Ésta historia nace técnicamente de otra que estoy escribiendo, y que me he decido mejorar en varios aspectos y adecuarla a mi estilo real. Claro, sin que se pierda el humor. Por el momento les traigo este capítulo provisorio, que pronto arreglaré y haré un poco más extenso.
Iba una nube negra de condensada polución volando directo al Tokio de Cristal… ¿qué? ¿Cuál es el problema?... Ah, ¿esto no era Sailor Moon?... Bueno, como sea, volaba la nube negra en dirección al imperio-de-cristal-que-salió-de-la-nada-y-no-tenemos-ni-puta-idea-de-qué-onda-en-la-serie-de-los-caballitos-del-zodíaco. No es que la nube venía de una fábrica de juguetes de Hasbro o una guardería infantil, ni tampoco una banda de rastas fumando marihuana concentrada, sino que la nube tenía ojos y aunque parezca mentira no tiene nada que ver con drogas, y repito, nada que ver con drogas.
Entonces, se abrió un agujero dimensional a tres metros sobre el suelo, y de momento no revelaremos nada sobre su proveniencia o su razón de alterar la trama. De dicho agujero con forma de aro emerge lo que sería una representación poni de Juan de las Nieves, de esa famosa serie de Juego de Tronos que no miro ni leo pero mi compañera de tres cuartos sí, y que tengo entendido que goza de cierta fama. Era blanco, medio grisecito, con el pelo negro y enrulado, vistiendo ropas algo ambiguas para la época actual, y se empastó contra la nieve, de tal forma que quedó su cara grabada en la posteridad. Pero éste no se llamaba Jhon Nieves, sino Juan Seco, alias Jaime, alias el-boludo-que-te-viene-a-cagar-la-historia.
La nube se detuvo al ver al bodoque que cayó delante suyo, y se acercó medio centímetro para apreciar mejor el madrazo que se dio. Juan Seco se había quedado culo para arriba, y al levantarse se liberaron los efluvios contenidos fruto del fermento del taco que había comido antes de venir.
Juan Seco se paró en seco (valga la redundancia) y le habló a la nube, a la vez que de ésta emergían unos ojos rojos con fondo de verde, y reitero que no estamos hablando de drogas. La magia negra era tan concentrada que hasta llamas púrpuras le salían de las comisuras… o eran lágrimas por el pedo de Juan Seco.
-¡Ven a mí, nube voladora! – clamó Juan Seco.
-¿Qué te creés que es esto, Dragon Ball? ¿Qué hacés acá, Jaime? – de la nube se materializó la cara de Sombra, que a pesar de toda la locura que llevaba encima por traficar mot.. digo, magia negra, todavía se acordaba de que tenía un amigo con el que hacían locuras de jóvenes. Eran más bien dos hermanos de alma.
-¡No vayas, negro, no vayas! ¡Te van a hacer cagar! (en lunfardo argento: te van a matar) O sea, me vine al futuro pa' ver qué pasaba, porque soy muy haragán para esperar mil años, y ahora volví en el tiempo. ¡No vayas, boludo, o te van a volar la raja!
-¿Qué no vaya a dónde? ¿A reclamar mi reino, decís? Ni en pedo se lo dejo a la pendeja malcriada ésa.
-¡Vos no entendés, Negro! ¡La yegua de mierda mandó a unas boluditas y un lagarto cabezón a que ayuden! Yo sé lo que te digo, hermano, no vayás al Imperio de Cristal, o te vas a mandar la tercera peor cagada de tu vida, una es haberle hecho caso a tu viejo, y la otra va a ser ir y que activen el coso ése de cristal, y se te va ir todo al carajo.
-¿Y cuál sería la tercera, si se puede saber? – preguntó el nuboso, con una cara muy seria.
Juan Seco frunció el ceño. El viento le volaba la crin y le disimulaba el mal aliento.
-Cuando me robaste a Margarita – respondió Juan Seco, con un profundo resentimiento.
-¡Te digo que ella me buscó a mí! ¡No es mi culpa que la hayas espantado con el chiste de la rana chueca! Además, tampoco era lo weeeeeee… Había un olor raro ahí abajo…
-¡Guacho de mierda! – saltó Juan Seco ferozmente - ¡Mentiste, mentiroso! ¡Me dijiste que no la habías tocado…!
Sinceramente, hay que ser muy pelotudo para atacar una nube, pero Juan Seco, ni lerdo ni perezoso, fue y atacó a su amigo-nube. Mientras una pelea boba y sin sentido ocurría, en el Imperio de Cristal Twilight daba vuelta el castillo para encontrar el "corazón de cristal"… qué porquería, pero era lo mejor que los nabos de Hasbro podían escribir, pero bien bananero.
-Bueno, pará, me rindo – imploró Juan Seco – Yo no vine a cagarme a trompadas con vos por una loca que ya está hecha polvo. Yo te vine a salvar la vida, negro.
Sombra se lo pensó un poco. De pendejos se habían divertido mucho con Juan-cito, que se puso a hacer una larga exposición expositiva tratando de convencer a su amigo freezado de que abandonara todo y que se fueran a parrandear, que mil años en el hielo ya de por sí son una maldición, y un montón de huevadas más. El nuboso recapacitaba sobre sus acciones y su pasado al oír la voz de su amigo, tomando muy en serio sus palabras. De repente su voluntad se inclinaba más a tirar todo por la borda y dedicarse a ser libre que a seguir con esa locura. Recordaba sus tiempos de reinado, y la verdad, no podía rescatar muchas satisfacciones de aquello... a excepción de Marta, claro.
-Te lo digo, boludo, yo estuve ahí cuando te reventaban como un sapo, te hacías pedacitos como esa escupidera de porcelana que tenía tu viejo, y lo último que vi volando a la mierda fue tu cuerno…
-¿Cuál… cuál de los dos…?
Juan Seco lo miró con el ceño fruncido.
-¿Me estás boludeando? ¡El de la frente, pelotudo! Ta' bien que la anaconda se la banca, pero no es pa' tanto…
-HHMM… ¿y qué se ocurre que hagamos? Vos que sos el cerebro…
-Yo no soy un cerebro, yo tengo más cabeza…
Recalculando en 3, 3.5, 2, 1.5, 1.
-La yegua va querer ver sangre si no hace mierda a alguien, así que démosle su carnada… Yo te ayudo, vos dejá todo en mis manos…
-¿Desde cuándo tenés manos?
-Foo… es una forma de decir, boludo. Bien negro sos vos, ahora entiendo por qué te mandaron al freezer las Hermamas de la Caridad… Ah, si todavía no te convence, tengo muchos chusmeríos de esas dos tortas. ¿Sabés que la otra se hizo negra, y que para colmo la mandaron en cana más o menos el mismo tiempo que se te congelaban las pelotas en el Glaciar Perito Moreno?
-Eso… suena interesante. - un asomo de jocosa risa aparecía en los labios de Sombra, recordando esa maña de ponerse a decir tonterías con Juan Seco.
-Dale, loco, mandate de cabeza. Además, ¿quién vive mil años congelado como un neandertal y sobrevive para contarlo?
La nube se materializó y dio forma al cuerpo de Sombra.
-¡Laaaa mieeeerdaaaa! - exclamó Juan Seco al ver la capa y la armadura - Loco, te crecieron las patillas... ¡ahora te pareces a Carlos Menem! Estaría interesante implementar el neoliberalismo en Equestria.
-Jaime, tenemos un problema.
-Me imagino que debe tener que ver con eso del alter ego, ¿no?
-Sep. Y es absolutamente necesario que me lo quite de encima para volver a ser yo.
-Pufff, suena complicado. ¿Alguna sugerencia?
-Sobre eso, creo que ya sé... Lo extraeremos y lo guardaremos en un recipiente bajo llave para que nunca más vuelva a salir. Y lo lograré aunque me muera en el intento...
-Eh, boludo, de preferencia, no te me mueras, o habré viajado en el tiempo diez siglos al cuete.
-Por cierto, ¿de dónde sacaste tanta habilidad para semejante hechizo?
-Bueno, ajustándose un poco al mensaje de esta serie, digamos que fue por la magia de la amistad. Sí, suena pedorro, pero cuando supe lo que te pasaría no me pude quedar de brazos cruzados.
-Bueno, me queda poco tiempo antes de que la maldad se apodere de mí otra vez así que, ¡a darle caña!
CHAN CHAN CHAN CHAN…. CHAN CHAN CHAN CHAN… CHAN CHAN CHAN CHAN….
Y ahora, ¿quién podrá defendernos… del salchichón a mitad de precio?
