Una mano acarició las piedras del castillo. Se estremeció al sentir su tacto ligeramente templado, imperceptiblemente vibrante. Miró por la ventana ojival hacia el exterior.
Eran finales de agosto. La noche iba cayendo sobre el lago y sus alrededores, convirtiendo el calor en bruma. Una luz se encendió en la cabaña de Hagrid. Harry sintió un escalofrío de nostalgia y de felicidad. Sentía que pertenecía a aquel lugar.
Había pasado mucho tiempo desde que se marchó de allí, seis largos años; pero Harry se dio cuenta de que no había transcurrido ni un solo día de su vida sin que echara de menos Hogwarts. La Universidad había estado bien, sí, se había divertido un poco, había aprendido mucho y había hecho algunos buenos amigos. Pero lo que le ataba a Hogwarts era una cuestión de sensaciones: el desafío de subirse a las altas torres esquivando la vigilancia, el laberinto de pasillos y escaleras donde todo era posible, el fragor del campo de quidditch, adornado con los colores de las cuatro casas; la cabaña de Hagrid; el calor de la sala común de Gryffindor, donde empezaban todos los planes...
Harry se decidió por fin a entrar en el despacho de Dumbledore. "Lenguas picantes", murmuró, para que la gárgola se moviera permitiéndole el paso.
...oooOOOoooo...
-¡Harry! ¿Cómo estás, muchacho?
A Dumbledore le brillaban los ojos. No podía ocultar el orgullo que le producía la brillante carrera como Auror de su ojito derecho.
-¿Una taza de té? ¿Una cerveza de mantequilla? Oh, Harry, tienes que contarme tantas cosas...
En realidad no tantas, pensó Harry sonriendo, mientras pedía una cerveza de mantequilla. Había visto al director en muchas ocasiones, ya que este visitaba a menudo la Universidad Invisible, donde impartía cursos ocasionales, y también habían coincidido en congresos, inauguraciones, conferencias y diversos actos sociales y oficiales. Y, cada vez, Dumbledore pasaba todo su solicitado tiempo hablando con "el niño que vivió".
-¿Qué quieres que te cuente que no sepas, Albus? Ya recibí mi título de Auror, ya tomé mis merecidas vacaciones, y ya estoy de vuelta en Londres. He recibido algunas ofertas de empleo, y las estoy estudiando.
-¿Y quienes te quieren en su equipo?- le preguntó el director, fingiendo indiferencia.
-Bueno, ya sabes, el ministerio... y también algunas agencias de seguridad privada... últimamente hay mucha demanda de aurores, incluso las grandes corporaciones muggle quieren tener protección contra las artes oscuras... y bueno, en la Universidad había algunas vacantes...
-¿En la Universidad? ¿Qué departamento?
-Tácticas instantáneas, Planificación y proyectos y Estudios internacionales.
-Vaya, son los tres más importantes... Harry, esas ofertas son magníficas- dijo Dumbledore, un poco impresionado.
-Pero estos son temas muy aburridos... hablemos de Hogwarts. ¿Cómo va todo?- preguntó Harry, con curiosidad.
Dumbledore se sentó junto al muchacho y empezó a contarle todo tipo de anécdotas y rumores. Harry no podía evitar reírse de los tropiezos de Filch y de las meteduras de pata de la joven ayudante de Poppy. Según Dumbledore hablaba, todos los recuerdos de su época escolar regresaban a todo color, vívidos y cálidos. Cuánto había echado de menos aquel lugar...
Un largo rato después, seis jarras vacías de cerveza de mantequilla descansaban sobre la mesita. Entonces Dumbledore murmuró, distraídamente:
-Por cierto, Harry, échale un vistazo a esto...
Y le tendió un pergamino. Harry lo abrió, con curiosidad y un toque de varita.
Era una oferta de empleo para ser profesor en Hogwarts. Profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras.
...oooOOOooo...
Harry debería regresar ya a su piso en Londres. Sabía que Cho le iba a llamar la atención por tardar tanto. Pero no podía irse de Hogwarts sin visitar a su amigo Hagrid. Simplemente el hecho de recorrer ese camino en la oscuridad le llenaba la cabeza de imágenes del pasado. Mientras se iba acercando a la cabaña, se imaginaba la cara de sorpresa que pondría su amigo gigante.
Pero, al mismo tiempo, le daba vueltas en su cabeza a la oferta de Dumbledore. A Cho no le iba a gustar nada: ella quería que Harry aceptara un puesto seguro y bien pagado en el ministerio, o uno no tan seguro pero muy bien pagado en la empresa privada. Sacudió la cabeza, para quitarse la imagen de su novia dándole infinitos consejos, y apresuró el paso. Por fin llegó a la cabaña de Hagrid... de donde salía un delicioso aroma a asado...pero también se oían voces. ¿Quizá fuera un mal momento?
No, las voces eran masculinas... de hecho, bastante familiares. Harry llamó a la puerta.
-¿Quién es?- dijo el vozarrón de Hagrid.
-Soy yo, Harry.
El gigante abrió la puerta. Tenía exactamente la misma cara de alegría que Harry había previsto.
-¡No es posible! ¡Harry! ¡Dame un abrazo!
-Pero con cuidado... ay... Hagrid... me estás aplastando...
-Sí, perdona... es que a veces no mido mi fuerza. ¡Harry! ¿Qué alegría verte! Pasa, pasa, está todo hecho un desastre, ya sabes...
Harry entró en la cabaña. Lo primero que vio fue que allí estaba sentado Severus Snape.
-Estábamos tomándonos unas jarras, Sev y yo... ¿Quieres una? Dentro del colegio no admiten estos... refrescos.
Harry aceptó con la cabeza. No sabía qué decir. Desde luego, no esperaba que Hagrid fuera amigo del profesor de pociones. Snape miraba a su antiguo alumno con una extraña sonrisa.
-Bueno, bueno, ¿y cómo es que estás por aquí? ¿Sólo turismo o algún asunto entre manos?
-Bueno, sí, hay algo. Dumbledore me mandó llamar.
-¿Y cómo encuentras el colegio? Bueno, ahora está muy tranquilo, la verdad, sin niños y todo eso.
-Está mejor así- susurró la voz densa y grave de Snape. Harry, sin saber porqué, sintió un escalofrío inesperado.
-Eres terrible, Sev...- se reía Hagrid- No le hagas caso, Harry, yo sé que le gusta dar clase, aunque se esfuerce mucho en disimularlo...
Hagrid le dio una jarra oscura. No tenía exactamente aspecto de cerveza, ni mágica ni muggle. Pero Harry le dio un buen trago.
-Bueno, la verdad es que quería hablar de eso, precisamente... Dumbledore me ha ofrecido ser el nuevo profesor de Defensa.
Un latigazo de rabia compleja destelló con fuerza en los ojos de Severus, pero no dijo nada.
-¡Eso es estupendo! ¡Te vendrías a vivir aquí y nos veríamos todos los días! Podríamos ir a volar en hipogrifo, a bucear en el lago, a cazar hadas... - la ilusión brillaba en sus ojos.
Harry sabía que hacía años que Hagrid había sido rehabilitado como profesor de Cuidado de Criaturas Mágicas. Sería fantástico tener un compañero como él.
-La verdad es que no sé qué hacer. Tengo otras ofertas de empleo. Pero al volver hoy aquí, se me han despertado tantos buenos recuerdos...
Hagrid reía en voz baja.
-Sí, así es él... el muy astuto. Por eso te invitó a venir. Sabía que había muchas más posibilidades de que aceptaras el empleo si volvías a respirar el viejo aire de Hogwarts... ¿o no, Sweetteeth?
Hagrid se dirigía a un limazón de cabeza azul y un solo afilado colmillo que trepaba por las orejas de su sillón. Siempre con nuevas mascotas, a cual más amenazadora...
-Señor Potter, le recomiendo que se tome un tiempo para pensar y no se deje llevar por sentimentalismos- advirtió Snape -. Enseñar no es tan... edificante... como pueda parecer a simple vista.
-Oh, Sev, no digas tonterías... A Hary se le va a dar fenomenal. Apuesto a que los chicos están locos por él... ¿verdad, Sweetteeth?
Severus sonreía sarcásticamente, pero Hagrid no lo veía porque estaba dándole astillas de carne seca a su limazón.
-En cualquier caso, señor Potter- continuó Snape, monocorde -, si decide aceptar el puesto... le estaremos esperando.
Esperando... ¿para qué? Las frases de Snape jamás podrían ser tranquilizadoras... además, tenía esa manera equívoca de construirlas... Harry se dio cuenta de que no había conseguido quitarse el temor hacia esa voz. Pero Snape sonreía, torvamente.
Miró alternativamente a Hagrid y a Snape: una gran razón para aceptar el puesto, y un oscuro motivo para no hacerlo.
Aquellos y aquellas que deseen aparecer en este fic como alumnos de Harry y Severus, sólo tienen que dejar un review con su nombre elegido, su casa de Hogwarts, sus características físicas, etc...
Muchas gracias por participar.
