lento si estuviera como su maestro.
El ojiazul lo golpeó en la cabeza con el puño cerrado al llegar arriba, después de sujetarse bien en el brocal, y un signo de enojo palpitaba en su frente.
¡Muy gracioso jovencito! — le espetó indignado —. Lo que pasa es que estoy herido y débil.
¡Keh! — se sobó el pequeño chichón, lanzándole a su camarada una mirada fiera —. Pero bien que querías… ayudar a Sango a subir… de otra forma — expresó con ironía.
Ya cállense los dos — les dijo Kagome con severidad —. Par de vulgares.
Las dos muchachas echaban chispas por los ojos y los fulminaban con la mirada… cuando esos dos no medían su vocabulario las sacaban de sus casillas. Esas muestras de furia hicieron que los dos varones cerraran la bocota.
¡Vengan! — Kagome volvió a sonreír en un segundo, y tomó a Sango de la mano —. ¡Tomarán un baño y nos divertiremos, porque esta noche es Nochebuena y mañana Navidad!
Ambas jóvenes salieron del pequeño local, seguidas muy de cerca por los muchachos.
¿Navidad? — preguntaron al unísono los del otro tiempo.
Sí — confirmó la pelinegra sin borrar la sonrisa de satisfacción por tener a algunos de sus amigos a su lado —, es una linda celebración para recordar el nacimiento de Jesucristo, el Salvador Hijo de Dios.
Sus compañeros parpadearon asombrados.
Ya les explicaré — suspiró un poco al recordar que ellos no sabían nada sobre las festividades de la época actual —. Por ahora lo importante es presentarlos a mi familia y… — los miró un poco escrutadora — buscarles algo más "ad hoc" a la temporada, para que vayamos a pasear.
Así que entraron a la casa, mientras Sango y Miroku abrían los ojos de más, visiblemente sorprendidos al ver una vivienda tan diferente a las del Sengoku.
Nota: Primera parte, iré subiendo las demás en el trascurso de los días. Disfruten las fiestas con moderación y en compañía de sus seres queridos, y no olviden nunca el significado de celebrar éstas fechas. Diviértanse también con las historias varias que se publican por aquí. Saludos y mis mejores deseos para el nuevo año.
P.D. Las otras historias que tengo en curso no las abandonaré, pero me tomaré más tiempo del que consideraba, así que esperen por ellas con paciencia, para los que las siguen.
