Capítulo 1
El pueblo de Egipto estaba sufriendo desde hacía años, padeciendo de hambre, la gente no tenía nada que comer y la pobreza era extrema. Pocos sobrevivían a estos sucesos en Egipto. Todo se debía a que el faraón no era el que gobernaba el país sino Aknadin, uno de los sacerdotes del faraón, este se encargaba de cobrar los impuestos a la gente elevando tanto los precios de la comida y de los pagos que provocaron la caída del pueblo. Lo peor de todo era que el faraón no estaba enterado del asunto, el engaño era tan fuerte que él pensaba que el pueblo estaba en perfectas condiciones. El faraón Atem no tenía ni la más remota idea de lo que pasaba en Egipto, siempre estaba encerrado en el palacio por órdenes de los sacerdotes, o más bien, por órdenes de Aknadin.
La historia inicia en el pueblo egipcio, cuando algunos mendigos trataban de conseguir un trabajo estable para dejar de mendigar.
-Por favor, déjeme trabajar aquí. No importa que me pague poco solo necesito un trabajo
-Lo siento chico, pero no estoy buscando empleados y menos uno tan joven
-Sé hacer de todo, puedo ayudarlo con la pescadería, con limpieza. Lo que sea
-Lo siento muchacho
El señor le hizo señas con la mano para que se marchara y Yugi no tuvo más alternativa que alejarse. Llevaba dos horas recorriendo todos los puestos de Egipto buscando empleo pero las cosas no eran fáciles, y más cuando veían lo joven que era. Suspiró mientras miraba el cielo
-Espero que las cosas mejoren pronto
Escuchó una voz conocida y al voltear vio a su amiga de la infancia Mana que estaba haciendo el mismo intento que él de conseguir trabajo pero fracasó. Mana derramó una lágrima
-No te sientas mal. No es nada personal
-Yugi, ¿tú tampoco consigues un empleo estable?
-Temo que no. Creo que esto no está mejorando nada
-La culpa de todo la tiene el faraón, no se encarga de nosotros. No le importa que muramos de hambre todos los pueblerinos porque él tiene todo-dijo Mana molesta mirando hacia el palacio real
-Tengo la esperanza de que el faraón sea un inexperto en esto de gobernar todo un país. No puede ser que alguien sea tan cruel para dejarnos así
-Pues es muy probable que él sea el causante de la hambruna
Yugi miró el palacio con firmeza
-A veces desearía ser el faraón para cambiar la situación de nuestro país
-Eso sí que es un sueño
Yugi y Mana se retiraron. Se conocían desde pequeños, prácticamente eran como hermanos, sus padres murieron por la hambruna así que se cuidaban mutuamente, vivían en un edificio antiguo aunque en cuartos separados por ser hombre y mujer.
Ambos fueron al río Nilo a beber un poco de agua y jugar en este, Mana era una chica muy alegre a pesar del sufrimiento cotidiano, era casi una niña así que se le veía jugando por ahí con Yugi.
-¿En serio cambiarías todo si fueras el faraón?
-Claro, mejoraría todo para el pueblo y para ti
-Sería bueno, pero es imposible
-Es cierto, ni siquiera hemos visto al faraón, nunca ha salido del palacio antes
-Ahora que lo pienso nadie ha visto su rostro. Creo que no tiene consideración por los demás.
-Tal vez
Yugi no quería pensar mal de su gobernante pero no a veces la situación los llevaba a pensar mal de este.
De pronto, oyeron el bullicio de la gente adentro del pueblo y supieron que algo estaba sucediendo. Se acercaron y vieron que una caravana se encontraba cruzando el pueblo, dentro de ella estaba una mujer a la que nadie podía ver pero por la elegancia de la caravana supieron de quién se trataba.
-Esa mujer debe de ser la princesa Teana-dijo un pueblerino
-Es lo más probable
-De seguro viene para ver a su prometido
-¿Está comprometida con el faraón?
-Sí, llevan dos años como prometidos pero aún no sabemos cuándo se casaran
Mana y Yugi escucharon eso. La princesa no podía ver lo que pasaba con el pueblo porque no le permitían asomarse a ver afuera, sin mencionar que los guardias se aseguraban que no lograra ver a las personas y así evitar que le mencionara al Faraón sobre los problemas egipcios. Casi todo había planeado para continuar con la idea de que Egipto era un lugar de paz cuando en realidad no lo era.
Mana tuvo una idea, era una chica rápida y delgada así que podía moverse fácilmente entre la multitud. Saltó entre las personas y se puso en medio de la caravana interfiriendo el paso de esta, Teana notó que algo pasaba pero no podía asomarse a mirar
-Por favor, princesa. Hable con el faraón y dígale que el pueblo se muere de hambre. Necesitamos que nos ayude.
Teana se sorprendió, alcanzó a escuchar las palabras de la chica aunque no podía verla.
-Mujer, aléjate de la princesa-dijo un guardia acercándose a Mana
-No, es importante que lo sepan. Princesa, ayudenos. Dígale al Faraón que nos ayude, que no se olvide de nosotros. Morimos de hambre
Yugi se puso nervioso cuando vio que los guardias se acercaban a Mana y trató de pasar entre la gente pero la multitud se agolpó más para ver a Mana y la princesa y se le dificultó pasar.
-Váyase de aquí-dijo un guardia
-Princesa, por favor
Mana fue agarrada del brazo por un guardia y este la jaló lejos de la caravana. Mana luchó por zafarse y siguió gritando pidiendo ayuda, la princesa oyó todo
-¿Qué está pasando ene l pueblo de Egipto?
-Princesa, no haga caso. Los pueblerinos no saben qué hacer para llamar la atención-dijo Kisara, la dama de compañía de la princesa
Pero la princesa había escuchado todo y sabía que era honesta la voz que pedía auxilio.
Continuara...
