I
Vi a una diosa de magnificas proporciones danzando en mi vientre, parecía inhumana, pero no tanto para permitirme rozar su piel. Fui consciente del dolor que me producía en las manos solo hasta que el humo se interpuso entre la mágica visión y mis más imperiosos deseos de posesión, pero empezaron a desvanecerse por el dolor tan insoportable que producían las llagas. Era una diosa incomparable que como pocas sabia tomar el control, pero mientras lo hacia el dolor se acrecentaba.
-¿para cuándo necesitas los documentos?- pregunta mi abogado
-lo más pronto- contesto de inmediato para diluir la conversación que desea emprender
John es mi abogado hace mucho tiempo, sin embargo no logro soportar el tedio que me produce sus conversaciones siempre interrogativas. Lo único admirable es su infranqueable discreción en lo que logra sacarme con su persistente terquedad en los detalles. Parece captar mi sequedad y cambia te tema tan ágilmente que pronto está hablándome de la derrota de os Mariners. Se levanta de la silla.
-¿la próxima semana está bien?-me tiende su mano con esa sonrisa de complicidad siempre que le confió estos temas
Se aleja hacia la puerta. Se abre la puerta. Y traza medio circulo con un ademan ridículo hacia mi
-Grey, ¿jugamos al golf esta semana?- me dice ya desde la puerta, tomando la perilla
No me queda más que afirmar para salir de paso, me alza la mano y le dedica una inspección divertida a alguien en la sala de espera. Andrea me informa de mi próxima reunión, entonces recuerdo la dichosa entrevista. Espero no se alargue. Salgo de un interrogatorio y no quiero estar en otro. La estupidez de los periodistas logra aturdirme con aquella manía de preguntar cosas triviales intentando adentrarse en lo personal alardeando de esa infalible intuición de dementes.
Se abre la puerta y tras ella el estruendo de la periodista que se despoja en el suelo. ¡Que torpe! su torpeza debe ser proporcional a su tenacidad. Me apresuro en seguida y la tomo por la cintura ¿Cuál es su nombre?
Se apoya en mi hombro y me mira casi desprotegida. Imaginaba encontrarme con una joven diferente. No concuerda en nada su apariencia casi sumisa con la de la tenaz periodista que esperaba. Aquella que estuvo detrás de mí por tanto tiempo para que le concediera una entrevista y que ahora desploma porque se le imposibilita coordinar su propio cuerpo…pongo los ojos en blanco ¡Katherine Kavanagh!
—Señorita Kavanagh —le digo tendiéndole una mano cuando ya se ha incorporado—. Soy Christian Grey. ¿Está bien? ¿Quiere sentarse?
Nunca se me escapa esa mirada inspectoría, aunque cualquier otra mujer lo habría hecho con un decoro casi imperceptible, pero la que ahora me inspecciona no parece preocuparse por ello tanto como por retractar cada detalle de mí. Debe ser que la sutileza que usan las mujeres se echa a perder cuando son periodistas. La observo atentamente hasta que decide articular palabra.
—Bueno, la verdad…
Me da la mano y la retira de inmediato
—La señorita Kavanagh está indispuesta, así que me ha mandado a mí. Espero que no le importe, señor Grey.
Ya comprendo. Aquella no podía ser la que esperaba. Parece percibir que me divierte su aclaración. No es para menos, nunca me equivoco al clasificar a la gente, pero ahora me embarga una incertidumbre.
—¿Y usted es…?- le pregunto impasible
—Anastasia Steele. Estudio literatura inglesa con Kate… digo… Katherine… bueno… la señorita Kavanagh, en la Estatal de Washington.- me responde inmediatamente atendiendo a mi evidente interés
—Ya veo- le digo esbozando una sonrisa triunfal
—¿Quiere sentarse? —le pregunto señalándole el sofá blanco de piel en forma de L.
Vuelve de nuevo su curiosidad a relucir y con la mirada contempla cada cosa en mi oficina hasta detenerla con mayor atención en el mosaico cuadrado
—Un artista de aquí. Trouton- le digo para calmar su indecorosa inspección.
—Son muy bonitos. Elevan lo cotidiano a la categoría de extraordinario —murmura casi distraída
Su comentario resulta fuera de lo apreciativo, parece que se refiriera a otra cosa en lugar de los cuadros. La verdad tanto los cuadros como la decoración no tienen que ver en nada conmigo.
—No podría estar más de acuerdo, señorita Steele— miento en voz baja, entonces la miro con verdadero interés.
Se ruboriza por un instante y baja la cabeza. Parece alterada buscando no sé qué en su bolso, de repente saca unas hojas y la grabadora que se le cae un par de veces ¡vaya que es torpe! Se ruboriza de nuevo y por primera vez me mira directamente a los ojos. Es muy gracioso ver a una mujer nerviosa, pero intento reprimir cualquier reacción burlona en mi rostro.
—Pe… Perdón —balbucea—. No suelo utilizarla.
—Tómese todo el tiempo que necesite, señorita Steele —le contesto intentando tranquilizarla
—¿Le importa que grabe sus respuestas?
—¿Me lo pregunta ahora, después de lo que le ha costado preparar la grabadora?
No acostumbro incomodar a una dama con bromas fuera de base, pero ya ella no tenía nada que perder porque sabía que su comportamiento nervioso era totalmente evidente a mis ojos.
—No, no me importa- concluyo para alivianar su tensión
—¿Le explicó Kate… digo… la señorita Kavanagh para dónde era la entrevista?
—Sí. Para el último número de este curso de la revista de la facultad, porque yo entregaré los títulos en la ceremonia de graduación de este año.
Frunce el ceño y enseguida se acopla en su labor
—Bien. Tengo algunas preguntas, señor Grey- dice colocándose un mecho de pelo detrás la oreja
—Sí, creo que debería preguntarme algo —le contesto.
Se ruboriza. Pulsa el botón de la grabadora y toma una posición falsa
—Es usted muy joven para haber amasado este imperio. ¿A qué se debe su éxito?
Se debe a la constancia y disciplina pero es evidente que usted no conoce esas cualidades. Es decepcionante responder esto.
—Los negocios tienen que ver con las personas, señorita Steele, y yo soy muy bueno analizándolas. Sé cómo funcionan, lo que les hace ser mejores, lo que no, lo que las inspira y cómo incentivarlas. Cuento con un equipo excepcional, y les pago bien. Creo que para tener éxito en cualquier ámbito hay que dominarlo, conocerlo por dentro y por fuera, conocer cada uno de sus detalles. Trabajo duro, muy duro, para conseguirlo. Tomo decisiones basándome en la lógica y en los hechos. Tengo un instinto innato para reconocer y desarrollar una buena idea, y seleccionar a las personas adecuadas. La base es siempre contar con las personas adecuadas.
—Quizá solo ha tenido suerte.
Quizá no tanto como puede imaginárselo
—No creo en la suerte ni en la casualidad, señorita Steele. Cuanto más trabajo, más suerte tengo. Realmente se trata de tener en tu equipo a las personas adecuadas y saber dirigir sus esfuerzos. Creo que fue Harvey Firestone quien dijo que la labor más importante de los directivos es que las personas crezcan y se desarrollen.
—Parece usted un maniático del control.
—Bueno, lo controlo todo, señorita Steele
Se vuelve valiente y me sostiene la mirada y de pronto se le ruborizan de nuevo las mejillas
—Además, decirte a ti mismo, en tu fuero más íntimo, que has nacido para ejercer el control te concede un inmenso poder —le digo en voz baja.
Eso es lo más gratificante, saber que tengo el control sobre cualquier cosa.
—¿Le parece a usted que su poder es inmenso?- me dice con sarcasmo
Claro que lo es. Siempre procuro que así sea, sobre todo, sobre cualquier cosa o persona y supiera cuanto lo disfruto.
—Tengo más de cuarenta mil empleados, señorita Steele. Eso me otorga cierto sentido de la responsabilidad… poder, si lo prefiere. Si decidiera que ya no me interesa el negocio de las telecomunicaciones y lo vendiera todo, veinte mil personas pasarían apuros para pagar la hipoteca en poco más de un mes.
Se queda mirándome boquiabierta todavía anonadada y así continua su cuestionario sonrojándose de vez en cuando y abalanzándose sobre su inquisitiva hasta llegar al punto personal y atrevido ¿qué le hace pensar que soy gay?
Me ofrece disculpas y con ellas desploma una sensibilidad y se cambian los papeles cuando comienzo a cuestionarla y evado mis obligaciones. Es electrizante su presencia y me recuerda haberla visto en algún lugar. Parece inocente y muy sincera pero puede ser que su comportamiento sea premeditado e incluso más astuto que el mío. Se despide y ordeno a Taylor que la siga.
