I

La bocina de los buques en la bahía eran mi despertador de todas las mañanas. Como un gato me estiré sobre mis sábanas mientras abría mis ojos que resentían los pequeños rayos de luz de sol que entraban por mi ventana traspasando las cortinas de fina tela color azul. Esperé a que mi cuerpo terminara de despertarse para levantarme y caminar hasta las ventanas abriendo las cortinas y asomándome al tiempo que me recostaba de del marco de madera respirando el aire salado.

-¡Aome baja ya!- Escuché el típico grito de mi madre a todo gañote por las mañanas.

-¡Voy!- respondí con mi voz aun un poco adormecida.

Caminé terminando de estirar mis extremidades hasta llegar al cuarto de baño en donde preparé la ducha para asearme y comenzar un nuevo día. Al terminar me coloqué mi traje de baño de rayas junto con una falda blanca que bajaba hasta mis rodillas libremente y una camisa de tirantes azul claro y para terminar unos Keds que mamá me había regalado. Mi cabello a penas y lo cepille, me lavé los dientes pero no me preocupe en usar maquillaje. Rápidamente bajé las escaleras hasta llegar a la cocina en donde todos ya se encontraban trabajando preparando el desayuno.

-Buenos días- dije como siempre mientras me abría paso entre la multitud para poder salir mientras recibía los saludos de vuelta. Tomé un panecillo de mantequilla que recién los sacaban del horno, me quemé la lengua al darle un bocado pero estaba muy delicioso para prestarle atención. Caminé sintiendo el sol sobre mi piel siendo la mejor sensación del mundo acompañado con la tibia brisa que a penas soplaba. Llegué al pequeño establo en donde estaban nuestros burros despertándose -¿Qué tal chicos?- pregunté tomando el heno que estaba en una esquina para colocarlo al su alcance para que comieran, a su vez les acerque un balde de agua para que bebieran, mientras se alimentaban proseguí a colocar las sillas en sus lomos. Al terminar los llevé hasta la entrada entregándoselos a mi hermano Souta, como era fin de semana no tenía que ir a la escuela y podía ayudar en algunas cosas en la posada.

Mis abuelos habían venido desde Japón a Grecia, específicamente a la isla de Skopelos a finales de la segunda guerra mundial. El mundo entero estaba en necesidad en aquel momento en especial en esta zona, sin embargo ellos encontraron una manera de ayudar. Mi abuelo solía tener un templo en las afueras de Hiroshima, según cuenta él, mi abuela era una sacerdotisa por lo que ambos siempre fueron hospitalarios y no muy de acuerdo con la guerra. Cuando sucedió el ataque quedaron sin absolutamente nada más que sus vidas a duras penas, unos amigos habían conseguido un pequeño barco en el cual se irían de Japón, tenían demasiado miedo de lo que pudiera suceder. Navegaron por un buen tiempo hasta parar en Grecia, en una pequeña isla. En principio no fueron recibidos con mucha hospitalidad pero la población al ver que eran unos simples prófugos los fueron aceptando poco a poco. Mis abuelos sin duda no podían construir un templo o algo parecido para los rezos de las personas a demás que se encontraban en otro país, pero a mi abuela se le ocurrió la brillante idea de construir una pequeña posada para ayudar a quien lo necesitara, pronto la comunidad los apoyo creando así "δεύτερη ευκαιρία" (Segunda Oportunidad). Pronto se estabilizaron y junto a sus amigos y la comunidad lograron consolidar la posada, ellos después construyeron una pequeña frutería no muy lejos de la posada.

Luego de unos años mi abuela quedó embarazada, sin embargo mis abuelos tenían miedo de que pudiese venir con alguna deformidad o algún problema debido a que estuvieron expuestos a la radiación de la bomba atómica, pero para su suerte tuvieron a mi madre sana y sin problemas. Según los cuentos Mamá siempre fue muy amable, amante de la cocina y hospitalaria, desde pequeña mis abuelos la hacían ayudar en la posada lo cual a ella le fascinaba. Pasaron los años hasta que llego el momento de ir a la universidad aunque mamá prefirió quedarse trabajando en la posada para poder ayudar a mis abuelos, fue entonces cuando conoció a mi padre, un joven viajero que venía de Inglaterra deseoso de conocer el mundo, se encontraba de paso por Grecia y sus islas pero quedó prendado de mi madre. Mis abuelos no estaban muy de acuerdo con la relación, ellos querían emparejarla con el hijo de sus amigos de la frutería que les habían dado una segunda oportunidad, Eiji siempre fue el mejor amigo de mamá pero ninguno se veía como algo más a él le gustaba una chica griega descendiente de italianos mientras que a mamá pues le gustaba mi padre. Luego de varias discusiones y peleas ambos lograron convencer a sus padres de no obligarlos a casarse puesto que sería un matrimonio infeliz y deshonrado ya que ninguno de los dos sería fiel ya que su corazón pertenecía a alguien más.

Mi padre se fue escabullendo para poder llegar a la aceptación de mis abuelos, buscó un trabajo en el puerto y así pagaba por su habitación en la posada, él era un joven recién salido de la universidad a diferencia de mamá que nunca quiso hacerlo pero eso era lo de menos, sin embargo él siempre le pedía que se fueran juntos por el mundo a viajar, a conocer, a crecer juntos, pero mi madre sentía que no podía dejar a mis abuelos solos con la posada. Llegó el día en el que papá debía regresar a Inglaterra, él le pidió que lo acompañara pero mamá se negó pero para su sorpresa mis abuelos la convencieron en ir puesto que se estaría despidiendo del amor de su vida de lo contrario. Un poco dudosa se fue con mi padre recorriendo Europa hasta llegar a su casa en Inglaterra la cual era más grande y ostentosa de lo que él había mencionado. Mi padre era hijo de políticos, parlamentarios, por lo que tenía muchísimo dinero, era el menor de cinco hijos por lo que no se preocupaba mucho en seguir la tradición familiar puesto que tenía cuatro hermanos por delante para hacer aquello. Como era de esperarse su familia no recibió muy bien a mi madre y ni hablar cuando se enteraron que no había ido a la universidad. Mi padre furioso tomó su parte de la fortuna y se marchó con mi madre de regreso a Grecia, digamos que nunca tuvo una buena relación con su familia.

Para su sorpresa cuando regresaron mi madre estaba embarazada de mi y según me dice todo el mundo, no podían estar más felices por ello. Papá entonces se puso manos a la obra y comenzó a construir un pequeño anexo en uno de los terrenos libres de la posada, justo frente al mar. La casa era pequeña pero cómoda para tres, Papá era ingeniero por lo que sabía que estaba haciendo, a demás que le venía bien las cuestiones de construcción. El 5 de mayo de 1995 nací en mi casa puesto que así lo quería mi madre. Mamá quería llamarme Kagome ya que era una canción que le había enseñado mi abuela cuando era pequeña y siempre le había gustado aquel nombre sin embargo mi abuela le explicó que no eran un nombre japonés tradicional y que además en la canción significaba "perdido", y como mamá no quería que estuviera perdida modifico el nombre a Aome. Todo era bueno, mis padres tenían sus peleas pero lo normal en cada pareja aunque para los ojos de mis abuelos no era nada normal pues no estaban casados y ya tenían una hija, pero la verdad a ellos no les preocupaba, su amor era suficiente, casarse sería algo simbólico nada más. Tres años después nació mi hermano menor Souta que como yo fue una sorpresa.

La vida era buena para mis padres y para mi también. Recuerdo que todas las tardes papá me llevaba en sus hombros y mamá cargaba en sus brazos a Souta, íbamos al muelle en donde estaba un pequeño bote que papá había comprado, nos montábamos en él y veíamos el atardecer. Pero todo pasó muy rápido. El 7 septiembre de 1999 papá se encontraba en Atenas por cuestiones de negocio, él y un amigo planeaban abrir otra sede de la posada en Atenas pues también era un lugar bastante turístico. Estaban en plena reunión cuando un terremoto sacudió la ciudad cobrando dos mil heridos y ciento cuarenta y tres muertos, entre ellos mi padre. Aun no sabemos bien que pasó su socio nos dio la noticia y lo único que dijo fue que murió salvándole la vida unos niños, no se si lo dijo para hacernos sentir mejor con su muerte, pero el hecho es que ya no está.

Desde entonces somos mis abuelos, mamá, Souta y yo contra el mundo. Nuestra pequeña casa en donde vivíamos paso a ser un maletero puesto que mi madre no podía estar allí mucho tiempo, los recuerdos de mi padre eran abrumadores. Souta realmente nunca sufrió su muerte pues a penas y tenía un año cuando todo sucedió, por mi parte tengo vagos recuerdos pero me aferro bastante a ellos pues es el recuerdo de que alguna vez tuve un padre y que era el mejor del mundo. En mi muñeca siempre cuelga un brazalete que me dio al nacer, es una cadena de plata con una pequeña perla rosada.

Regresé a la cocina para tomar la cesta de las compras, como todas las mañanas debía buscar las frutas en la tienda del señor Eiji. Al salir de nuevo me encontré con que ya los huéspedes comenzaban a despertar, varios asomados por las ventanas o en los barandales admirando el amanecer mientras los trabajadores sacaban las mesas al patio central para que comieran el desayuno. Salí por la entrada viendo como Souta bajaba con dos burros a buscar a alguna persona al muelle. Me le adelanté para poder bajar mas rápido al área comercial en donde ya se sentía el movimiento. Mientras caminaba saludaba a los conocidos que era prácticamente la isla entera.

-¡Ohayōgozaimasu!- dije animada entrando en la frutería para identificarme, era imposible no hablar japonés teniendo a mis abuelos en casa.

- Ohayōgozaimasu, Aome- respondió con una sonrisa la boca de Antonella, esposa de Eiji -¿Cómo estás?-

-Pues muy bien, hace un lindo día hoy- respondí colocando mi cesta sobre el recibidor mientras ella colocaba el pedido en ella -¿El flojo de Kouga ya se despertó?- pregunté inútilmente conociendo la rutina de la mañana.

-Ya sabes la respuesta a esa pregunta- escuché de pronto la voz del Eiji detrás de mi, me giré para saludarlo con un beso en la mejilla –Anda a despertarlo que necesito que me ayude, ese muchacho flojo…- se quejó de su hijo mientras salía de la tienda a limpiar la entrada.

Como todas las mañanas subí por las escaleras que estaban detrás de una puerta color rojo dentro de la tienda, al subir me encontré en la casa del mejor amigo de mi madre, con mucha confianza caminé por el pasillo que estaba a mi derecha en donde se encontraba mi destino. Tres puertas después tomé el pomo de metal en mi mano abriendo sigilosamente la puerta. El cuarto estaba oscuro, a diferencia de mi Kouga tenía cortinas oscuras para poder dormir más. Gracias a dios me conocía el cuarto de memoria así que rezando que no hubiese dejado nada tirado en el suelo comencé a caminar al frente de la cama, unos cuantos pasos atrás, tomé impulso y corrí lanzándome a la cama para despertarlo pero para mi sorpresa la cama estaba vacía. Me reincorpore tocando todo a mi alrededor sintiendo que la cama aun estaba caliente por lo que no debía tener mucho tiempo fuera de la cama, fue entonces cuando escuché unos pasos retumbar detrás de mi seguidos por un enorme peso en mi espalda y unos brazos en mi cintura mientras unas manos me hacían cosquillas.

-¡No Kouga para!- grité entre risas convulsionándome sobre el colchón.

-¡Ja! La venganza es dulce- dijo inmovilizándome con su peso. Kouga siempre dormía hasta tarde lo cual molestaba a su padre, pero como yo era un gallo mañanero y él era mi mejor amigo, mi hermano mayor (solo por cuatro años) como buena hermana menor me tocaba despertarlo de la manera más atorrante posible.

-¡Ya no más por favor!- grité de nuevo desesperada, él me dio un par de cosquillas más y se desplomó a mi lado. Tomé aire y me relajé antes de poder hablar de nuevo -¿Qué demonios te sucede?- pregunté dándole un golpe en su brazo desnudo, Kouga siempre dormía sin camisa.

-Pues que hoy me levanté más temprano- dijo como si nada, podía sentir la sonrisa en sus palabras.

-¿Pues por qué no bajas a ayudar a tu papá en vez de estar aquí como una morsa?- pregunté apoyándome sobre mis codos.

-Porque quería venganza- yo rodé los ojos aunque no me pudiera ver –A demás mis mañanas no son buenas si no me despiertas tu o si ni eres la primera persona que veo- como si nada se levantó de la cama dirigiéndose a la ventana para abrir las cortinas. Últimamente Kouga siempre me decía cosas por el estilo pero decidí no prestarle atención. De un solo movimiento abrió las cortinas dejando las luz incandescente del sol entrar haciendo que apretara los ojos ante la súbita fuente de claridad, tanteando abrí los ojos para toparme con un Kouga sin camisa que tan solo utilizaba un pantalón de dormir dejando su amplia espalda morena y musculosa a mi vista. A Kouga le encantaba correr, hacer artes marciales, hacer ejercicio, era demasiado activo. Kouga siempre fue un chico guapo al ser moreno de ojos azules y cabello negro con un físico envidiable, recuerdo cuando ambos estábamos en la escuela siempre nos íbamos juntos y más de una chica me pidió su número o que se lo presentara, también más de una me odiaba, sobretodo cuando el estaba en ultimo año y yo salía con el y sus amigos, cuando de pronto llegaba y me daba un beso en la mejilla o me alzaba en brazos con suma facilidad, yo era como decía él, edición de bolsillo, pequeña y delgada. Todavía aunque esté en el ultimo año de secundaria hay un buen grupo de chicas que me odian por ello,.

-Bueno vengador, tu papá te espera para trabajar- le dije bajándome de la cama arreglándome la camisa y la falda.

-¡Argh! No quiero trabajar hoy- se quejó golpeando su cabeza contra el marco de la ventana. Kouga ya estaba por graduarse de la universidad, como era hijo único debía ayudar a su padre en el negocio por lo que estaba sacando la carrera de administración de empresas en un programa de larga distancia, eran clases por internet pero Kouga era bastante aplicado –Vamos a navegar anda- se volteó entonces sentándose a mi lado –Tomemos mi bote y vámonos por allí- aquella propuesta no era nada nueva, eran bastantes los días en que hacíamos aquello puesto que Eiji había enseñado a Kouga a navegar desde pequeño.

-La posada está a reventar, mamá necesita mi ayuda- le dije viendo como se desplomaba de nuevo en la cama colocando las manos sobre su rostro mientras resoplaba.

-¿Cuándo vamos a ser libres Aome?- Me quedé callada viendo por la ventana. Siempre nos hacíamos esa pregunta, Kouga más seguido que yo y la verdad yo no podía quejarme, me gustaba mi vida, podía quedarme ayudando a mi madre en la posada para siempre, no podía dejarla sola, era demasiado importante para mi. Estaba Souta, es cierto pero no colocaría ese peso sobre sus hombros, al final de cuentas yo era la hermana mayor -¿Aome?-

-Ya voy tarde, nos vemos luego- le dije dándole un beso en la frente mientras salía de su habitación sintiendo su mirada a mis espaldas. Bajé las escaleras por las que subí regresando a la tienda, Antonella ya había puesto todas las frutas en mi cesta así que la tomé.

-¿No se quería levantar?- preguntó.

-Tu sabes como es- le respondí con una sonrisa para luego despedirme de ella y Eiji. Caminé de regreso a la posada dejando el pedido en la cocina.

-Aome la señora Kaede te busca en el jardín- me dijo una de las muchachas de limpieza. Caminé hasta el jardín en donde siempre encontraba a mi abuela, al llegar la vi regando algunas plantas mientras hablaba con una pequeña niña, tenía pinta inglesa.

-Buenos días- dije sonriendo tanto a mi abuela como a la pequeña niña de ojos grises que ahora me miraba, con una tanto de curiosidad.

-Buenos días- respondieron ambas –Grace, ella es mi nieta Aome, también trabaja aquí conmigo- me presentó a la pequeña de cabello castaño la cual me ofreció una amplia sonrisa.

-Hola, mi nombre es Grace, tu abuela tiene flores muy bonitas- dijo animosa la chica.

-¿Verdad que si? Es un placer conocerte- le respondí bajándome a su nivel viendo que habían unas pequeñas margaritas en el suelo –¿Acaban de llegar? No te había visto por aquí- la distraje con mi pregunta para arrancar con delicadeza las flores del suelo y ocultarlas en mi mano.

-Si, mis papás están adentro buscando una habitación pero vine a ver el jardín, me encantan las flores- me respondió viendo a su alrededor.

-Pues bienvenida seas Grace- le dije abriendo mi mano entonces ofreciéndole las flores, ella quedó sorprendida como si hubiese visto el acto de magia más espectacular del mundo.

-¡Grace!- se escuchó una voz femenina a lo lejos.

-Anda que te están buscando, cuando quieras me buscas y te enseñaré a hacer una diadema con flores- Grace tomó las flores sonriente mientras asentía y se marchaba, podía ver a su madre esperándola en la entrada del jardín. Sin problema me reincorporé levantándome del suelo.

-Siempre tan tierna con los niños- murmuró mi abuela sonriente, yo le di un beso en la mejilla.

-¿Para qué me buscabas?- pregunté sonriendo, si llegaba a ser profesional algún día lo único que querría sería ser maestra.

-Necesito que le lleves esto a Delia- me respondió entregándome un paquete de tamaño mediano que se encontraba en el banco de cemento frente a nosotras.

-¿Por qué no le dices a Souta que se lo lleve?- pregunté sin realmente tener ganas de bajar al muelle, la señora Delia vivía en el centro de Skopelos, cerca del muelle.

-Porque probablemente lo romperá y es algo muy delicado, ahora anda y hazle el favor a tu abuela, cuando regreses te daré una sorpresa por el favor que me haces- como si una niña pequeña fuera me dio una nalgada, no muy fuerte pero lo suficiente para ponerme a caminar. Yo siempre era la repartidora puesto que mi hermano era un real desastre.

Caminé fuera del jardín pasando por el patio central en donde los inquilinos se encontraban comiendo, noté entonces a mamá hablando con una pareja de mochileros, le lancé un beso señalándole el paquete que llevaba entre brazos dándole a entender que tenía que entregarlo. En la puerta me encontré con mi abuelo que leía el periódico en unos bancos que estaban al frente, ese era su lugar preferido para leer puesto que la brisa siempre soplaba suavemente y las flores color rosa le hacían sombra pero lo suficiente como para que unos cuantos rayos de luz se colaban entre sus ramas.

-¿A dónde vas tan temprano Aome?- me preguntó mi abuelo sacando la mirada del periódico.

-Ya sabes, lo de siempre- le dije mostrándole el paquete que me había entregado mi abuela para después darle un beso y salir de nuevo a la calle.

Baje las escalinatas hasta llegar al centro disfrutando de la vitalidad de mi pequeña ciudad en mi pequeña isla. A unos cuantos metros estaba el muelle por lo que el olor a salitre era más intenso en esta área y el aire más húmedo. Ya se veía el movimiento comercial. Lo que más me gustaba de mi hogar eran los colores, siempre eran brillantes, alegres y llamativos en todo y gracias a que nuestros edificios eran blancos de puertas azules cualquier color resaltaba más de lo normal. Saludé a quien conocía en mi camino que era prácticamente todo el mundo. Pronto llegué a la casa de la señora Delia, ella tenía un pequeño puesto de lotería en la planta baja mientras ella vivía en la planta superior. La encontré vendiéndole un ticket a unos viajeros que de seguro después irían a la posada.

-¡Pero si es Aome, hija, cómo has estado, pero qué grande estás!- exclamó a los cuatro vientos mientras corría a darme un abrazo. Sus brazos delgados y arrugados me abrazaron maternalmente, el olor a talco con salitre era un poco molesto pero agradable al mismo tiempo.

-¿Qué tal señora Delia?- fue lo único que dije, por alguna razon me molestaba el hecho de que estuviese tan sorprendida de verme o que alardeara de lo "grande" que estaba –Mi abuela le manda esto- sin más le di el paquete queriendo regresar a la posada para ayudar ya que por el rabillo del ojo vi como un ferri anclaba dejando salir a un montón de gente, lo que significaba clientes.

-¡Ay pero que dedicada Kaede, muchas gracias!- antes de partir me dio un ticket de la lotería y lo metió en el borde de mi falda puesto que no quería aceptarlo –Es un regalo de mi para ti- insistió hasta que ya no pude negarme. En eso escuchamos un bullicio afuera por lo que salimos a la calle -¿Pero qué es eso?- preguntó mientras yo daba un paso sobre la acera.

Lo que sucedió a continuación fue más rápido de lo que tarda el sonido en llegar a nuestros oídos. A penas puse un pie en la calle alguien paso corriendo haciendo que perdiera el equilibrio, por un momento logré balancearme pero entonces sentí un peso sumamente pesado chocándose contra mi cuerpo lo cual me mando directo al suelo, me golpeé la cabeza con las piedras de la calle perdiendo la noción de lo que sucedía por un momento. Movía mis ojos de un lado a otro, podía sentirlo más no podía ver nada con claridad hasta que entonces logre enfocar un par de ojos brillantes, tan brillantes como el sol. Podía escuchar el bullicio a mi alrededor pero no lograba hilar ni una frase de lo que decían, lo único que mis sentidos captaban era el peso sobre mi cuerpo, los ojos brillantes, la respiración agitada de esa persona y el calor que expedía su cuerpo. De pronto el bullicio se convirtió en un pitido hasta que de pronto deje de sentir aquel peso sobre mi cuerpo.

-¡AOME!- escuché de golpe haciendo que mi cabeza retumbara como un tambor, todos mis sentidos retornaron súbitamente aturdiéndome -¡Muévete idiota!- logré identificar la voz de Kouga muy cerca.

-¡Hey fue un accidente imbécil! ¡Ahora ese niño se llevó mi mercancía maldición!- exclamó otra voz muy cerca de mi.

-¿Kouga?- susurré viendo sus ojos azules muy cerca de mi rostro.

-Aome aquí estoy tranquila- susurró tal vez muy cerca ya que sentía que me quitaba el aire.

-Lo siento mucho no fue mi intención- escuché de nuevo esa voz extraña, quería buscar a su dueño pero Kouga me impedía verlo ya que se había levantado del suelo tapándome la mirada.

-¿Qué no fue tu intención maldito inútil pescador de mierda? ¡Mira como la dejaste con tu accidente!- odiaba cuando Kouga se ponía asi, no me gustaba que tratara así de mal a las personas.

-¡Ya te dije que fue un accidente maldita sea!- podía escuchar la furia y la rabia en cada palabra de aquel desconocido, sabía lo que estaba por venir, conocía demasiado bien a Kouga para predecirlo por lo que tenía que intervenir.

-Kouga llévame a casa- dije intentando levantarme del suelo pero a penas me pude alzar un poco volvi a caer en el suelo golpeándome la cabeza de nuevo, esta vez en la frente y fue como si volvieran a apagar mis ojos, no podía ver nada.

-Mierda Aome quédate quieta- le escuché decir mientras me levantaba con cuidado, todo estaba borroso.

-Hay que llevarla a un hospital- escuché a la voz extraña.

-¿Crees qué no lo sé?- respondió Kouga.

-¡Keh!-

-¡Bueno basta ya! Dejen de pelear y lleven a la chica a un médico inmediatamente- la señora Delia de seguro había perdido la paciencia de ver a aquellos dos peleando.

-Vamos, tengo como llevarlos- dijo el extraño. Kouga me alzó con mucho cuidado lo podía sentir en la manera en que me agarraba, mi mejilla descansaba en sus pectorales y me sentía como un bebé, podía ver pero borroso y a decir verdad estaba un poco mareada y solo quería dormir –No dejes que se duerma, puede causarle algún daño cerebral-

-¡Bah! ¿Crees que no lo sabía?- espetó Kouga bajando su rostro al mío, podía sentir su calor sobre mi piel –Aome no te duermas, aguanta un poco hasta que lleguemos al doctor- pasó un rato o eso me pareció a mi antes de que volvieran a hablar -¿Me estás jodiendo?- le escuché preguntar, no tenía idea de lo que estaba pasando.

-Es esto o ve a ver en que burro te montas- le respondió de mala gana la otra persona.

-Inútil…- escuché murmurar a Kouga. Por lo que sentí íbamos probablemente en una moto, el sonido también me lo indicaba –¡Ten cuidado cara de perro!-

-¡Te quieres callar sarnoso, no le va a pasar nada más a tu novia!- ¿Su novia? Yo no era novia de Kouga, todos lo sabían, probablemente era un extraño aquel hombre. Kouga se quedó callado lo cual me molestó ¿Por qué no negaba que éramos novios?

Llegamos al hospital y me llevaron a emergencias para hacerme unas radiografías y una revisión general. Lo informes dieron con que tenía una conmoción cerebral pero no era grave, unas pastillas, descanso y hielo harían el alivio. Tuve que esperar un tiempo a poder orientarme por completo después de que me dieran las pastillas que recetó el doctor y me quedara en reposo por un rato. Al salir, aun sintiéndome un poco mareada, Kouga me recibió con un gran abrazo, se me había olvidado que estaba molesta con él.

-¿Aome estás bien?- preguntó tomando mi rostro entre sus manos una vez que nos separamos buscando mis ojos, pero mi mirada se desvió al muchacho que se encontraba recostado de la pared con los brazos cruzados y un pie aguantando su peso mientras el otro estaba flexionado contra la pared. No pude evitar sonrojarme, era bastante atractivo. Tenia la piel bronceada y una fina capa de sudor, una camiseta blanca si mangas a penas y cubría su torso que por lo que dejaba ver estaba bien formado, tenía unos bermudas de color beige que se notaban bastante gastados al igual que los zapatos que llevaba. Pero lo que más me impresionaba eran sus ojos brillantes como el sol que me miraban atentamente y su cabello platinado que estaba desordenado –Ese es el idiota que te hizo esto-

-¡Keh!- fue lo único que dijo el muchacho despegándose de la pared para acercarse a nosotros –Ya pagué lo que sea que te hayan hecho así que no te preocupes, me disculpo por el inconveniente- por alguna razón no podía hablar, estaba muy intrigada con aquel muchacho -¿Qué te comieron la lengua los ratones, tu mamá no te enseñó que es de mala educación no dar las gracias?- su súbita irritabilidad me tomó por sorpresa haciendo que me quedara aun más muda.

-¡No le hables así pesquero de mierda!- Kouga se interpuso entre nosotros entonces amenazándolo con la mirada, noté la rabia en el rostro del muchacho, la verdad no me había dado cuenta de que tenía la pinta de pesquero.

-¿Quieres que te parta la cara niño bonito? Apuesto que cuando termine contigo tu novia no va a querer ni verte- le dijo amenazante, sabía que si no me imponía iban a matarse ahí mismo. Sin pensarlo me interpuse entre los dos, por alguna razón mirando al muchacho que no conocía, él me miró sorprendido y apuesto que Kouga también.

-Gracias por pagar los gastos, no era necesario. No te preocupes se que solo fue un accidente, no fue tu intención- mis palabras salieron bastante rápidas pero mis ojos estaban anclados a los suyos, no se cuanto tiempo paso, minutos, horas, segundos pero nadie dijo nada solo podía verlo a los ojos.

-Disculpen la molestia tengo que irme- dijo y sin más salió por la puerta del hospital, mi mirada siguiendo cada paso hasta que no lo pude ver más. Me giré entonces a ver a Kouga que al parecer estaba haciendo lo mismo que yo.

-Vámonos- le dije sintiéndome muy cansada de pronto.

-¿Qué te parece si me esperas aquí mientras yo busco mi moto y así no tienes que caminar?- preguntó siendo el tierno y dulce Kouga de siempre.

-No, no te preocupes, quiero caminar- le dije, la verdad quería sentir el sol sobre mi piel, eso siempre me hacia sentir mejor. El no me dio lucha ya que bien sabía que yo era bastante terca.

Caminamos despacio teniendo que detenerme cada tanto ya que el dolor de cabeza era muy fuerte, al final Kouga tuvo que cargarme en su espalda hasta llegar a la posada.

-¡Aome!- escuché la voz de mi madre pero a decir verdad estaba demasiado cómoda con mi rostro en el hombro de Kouga con los ojos cerrados como para moverme –Ya me dijeron lo que pasó ¿Está bien? Iba a ir para allá pero esto esta a reventar- pueblo pequeño, infierno grande, todo lo que sucedía era noticia, probablemente era de lo que estaba hablando todo el mundo en ese momento. Sentí las manos frías de mi madre en mi rostro lo cual fue bastante agradable –Ven vamos a llevarla a su habitación- Pronto sentí las sabanas tibias bajo mi cuerpo, estaba muy cansada de pronto y no quería ni abrir los ojos –Gracias por traerla Kouga-

-No hay de que- respondió él –Realmente me asusté mucho cuando la vi allí en el suelo-

-¿De verdad la quieres no?- preguntó de la nada mi madre.

-Ni te imaginas cuanto- por alguna razón sentí un tinte de incomodidad y pánico ante esas palabras de Kouga ¿Qué quería decir con eso?

-Creo que me lo puedo imaginar…- se quedaron callados unos segundos lo cual me descolocó, quería abrir mis ojos y ver que estaban haciendo pero mis parpados estaban como piedras –Vamos a dejarla descansar- sin más escuché como salían de mi cuarto.

Quise darle vueltas al asunto pero solo logré que me doliera aun más la cabeza así que decidí relajarme y susurrar en mi mente la canción que papá solía cantarme cuando era pequeña, esa que siempre me tranquilizaba. Sin darme cuenta me quedé dormida.


Por fin he regresado! Cómo están chicas? Espero que muy bien ya que ha pasado muchisimo tiempo, pues he estado sumamente ocupada con la universidad, psicología no es nada fácil, pero últimamente he tenido más tiempo libre así que lo aproveché para escribir. Con este fic como estaré ocupada constantementehe decidido que actualizaré todos los domingos para así poder tener tiempo para escribir con tranquilidad. En fin espero escuchar pronto de ustedes y que les guste esta nueva historia que les traigo :) XOXO V