Hetalia no me pertenece, but you know that.


Mi madre insiste.

Primero trenza mi cabello, para luego enredarlo y convertirlo en un apretado moño. Después me coloca la gorra, pasando la correa justo por debajo de mi peinado.

—Estas lista mi pequeña paloma.—Me observa con una dulzura que ha dominado con el paso de los años.—Tu primer día de trabajo. ¿No es emocionante?

Finjo sonreír. La verdad hubiese preferido cualquier otro empleo, pero el ideal americano insiste en empujarme a la cadena de restaurantes por excelencia. Me miro en el espejo, el uniforme de McDonald's luce impecable, la blusa negra de manga larga debajo de la camiseta roja marcan un contraste agradable.

Mamá había insistido en que debía de usarla. No solo porque estaba helando, sino por que lo que había debajo de las mangas generaba rechazo y traía a colación preguntas incómodas. Y ambas cosas no eran óptimas para alguien que comenzaba a trabajar.

Y más aún cuando te vuelves el sostén de la familia porque papá un buen día decidió empacar y no volver jamás.

Aunque hay que reconocerle algo, al menos había tenido la inteligencia de marchase hasta mi mayoría de edad y cuando me había graduado de la escuela preparatoria. Cuando el deber de dar la manutención a los hijos desaparecía por completo.

—Amy.

Mamá me sacude el hombro, me observa por unos instantes. Yo la miro a ella. Las canas se pierden en su cabello rubio, los ojos azules, iguales a los mismos me observan a profundidad. Si llego a envejecer me veré de la misma forma.

—Hay que irnos.—Murmura.

Mi madre conduce por las solitarias calles del vecindario. Lo hace por quince minutos hasta que llegamos a Hyde Park. Veo por la ventana las casas lujosas, los edificios de departamentos que se alzan en el sitio. Estos son completamente opuestos al pequeño departamento de una habitación que alquilamos a las afuera de la ciudad. Los carros que pasan siempre son modelos recientes de marcas que solo he visto en comercias.

Audi, Maserati, Aston Martin, BMW, Mercedes.

Esto es lo más cerca que alguna vez estaré de algo tan ridículamente costoso. Nuestro Honda Civic del año 2005 se sigue abriendo hasta llegar al restaurante. Mamá se estaciona sin apagar el auto. Me da un beso en la mejilla y se despide de mi.

—Dios te bendice mi amor.

—Claro mamá.

Entro al sitio y veo bastante movimiento. Los empleados van de un lado a otro, empaquetando las órdenes, sirviendo bebidas y preparando cafés. Me acerco insegura a alguien que creo es una gerente.

Toco su hombro y de inmediato la mujer afroamericana se da la vuelta.

—Debes de ser Amelia.—Prácticamente me grita, pero la veo sonreír.— Me alegro de que ya estés aquí.

Me toma de un brazo y antes de conducirme a la parte de atrás oprime algunos botones en una registradora cercana. Me enseña un código que solo yo puedo usar y que este marcara las horas que lleve trabajando.

Después me lleva a una sala de empleados con una computadora. Paso las siguientes dos horas frente a la pantalla, con tutoriales de la empresa que trata de enseñarme como demonios debo trabajar pero no logro absorber nada. La mujer, que se ha presentado como Lety vuelve y al ver que he visto los videos, me lleva de nuevo al mostrador.

Un hombre se nos acerca y vergonzosamente admito que me roba el aliento.

—¿Aprendiste como tomar una orden?—Me pregunta con voz amigable.

Estúpidamente niego con la cabeza, estoy poniéndome ansiosa.

—No te preocupes, qué tal si te colocamos aquí.

Me dirige a la ventana que da al servicio para autos.

—Emma te enseñará lo que debes de hacer, bienvenida.

El hombre me deja a un lado de una chica bajita, de cabello negro y ojos castaños. Ella se esfuerza por hacerme entender los principios básicos. Ser agradable, ser linda y sonreír. Sin importar que gran desagradable sea el cliente en cuestión.

Trato de agarrar el ritmo pero siendo tan estúpida me equivoco en varias ocasiones. Doy mal algunas cosas, tiro accidentalmente los vasos con refresco o café. Los clientes aunque en su mayoría son agradables otros son una completa mierda.

Las piernas comienzan a dolerme al cabo de seis horas estando de pie. El estómago me gruñe. En algunos minutos darán las tres de la tarde.

Tanto Emma como Lety han tomado sus bolsos y se han ido a casa, supongo que es el cambio de turno para algunos, pero para mi no. Estare aquí hasta las cinco.

Y siento que las horas que faltan serán una tortura gracias a mis inútiles piernas.

Una hora después, el hombre que me llevó a la ventana se acerca a mi. Puedo observarlo mejor y noto su piel ligeramente morena, el cabello negro y los ojos castaño claro.

Me sonríe.

—Deberías de tomar tu descanso. Tienes treinta minutos para despejarte.

El hombre se coloca en mi sitio y yo soy libre de ir a comer. Mientras camino me doy cuenta de que mi corazón late rápido y de que tengo calientes las mejillas.

Estoy segura de que me he sonrojado.

Mamá pasa por mi exactamente a las cinco, subo al auto y ella espera cinco minutos antes de comenzar con su interrogatorio.

"¿Cómo te fue?"

"¿Te trataron bien?'

"¿Fueron agradables contigo?"

"Espero que no hayas comido demasiado".

Intento llevar una plática normal con ella, darle las respuestas que espera. Ella de tanto en tanto me mira llena de dulzura y me acaricia la mejilla.

—Lo haz hecho bien mi pequeña paloma.—Murmura.

La primera nevada del año empieza a caer de forma tranquila, el sol se ha ido y mamá y yo nos abrimos paso en la noche.

Yo no puedo dejar de pensar en el hombre de cabello negro.


Hola! Se que este capítulo puede ser tedioso, pero lo necesito para cimentar las cosas. No va a ser un fic feliz, lo advierto desde ahora. Probablemente será la historia más extraña que he escrito hasta la fecha pero siento que valdrá la pena. Por cierto, esto será bastante corto, necesito sacarlo cuanto antes de mi sistema. Además, esto está sin betear, los errores y aciertos son completamente míos.

El título del capítulo corresponde a la canción homónima de Amy Winehouse.