Card Captor Sakura y sus personajes no me pertenecen. La historia y otros personajes agregados, sí.



Mi ángel guardián

Por Saiai Li

Cuando pienses en que no hay salida, y tu vida está a punto de acabar, recuerda que para cada ser hay un ángel que protege sueños y esperanza…

Sakura Kinomoto estaba perdida. Creyendo que nada ni nadie podría ayudarla, de la noche a la mañana un chico aparece en su habitación, diciendo que ha bajado del cielo y será su guardián.

Capítulo 1

«Salvación y perdición»

Mar oscuro, mar siniestro

Arrástrame hasta las profundidades

y resguárdame del dolor

que se anida en las olas frías…

¿Será tu fondo un cofre de oro

para guardar secretos cristalinos

sin temor a que se rompan,

sin temor a que se olviden?

Mar sempiterno…

La suave brisa agitaba las hojas verdes de los frondosos árboles a su alrededor. Con los ojos cerrados, escapando de la luz cegadora, se introducía en un mundo lejano, donde las palabras daban vida a lo que ella quisiera crear. Un pequeño cuaderno y un lápiz eran su vía de escape de la triste realidad. Realidad que no siempre había sido triste.

Pero ahora que ya no podía hacer nada para cambiarla, la impotencia y el arrepentimiento, además de un intento deseo de retroceder en el tiempo, arremetían una y otra vez contra sus frágiles pensamientos.

Sujetando más fuerte el lápiz en su pequeña y blanquecina mano, se recordó con fervor que ya no estaba permitido por ningún motivo ni circunstancia autocompadecerse. No después de la última petición de su padre.

"Debes vivir. No puedes destruirte tú misma. ¿Te rendirás sin luchar? No lo creo. Por favor, lucha. Por mí y por tu hermano".

Luchar. Una diminuta sonrisa sarcástica apareció en sus labios rosados. Fuerzas ya no le quedaban para hacerlo. Lo había intentado, Dios y los ángeles eran testigos que había hecho todo lo humanamente posible. Sin embargo, ya no podía. Y eso gritaba sin voz, en muda observación, su último poema. No confiaba en ellos. La inspiración de antaño la motivaba a escribir cosas hermosas, haciendo felices a quienes las leían. Sus poemas más recientes eran sombríos, vacíos, aciagos. Porque la soledad se había anidado en el fondo de su corazón, tal como una piedra cae a lo más profundo del mar.

El mar… El viento… Soñaba con ser libre otra vez. Liberarse de las ataduras que le impedían sonreír como antes.

Como antes…

No podía regresar. Eso era imposible. Y aún soñaba con lograrlo. Se reía de sí misma por ser tan ingenua y estúpida. ¿Quién, sino ella, vivía de un pasado que jamás fue¿Quién, sino ella, creía en una historia que nunca ocurrió?

—Sólo yo… —suspiró con desánimo, dejando que sus palabras flotaran en el viento hasta un lugar desconocido. Quizá alguien escuchara sus plegarias y se apiadara de ella si oía la voz desesperada de su alma desgarrada.

Abrió sus brillantes ojos, enseñando el mismísimo color de la naturaleza viva en primavera. Claro que ella no se sentía viva, sino muerta. Como un robot, haciendo todo lo que los demás le pidieran, sin ejecutar nada por su propia voluntad y deseo. Como la nada, estando allí sin estar, siendo sin ser. Ni blanco ni negro, gris era cómo veía todo. Hacía mucho que había dejado de pintar los múltiples y diversos colores que tanto le habían gustado alguna vez.

Sus cabellos castaños, con leves reflejos miel, otros dorados, se removieron con inquietud tras el paso de una ráfaga de viento. Apresuró a tomar con fuerza su cuaderno, el único nexo que le quedaba con lo que era tiempo atrás.

Elevó su verde mirada hacia el árbol que la protegía de los inclementes rayos del sol. Éstos penetraban levemente por el follaje, creando un ambiente mágico. Aunque para ella sólo era el sol, el viento, y un viejo árbol. No existía ya la magia en su vida. Ni la fe, ni la confianza, ni el amor. Ni siquiera la esperanza. Para ella todo estaba perdido. Tal vez sólo conservaba la amistad, ya que una sola persona se había dignado a mantenerse a su lado y apoyarla después de la tormenta.

Y estaba muy agradecida con él. Su único y verdadero amigo. Por quien estaba dispuesta a sacrificarse si era necesario, con tal de no verle sufrir.

Suspiró cansinamente, dejando escapar el aire vital entre sus labios. Estaba cansada de pensar. Le daban ganas de ser realmente un robot, y tener la opción de «apagado automático» a cierta hora del día, únicamente para no seguir dándole vueltas una y otra vez a lo mismo.

Observó con melancolía su cuaderno. Allí estaban los secretos que tan bien guardaba. Sí, ése era su cofre de oro. Y ojalá el mar no lo rechazase cuando decidiera arrojarlo… y quizá arrojarse ella también.

—Aquí estás. Te esperé, y como no llegaste, supuse que estarías aquí.

Se sentó a su lado, con una mezcla de ternura y comprensión destellando en los ojos azules. Él, su amigo. Eriol Hiiragizawa.

El único que ofrecía su amistad sin pedirle nada más a cambio que el mismo sentimiento. Le sonrió levemente, a manera de saludo.

—Lo siento, estaba descansando. Lamento haberte hecho esperar —contestó con remordimiento. Él no merecía que le mintiese. No estaba descansando. Estaba agobiándose a propósito para poder lamentarse cuando llegara a su casa sobre lo miserable que era su maldita vida.

—No hay problema. Tenía práctica, y demoramos un poco más de lo habitual. Yo era el que temía haberte hecho esperar —explicó con una amable sonrisa. Ella era su mejor amiga. Jamás la dejaría sola. Sobre todo, porque esperaba a "la otra", a aquella niña que nunca había regresado después del accidente. La esperaría hasta que diera el último aliento. Eso hacían los verdaderos amigos.

Eriol analizó con su peculiar habilidad los ojos verdosos de su amiga, encontrando de nuevo ese brillo que escondía algo importante, algo que Sakura ocultaba. No le haría hablar. Como amigo, esperaba que su confianza fuera correspondida, y por eso aguardaría hasta que ella decidiera que era momento de decirlo.

Sakura, en tanto, observaba los haces de luz que se filtraban por la copa de los árboles. En ese momento necesitaba estar sola. No quería ser grosera, pero realmente lo necesitaba.

—Eriol…

—Lo sé —dijo con sonrisa cómplice el aludido. Levantándose con agilidad, acomodó sus gafas, que le daban un aire enigmático—. No necesitas que te acompañe a casa¿verdad? —la chica negó de inmediato—. Bueno, cuídate. Mañana arreglamos nuestro pendiente. Hasta pronto.

—Hasta pronto… —murmuró, viéndole marchar. Ella no se percató, pero una suave caricia, consoladora, se posó en su mano. Como un soplo. Luego, se esfumó. Sin embargo, Eriol sonrió.

OoOoO

—Esto no me gusta para nada.

—A mí tampoco.

—¿Crees que es hora de ayudarla? Todos creíamos que podría superarlo. No obstante, ha pasado el tiempo, y su sufrimiento está haciendo que todos sufran.

—Lo sé.

La blancura no era humana en aquel sitio. De hecho, los utensilios que tenían aspecto normal en realidad entrañaban miles de sorpresas. Por ejemplo, aquel espejo que dos personas contemplaban con suma atención. Un espejo que, en otra dimensión, sería "extraño". En él, aparecía la imagen de una joven recostada en el césped, bajo la sombra de un enorme árbol. Una de las personas, que tenía el cabello rojizo, se acercó para ver con detenimiento el rostro de la muchacha.

—Hay que hacer algo, Yue— le dijo a su acompañante. Un joven de cabellos plateados, casi blancos, con ojos como el hielo—. Sabes que esto es peligroso. Además… ella… No puede estar sucediéndole esto. No se lo merece. No después de todo lo que hizo desinteresadamente por nosotros.

—Lo sé, Kaho, ya te lo dije —respondió con el mismo tono de siempre. Uno bastante monótono—. ¿Qué quieres hacer¿Hablar con el rey?

—No sé. Quizá él no apruebe mis ideas. Ni las tuyas. Él ya tomó una decisión. Además, ni siquiera está la princesa para pedirle ayuda.

—Está en una misión.

—Sí. Ella la solicitó. Hizo ver al rey que también era su deber ayudar a los humanos. Y el rey Clow fue quien aceptó.

—¿Aceptó?

—Sí —dijo abriendo desmesuradamente los ojos—. Yo no lo creí cuando me lo contaron. Pero la princesa ya no está aqui, así que supongo que está allá abajo.

—No deberías decirlo de esa manera —le reprendió—. Tú también vienes de allá, por si no lo recuerdas.

—Está bien, está bien —agitó una mano, en un gesto despreocupado—. Es que ha pasado tanto tiempo… Además, ahora subí de rango —añadió con una sonrisa.

—Me alegro por ti.

—Sí, pero… —su mirada nuevamente se posó en la chica del espejo—. Ahora ella es nuestra prioridad. Siempre lo ha sido. No podemos abandonarla. En cierto modo, es nuestra amiga, aunque ella no lo sepa. Me entristece saber que su corazón no es el de antes. La extrañamos.

—Entiendo eso, Kaho —dijo Yue, alejándose un poco hasta llegar a un gran ventanal. Muchas nubes blancas inundaban el paisaje—. Todo depende del rey. Nosotros no podemos intervenir.

—Claro que pueden —declaró una tercera voz.

Ataviado con blancas ropas, un hombre con anteojos había ingresado a la habitación momentos antes. Su rostro emanaba amabilidad, derrochaba comprensión. No por nada era el rey. Se había ganado el título sólo por sus méritos, como se acostumbraba hacer en el lugar. Con presteza, se acercó al espejo. Kaho y Yue hicieron reverencias, y se apartaron para no interferir en su campo visual.

—Haremos algo. No deben dudar de eso. Se lo debemos.

—¿Le dará un guardián? —preguntó Kaho, un poco anonadada de que él estuviera dispuesto a acceder tan condescendiente a sus peticiones.

—Por supuesto. Sabes que tampoco somos omnipotentes. Además, todo dependerá de ella. Si es capaz de creer en el futuro…

Curvó los labios ligeramente, con misterio, antes de abandonar la estancia.

Yue y Kaho se miraron extrañados. Aquella sonrisa no les gustaba nada. Sobre todo, porque indicaba posibles intervenciones, y como consecuencia, complicaciones. No obstante, si podían ayudarla, harían todo lo que estuviera a su alcance. Después de todo, ella no era cualquier persona… Era Sakura.

OoOoO

Miró el reloj por quinta vez. Marcaba las seis. Sabía que eso le podría traer problemas.

Aunque… Ya no creía que podría estar peor. Como estaba era lo más bajo a lo que podía llegar un ser humano. Vivir como condenado, sin vivir realmente.

Observó la figura del pingüino cuando pasó frente al parque. No pudo verlo más de dos segundos. Demasiados recuerdos asaltaban su mente, y era casi doloroso incluso respirar. De hecho, tuvo que detenerse a inhalar con un poco más de cuidado. Hizo el supremo esfuerzo por controlarse sola y resistir el impulso de utilizar el efectivo inhalador que traía en su bolso. Ella podía… Era capaz de muchas cosas…

Sacó el inhalador y lo puso en su boca. Presionó dos veces, y respiró con fuerza.

No era capaz. Por eso su padre la había llevado a médico. Porque era conciente que ella no podía sola. Que necesitaba ayuda. Y, incluso con todo eso, no era suficiente.

Seguía siendo infeliz. Seguía conjurando maldiciones contra su destino, que se había encaprichado con ponerle las cosas difíciles.

Guardó el inhalador y reanudó su marcha. Seguramente le esperaba una reprimenda en su casa por llegar tarde. Bueno, tarde no era, pero debía admitir que no había avisado, y seguramente los había preocupado. Se había quedado escribiendo bajo el árbol, y cuando había visto la hora, daban las seis menos quince, y el sol ya se estaba poniendo. Un ruido llamó su atención.

Pasos. Muy cerca de ella.

Atinó a correr hacia su casa. Definitivamente para la próxima estaría más pendiente de la hora.

OoOoO

Tomó un poco de aquella suave sustancia blanca. La odiaba. Porque le recordaba dónde estaba. Y dónde jamás podría regresar. Sus dedos la estrujaron hasta que escurrió entre sus dedos como agua. Odiaba ese lugar. Se suponía que debía sentirse bien. Feliz. Porque había logrado lo que muchos no lograban. Pero, a pesar de todo, nada suponía un consuelo. Extrañaba muchas cosas que no volvería a tener. No mentalizaba haberlas perdido.

—Demonios… —masculló entre dientes. No podía desear estar muerto. Porque ya lo estaba.

—No deberías pronunciar esa palabra aquí arriba. Podrías ir a parar a un lugar que no te gustaría para nada.

—¡Señorita Kaho! —exclamó, poniéndose de pie en un movimiento rápido. Se inclinó, dándole un saludo formal—. Lo lamento, no fue mi intención —las mejillas se le pintaron de un leve tono rojizo. Kaho sonrió, divertida.

—No hay problema, recuerda no hacerlo otra vez.

—Lo recordaré —levantando la cabeza, se fijó en que ella no acostumbraba interrumpirlo cuando visitaba su lugar favorito—. ¿Ocurre algo malo? —preguntó con un deje de desconfianza, entrecerrando los ojos.

La pelirroja rió internamente. Aquel chico nunca cambiaría. Aunque quizá… Sonrió con complicidad. Quizá después de todo sí cambiaría. El chico aumentó su extrema precaución a ver aquella sonrisita que él consideraba maliciosa.

—El rey Clow requiere tu presencia —sonrió al verlo palidecer. Ya suponía que se pondría así al darle la noticia—. No te asustes. No es nada malo.

—Eso espero —tragó saliva con dificultad. Que el rey le llamara no era nada bueno. Todo lo contrario. No le gustaba nada aquella sensación que le decía que algo le ocurriría, algo que él no tenía planeado.

Empezaron a caminar hacia el edifico que cumplía funciones como palacio. Kaho observó las espaldas del chico con reprobación.

—Guarda tus alas —le recordó.

El muchacho bufó. Una leve luz le rodeó, luego una corriente de aire cálida, formando un torbellino que lo rodeó. Después de un instante, sus alas habían desaparecido, y en su lugar, varias plumas flotaban alrededor.

Antes de entrar al palacio, una suave brisa desordenó sus ya rebeldes cabellos castaños.

OoOoO

Se derrumbó junto a la puerta. Estaba salvada. Echó un último vistazo al reloj. Seis y veinte. Un récord.

Después de recuperar el aire perdido por la carrera de su vida, caminó hasta la cocina.

—¿Papá¿Touya¡Ya llegué!

Esperó un instante para escuchar una respuesta que jamás llegó. Estaba harta de eso. Miró la pizarrita donde anotaban los deberes. Su padre había viajado por una emergencia a Tokyo, y no regresaría en cinco días. Por otro lado, su hermano estaría en la casa de Yukito atendiendo unos deberes, y se quedaría a dormir allá.

Suspiró. Sola de nuevo. Cuando ellos decían que jamás la dejaban sola. Sus ojos se nublaron, pero se prohibió terminantemente derramar esos cristales tan denigrantes. No podía llorar cada vez que la realidad le recordaba su presencia. Cada vez que recordaba que sus sueños sólo eran eso… Sueños. Observó con desaliento la foto de su madre que estaba sobre la repisa.

La extrañaba. Ella se había ido por su culpa.

Un dolor se le enterró en el pecho, arrojándola de rodillas al piso. No podía estar sucediendo nuevamente. Todo se repetía para su pesar. Y por más que intentaba, los hilos del destino ya estaban entretejidos.

Sin poder siquiera negarse, una lágrima calló al suelo.

OoOoO

—Por estas importantes razones, te nombro su ángel guardián. La protegerás y cuidarás hasta que ella decida romper el supremo pacto contigo. Antepondrás su felicidad a la tuya, y sus necesidades a las tuyas. Le entregarás cariño y amistad incondicionalmente, tal como ella nos enseñó a hacer a nosotros. Y procurarás ayudarla. Porque de ti dependemos nosotros. Recuerda eso.

El rey Clow, sentado en su trono, acababa de pronunciar las palabras para designar a un nuevo ángel guardián. Frente a él, el chico de cabellos castaños le observaba seriamente, prestando fiel atención a cada una de sus palabras. Sin embargo, una presencia extraña le desconcentró. De un extremo del salón, una mujer se acercó al rey, con sumo respeto.

—Él será quien cuide a tu hija —le dijo el rey con una gran sonrisa. La mujer sonrió con mucha alegría.

—¿De verdad¡Eso es maravilloso¡Muchas gracias, Clow¡En verdad te lo agradezco!

—Para nada, Nadeshiko. Sabes que tu hija necesita un guardián, sobre todo ahora —su voz se había vuelto un murmullo desconsolado.

El semblante de la mujer se entristeció. El chico, desconcertado por sus reacciones, carraspeó antes de hablar.

—¿Puedo retirarme, rey?

Nadeshiko reparó en el muchacho, y su alegría regresó de inmediato. Con paso rápido, llegó a su lado, y le cogió las manos. Él se sonrojó, y embobado, se perdió en los ojos esmeralda que le miraban con cariño maternal y profundo agradecimiento.

—Muchas gracias por cuidarla —mirando al rey, consultó—¿Puedo regalarle algunos dones?

El rey sonrió. Nadeshiko Kinomoto era la bondad en persona, al igual que lo era su hija. Hasta al menos un tiempo…

—Por supuesto, recuerda no sobrepasarte. Mira que podría tomar el lugar de un arcángel —bromeó.

Ella, haciendo caso omiso a la jugarreta, vio los ojos ámbar frente a ella.

—¿Cuál es tu nombre?

—Kohaku, señora Kinomoto —respondió él sin inmutarse. La mujer frente a él esperaba otra respuesta. Carraspeó—. Syaoran Li.

—Syaoran… Gracias de nuevo. Por cuidar de mi hija, recibirás unos obsequios —apartándose de él, elevó las manos a la altura de la cintura—. Dame tus manos.

El nuevo ángel guardián obedeció. La mujer le parecía muy interesante. Sobre todo por los obsequios que había mencionado. Curioso, prestó atención cuando una luz rosada los rodeó, encerrándolos en una burbuja y haciendo desaparecer cualquier ruido existente.

"Un guardián completo logrará su misión. Por eso, yo, Nadeshiko, te doy los siguientes dones con el fin de lograr la felicidad de mi hija. Podrás materializarte en el mundo humano, así como mostrar tus alas y tus cualidades y habilidades de ángel, para aplacar su soledad. Podrás entrar en su mente y recuerdos, para sanar su sufrimiento. Podrás dormir como humano, para estar a su lado durante las frías noches. Podrás actuar y sentir otra vez como humano, para ser su amigo. Todo esto sólo si ella lo desea. Porque ella es la llave a la felicidad de nuestro mundo y el de ella".

Syaoran estaba boquiabierto. Eso era… demasiado. Simple y llanamente demasiado. ¿Es que la chica, Sakura, verdaderamente era tan importante, y buena, como todos decían? Si su madre estaba dando todos esos dones a un desconocido para protegerla, seguramente su protegida era muy especial. Sin saberlo, sonrió. Tenía ganas de conocerla en persona. Y a pesar de que pensaba discutir la decisión del rey, se arriesgaría a regresar al mundo humano. Después de todo, tan malo no podía ser.

OoOoO

La noche caía en Tomoeda. Sobresaltada, despertó hallándose tendida en el sillón de la sala de estar. No recordaba muy bien cómo había llegado allí, pero estaba satisfecha con no haberse dormido en el suelo. Se secó el rastro de las lágrimas antes de levantarse. Odiaba llorar. Odiaba ser débil. Odiaba vivir. Buscaba razones, pero siempre más de alguna se le escapaba.

Eriol era su amigo. A veces pensaba en contarle cómo se sentía. Sin embargo, él era hombre. Probablemente se burlaría diciendo que era una niña por pensar de esa forma.

Sacudiendo la cabeza, caminó hasta la cocina. No tenía ganas de comer, pero Touya había comentado en la mañana que estaba muy delgada, y su padre le había hecho prometer que comería más. Así que tomando un bol, vertió un poco de leche con cereal, acusándose de que eso no era suficiente, y consolándose con que bastaba para seguir moviendo su cuerpo de monstruo, como le llamaba su hermano.

Decidida a no acostarse temprano, prefirió encender el televisor y buscar una película que le entretuviera lo suficiente hasta que dieran las diez. No tenía deberes, y sus poemas estarían relegados durante unas horas.

OoOoO

Desconcertada, se concentró en aquella presencia. Esbozó una sonrisa. Por fin había llegado la ayuda esperada.

Ya llegó, Eriol —dijo una voz celestial, que no interrumpió el silencio de la habitación, sino la mente de su protegido.

—¿En serio¿Lo sentiste?

Sí, recién. Y seguramente es su guardián.

Eriol miró con ternura a la chica frente a él. El resto no podía verla ni escucharla, porque era inmaterial, pero para él, su existencia era absolutamente imprescindible.

Tal como lo sería el guardián de Sakura para ella.

OoOoO

Bostezando, apagó el aparato al que ella denominaba "caja infernal". Eran las diez y media, y se había pasado desde las siete sentada como sedentaria observando películas y el noticiario, sólo para descubrir que pintar y escribir era lo suyo. No obstante, ya no podía pintar. Los colores se habían esfumando de su mente, como neblina. Así de simple. No lucharía por recuperar lo que ya se había perdido definitivamente.

Le quedaba su pobre habilidad para escribir, así que seguiría en eso. Con cuaderno en mano, subió las escaleras hasta su habitación.

Abrió la puerta, y levantó la mano para encender la luz. Sin embargo, no pudo hacerlo. Alguien estaba en su cuarto. Alguien desconocido. Alguien que podía hacerle daño.

Un ladrón, dedujo. Pero… aquel individuo no parecía un ladrón. Sobre todo, porque a pesar de que la poca luz que entraba por la ventana le daba por la espalda, reconocía la musculatura de un chico. Y también estaba quieto al centro de la habitación, como esperando algo.

Y… vestía de negro. Mal indicio.

Hizo amago de gritar, y quedó en eso. En un intento. El intruso le había cubierto la boca con su mano, impidiéndole pronunciar palabra. Otra mano se encontraba en su cintura, acercándola a él.

Asustada y sonrojada, miró el rostro del supuesto ladrón. Estupefacta, vio color para su propio asombro. Tierra. Color tierra y color oro. Así eran los ojos del chico que la tenía abrazada y amordazada. No pudo pensar, no pudo moverse. El color había vuelto. Podría pintar otra vez. Sujetó con fuerza el cuaderno que estaba entre él y ella. ¿Quién era¿Y qué hacía allí?

Él, por su parte, nuevamente se zambulló en un mar esmeralda. Porque descubrió que la hija de Nadeshiko tenía los mismos ojos de su madre. Y a la vez eran diferentes. Brillantes. Nebulosos. Le gustaban. Le gustaban mucho. Y, totalmente desconcertado, se dio cuenta que le gustaba también el calor del cuerpo de la chica, y los destellos que arrojaba su cabello miel. Y la piel suave bajo su mano. Y si era tan buena, amable y bondadosa como decían arriba, Sakura Kinomoto era un verdadero ángel.

Y él, como que se llamaba Syaoran Li, sin dudar la protegería. Sólo para ver brillar esos ojos nebulosos.

Se convertiría en su ángel guardián.


Notas de autora: ¡Hola! Bueno, me he animado a subir mi primera historia, a pesar de que estoy escribiendo varias. Ésta es la que llevo más avanzada, con ocho capítulos. Me falta bastante, pero confío en que no la dejaré inconclusa. Menos teniendo las ideas y el tiempo para escribir. Espero comentarios y críticas, y que sea del agrado e interés de los lectores.

Principalmente trataré la historia con algunos flashback para aclarar ciertos acontecimientos, y también usando los poemas, como han visto en este primer capítulo. Debo agregar que los poemas son de mi autoría e imaginación, para que no crean que los copio de algún libro. La inspiración surge de los mismos capítulos xD.

Bueno, pretendo regresar la próxima semana. Deséenme suerte, y que nada se interponga en mi camino.

¡Hasta pronto!