Disclaimer: Los personajes ni el fanart de portada me pertenecen, Yuri! On Ice del estudio MAPPA, Mitsurō Kubo y Sayo Yamamoto. El fan art de: Pixiv ID: 59949077
La escuela de magia Mahoutokoro, un palacio de jade ubicado cerca un volcán, en una isla que los muggles creen deshabitada pero que está llena de vida que le otorga un montón de niños ávidos de conocimiento y con ganas de ser unos magos extraordinarios en el futuro.
Se dice que los chicos que portan varitas de cerezo son destacados y apreciados por los demás, Yuuri Katsuki es quizá la excepción a la regla: Un chico promedio, estudiante promedio, mago promedio. Le era difícil hacer amigos y disfrutaba más la soledad, nadie en su entorno, puede que ni siquiera su familia, tenían demasiada fe en él, asumían que quizá tener una varita de cerezo era sólo una coincidencia agradable.
El propio Yuuri lo había asimilado, él mismo había interiorizado el ser sólo un mago promedio y que no estaba destinado para grandes cosas, ni siquiera para unas medianamente buenas, sería un empleado de cualquier departamento menor en el Ministerio de Magia Japonés y eso estaba bien para él.
Pero interiormente, y a pesar de que sus emociones siempre jugaban en su contra, él quería más. Simplemente soñaba con otras cosas, como estar en los Toyohashi Tengu, o ir al mundial de Quidditch con la selección de su país, ganar la copa…
Suspiró, hundiéndose nuevamente en el libro que leía, debía hacer un pergamino de diez pulgadas sobre los usos del Asfódelo y en cuáles pociones puede ser usado, no podía perder el tiempo soñando despierto, con cosas que nunca podrá tener a su alcance.
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La escuela de magia Mahoutokoro, un palacio de jade ubicado cerca un volcán, en una isla que los muggles creen deshabitada pero que está llena de vida que le otorga un montón de niños ávidos de conocimiento y con ganas de ser unos magos extraordinarios en el futuro.
Un ruso recientemente transferido sin duda sería todo un revuelo para la dinámica pero establecida rutina del colegio, venía proveniente de Koldovstoretz, todos hablaban de lo talentoso que era en el Quidditch, superaba al búlgaro Viktor Krum en talento y habilidad, casualidades del destino que compartiesen el nombre.
Se decía que estaba ahí gracias al equipo de los Toyohashi Tengu, quienes no poseían ni un jugador que fuese poco eficaz en sus filas, rumores de los alumnos mayores apuntaban que el eslavo seguramente querría unirse a ellos o sólo quería comprobar si la habilidad de ese quipo realmente tenía que ver con aquella escuela de magia y el entrenamiento que se llevaba a cabo ahí.
Fue visto por los pasillos, caminando con seguridad y saludando a cualquiera que se atreviese a saludarlo a él, parecía como si estuviese en sus propias tierras y no en una isla muy lejos de Rusia y su hogar.
Admiración despertaba por ahí donde fuera y aún no había sido siquiera presentado formalmente ante los alumnos.
Su único objetivo aquel primer día, era ver el campo de Quidditch, quizá volar un rato, extrañaba la sensación del viento rozándole la cara y agitándole el pelo.
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La noche le otorgaba la penumbra suficiente para esconderse en ella y hacer algo que seguramente si le sorprenden, terminaría con una horrible túnica blanca por un par de semanas como castigo, pero tal vez valía la pena, o no, sólo sabe que lo necesita para no terminar deprimido como otras veces a lo largo de su vida ¿Por qué no se puede pasar más rápido por la adolescencia? O quizá era que esa tristeza que acarreaba desde hace un montón de tiempo nunca se iría.
Excepto cuando estaba en el aire.
Subió a su escoba, rodeó el campo un par de veces, como en un calentamiento, luego puso los goggles en su lugar y acto seguido se movió en piruetas, haciendo amagos contra enemigos inexistentes, volaba a toda velocidad, parecía deslizarse en el aire, rompiéndolo con su cuerpo y éste parecía no resistirse a él.
La penumbra de la noche le dio el secretismo necesario a unos ojos azules que observaban a aquel muchacho con seriedad.
Viktor Nikiforov quizá había ido al lugar correcto.