Disclaimer: La historia es completamente de mi autoría, sólo los personajes pertenecen a Stephanie Meyer.
Capítulo #1: Mí Pequeña Traviesa
Llegué a la mansión Cullen la estúpida herencia familiar, el enorme portón negro cedió a la orden del control automático que llevaba en el coche, entrando al lugar sin reparar en la enorme fuente del jardín, el olor al césped recién cortado, o en las flores que decoraban el camino por el que pasaba mi coche. Dejé el coche sin meterlo al garaje, pues dentro de poco debía volver a la oficina. Al entrar a la mansión fui capaz de sentir el calor de hogar que sería raro sentir para una familia como la mía, pero con Carmen era como si mi propia madre estuviera en casa, cuidándonos. Ella era nuestra nana y ama de llaves desde que tengo memoria, según tengo entendido ella había cuidado de Carlisle cuando murió mi abuela.
– ¡Edward! –escuche un agudo y cantarín grito que venia desde el salón.
Al levantar la mirada me di cuenta que Bree venia corriendo hacia mi. Y no dude ni un sólo segundo en recibirla gustoso, sintiendo como su cálido cuerpo se pegaba con el mío y sus bracitos se enroscaban en mi cuello.
– Hola cielo.
– Cuando desperté ya no estabas –renegó. –Habías prometido que te quedarías conmigo toda la noche.
Sin poderlo evitar me reí de su carita acusatoria y de lo hermoso que se veía su ceño fruncido, ella me miró enojada.
– Me quede contigo toda la noche mi pequeña guerrera, pero me tuve que ir al amanecer para ir a la oficina.
Ella frunció los labios, pensativa y luego asintió aceptando que, a pesar de que era su hermano mayor, no podía dejar de lado mis obligaciones. ¿Cómo lo sé? Bueno, a diferencia de Jasper, Bree era otro cantar, era mi hermana pequeña. Tenía ocho años y a pesar de su edad posee una madurez increíble. Era mucho más cercano a ella de lo que lo era con Jasper, a pesar de que yo tenía 19 años cuando ella nació y a Jasper y a mí sólo nos separaban un par de años de diferencia. Me puse de pie y con su mano aferrada a la mía nos fuimos al comedor en donde ya la mesa estaba puesta y Carmen estaba sirviendo los platos.
Comí en compañía de Bree y de Jasper mientras nuestra hermana nos platicaba con mucha emoción los preparativos que estaba llevando a cabo su maestra de ballet para la presentación de primavera. Esos momentos, eran los únicos en el día en los que sentía que mi vida tenía un verdadero valor; la única que podía llenar ese hueco que había en mi vida es y siempre había sido mi pequeña hermana, la única que me hacia sentir que mi existencia tenía sentido. Sin Bree simplemente no le encontraba el sentido a todo esto que se encontraba a mí alrededor… algo por lo que mi padre había luchado por conservar en la familia, y así ha sido desde hace años; la mansión en la que me encontraba viviendo había pertenecido a la familia durante muchas vidas.
Mi padre se la vivía recordándome que todo lo que poseíamos lo habíamos heredado del abuelo de su abuelo. Pero en mi opinión también se debía al gran esfuerzo que habíamos hecho para conservarlo, Carlisle se había desvivido para mantenerlo e incluso había logrado triplicar la fortuna de los Cullen y todo eso sin descuidar a la hermosa familia que había creado con mi madre.
Cuando mi hermano Jasper y yo fuimos lo suficiente mayores para poder hacernos cargo de todo, dejó el negocio y desde entonces se ha dedicado a pasar tiempo junto a Esme.
No lo culpaba, Esme era una mujer hermosa y sumamente cariñosa. Yo la describiría como la esposa perfecta: dedicada, abnegada, dulce, cariñosa y con una capacidad de amar increíblemente grande. Viéndolo desde mi punto de vista, mis padres eran completamente felices porque lo tenían todo. Yo no podía decir lo mismo… si, también tengo todo lo que el dinero puede comprar, no soy capaz de quejarme en ese aspecto. A mis 28 años tengo una cuenta millonaria, me he dedicado a incrementar la fortuna de la familia, me he hecho poseedor de varias propiedades alrededor del mundo y de los medios para moverme no me faltan; un Porsche, un Mercedes Benz y una camioneta Jeep todo terreno de mi propiedad decoraban el garaje de la mansión de la familia.
Sin embargo, no era poseedor de nadie con quien compartir todo aquello que poseía. Quiero decir, mis padres se encontraban viajando todo el tiempo y a pesar de que vivía con Jasper en la mansión, mi hermano no cuenta para lo que quiero decir. Él vive en su mundo y yo en el mío.
Jasper decía que me hacía falta una mujer.
Pero suficiente ya había tenido de mujeres en mi vida.
Durante un tiempo quise buscar a mi compañera de vida, una compañera que nunca encontré, simplemente terminaban aburriéndome luego de un tiempo y me cansaba… había obtenido mi cuota de mujeres en mi vida sin encontrarla a 'ella' y, tenía más que suficiente para toda mi vida. No quería más mujeres, excepto para mi propio placer y quizás alguna incubadora cuando se me antoje ponerme el titulo de padre.
Después de comer con mis hermanos volví con Jasper a la oficina, él había mandado a reparar su coche luego de que de alguna manera una de las muñecas de Bree fuera a parar al la mecánica del auto y haciendo que el radiador explotara.
Los días eran casi rutinarios: levantarme, arreglarme, ir a la oficina, ver el ridículo rostro coqueto de la señorita Sheppard (mi secretaria), escuchar las tareas del día, arreglar pendientes, salir a una que otra reunión, desayunos, volver a la oficina, ir a casa a comer, regresar a la oficina y quedarme ahí trabajando hasta tarde para regresar a casa a convivir con lo único valioso que poseía en mi vida. Jasper y yo éramos muy diferentes, nos llevábamos muy bien, pero entre él y yo tratábamos de que las cosas fueran lo mejor posible para nuestra hermana, Bree no debía sentir la soledad que a ambos nos invadía.
El sábado por la mañana nos preparamos con ropa casual pues por lo regular este día siempre era para pasarla juntos y olvidarnos de todo. Cuando Bree bajó las escaleras de caracol con un simple pants deportivo azul y una blusa lila le sonreí y esperé a que se me echara encima como siempre, pero en cambio de eso salió corriendo en dirección a la cocina sin siquiera reparar en mi.
– ¿Dejaste de ser su hermano favorito o algo por el estilo? –preguntó Jasper burlón, pero con esa mueca de confusión en su rostro que le hacia parecerse tanto a nuestro padre.
Me encogí en hombros y desvié mi mirada al lugar por el que Bree había salido corriendo. Extrañado me volví a acomodar sobre el sofá de cuero de la sala y seguí leyendo el periódico en la nota policiaca, entreteniéndome en la nota de los narcotraficantes detenidos. Jasper se sentó en el sofá frente a mi y comenzó a escuchar música en su I-Pod mientras esperábamos a Bree para ir de paseo por la ciudad. Se tardó un poco hasta salir de la cocina con el ceño fruncido y frotándose las manos nerviosamente.
– ¿Sucede algo nena? –preguntó Jasper.
Ella levantó la cabeza como si apenas acabara de darse cuenta de que estábamos ahí, en un claro signo de distracción extrema.
– No, nada. Sólo pensaba –contestó con su cantarina voz.
Jasper y yo nos miramos sin estar completamente convencidos de lo que aseguraba, pero lo dejamos pasar. Ambos sabíamos que si Bree quería hablar de algo lo haría a su tiempo, nunca la presionaríamos; era algo que Esme siempre había dicho, luego de sus casi 22 horas de parto sin dejar que le provocaran las contracciones para acelerar la salida del bebé o permitir la cesárea.
~~~~~~~Flash Back~~~~~~~
Jasper y yo estábamos sentados en una mesita de la cafetería del hospital.
Mamá tenía toda la noche en trabajo de parto y ella se encontraba muy tranquila, gritando maldiciones cada vez que una contracción la atormentaba demasiado. Sonreí recordando que se levantaba alarmado cada que Esme se quejaba por cualquier cosa.
Esme había pedido expresamente que nos fuéramos a dormir a casa, pero ni mi hermano ni yo pudimos hacerlo, considerando que Carlisle estaba con los nervios a flor de piel. Jasper y yo tratamos de tranquilizarlo, pero a él le preocupaba el hecho de que Esme ya era algo 'mayor' para cargar un bebé en sus entrañas, pero al enterarse a ella jamás se le pasó por la cabeza interrumpir el embarazo. Cuando terminamos el desayuno desabrido que habíamos comprado nos regresamos a la habitación de la sala de partos; Carlisle intentaba convencerla de nuevo de que se actuara pronto.
– Ella saldrá cuando quiera salir. No la voy a presionar a algo que no quiera, el médico ya dijo que todo está perfecto y mientras todo vaya bien no voy a obligarla a nada –había dicho completamente decidida.
Carlisle tenía los nervios por los cielos, considerando que las contracciones eran lentas y lo mucho que se quejaba Esme. Además de que sus antiguas experiencias con los partos siempre fueron rápidas.
– ¡Tu no tardaste ni una hora en salir! –me decía nervioso y contento mientras lo llevaba a la cafetería para que él comiera algo.
~~~~~~~Fin del Flash Back~~~~~~~
Así que ninguno de los dos dijo palabra alguna al respecto y la dejamos ser, aunque intercambiamos una mirada de complicidad pactando estar al pendiente de ella.
Dejé el periódico de lado y salimos de la casa en dirección al restaurante favorito de Bree comenzando nuestro día familiar para luego ir al parque, pero ese día nuestra hermana se veía muy distraída; se rió mientras Jasper la columpiaba, pero no se veía muy entusiasmada de andar en las barras metálicas, como siempre lo hacia. Tampoco estaba muy concentrada en lo que le contaba Jasper con la intensión de hacerla reír; Me pidió un par de veces mi teléfono celular, pero al tomarlo se alejaba a la zona de juegos y se escondía de nosotros. La segunda vez que lo hizo parecía angustiada, pero no dijo absolutamente nada.
Regresamos a casa mas temprano de lo normal, y al llegar apenas se despidió de nosotros y se fue a dormir.
– Ha andado muy rara hoy –dijo Jasper.
– Dímelo a mí –le conteste revisando mi celular y encontrando varias llamadas a un número desconocido.
Le mostré a Jasper y ambos fruncimos el ceño, completamente extrañados. Luego de cenar las quesadillas que Carmen nos había preparado, nos fuimos a dormir.
Entré a mi habitación completamente extrañado, estaba preocupado por Bree. Para olvidarme un poco del asunto me di una ducha y luego abrí mi portátil para checar mi correo; contesté y reenvié algunos, leí un informe financiero que me había mandado mi gerente comercial esa misma tarde y conseguí olvidarme parcialmente de lo que acontecía con Bree. Dejé la computadora y me fui a mi cama a acostar… sin lograr conciliar el sueño; conforme las horas pasaban, la preocupación por mi hermana iba creciendo. Algo iba mal, lo sentía pero no quería presionarla.
– ¡Edward! –escuché la voz preocupada de Jasper.
Apenas me había levantado de la cama cuando abrió la puerta de la habitación.
– Bree no está –dijo horrorizado.
– ¡¿Qué?!
– Bree no está, no está en su habitación. La cama ni siquiera esta desecha.
Salí corriendo inmediatamente hacia la habitación, llegando y encontrándola en el perfecto orden que Carmen siempre procuraba mantenerla, esto no era en absoluto normal considerando el remolino eterno que Bree era. Entré a la habitación y fui al baño a revisar pero todo estaba ahí.
Jasper y yo buscamos por toda la mansión, iluminamos los jardines obscuros con las lámparas que ambos llevábamos, prácticamente rezábamos en silencio por encontrar a nuestra hermana. Y Carmen estaba hecha completamente un manojo de nervios, Eleazar –su esposo y chofer de Bree cuando nosotros no podíamos acompañarla– trataba inútilmente de tranquilizarla.
– Hay que salir –dijo Jasper.
Yo lo miré.
– ¿Para qué? ¿A dónde? –pregunté confuso.
– Hay que buscarla por la ciudad. Es una niña de ocho años Edward, no debe andar muy lejos.
Asentí con la cabeza concordando, los nervios de no saber donde estaba mi hermanita hacían que mi cerebro no carburara bien.
Ambos tomamos nuestros coches, dejando a Carmen a Eleazar en casa para que estuvieran al pendiente del posible regreso de Bree.
Manteniendo comunicación con los celulares recorrimos casi toda la ciudad de Nueva York, buscando a Bree hechos ambos un mar de nervios hasta que una llamada de Carmen desde la mansión nos alerto de dejar la búsqueda y volver. Bree había aparecido.
Jasper y yo regresamos casi al mismo tiempo, saliendo ambos disparados de los coches y entrando a la mansión. Luego de pasar el salón, nos encontramos con Carmen abrazando a Bree en la sala.
– ¡¿Bree en donde te metiste?! –Grité.
– Edward no seas duro con ella –dijo Carmen.
– ¿Qué no sea duro con ella? –la miré casi incrédulo.
– ¿Carmen acaso no has visto la angustia que hemos pasado? –reclamó Jasper. – ¿Y tú donde demonios andabas metida? –regañó a Bree.
– Lo siento –susurró agachando la mirada.
Intenté tranquilizarme un poco, cerrando los ojos y contando hasta diez; no iba a llegar a ningún lado hablando a gritos y después de todo lo importante era que ya había aparecido, pasé las manos por mi pelo iniciando la cuenta.
– ¿Dónde estabas? –preguntó Jasper de nuevo.
– No importa, ya regresé ¿No?
– Bree contéstale a Jasper –ordené
– No importa donde estuve.
– Si, si importa señorita, por qué no tienes ni la más mínima idea de lo preocupados que estábamos por ti. ¡Así que obedece y contesta! –nunca le gritaba a Bree, era de las ultimas personas con las que podía estar enojado. Pero había estado muy preocupado y el que ella le quitara importancia así como así me hacia perder los estribos.
– Fue mi culpa –escuché una voz desconocida para mi.
Dirigí mi mirada hacia la puerta que dirigía al comedor de la casa, encontrándome con una muchacha que no se veía mayor de 25 años, pero sus ojos marrón achocolatado demostraban una madurez impropia de su posible edad, así como también un muy evidente cansancio; su cabello estaba recogido en una coleta y unos cuantos mechones castaños caían de ella; su piel blanca, blanca en exageración, se veía insana, demasiado pálida… como si estuviera enferma, pero sus labios se le notaban sonrosados; debajo de sus ojos había unas profundas ojeras. Su ropa vieja y gastada me decía que no era exactamente de nuestro círculo social.
– Explíquese por favor –gruñí entre dientes.
– Bree salió de casa por mi culpa, fue a visitar a mi hermano al hospital.
Miré a mi hermana que tenia su cabeza apoyada contra el pecho de Carmen.
– ¿Es cierto eso Bree? –preguntó Jasper.
Ella asintió bajando la mirada.
– Lo lamento mucho –dijo la muchacha apenada. –No debí de haberle dicho donde se encontraba Alec, pero nunca imaginé que se atrevería a ir sola, jamás habría permitido que saliera de casa a estas horas y mucho menos sola.
– Le pido de favor que se abstenga de acercarse a mi familia –exigí enojado.
Ella me miró herida pero asintió con la cabeza. Y sin decir nada se dirigió a la salida.
– ¡No! –gritó Bree.
Se levantó del regazo de Carmen y fue donde la joven que se estaba yendo.
– No Bella –lloriqueó Bree halándole el brazo. –Prométeme que me llamarás para decirme como se encuentra Alec. Promételo por favor. Promételo.
Ella miró a mi hermana con ternura y arrodilló para quedar a su altura.
– Tranquila –le susurró maternal –Alec va a estar bien.
A pesar de que su voz quiso sonar muy segura, sus ojos brillaron con las lágrimas que pugnaban por salir de sus ojos y se pusieron rojos. Bree abrazó a la muchacha y ella se aferró al cuerpecito de mi hermana como si su vida dependiera de ello.
– ¿La conoces? –me preguntó Jasper en un susurro.
Negué con la cabeza.
– No, pero me temo que habrá que hablar con Bree.
Deshicieron su abrazo y la joven le dio un beso en la frente a mi hermana antes de salir por la puerta principal. Cuando Bree se giró, estaba pensativa y seguía muy triste. La llamó Jasper pero ella al levantar su mirada nos miro acusatoriamente y salió corriendo en dirección a su habitación.
– ¿Y ahora que le pasa? –dijo Jasper.
– No debieron actuar tan groseramente con esa muchacha –nos regañó Carmen.
– Yo no fui –dijo mi hermano inmediatamente levantando las manos.
Lo miré entrecerrando los ojos –me recordó a la época en que éramos niños y hacíamos travesuras, en esos momentos nadie había hecho nada, la travesura la había hecho el aire–, y luego miré a mi nana.
– Estaba enojado –me defendí como si fuera obvio.
– Te trajo de vuelta a tu hermana –respondió imitando mi tono.
Bufé y me giré de vuelta a mi habitación.
Esa noche nadie habló con Bree, sin embargo tanto Jasper como yo nos aseguramos de que estuviera en su habitación.
A la mañana siguiente, cuando baje al comedor Jasper ya estaba ahí y Bree picoteaba su comida. Me senté en la cabecera de la mesa como siempre y mi hermano me indicó que era momento de hablar con la pequeña damita.
– Bree ¿Tienes idea de lo preocupados que estábamos anoche por ti? –pregunté.
Ella se encogió en hombros.
– Así que no te importa –repliqué.
Repitió la acción.
– Bien vayamos por otro lado –propuso Jasper. – ¿Por qué no nos dijiste que tenias un amigo en el hospital? ¿No crees que habría sido mejor que nos pidieras que te lleváramos a que te escaparas?
– No.
– ¿Por qué?
– La prueba la tuviste anoche –dijo disgustada. –Tú, Carmen y Eleazar vieron como mi tonto hermano mayor le habló a la hermana de mi mejor amigo.
– Estábamos preocupados por ti –dije exasperado.
– Pero Bells no tenía la culpa.
– No te habrías escapado de no ser por que tenias que ver a ese niño –remarqué lo obvio. –Niño que es hermano de esa muchacha. No creas que me pasó desapercibido su ropa sin mencionar que ni siquiera la conozco.
– Claro, no ves mas allá de tu narizota –dijo en un murmullo, bajando la mirada hacia su comida y haciendo un puchero.
– ¿Qué dijiste señorita?
– No dije nada señor –contestó imitando mi todo y mirándome irritada.
– Sabes que estarás castigada, ¿Verdad Bree?
– Si –contesto resignada – ya lo sé qué de igual manera estare castigada sin importar lo que haga.
Jasper y yo la miramos extrañados, tratando de descifraar el significado de sus palabras cuando de la nada se levantó y salió corriendo en dirección a la puerta.
– ¡Detente enana! –gritó Jasper.
– De todas formas me van a castigar –se escuchó a lo lejos.
Salí corriendo detrás de ella, mientras Jasper iba por el coche, así seria mucho más fácil y más rápido alcanzarla. Llegué hasta la entrada a la mansión antes de resbalar y caer de sentonazo en el suelo. Levanté la mirada con el trasero doliendome sorprendentemente para verla corriendo como alma que lleva el diablo. Me levanté con mucho cuidado para no volver a caer con lo que identifique como aceite para auto, cuando llegue a la mansión estaba Jasper afuera del garaje, recargado en la puerta y mirándome con resignación.
– ¿Por qué demonios…?
– Atoró la puerta del garaje y de igual manera los autos no tienen ni gota de aceite… creo que lo traes embarrado en el trasero.
– ¿Jasper por qué tienes una hermana tan inteligente? –lo acusé a lo que él respondió riendo.
Entramos a la casa y pasamos por la cocina en donde casualmente Carmen estaba muy ocupada lavando los platos y Eleazar revisaba la tubería del lava-trastes. Subí a mi habitación y para darme un baño y cambiarme. Cuando baje Jasper estaba muy entretenido en su laptop.
Dejamos las cosas como estaban, pero ambos acordamos que si antes del atardecer no regresaba comenzaríamos a buscarla por todos los hospitales de Nueva York, aunque algo me decía que Carmen sabía exactamente el lugar en que mi hermana se encontraba.
Faltaban quince minutos antes de las tres de la tarde cuando, desde el jardín en donde nos encontrábamos Jasper y yo vimos a un auto del servicio de taxis estacionarse delante de la casa. De ese coche bajó nuestra hermana y entró a la casa viéndonos sentados en la mesita del jardín.
Camino hacia nosotros sin ninguna expresión en el rostro, haciendo que con ese porte orgulloso se pareciera más que nunca a nuestra madre.
– Ahórrense el sermón y limítense a decirme cuanto tiempo tendré que pasar en mi habitación.
Jasper y yo ya habíamos estado platicando acerca de eso, mientras ambos revisábamos nuestros asuntos en nuestras respectivas computadoras.
– Un mes –contestamos al unísono.
Ella rodó los ojos con cansancio, pero no dijo nada. Camino hacia adentro de la casa sin mencionar palabra.
Al siguiente día, me levanté de la cama con una presión en el pecho a sabiendas de que Bree no sólo estaba enojada conmigo, si no que también se negaba rotundamente a verme. En esos momentos me preguntaba la importancia que tenia aquella muchacha y aquel niño sobre ella. Quise preguntarle ayer luego de la cena pero es tan obstinada como yo mismo. Me giré para ver el reloj de mi mesita de noche y al ver la hora me sorprendí, busque mi celular, pensando que quizás aquel reloj estaba mal, pero no lo estaba. Salí corriendo al baño y luego de sólo un remojón y ponerme el traje que Carmen me había dispuesto y salí corriendo de la casa, apenas dándole un beso a Carmen antes de salir.
Maneje rápidamente a la oficina, sorprendiéndome de mi suerte al ver las calles despejadas. Al llegar a mi oficina note que casi no había gente y me detuve un segundo a ver el cielo que apenas comenzaba a adquirir color. Gire hacia el portero que tenía cara de dormido y estaba bostezando.
– Disculpe Billy.
– ¿Si señor Cullen? –contestó despabilándose.
– Sería tan amable de darme la hora.
– Por supuesto señor –contestó mirando su reloj de mano. –Son las 07:25 a.m. señor.
Hora y media, había llegado a la oficina una hora y treintaicinco minutos antes de mi hora habitual de entrada.
– Bree –murmuré molesto.
– ¿Disculpe señor Cullen?
– No nada, muchas gracias.
Me giré y fui a mi oficina, en donde, obviamente aun no llegaba mi secretaria y básicamente casi nadie. Me puse a revisar mi trabajo pendiente y lo que fuera, pero planeando internamente cuanto tiempo mas le iba a aumentar a Bree su pequeño castigo.
Las aburridas horas en la oficina fueron pasando, aguantando las "coquetas" caras de la señorita Sheppard.
Bueno, he de admitir que era bonita: alta, pelirroja, piel bronceada y un cuerpazo que se le apetecía a muchos de los directivos de la empresa… pero no me atraía, simplemente no era mi tipo. Conforme el tiempo pasaba trataba de concentrarme el trabajo que debía hacer, pero me preocupaba la pregunta insistente en mi cabeza ¿realmente conocía a Bree? ¿Por qué hasta ahora yo no había sabido absolutamente nada de este niño? Que supuestamente era su mejor amigo. ¿De donde era? ¿Cómo lo conoció?
Mis pensamientos fueron interrumpidos por un par de toques a la puerta. Luego de que concedí el pase entró mi secretaria con ese andar tan sensual suyo, contoneando las caderas, entró tomándose su tiempo, pero antes de que pudiera decirme algo Bree entro empujandola para hacerse paso y detrás de ella Carmen.
– ¡Pero que andar tan lento el tuyo! –Le grito mi hermanita– Te dije que era urgente y era para que hicieras que tu trasero se moviera con rapidez.
Mi secretaria miró a mi hermana sorprendida, pero antes de que pudiera hacer algo Bree se giró hacia mí y corrió a mi lado
– ¡Edward tienes que ayudarme! – me gritó desesperada
¡Holis, Holis!
Bueno aquí está una nueva historía de completa autoría mía y estoy bien feliz por que hace mucho que no escribia nada de nada y en serio espero que les guste mucho.
Tambien tengo otra historia:
~Devil´s Lady~
Esta es una adaptacion de una obra de Deborah Simmons.
Pasense a mi perfil y ahí ecuentran todo lo que he subido hasta ahorita.
Dejenme sus huellitas, me encantaría saber si les agrada esto y si debería seguirla :3 si les gusta voy a estar subiendo capitulos de esta historia todos los viernes ^w^
