"Querido Profesor"
Abrió la puerta de su pequeño y cálido hogar y metió todos sus baúles dentro de la casa con ayuda de su varita. Abrió un poco una ventana e hizo que las maletas que contenían su ropa levitaran hasta su dormitorio y, luego de dejar su maletín en el suelo, se sentó en el sofá más cercano para descansar. Cerró los ojos y suspiró; había tenido un día difícil. …l mismo había decidido renunciar al mejor trabajo que había tenido en años, dejando así todos los recuerdos de la adolescencia atrás. Sonrió al recordar la imagen del antiguo "Mapa del Merodeador" que había creado junto a sus mejores amigos en sus años mozos…
Abrió los ojos abruptamente al recordar que debía revisar unos papeles que había guardado en su maletín justo antes de partir del colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. Tomó el maletín que estaba a sus pies y lo puso en una mesa de madera que se ubicaba justo frente a él. Lo abrió rápidamente y lo vació, dejando todos los papeles desordenados, uno encima del otro, en un gran desastre. En el preciso momento en que comenzaba a ordenarlos, un pequeño sobre amarillento llamó su atención. ¿Una carta? ¿De quién? Dumbledore no le había entregado nada, no que él supiera. La tomó con sumo cuidado, con el ceño fruncido, como si fuese un objeto de magia oscura. Su semblante se relajó notablemente al ver que el sobre decía "Para Profesor Remus Lupin". Abrió el sobre y desdobló una carta escrita con perfecta caligrafía en un pergamino blanco. Dejó el sobre a un lado y comenzó a leer, entornando los ojos para ver mejor y acomodándose nuevamente en el mullido sofá café.
"Querido
Profesor Lupin: Quizás cuando usted lea esto ya se encuentre
a kilómetros de aquí, del colegio Hogwarts. Y probablemente por eso
le escribo esto. Espero que nunca olvide a todos los alumnos del
colegio, ya que puedo asegurarle que nadie lo olvidará a usted. Y no
precisamente por su "pequeño secreto" (que, con todo respeto, ya
no lo es). Todos mis compañeros de grado lo respetan por su forma de
enseñar, tan dedicada, práctica y precisa. Personalmente, a mí no
me importó el saber que usted era un licántropo. Es más, me
pareció que eso lo hacía una persona interesante y aún más digna
de respeto y admiración. Sé que lo más seguro es que a usted le
parezca horrorosa su condición, y no podría discutirle eso porque
no lo he vivido y espero no vivirlo jamás, pero sólo quiero que
sepa que siempre habrá alguien que se preocupe por usted y lo quiera
sin importar lo que es. Siempre habrá alguien que le brindará su
cariño sin restricciones, sin impedimentos. Probablemente le
parezca algo extraño que una alumna de séptimo año le escriba una
carta con palabras tan comprometedoras y, quizás, poco formales.
Pero, por favor, comprenda que necesitaba hacer esto. No podía
permitirme el hecho de que usted jamás se enterara de todo lo que
siento. Y si no se lo dije antes fue por cobardía, por vergüenza,
por miedo al rechazo. Sí, porque lo normal, lo esperado, hubiese
sido que usted rechazara todo esto que le diré en unas palabras más.
Supongo que ya se imaginará lo que es, pues usted es una persona
inteligente con la que no se necesita ser total y completamente
clara. ¿Qué le hubiera dicho? ¿"Profesor, perdone mi
atrevimiento, pero lo amo" ? No. Para mí, usted fue más que un
docente desde la primera vez que lo vi. Para mí, usted ha sido un
hombre con el que he llegado a sentir cosas que jamás pensé que
existirían en mí. Usted cambió mi mundo, estremeció mi universo y
se robó mis pensamientos y suspiros. Usted fue la persona que
iluminó mis días con una simple sonrisa cálida o una mirada
comprensiva. Usted ha sido el único hombre capaz de hacerme levitar
con una palabra. Lo quiero. Sí, lo he dicho; lo quiero. Lo quiero
como jamás pensé que podría querer a alguien. No quiero que piense
que es un simple enamoramiento adolescente, porque no lo es. Sé que
es algo más, algo más que una ilusión, algo más que un sueño. Y,
créame, sé que es algo más porque no soy precisamente nueva en el
mundo de lo que llaman amor. He pasado por muchos muchachos, incluso
antes de que usted pisara este colegio, y sólo usted me ha provocado
esa sensación de protección y cariño. Todo inconscientemente.
Porque creo firmemente que usted nunca se percató de mis
sentimientos, pues si lo hubiera hecho no habría ninguna carta. Y es
que usted tiene otros problemas, otras preocupaciones. Con Sirius
Black suelto por las calles supongo que su preocupación era proteger
a sus seres queridos, enseñar a sus alumnos a protegerse como se
debe. Y quizás por eso me fijé en usted; por sus ganas de enseñar
a los inexpertos, por su espíritu perseverante, por su inteligencia,
por su cultura. Por primera vez en mi vida vi más allá de la
apariencia. Y si no hubiese sido así, podría decir que también me
hubiese fijado en usted, pues debo admitir (y prometo que mis
compañeras piensan igual) que es un hombre bastante apuesto. Pero,
como dije, esta vez eso no me importó. Poco a poco fui conociendo
más –o eso creo- de su "yo-interior", de sus pensamientos y
sentimientos. Por momentos yo creía que lo conocía de verdad, y
creo que así fue. Profesor Lupin, perdone que haya tenido el
atrevimiento de tomar una pluma y un pergamino para escribirle una
carta de amor, una declaración. Pero no aguantaba más. Usted se iba
para siempre de mi vida y yo debía hacer algo para que usted se
enterara, pues si no se enteraba mi alma hubiese quedado destrozada.
Y no, no exagero al decir eso. Usted se adueñó de mi alma… ¿Sabe? Aún recuerdo el primer momento en que lo vi, sentado
en la mesa de los profesores, con sus ojos color oro fijos en un
punto indefinido, a lo lejos, como si pensara en algo realmente
importante. En ese momento creí que podía ver a través de sus
ojos, que podía leer sus pensamientos. Y, dentro de mi cabeza, una
voz masculina (que más tarde reconocí como suya), dijo: "Debo
tomarme la poción que Snape preparó…" . No sé qué opina usted
al respecto, pero en ese momento SUPE que podía leer sus
pensamientos tan sólo con mirar fijamente sus ojos. Eso era algo
nuevo para mí, algo extraño. Al principio me asusté, temí de lo
que podía llegar a oír. Pero luego me acostumbré a tener su voz
siempre en mi cabeza, siempre resonando en mis oídos. Quizás
–probablemente- le parezca algo obsesivo, demente… tonto; pero
para mí es importante. Porque –repito- me ha hecho sentir cosas
que no pensé que existirían (esa voz en mi cabeza es una de ellas).
Y podría jurar que nunca más las volveré a sentir… y si las
vuelvo a sentir, volverá a recibir una carta mía, narrándole en
ella lo hermosa que es mi vida junto al hombre que amo y junto a mis
bellos hijos. Pero –lo recalco- no creo que vuelva a sentir algo
tan fuerte como esto, por nadie. Mi mejor amiga me ha dicho
muchas veces que salga con muchachos de mi edad, que me olvide de
usted y de toda la ilusión y esperanza que conlleva esto que siento
por usted, profesor. Pero es tan fácil decirlo… ¿y hacerlo? No.
No es fácil olvidar todo esto… y tampoco quiero hacerlo. No. He mentido. No me mantiene en el
suelo, no me hace feliz. Sí, me gusta sentirme así… pero no me
hace feliz el saberlo tan lejos de mí, tan inalcanzable. Debo
confesarle, señor Lupin, que hace unos días intenté suicidarme.
Pero no se asuste, no, por favor, no le cuente a Dumbledore. Mi
valentía no alcanzó para enterrar mi daga en mi muñeca. Me detuve
en el acto al recordar sus ojos observándome comprensivamente …
Supongo que no le hice honor a mi casa (Gryffindor). O quizás sí,
porque fui valiente al aferrarme a la vida y no renunciar a ella por
un pequeño (o quizás gran) inconveniente. En realidad ya no podría
asegurarle nada… Creo que he perdido la razón. Ya no sé qué es
hacerle honor a la valentía que caracteriza a un Gryffindor y qué
es deshonrar el nombre de nuestro fundador, Godric. Pero eso
no es lo importante, no es el núcleo de lo que siento, no es el
núcleo de esta carta. No me importaría deshonrar el nombre del
fundador Godric Gryffindor si hacerlo significa poder estar sentada
frente a usted en estos momentos, observándolo leer atentamente este
pergamino (que ya es más largo de lo normal). Lo más probable es
que usted tenga los ojos entornados, repasando cada letra con
cuidado, sosteniendo la carta con delicadeza para no dañarla. Y
podría apostar que antes de abrir el sobre lo observó como si fuese
un objeto encantado con magia negra. Además, puedo jurar que
encontró esta carta luego de haber tirado todos sus papeles en una
mesa, desordenados. Y un sobre le llamó la atención y… Oh… No
sé cómo llegué a conocerlo tanto; simplemente… lo hice. Por
favor, profesor Lupin, no intente contactarme ni se moleste en
escribirme una carta de respuesta. Le ruego que no le comunique a
Dumbledore ni a nadie más de la existencia de esta pequeña nota de
declaración. Sólo conserve estas líneas y tómelas como el último
recuerdo del colegio que lo vio crecer, que le entregó amigos y que,
luego de unos años, le entregó un respetable puesto de trabajo. Y,
¿por qué omitirlo?, tómelo como el último recuerdo de la alumna
de séptimo año que se enamoró de su profesor de Defensa Contra las
Artes Oscuras. Con cariño, PD:
Insisto, no me busque ni me escriba. (Porque sé que podría
intentarlo si yo no se lo prohíbo) PD2: Profesor… perdone
mi atrevimiento, pero… creo que lo amo"
Kathleen Stenth
Remus dejó la carta en la mesa con extremo cuidado. Sus ojos estaban empañados y su mente trabajaba a mil por hora. ¿Cómo es que aquella muchacha lo conocía TAN bien?... "Kathleen Stenth, Kathleen Stenth…" ¡Claro, Stenth! La Gryffindor que era excelente en Defensa Contra las Artes Oscuras. Sí, la recordaba… Sin duda alguna, era una de las mejores alumnas que había tenido aquél año. Pero nada más. Sólo eso, una alumna. Jamás hubiese pensando en ella como algo más… Ni siquiera como una hermosa jovencita –pues era bella-; para él sólo era su alumna.
Suspiró. Se puso de pie y miró de reojo su reloj de pulsera, como si en él pudiese encontrar algún indicio de lo que podría hacer. La señorita Stenth le había "prohibido" escribirle una carta de respuesta, comunicarle el hecho a Dumbledore o comentarlo con alguien más. ¿Qué haría?... Comenzó a dar vueltas por la salita y observó todos los papeles escritos que había quedado desparramados en la mesa de madera. Quizás ordenándolos podía quitarse ese inusual acontecimiento de su cabeza y… No, no podría; algo como eso no se saca así como así de la mente. Se dirigió a la cocina y tomó un vaso de agua fresca, para tratar de despejarse. Sacó la varita del bolsillo trasero de su pantalón y con ella encendió un tocadiscos que descansaba en un rincón de la sala. Se sentó en el mismo sillón en el que había leído la carta y comenzó a tararear la canción instrumental que sonaba en el tocadiscos, moviendo su pie izquierdo al compás de la música. Cerró los ojos y se acomodó para tratar de tomar una pequeña siesta, pues podía hacer todo lo demás después. Kathleen Stenth… Su rostro apareció en sus pensamientos inevitablemente, haciendo que el licántropo abriese los ojos abruptamente para luego fijarlos en la carta que yacía en la mesa. Frotó sus ojos con sus puños y se relajó. Ya no quedaba nada que hacer. Esa carta sólo había sido una declaración… la primera que le habían escrito en su vida y probablemente la última, pues la gente ya no hacía eso; la señorita Stenth había sido una excepción. Se estremeció al imaginar que en ese preciso instante la muchacha podría estar oyendo sus pensamientos… loco, ¿no? …l siempre había querido saber los pensamientos de los demás, y ahora que eso le sucedía no podía evitar el sentir algo de rechazo por ello… ¡Por Merlín! ¡La señorita Stenth podía leer sus pensamientos! ¿Acaso había escuchado cuando Sirius había aparecido en su mente? ¿Acaso ella sabía todo el plan que tenían para capturar a Pettigrew?
-Cálmate, Remus –susurró, golpeando ligeramente sus piernas con sus delgados dedos-
Una extraña mueca se apoderó de su boca cuando por la mente se le pasó la idea de que una persona a la que trataba (y que lo trataba) de "usted" estaba enamorado de él. Pero esas cosas pasan –pensó-. Tomó la simple decisión de –ahora sí- tomar una siesta; quizás cuando despertase se daría cuenta de que todo había un sueño. Sí, eso debía ser, un sueño. Cerró los ojos y entrelazó sus manos en su abdomen, relajándose. Estaba totalmente seguro de que eso había sido un sueño.
DOS
HORAS DESPUÉS…
Remus
Lupin abrió los ojos al escuchar que, a lo lejos, sonaba su canción
favorita. Una sonrisa se formó en su rostro al recordar la primera
vez que la había oído. Se incorporó y una ligera brisa fría movió
algunos de los mechones de su cabello, lo que le indicó que su
ventana aún estaba abierta y probablemente había agarrado un
resfrío. Se puso de pie, no sin antes mirar a la mesa de madera en
la que había apoyado sus pies durante su siesta. Buscó aquella
carta con la que supuestamente había soñado, pero no la encontró.
Sonrió abiertamente al pensar que todo era un sueño y fue a cerrar
la ventana para evitar que todos sus papeles volaran de allí, pues
ya estaban comenzando a moverse.
Todo había sido un sueño. O eso pensaba Remus. Lo que no sabía, era que la carta estaba en esa habitación, debajo de la mesa, escondida; el viento la había movido. Pero el señor Lupin prefirió no seguir el rastro de aquella alumna, no buscar la carta para comprobar que todo había sido un sueño. Estaba mucho más tranquilo así.
