¡Hola de nuevo! Después de un largo periodo sin tener las ideas muy claras, anoche la inspiración me asaltó y surgió éste fic. Es un poco distinto a mis historias anteriores, ya me diréis qué tal. A parte, reviews y críticas los que queráis; éstas últimas, mientras sean constructivas, son también bien recibidas.
Gracias por leer :)
Cap. 1: Comienza la pesadilla.
La lluvia cae tras la ventana. Estoy en mi despacho, sentada en mi silla y apoyada en el marco de la ventana, con una mano en la cabeza y ésta contra el cristal. Tengo la mirada perdida, viendo todo pero sin mirar nada. Está oscuro, casi no puedo distinguir los edificios lejanos, aunque las luces de colores iluminan toda la calle. Lleva un buen rato lloviendo y aún así los equipos de rescate siguen apartando escombros y buscando desaparecidos. Noto una mano en mi hombro, aunque no me asusto ni me sobresalto.
- Jefa -dijo el miembro más alto y robusto del equipo-. Cho y Van Pelt han vuelto.
Sé quien es, pero no me muevo. No miró. No hablo. Noto que Rigsby me sigue mirando, como si esperara una respuesta. Al ver que yo seguía igual de depresiva e inmersa en mis pensamientos, decidió proseguir.
- No... no le han encontrado.
Noté su nudo en la garganta. Reaccioné. Me despegué de la ventana y suspiré.
- Está bien, Rigsby. Gracias.
Rigsby asiente y se va, pero se detiene en la puerta.
- Jefa -me giro hacia él-. Le encontraremos.
Yo asiento no muy convencida. Veo cómo se va y se reune con Cho y Van Pelt, los cuales están empapados. Llevaban casi una hora fuera, buscando, preguntando a todos los responsables dónde podría estar. La última vez que le vi fué tras ese maldito terremoto, sobre las cuatro de la tarde. Estábamos tomando algo en la cafetería de la esquina. Ésta mañana había sido muy ajetreada, y puesto que después de comer la cosa se calmó, él me convenció para ir a tomar un poco el aire. Fuímos a la cafetería que hay al final de la calle. Estábamos en la terraza cuando ocurrió la desgracia; cuando la pesadilla de Sacramento comenzó.
Todo empezó a temblar bruscamente y la tierra se elevó. Vi como los edificios al final de la calle se derrumbaban como una torre de naipes. El suelo se partió en mil trozos bajo nuestros pies; pero tuvimos reflejos. Pudimos esquivar el gran surco que se creó en la terraza del local, donde cayeron dos personas. Caímos a pocos metros de allí. Jane preguntó por mi estado y yo por el suyo. Ambos estábamos bien. Sin embargo, escombros cayeron del edificio de enfrente. Yo no los vi caer, pues estaban justo encima de nosotros, pero él sí. Me empujó lo más fuerte que pudo, incluso me hizo daño. Fue entonces cuando el terremoto se detuvo, pero los destrozos ya estaban hechos. Caí al suelo, lejos de él, y me dí un buen golpe en el lateral de la frente, pero no quedé inconsciente. Levanté la cabeza un poco desorientada. Le vi desaparecer entre el humo provocado por los escombros y derrumbes ajenos. Justo entonces las enormes placas de hierro y hormigón desprendidas del edificio cayeron donde estaba él y otras personas aterrorizadas y desconcertadas. Grité su nombre con todas mis fuerzas, aunque fue inútil. El estruendo me aturdió por completo. Mi cabeza comenzó a retumbar mientras más escombros caían. Noté un segundo movimiento sísmico, casi igual de fuerte que el primero. Todo daba vueltas a mi alrededor hasta que todo se volvió negro.
Cuando desperté ya era de noche. Seguía en la calle, pero ésta vez estaba en las instalaciones del CBI, en el aparcamiento. Había mucha otra gente como yo a mi alrededor e enfermeras atendiéndoles. Ya comenzaba a oscurecer, así que deberían de haber pasado unas dos horas o menos. A mi lado estaba Van Pelt, mirando con preocupación al agente que estaba hablando con Cho. Me intenté incorporar, y fue entonces cuando Van Pelt me abrazó. Yo estaba tan desorientada que no reaccioné. Tan sólo tenía una cosa en la cabeza, y era saber cómo se encontraba Jane, dónde estaba, si estaba bien... o como mínimo saber si seguía vivo o no. En ese momento tan sólo había sitio para él en mi cabeza y corazón; en ese momento cualquier otra persona no tenía importancia para mí.
Cuando me recuperé un poco dejé que me atendieran las heridas. Eran todas leves a excepción del golpe en la cabeza, que tampoco fue gran cosa. Me calmé y analicé la situación. Me levanté del suelo ignorando por completo las recomendaciones de los médicos de no moverme y también la repetición de mi nombre por parte de Hightower. En ese momento no la consideraba como a mi superior. Llegué hasta la calle y aluciné con lo que vi. Aquello era un desastre. Estaba lleno de policías y bomberos por todas partes, heridos aquí y allá, médicos correteando arriba y abajo, humo y escombros por todas partes y la mitad de Sacramento sin luz. Estaban utilizando las instalaciones del CBI como hospital provisional, pues las carreteras estaban cortadas, o mejor dicho, destruídas. El edificio del CBI es lo suficientemente grande como para albergar provisionalmente a los heridos, y los desperfectos eran mínimos a comparación con otros edificios. No sabía cuando había durado el segundo terremoto, pero sin duda fue suficiente como para derribar una ciudad.
Deberían de ser ya las nueve de la noche cuando lograron mínimamente reestablecer el orden. Los heridos prioritarios ya habían sido atendidos, y habían logrado establecer una ruta hacia el hospital. Ya que estábamos allí, ayudamos en lo que pudimos. Hightower quiso dejarme en el banquillo, pero le dije que no me iba a quedar de brazos cruzados mientras que otra gente en peor estado que yo atendía a gente que necesitaba nuestra ayuda. Para mi sorpresa Hightower tan sólo sonrió. Ésta mujer no deja de sorprenderme. Asintió y se fue. Cada unidad estableció sus turnos y también qué equipos irían primero a inspeccionar la zona en busca de heridos enterrados o mal heridos. Fue entonces cuando comenzó a llover.
Cuando nos tocó a nosotros me dirigí sin esperar a nadie hacia la cafetería, mojándome bajo la fuerte lluvia. No esperé a que me dieran mi chubasquero, pues me iba a mojar igual. Tuve que escalar algunos trozos de asfalto levantados por el terremoto para poder llegar hasta el local, del cual tan sólo que daba la estructura, ya que la terraza y la mitad del techo habían sido derrumbados. Un escalofrío recorrió mi cuerpo al pensar en toda la gente que había dentro del local aquella tarde. Intenté concentrarme en mi cometido. Bajé lentamente, agarrándome como pude para no resvalar, y llegué hasta lo que era la entrada al establecimiento. Comencé a decir su nombre, a llamarle, pero tan sólo se oía el monótono sonido de la lluvia y las sirenas de las ambulancias. Suspiré y me aparté el pelo de la cara. Odio que se me pegue la ropa al cuerpo, pero en ésta ocasión ya todo me daba igual. Comencé a dar voces, a gritar por si alguien me oía. Aunque no fuera quien quisiera yo, debía ayudar a quien me necesitara. Logré encontrar a un chico joven con una cantidad de sangre considerable en la cabeza y a una mujer con la pierna rota. Indiqué al chico por dónde tenía que ir para que le atendieran. Me quedé con la mujer. Yo también estaba débil, pero tenía que ayudarla. Así pues, hice de tripas corazón e intenté agarrarla lo mejor que pude para que su pierna no tocara el suelo. Pero ella era más alta que yo y no la podía doblar. Yo estaba exhausta, no podía más. Entonces aparecieron Rigsby y Cho, oportunos como siempre, quienes nos llevaron de vuelta al CBI. Allí la atendieron y Hightower me obligó a quedarme allí. No le pude discutir.
Rigsby se quedó de perrito guardián por orden de Hightower mientras que Cho y Van Pelt fueron a buscar a Jane por la zona que les indiqué. Subí a mi despacho y me senté en mi silla. Me quedé así un rato hasta que no pude reprimir más mi rabia y dolor. Derribé todo cuanto había a mi alcance y tiré todo lo que había en mi mesa al suelo. Después de dar un par de patadas al mueble me calmé y me senté de nuevo. Me giré hacia la ventana y me quedé en la posición inicial.
No puedo quitármelo de la cabeza. Estoy muy preocupada por él. Sin embargo, algo dentro de mí me dice que no está muerto, y conociéndole es capaz de haberse teletransportado con uno de sus estúpidos trucos. Por una vez en mucho tiempo dese que todo esto fuera un truco, una broma pesada suya... cualquier otra cosa menos la cruda realidad. Puede que encuentren su cadáver, destrozado, desgarrado o en buen estado, o puede que no le encuentren jamás. Pase lo que pase, tengo que estar preparada para lo peor. Pero la pregunta es, ¿realmente se puede estarlo?
