Para: Amanda Beicker.
Personaje: Altaïr.
Advertencia: durante AC1.
La herida aún era reciente cuando Altaïr despertó. Una bruma espesa opacaba sus pensamientos. Por un momento dudó de dónde estaba y de qué había pasado. Entonces, todo acudió como un jarro de agua fría y el dolor le atravesó el cuerpo. Una bofetada invisible le despertó y Altaïr se alzó del lecho donde descansaba de un salto.
El barullo de recuerdos pasaba por su mente como la corriente feroz del río. El templo de Salomón, Roberto de Sable, Kadar y Malik, el ataque a Masyaf… Apretó los labios, aunque su rostro permaneció inmutable, con expresión gélida. Mantuvo el gesto imperturbable mientras esperaba y repasaba las palabras de Al Mualim. Todo había sido su culpa; su maldita culpa. Quien una vez se creyó superior en habilidad a sus hermanos estaba ahora ahí: degradado, apaleado y abandonado como merecía por haber incumplido el credo, por haber desobedecido las normas que le habían guiado siempre. Deseó haber muerto en lugar de Kadar. Él tendría que haberse quedado allí, bajo aquellas ruinas; cualquier destino, incluido la muerte, se le antojaba mejor que el presente. ¿Qué haría ahora, que había sido despojado de todo lo que había ganado en su vida? ¿Cómo podría encarar a su maestro, a sabiendas de que había fallado en la misión y que había encendido la mecha para la guerra directa con Roberto, trayendo al enemigo a casa por su arrogancia e imprudencia? ¿Y Malik? ¿Cómo podría siquiera cruzar una mirada con él?
El puño cerrado de Altaïr golpeó con violencia la pared de piedra. Nada se inmutó, excepto el sonido de los huesos bajo su piel y la carne rasgada. Odio y rabia contra sí mismo y contra todo lo que le rodeaba era lo único que sentía junto a la quemazón de la herida. Él mismo podría haber acabado con su vida a pesar de haber sido despojado de sus armas; y aún así, no lo hizo. Había fallado al credo una vez, sus actos habían tenido consecuencias irreparables; ¿abandonaría ahora, deshonrando una vez más al credo, a sus hermanos?
A pesar de que su orgullo aún le carcomía por dentro, Altaïr agachó la cabeza y abandonó la habitación. Tendría que aprender a aceptar la culpa, a recoger los pedazos rotos de lo que había destruido. Honraría al credo.
-fin-
