Este fic ha sido creado para los "Desafíos" del foro "La Noble y Ancestral Casa de los Black"
Disclaimer: Nada del potterverso me pertenece, todo es de J.K Rowling.
MIEDO
El crujido de la madera cuando Fabian salió al pasillo le hizo detenerse inmediatamente. Miró hacia los lados, todo estaba oscuro.
Pensó en volver dentro de su cuarto y hacerse pis en la cama antes que ir al baño. Sin embargo, se recriminó internamente por tener aquel pensamiento. Ya tenía nueve años, no le tenía miedo a la oscuridad. Era un niño adulto y no podía tenerle miedo a la oscuridad. Con ese convencimiento, Fabian salió al pasillo, dejando el peluche que su hermano le había regalado el año pasado en la habitación, y caminó hacia el baño que estaba al otro lado de su cuarto.
Mientras caminaba, escuchó un crujido justo detrás de él y se dio la vuelta, intentando ver entre la oscuridad, para descubrir que no había nada. Suspiró y se giró de nuevo lentamente cuando vio que, al fondo, brillaba una luz roja intermitentemente. Fabian aspiró una bocanada de aire, con fuerza, preparado para gritar en cualquier momento, pero ese grito jamás pudo salir de su garganta, pues alguien le agarró por detrás. El niño se revolvió y salió corriendo escaleras abajo, siendo engullido por la oscuridad y olvidándose ya de su imperante necesidad de mear. Ciertamente, ya no lo necesitaba, ahora lo que necesitaba era unos pantalones limpios.
Se lanzó hacia el comedor, escuchando tras él las pisadas de sus enemigos. De los horrores de sus peores miedos, y Fabian sabía que no podía ser lo suficientemente rápido, la cercanía de los pasos se lo demostraba. Salió a la calle, sin apenas darse cuenta de la corriente helada que le puso la piel de gallina.
Estaba ya bastante lejos de la casa cuando unas manos le asieron con fuerza. Fabian comenzó a gritar, entre lágrimas, y a revolverse contra su agresor.
—Fabian, soy yo. ¡Fabian! —le gritó una voz de mujer al oído que el niño reconoció enseguida— Soy yo, Molly.
Fabian suspiró y dejó que las lágrimas rodaran libremente mientras se giraba y se abrazaba a su hermana con toda la fuerza del mundo. Esta le cogió en brazos y le llevó de nuevo a casa mientras le susurraba palabras tranquilas.
Una vez Fabian estuvo cambiado, Molly le tumbó en su cama para dormirle. Sin embargo, no conseguía que el niño se durmiera, pues este miraba continuamente a todos lados, nervioso.
Molly estaba a punto de llevárselo a su cuarto cuando Gideon entró en la habitación restregándose los ojos.
—Gid, a dormir, que no son horas —le regañó su hermana, pero este no hizo ni caso sino que se acercó a su gemelo y, tumbándose en la cama con él y abrazándole, se durmió. Aquello fue como un catalizador para Fabian que, inmediatamente, se tranquilizó y se relajó. Ante los ojos de Molly, Fabian se durmió segundos después, siendo abrazado por Gideon, su otra mitad.
Molly los arropó y depositó un beso en la frente de cada uno de sus diablillos, mientras, sonriendo, salía de la habitación y se iba ella misma a dormir.
En la oscuridad de aquella habitación, la Muerte esperaba a que toda la arena del reloj cayese para llevarse a aquellos dos pequeños a su morada. Y era el aliento helado de esta lo que Fabian había sentido aquella noche.
FIN
