Esta dedicatoria es para mí amiguita Reyna Hudson, por siempre estar apoyando con sus lindos comentarios, espero que sea de tu agrado ¡Muchísimas felicidades!

Los personajes pertenecen a sus respectivos autores, la historia es una adaptación de El viaje de Chihiro, con las respectivas modificaciones y continuación de la historia por parte de mí loca imaginación.

Souichi

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¿Cuánto tiempo ha pasado? Creo que son bastantes años, terminé la escuela intermedia, justo ahora estoy por entrar a la universidad y todavía recuerdo la primera vez que lo vi…

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La mudanza fue algo exhaustiva, dejar todo lo que uno conoce atrás para ir a un lugar nuevo siempre es realmente difícil, más cuando aún eres bastante pequeño como yo a mis trece años. No quería mudarme, pero mis padres lo decidieron, así que simplemente no tenía voz ni voto, creo que en realidad no les importaba mi opinión. Los caminos se hicieron extremadamente largos, un árbol tras otro hasta que nos detuvimos en un extraño camino con un par de estatuas estorbando la entrada de un túnel a nuestro automóvil. Mis tontos padres parecían carecer de sentido común y entraron al tétrico lugar, de ninguna forma imaginé quedarme solo en el auto, por lo que los seguí a un paraje de campo extenso con algunas casas aparentemente abandonadas al fondo, lejos bastante lejos del tunel.

Todo se tornó extraño, tan confuso y lo que más me sorprendió fue que papá y mamá simplemente se dejaron llevar hasta llegar a un extraño pueblo que tenía comida dispuesta. ¿Quién dejaría comida y se marcharía de esa ciudad? Pero decirle a mis tontos padres algo, sería simplemente fútil, jamás escuchaban, de manera que recorrí el lugar. Un lugar desierto que parecía cobra vida de alguna forma.

En la entrada de un viejo edificio, un chico de mi edad con cabello azul un poco largo me miró con algo de miedo en sus ojos y fue cuando me advirtió:

— Vete de aquí que está por oscurecer, yo los distraeré.

Corrí buscando a mis padres, aunque al encontrarlos se habían transformado en un par de cerdos. El pánico me hizo volver al auto, aunque el extenso campo que antes se cernía a lo largo, estaba completamente inundado, la poca luz desaparecía y se perdía trayendo creaturas extrañas por todas partes.

Sin tener a donde huir, me sentí más asustado de lo que jamás había estado. Primero pensé que todo debería ser una pesadilla, hasta que al mirar mis manos salí de mis conjeturas para darme cuenta que estaba desapareciendo, me volvía intangible hasta que el chico de cabellos azules me tenía sujeto entre sus cálidos brazos.

— Debes comer algo de este mundo o te desvanecerás. — Expresó con una pequeña bolita de color rojo en la mano.

Me negué una y otra vez hasta que lo intenté golpear con una de mis manos que lo atravesó, fue cuando me insistió de nuevo afirmando:

— No te convertirás en un cerdo.

Me la puso en la boca, mastiqué y trague hasta que escuché sus palabras:

— Todo está bien ahora.

Con sus amables ojos me miro con tranquilidad, puso su mano frente a mí para que yo lo tocara y al hacerlo pude notar que me volví de nuevo tangible. Lo primero en que pensé fue en ver a mamá y papá, aunque el chico me anunció que podría verlos luego.

Me llevó a un edificio en donde pasamos por un puente, usando sus poderes hizo que nadie me viera siempre y cuando yo contuviera la respiración aunque fallé casi al terminar de pasar. Me tomó entre sus brazos y me salvó sin regañarme, de una forma tan condescendiente como nadie ni aún mis padres. Su actitud tan extraña, tan dulce que borró mis otros pensamientos de temor, entre sus brazos estaba yo a salvo... Entonces me dijo:

— Debes buscar que Kamaji te de un trabajo, si tienes un trabajo la hechicera Matsuda no te convertirá en un animal.

Escuché que dentro de aquél edificio gritaron un nombre una y otra vez, mientras él tocó mi frente y me condujo mentalmente por el lugar hasta bajar unas escaleras por un risco a una puerta. Una vez hecho eso me dijo:

— Confía en mí Souichi, soy tu amigo, mi nombre es Hiro.

— ¿Cómo me conoces?

— Te conozco desde pequeño…

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De esa forma un chico desconocido me había salvado, había traído algo nuevo y distinto a mi vida ¿Hace cuánto tiempo que no nos vemos? Conocerlo cambió mi vida y desde aquél día sigo imaginando que nos volvemos a ver, siempre que he pude, pedí a mis padres visitar los lagos y ríos de nuestro país, con tal de encontrarlo pero no he tenido éxito, tantos años ya sin volver a verlo siento que algo dentro de mí muere.

Por la tarde mientras empaqué las últimas cosas para partir a Tokio a estudiar la universidad. Un leve golpeteo en la puerta me sacó de mis pensamientos:

— ¿Sou-kun puedo pasar? — La voz de mamá cortó mi añoranza.

— Adelante.

— Mi pequeño, sé que tu padre y yo siempre hemos estado algo ocupados pero te vamos a extrañar cuando te marches, por eso te traje este álbum familiar, para que nos recuerdes.

Me abrazó de inmediato comprimiendo el álbum contra mi pecho. Me soltó y continuó:

— Nos sentimos tan orgullosos de que seas un hombre, sólo nos falta que un día nos presentes a la persona que te acompañará en tu camino de vida como tu padre lo ha hecho conmigo y yo con él por supuesto.

— Hay madre, no tienes que decir esas cosas, ya sabes que no estoy interesado en esas tonterías, voy a vivir solo y estudiaré hasta volverme un famoso investigador de la universidad de Tokio.

Sonrió ante mi negativa dejándome solo con mis pensamientos, entonces tomé el álbum en mis manos y lo abrí mirando las fotos de cuando fui pequeño, luego de nuestra llegada a esta casa, después de ese tiempo tan difícil trabajando en el lugar de los espíritus y dioses al lado de Kamaji.

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Conocí a Kamaji, yo un pequeño malcriado que jamás en su vida había hecho algún esfuerzo debía doblegar mi enorme orgullo y trabajar. Suplicar por un empleo no era lo mío, aunque mirar esa extraña creatura que lucía como un hombre pero con otros dos brazos me aterró un poco, sin embargo no lo demostré, miré de frente al tipo ese Kamaji e insistí. Por alguna razón se apiadó de mí y me mandó con un tipo bastante fastidioso, un tal Isogai que llegó a alimentarlos a él y a sus asistentes que estaban hechos como de pelusita combinada con ceniza.

— Agradece al señor Kamaji niño malcriado. — Dijo Isogai.

Me llevó caminando casi a hurtadillas en medio de ese enorme edificio, me ocultó velozmente detrás de una creatura rara que a pesar de ser humano no hizo nada contra mí, puesto que en ese lugar todo mundo aborrecía a los de mi clase. Una vez en la parte más alta del edificio, conocí a la vieja hechicera Matsuda Yumi. Una temible mujer que me miró con fiereza, mientras yo supliqué por un empleo, hasta que oportunamente su enorme bebé me facilitó obtenerlo pues le molestó mi voz y lloró una y otra vez hasta que la anciana cedió. Una vez firmé el contrato, me nombró acortando mi apellido Tatsumi a decirme simplemente Sumi. Esa maldita vieja me nombró con nombre de mujer, ni hablar creo que debo comportarme y aceptar hasta poder ver a mis padres otra vez. Me indicó que su asistente Hiro me llevaría hasta mis nuevos deberes y Hiro era el chico de cabello azul, tan serio.

Marché al lado del chico que lucía serio, tan distinto al joven que me salvó al cuando lo conocí. Decidí preguntarle algo:

— ¿Hiro dónde… — Sin embargo me interrumpió con una mirada fría expresando:

— Dime Hiro-sama.

Me sorprendió su actitud pero no pensé decirle de otra forma. Desafortunadamente me dejó a cargo de Isogai, el cual parecía molesto de recibirme, aunque al dar la vuelta donde nadie nos veía me dijo:

— Veo que no eres tan tonto como supuse al inicio, ¿cómo convenciste a la hechicera? Debes ser un mocoso afortunado, no pensé que pudieras salvarte. Ahora vamos a ver como un enclenque como tú sobrevive en este lugar.

Sólo tenía una idea en la cabeza que salió de mis labios:

— ¿Isogai hay dos Hiros?

— Ya veo… te ha gustado.

— A mí no me gustan los hombres, de hecho soy muy pequeño para que alguien me guste.

— Aunque te guste mucho yo te aconsejo no acercarte a él, pues es el asistente de la hechicera.

— ¡Te digo que no me gusta!

— No tienes que apenarte, aquí esos prejuicios de los humanos no importan, si te gusta simplemente puedes aceptarlo y nadie te va a juzgar.

— ¡MALDITA SEA! ¡ TE DIGO QUE NO ME…!

Un mareo me azotó, no pude hablar simplemente me tambalee e Isogai me dio algo de comer, junto con ropa para cambiarme y una cama para descansar. Mientras dormía, casi al amanecer un ligero susurro suspiró en mi oreja la voz de aquél chico tan misterioso:

— Ven cruzando el puente y te llevaré con tus padres.

Levanté mi pesado cuerpo del suelo y prácticamente corrí hasta cruzar el puente, al pasar una extraña creatura hecha de sombra con una máscara me siguió con la mirada pero al volver mi cara, justo cuando crucé el puente no la pude ver, por lo que seguí mi camino hasta ver a Hiro una vez más, el cual me mostró el par de cerdos en que mis padres se transformaron. Prometí ante ellos salvarlos de aquél hechizo con todas mis fuerzas. Hiro me miró de esa forma tan tranquila y caminamos hasta la plantación de flores donde me senté a pensar abrazado a mis rodillas, me entregó mi ropa con la tarjeta que mis compañeros de la escuela firmaron, ahí leí: "Para Tatsumi Souichi de la clase A"

¿Souichi? ¿Tatsumi Souichi? Desde que la anciana me dio el nuevo nombre olvidé el verdadero. Lo repetí en voz alta.

— Souichi es mi nombre.

— La hechicera Matsuda Yumi controla a todos robando sus nombres, no debes olvidar el tuyo o no podrás volver a casa. Guárdalo en secreto yo ya olvidé el mío, aunque por alguna razón el tuyo no lo he olvidado. — Dijo con una mirada bastante añorante.

— ¡Maldición! Casi olvido mi nombre y me quedo con ese tonto nombre de mujer Sumi.

— No te preocupes. Por cierto traje algo de comer a lo que le puse un hechizo para que recuperes tu salud. — Dijo sacando unas bolas de arroz de entre su ropa.

— No tengo hambre.

— Anda prueba un poco para que te sientas mejor.

Tomé en mis manos la comida y la probé un poco, el delicioso sabor en mis labios y toda mi lengua me hizo comer a prisa. Finalmente los sentimientos que intenté reprimir todo este tiempo desde que quedé completamente solo en el mundo me avasallaron. Cada bocado continuó entrando a mi boca, sin embargo de mis ojos salió mi llanto inconteniblemente. Cuando terminé de ingerir las tres bolas de arroz simplemente continué llorando mi pesar en los cálidos brazos de Hiro...

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Entre mi álbum de recuerdos, no pude evitar preguntarme si se olvidó de mí, tantas cosas que me hizo entender, tanto que me mostró y sobre todo su incondicional amistad, la única amistad real que he tenido. Quizá para él es mucho más simple hacer amigos con esa personalidad tan libre pero yo aquí no he querido y no he podido acercarme a nadie más. En cambio, he preferido centrarme en mis estudios con la finalidad de un día poder tener el suficiente ingreso para viajar por el mundo. Tal vez al recorrer todos los ríos y lagos podré encontrarle y ver ese hermoso rostro que cautiva mis sentidos con una simple mirada.

Guardé el álbum en mi mochila de viaje, las maletas pesadas y cajas las llevé en el auto que me regalaron por mi graduación de la escuela. Miré el cuarto vacío que deja mi pubertad y adolescencia para invitarme a salir al mundo y madurar. Todas esas horas en las que el sentido de pertenencia me invitó a pensar que nada cambiaría y las cosas serían siempre igual, me causó algo de gracia. Esperé y espero por él, por Tetsuhiro, pero ahora haré algo, todo a mi alcance para encontrarlo, pues quiero creer que él también aguarda por mí.

Un viaje demasiado largo hasta Tokio, no obstante antes de salir del lugar, pasé por el sitio donde lo conocí, sólo que sigue exactamente igual que la última vez que volví. No hay nada luego de las estatuas de piedra en el camino, al llegar al final de vía de terregal se alza la montaña, sin mostrar aquel túnel de pared roja. Me despedí de él, quizá si un día viene a buscarme a este lugar, no podrá hallarme hasta que yo mismo lo encuentre usando todos mis medios posibles.

Recorrí un camino largo hasta mi nueva casa, llegando finalmente a mi apartamento totalmente vacío y lleno de polvo. Lo primero que hice fue tomar los trapos para limpiar y recordé mi primera vez haciendo algo así…

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Al despedirme de Hiro y alejarme, vi volar un dragón blanco con algunos tonos de azul en su cuerpo, por alguna razón ese dragón me hizo tener el sentimiento que Hiro daba a mi corazón, volando libre por el cielo. Luego de eso me esperó el siguiente reto, asear el enorme hotel al lado de mis nuevos compañeros y compañeras trabajadores del lugar; todo tan complicado, más aún cuando soy discriminado por ser un humano. En el exterior la lluvia me hizo notar a la creatura de sombra con la máscara en el aguacero, quizá podía ser grosero con el mundo pero alguien en desventaja me recordaba a mí mismo. Abrí uno de los paneles del hotel con tal de que la creatura ingresara.

Las pruebas de mi empleo eran pesadas, yo era un sirviente, alguien que debía ayudar a que los clientes estuvieran cómodos. Esa noche me tocó limpiar una bañera, para ello necesitaba agua, agua especial que se pedía con unos pases especiales mandados directamente hasta la creatura de cuadro brazos Kamaji. Me sentí impotente al no recibir ayuda, nadie quería darme uno de esos pases hasta que la creatura de sombras consiguió para mí unos. Al lado de Isogai limpiamos una enorme bañera. Sólo pensé que ayudar a otros de alguna forma me trajo un beneficio, me alegré de mi fortuna hasta que. Justo en ese instante llegó una creatura totalmente hedionda, para recibir el servicio de aseo en las tinas. La desagradable bruja probó mi resistencia enviándome a atender a ese asqueroso cliente. En medio de la peste logré probar mi valor y gracias a las aguas milagrosas de Kamaji pude limpiar a un Dios, si bajo el lodo había un dios que me agradeció con una pequeña bolita de una medicina especial en mis manos y luego voló libre por los cielos.

Volver con Isogai a descansar a nuestra habitación me hizo mirar el cielo nocturno extrañando al chico que tanto ha hecho por mí sin esperar nada a cambio. ¿Dónde podrá estar? Sin saberlo en voz alta dije su nombre:

— Hiro… — Mi suspiro lo cortó una risa burlona de Isogai que comía a mi lado.

— ¿De modo que lo extrañas? No te preocupes, el volverá y podrás declarar tu amor.

— Te digo que no me gusta.

— Olvídalo Sumi, es cierto, hasta tu nombre es como el de una chica, seguro que tú eres el lindo de la relación, quizás hacen buena pareja tú y Hiro-sama.

Intenté evadir sus tontas suposiciones y simplemente me fui a dormir. Soñar no es precisamente bueno cuando tus más profundos temores te invaden, mamá y papá como cerdos comunes perdidos en una multitud de ellos me complica el intentar usar la medicina que me proporcionó el Dios. De inmediato el sobresalto me levantó para mirar el cielo azul y la caldera prendida denotando que todo el mundo estaba trabajando de día a pesar de que el hotel abre de noche.

Antes de que pudiera ir en busca de respuestas, el dragón con vivos azules que vi volaba perseguido por una multitud de extraños pájaros, yo simplemente grité su nombre, puesto que mi corazón me indicó que él era:

— ¡Hiro! ¡Hiro! ¡Por aquí ven!

Entró de inmediato volando a la habitación y lo que yo creí que pájaros resultaron ser hojas de papel. Se levantó de pronto y voló dejando un rastro de sangre por toda la habitación. Corrí para buscarlo y conseguir ayuda de Isogai para salvarlo, pero los demás trabajadores del hotel parecían locos por un cliente extraño, la creatura de sombra que tiene a todos embelesados regalándoles oro, cosa que a mí en realidad no me hace falta. Caminé por lugares inseguros, con tal de entrar al despacho de la hechicera Matsuda que tenía a Hiro transformado en dragón en el piso y planeaba deshacerse de él por resultarle inservible enfermo.

Entre tanto ella bajó a arreglar el asunto con el tipo de sombra al que llamó "sin rostro". Sus asistentes, un pajarraco con la cara de la hechicera y tres extrañas cosas que lucen como piedras con caras labradas intentaron empujar a Hiro por un ducto de desperdicios. De pronto uno de esos pájaros de papel se desprendió de mi ropa y salió de ahí una especie de holograma de la hechicera. El enorme bebé de la hechicera le habló:

— Yumi. — Dijo señalando el holograma.

— De modo que ni tu reconoces a tu propia madre, yo soy tu tía Yuki la hermana gemela de tu madre. — Dijo transformando al bebé gigante de más de dos metros en un ratón gordo, al pajarraco en un diminuto pajarito y a las tres cabezas en el bebé. Giró el rostro y me miró diciendo: — Me llevaré ese dragón que se robó un preciado sello, pues de todas formas está muriendo.

— No le hagas nada a Hiro, él es bueno, refuté de inmediato entre suplicante y enojado.

La vieja bruja parecía enojada y justo cuando observé que vendría por Hiro, el bebé gigante falso empezó a hacer desastres distrayendo a la hechicera, el ratón con el diminuto pajarito se subieron en mí para protegerse. Hiro se levantó y aprovechó para destruir el papel que permitía al holograma de la bruja permanecer ahí y hacer de las suyas. Sin embargo, el problema es que caímos al ducto de desperdicios juntos los cuatro. Las cosas pasaron tan rápido ante nosotros, caímos cada vez más y más hondo. Mi preocupación aumentó, por lo que tomé al dragón de los cuernos gritando su nombre para que nos salvara.

Afortunadamente para mí lo desperté y voló mi querido maltrecho dragón hasta caer en la habitación de Kamaji. El fiero dragón escupió sangre con gruñidos haciéndose el temible en medio de su sufrimiento, no obstante sólo tenía en mente protegerlo y salvar su vida. De pronto se desplomó, supe de inmediato que no duraría mucho sino hacía algo, por lo que recordé de aquella medicina que me dejó el Dios que limpié, la saqué de mi bolsillo e insistí a Hiro para que la comiera, aunque no parecía reaccionar.

Mordí la mitad de la medicina y con mucho esfuerzo abrí las fauces con filosos dientes e introduje la medicina hasta el fondo de la garganta haciendo que Hiro la tragara. Se retorció en dolor escupiendo una bola negra, de la que salió el sello junto con un gusano negro que aplasté. De inmediato Hiro volvió a la normalidad transformándose en el chico que conozco, bastante débil pero vivo a final de cuentas. Se quedó en donde reside Kamaji, el cual prometió cuidar de él, mientras me dispuse a partir con un boleto de tren que me dio para ir a ver la gemela Matsuda Yuki de la vieja hechicera Matsuda Yumi. Necesitaba explicaciones, además de devolver el sello robado por Hiro. Tomé mis zapatos y me detuvo Isogai:

— ¿Dónde crees que vas? Matsuda te está buscando.

— Tengo que devolver esto a la gemela de la bruja. — Respondí.

— Ella dice que tú trajiste a un «sin rostro» al hotel. Ya se ha comido a varios compañeros — Expresó Isogai con preocupación.

Recordé de pronto abrir la puerta para ese tipo de sombras que estaba en la lluvia aquél día, por lo cual expresé:

— Creo que si lo hice.

Mi deber era responder por mis acciones, razón por la que partí hasta donde la vieja, la cual me introdujo en una habitación con el tipo de sombra. El pobre tipo me dijo que no tenía a nadie, lucía como enfermo y gracias a ello decidí darle la otra mitad de la medicina arrojándola a su boca. El hecho de tragar la medicina lo hizo vomitar, devolvió a todas las personas que había tragado sanas y salvas, de modo que bajé a cumplir con mi misión y buscar a Yuki. Isogai esperaba por mí en una balsa llevándome hasta las vías del tren…

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Los recuerdos son tan peligrosos cuando son todo lo que tienes de un sentimiento perdido entre ellos. Hace mucho calor aquí en Tokio, pues una vez instalado en mi apartamento partí a buscar algunos centros comerciales para comprar víveres. Me encontré en un vagón del tren y sentí que mis esperanzas se perdieron. Rememoré cada visita a alguno de los ríos de Japón con mis padres, me pregunté si de alguna forma él… Tetsuhiro, podría estar buscándome. La realidad topó con mi cabeza, puesto que en medio de esta enorme ciudad estoy destinado a permanecer solo.

Mire la torre de Tokio imponente y hermosa en medio del gentío de las horas pico, de modo que realmente no me importó nada, ni que estuviera amontonado alrededor de tantas personas. Mientras en mi mente su recuerdo me rodeo, descubrí que sin importar que no pueda hallarlo, de alguna forma se encarga de hacerme sentir acompañado en medio de la distancia entre los mundos. El vagón se detuvo inesperadamente, cerré mis ojos y me empujó alguien que se recargó sobre mí con ambas manos a mis lados presionando mi cuerpo. Levanté la cara hasta observar que un hombre había quedado cara a cara conmigo.

— Tetsuhiro. — dije al instante.

Sus ojos verdes y su cabello azul, la mirada pacífica y algo nerviosa me llegó de inmediato al corazón como un golpe. Supuse que todo puede ser un sueño, producto de mi imaginación o quizás alguna persona que tiene un parecido con aquel chico, puesto que se veía de mi edad pero mucho más alto, pero algo dentro de mi hacía resonar mi cuerpo, mi cabeza y mi corazón anunciando algo tan esperado, tan importante que no pude creerlo.

— Souichi, no lo creo ¡Eres tú! ¡Dime que sí! — Expresó con emoción aquél chico.

A pesar de lo apretujados que estábamos, subió su mano en medio de nosotros y tocó mi rostro. De esos tranquilos ojos vi algo que nunca imaginé, comenzaron a brillar de emoción con algunas gotas que se formaron en las orillas. Su mano que me tocó tembló, todo mi cuerpo que lo sentía de inmediato sintió una descarga de emociones confusas, tanta desesperación, emoción, tristeza e incluso enojo. Los segundos se volvieron eternos, el silencio reinó y todo desapareció, solos él y yo como tantas veces en mis sueños, pero ahora somos adultos libres en un mundo distinto, dueños de nuestro destino.

No comprendí porque su actitud tan tímida de no moverse ni un poco, puesto que yo había imaginado que sus labios bajarían a los míos, no quise esperar escalando con mis manos por su anatomía, pasando en una caricia que trepó subiendo hasta su cuello, bajando con nervios y ansiedad su rostro hasta el mío en donde finalmente mi boca se juntó a la suya. Su aliento sopló en mi rostro mientras seguimos unidos en esa dulce calidez, hasta que las puertas del tren se abrieron y nos empujaron incluso escuché algunos insultos:

«Que tipos desagradables»

«Qué asco, esas cosas deben hacerlas lejos de mi vista»

«Ese par de maricas deberían desaparecer»

La realidad me golpeó de inmediato, nos agredieron sólo por ser distintos, por buscar la felicidad lejos de los arquetipos sociales comunes, cosa que no me importó… Bueno quizás un poco, sin embargo así sin hablar lo jale tomando su mano como aquella vez que él salvó mi vida.

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Corregido y aumentado.