Era viernes por la tarde, un día extremadamente caluroso. Las prendas no lograban hacerla sentir completamente cómoda. El calor era demasiado asfixiante como para conseguirlo.

Arellanada en el cómodo sillón que el hogar disponía, se abanica con su mano izquierda para capear de algún modo la intensidad de la canícula. En la diestra, entretanto, tenía el último trabajo que Sheldon había realizado para la universidad, buscando detalles que corregir y perfeccionar antes de su entrega. Sin embargo, en esta ocasión no lograba poner atención en las letras que se desplazaban a través de sus ojos. Aunque resultara paradójico, leía sin leer, puesto que un asunto mucho más importante se debatía en las redes de su mente.

Desde lo sucedido con Ramona y la propuesta de matrimonio, Sheldon había estado evasivo en la intimidad. En el día a día seguía igual que siempre: trabajando como un poseído.

No obstante, existía un detalle que resultaba preocupante: hacía varios días que no intimaban. Algo que a todas luces resultaba extraño, pues a pesar de las ocupaciones tanto ella como él no descuidaban su vida de pareja.

La singular situación comenzaba a incomodar a Amy, quien inevitablemente hizo fluir un río de dudas por su mente.

¿Por qué su prometido estaba más alejado?

¿Qué era lo que le sucedía?

¿Acaso Ramona había provocado algún cambio en él?

Era sobre todo la última pregunta la que le engendraba un gran temor en su corazón; y a pesar de que no deseaba seguir divagando cosas que le hacían daño, simplemente no podía evitarlas. A cada minuto que pasaba, más intensidad adquiría la idea de que la nadadora olímpica había provocado cosas en Sheldon y que por ello estaba cambiando su comportamiento.

¿Le habría gustado el beso que ella le dio? Intuía que no, de alguna manera lo sabía, pero la sombra de las dudas afloraba para castigarla con un maldita respuesta afirmativa. Después de todo Ramona era una chica atractiva y en los últimos días, estuvo mucho tiempo con Sheldon, mucho más de lo que correspondía.

¿Se habría enamorado de él?

¿Intentaría contactarse con su prometido nuevamente?

¡Cuanto odiaba sentir dudas! Pero simplemente no podía evitar el vil calor de los celos recorriendo su piel. No podía dejar de pensar en el beso que él confesó que le dio. Pero lo cierto fue que al enterarse de ese beso, su corazón emitió un espantoso crujido sideral.

Amaba tanto a Sheldon que era imposible que no fuera de ese modo. Sí, aunque logró disimularlo con gran maestría, por dentro ardió en celos y molestia. ¡A cualquier mujer le molestaría algo así! De todos modos, haciendo alarde de una bizarría y madurez a toda prueba, no quiso hacer problemas, puesto que confiaba en él como en nadie más y sabía que jamás le haría una canallada así.

No obstante, no confiaba en Ramona y en lo que fuera capaz de hacer. Sin duda alguna era una mujer impulsiva; sólo esa cualidad puede explicar que le haya dado un beso a un hombre con pareja. Y de una mujer así no se puede esperar compostura de ningún tipo.

Perfectamente podría llamarlo al teléfono móvil e insistir en verlo nuevamente. Sheldon era ingenuo -demasiado, de hecho- y ella podría intentar seducirlo de algún modo. No quería divagar cosas erradas, pero que su hombre estuviera más distante propiciaba que pensamientos oscuros adquirieran más vigor.

Tuvo ganas de proferir una palabra malsonante contra ella, pero atrapó la misma entre sus labios antes de liberarla. Aunque la doctora no estaría presente para saberlo, no quería caer tan bajo como para propinarle insultos. Hacerlo le parecía rebajarse, puesto que Ramona no merecía nada de ella, ni siquiera sus ofensas. Y ella nunca se rebajaría ante nadie.

Siempre digna, siempre estoica, siempre Amy Farrah Fowler.

Pero a pesar de su envidiable resiliencia, un inevitable suspiro triste emerge desde lo más profundo de sus pulmones.

-Algo está pasando con nuestra relación, no son sólo ideas mías- Se dijo dando rienda suelta a la tristeza que sentía. Aunque los indicios eran detalles que podrían pasar desapercibidos para cualquiera, para ella eran muy claros a pesar de lo tenues. Su corazón susurraba que no era sólo el trabajo lo que mantenía a Sheldon tan ocupado.

Dio un suspiro como fiel desahogo de la tensión; hablaría con él muy pronto para aclarar sus dudas. Tenía que hacerlo para evitar el dolor que pugnaba con dañar su alma. Guardarse las cosas por dentro nunca era saludable.

No tardó mucho en llegar el físico teórico desde la universidad. Hoy era el único día laboral en que su horario le daba una salida más temprana.

La saludó con un beso en los labios, cariñoso pero corto a la vez y dejó su mochila a un lado de la puerta.

Fue a la habitación y regreso, se había quitado su camiseta de manga 3/4 dejándose solamente la de manga corta, haciendo énfasis de sus tonificados brazos.

—Uf, que calor hace y con esas dos camisetas se me hacía todavía peor soportarlo. De buena gana me lanzaría a una piscina- Sonrió con la idea recién dicha. -Realmente es asfixiante.

Amy no respondió su comentario; lo observó sacarse los zapatos mientras emitía un gran suspiro de alivio al sentir los pies libres. Rápidamente, se deshizo de los calcetines y se calzó unas graciosas pantuflas para andar más cómodo.

-¿En un rato harás la cena?

-Si- Respondió sin mirarlo.

Sheldon la miró extrañado: su semblante no parecía el de siempre. Su brillante mirada tampoco estaba presente. El lenguaje no verbal hacía evidente que algo sucedía.

-¿Te pasa algo Amy?- Se animó a preguntar, expulsando curiosidad a través de su piel.

-Sheldon, necesito hablar contigo- Anunció seriamente.

-Claro, dime- Dijo blandiendo una pequeña sonrisa en sus labios.

Amy procedería a exponer su queja e incluso alcanzó a abrir su boca, mas el sonido del celular de Sheldon interrumpió todo.

-Dame un segundo, por favor- Le pidió, y ella no tuvo más remedio que responder con una mueca inconforme en su faz.

Que inoportuno podía ser el destino. En serio, que inoportuno.

-¿Hola?- Saludó y preguntó, pues el número que aparecía en pantalla le era totalmente desconocido.

Una voz de mujer, aguda y juvenil, se escuchó a través del móvil.

-¿Ramona?- Se dijo Sheldon sorprendido. -¿Como conseguiste mi número?- Preguntó todavía más sorprendido que antes.

Al instante, Amy formó la penúltima vocal en sus labios. Si su prometido estaba sorprendido, lo de ella era un asombro abismal. Asombro que muy pronto pasaría a un infierno de rabia e indignación, que el destino fuera inoportuno era soportable, pero que fuera precisamente ella quien llamara no lo era.

-¿Pedirme disculpas?- Dijo él. -Oh, no es necesario, enserio. Si todo está bien con mi prometida, no te preocupes.

La de ojos verdes cerró los puños, muy ofuscada. Quería arrebatarle el móvil a Sheldon y decirle a aquella impertinente que no llamara nunca más a su prometido. De hecho, estuvo a un tris de hacerlo, pero decidió esperar a que él le diera la patada verbal que se merecía.

-¿Ser amigos?- Frunció su ceño con la propuesta de la científica.

Los ojos de Amy estallaron en llamas cuando escuchó aquello. No sólo sus ojos, todo su cuerpo estaba ardiendo. Se había vuelto una antorcha humana.

-Pues, tengo que hablarlo con Amy, no se si sea buena idea- Contestó dudoso, pero amable y gentil a la vez.

Sin demora, volvió a escucharse la aguda voz a través del móvil varios segundos más. Cuando el sonido cesó, Sheldon volvió a responder.

-Por supuesto que no te odio, tranquila Ramona- Una voz muy alegre sonó del otro lado. -Gracias, igual para ti, nos vemos- Dicho esto, pulsó el botón táctil para finalizar la llamada.

Presintiendo que algo iría mal, Sheldon enfocó su mirada en ella y confirmó instantáneamente su teoría: le pareció ver un demonio en vez de a su linda novia.

-¿Por qué no la mandaste al diablo?- Lo reprochó sumamente molesta.

El físico abrió sus ojos, sorprendido y a la par de nervioso. Su semblante destellaba ingenuidad a través del doquier de sus células.

-Pero no puedo hacer tal cosa, Amy. No es correcto ser maleducado- Dicho esto, Sheldon podría haber jurado que los ojos de ella cambiaron su color verde a un rojo fogoso. Realmente le pareció ver aquello.

-Ella te beso, Sheldon- Vomitó esas palabras, totalmente indignada. -Un beso a un hombre con pareja. ¿Te parece que eso es buena educación?- Espetó con sus manos cerradas.

Era la primera vez que el científico la veía tan enojada, parecía una leona a punto de cazar una presa.

-Oh, perdóname Amy, no era mi intención enfadarte, es sólo que ella me pidió disculpas por el beso furtivo y después dijo que sólo quería que fueramos amigos- Le explicó tímidamente, pues los nervios no dudaron en acosar las capas de su piel. Sheldon sólo quería aplacar la furia que sentía su amada, pero viendo su estado actual no supo como podría lograr tal proeza.

Tanto era el furor en ella que su energía se elevó a una escala prácticamente sobrehumana.

-Es una trampa, Sheldon, ¡ella no quiere ser tu amiga!- Fustigaron sus labios sin dar cabida a la más mínima duda.

-Pero parece muy sincera- Comentó inocentemente, sin ningún ánimo de provocarla todavía más. Simplemente no había visto malas intenciones en Ramona.

La neurocientifica apretó sus labios el uno contra el otro y sus dientes parecieron crepitar dentro de su boca. En cualquier momento haría erupción cual volcán. Claramente, Sheldon tenía el defecto de ser más candoroso de la cuenta.

-Sheldon, por favor no seas tan ingenuo- A duras penas logró dominar el volumen de su voz, pero sólo lo lograría por poco tiempo. -¿De verdad crees que después que te dio un beso quiere ser sólo tu amiga? ¡Por supuesto que no! Ella quiere mucho más que eso. ¡Lo sé, lo sé porque mi corazón me lo dice a gritos!

El hombre, algo temeroso, dio un paso atrás en forma inconsciente y pasó una mano por su frente para disipar el sudor que comenzaba a brotar.

-Bueno Amy, no te pongas así- Nunca en su vida la había visto tan fuera de sus casillas; sus ojos estaban tan desencajados que parecía que saldrían eyectados como proyectiles. -Te prometo que le diré que no puedo aceptar su oferta de amistad. No te enojes, por favor.

-¡Por supuesto que me enoja! Que no lo demuestre no significa que el beso no me haya afectado ni que perdone a Ramona después de lo que hizo. Me había olvidado de ella, ¡pero que te llame a tu teléfono me parece el colmo! ¡Le voy a romper los dientes!

Los gritos, aunque siempre desagradables, le sirvieron para desahogar la presión que carcomía su pecho. Sí o sí Amy tenía que explotar para descargar de alguna manera la rabia, tenía que hacerlo o la espada que seguía enquistada en lo más profundo de su corazón seguiría allí, mortificándola.

Lo bueno es que después de liberar su impotencia llegaría la calma.

Y cuando arribó, ni ella misma podía creer la manera en que había reaccionado, puesto que nunca había perdido el control de sus emociones de esa manera. Pero a veces, y en un asunto tan delicado como este, las emociones no responden como nosotros quisieramos. Amy, aquello, lo comprobó en carne propia.

-Amor, nunca en mi vida te había visto tan furiosa. Cálmate por favor, no quería que te enojaras. Perdóname- Mucha tristeza destelló a través de sus ojos azules.

Al verlo tan dócil y triste, Amy bajó todavía más las revoluciones. Sabía que Sheldon no era capaz de leer las intenciones soterradas de Ramona. Era demasiado puro como para poder captarlas.

-Sheldon- Dio un profundo suspiro tras decir su nombre. -tienes un grandísimo corazón y esa es una de las tantas cosas que me enamora de ti, pero también te digo que no puedes ser tan cándido. Este mundo no te permite ser ingenuo, es una desventaja serlo, tienes que aprender a leer segundas intenciones o sino habrá gente que te hará daño, que tratará de manipularte y aprovecharse de ti. Mi amor, eres único y no quiero que cambies tu esencia... sólo quiero que pongas más atención a este tipo de cosas. No puedes ser tan ingenuo ni dejarte engatusar de esa manera. Existen mujeres muy manipuladoras y Ramona es una de ellas. A veces, aunque nos desagrade, tenemos que dejar la amabilidad a un lado con cierto tipo de personas...

Él bajó la cabeza, meditabundo. Guardó silencio durante varios segundos desenmarañando la idea. No tardó mucho en darse cuenta que Amy tenía razón. Ahora lo entendía bien. La escena de Barry pidiéndole una cita no era simplemente eso, era un abierto coqueteo hacia ella. Pero él, hasta ahora, ni siquiera había dado cuenta de ello. Sin embargo, Amy si que había captado sus verdaderas intenciones y por ello lo puso en su lugar sin dudarlo un solo segundo.

Si él, como su futuro esposo, quería estar a la altura de Amy, entonces debía endurecer su carácter para hacer exactamente lo mismo con Ramona. Por fin fue capaz de entenderlo; finalmente lo comprendió a total cabalidad. Pero justo cuando hablaría para hacérselo saber, ella se le adelantó en un alarde de impulsividad.

-Dime, ¿te gusta Ramona?- Por más que lo intentó, no pudo evitar realizar esa pregunta. Había llegado muy lejos y no quería revivir este tema semanas o meses después. Hoy era el día en que este asunto fallecería para siempre. Hoy sería la muerte de sus inquietudes. Y para matarlas definitivamente tenía que hacer esa pregunta sí o sí.

-¡No! ¡Por supuesto que no Amy!- Se apresuró a negar con total y absoluta certeza. Sus manos se movieron por delante para complementar su negación.

-¿Qué sentiste cuando te besó?- Los malditos celos se revolvían en su interior como una tormenta de fuego. Quizás debió preparar la pregunta y abordarla de una forma menos directa, alisar el terreno para no impactarlo, pero simplemente no pudo. No tuvo la paciencia para hacer tal cosa. Debía saber, ya mismo, que era lo que sentía el hombre que tanto amaba. No toleraría un solo segundo más de incertidumbre.

Sheldon abrió los ojos en forma desmesurada. No se esperaba una interrogación de tal calibre, realmente lo había tomado por sorpresa.

-¿Qué sentí? La verdad que no lo sé... me desconcertó totalmente- Atinó a decir en forma ensimismada.

El ambiente fue poseído por un poderoso silencio, tan intenso que Amy tardó un poco en resquebrajarlo.

-¿Qué hiciste cuando ella te besó?

La respuesta fue inmediata.

-Salí huyendo. No supe como reaccionar- Cabizbajo, todo su semblante demostró que se recriminaba por ello.

-¿Te gustó el beso que te dio?- Cuanta rabia sintió al hacer esa pregunta. Sí, ¡cuanta rabia! Si la respuesta era afirmativa realmente prefería no saberla. El solo hecho de pensar que él había disfrutado el beso la dañaba, de modo que comprobarlo sería una hecatombe espiritual.

Sheldon era su novio, era a quien tanto amaba y pensar que podría haber gozado del beso de otra chica la quemaba por dentro. Un fuego voraz del que el combustible no era la leña, sino la impotencia, la rabia y la frustración. Todos esos sentires alimentaban la salvaje llama de los celos.

Celos que tenían plena justificación, por cierto.

Sheldon abrió todavía más sus ojos. Cierto era que no separó sus labios inmediatamente, pero no hizo nada por el estupor que sintió en ese momento.

¿Cómo podría reaccionar ante tamaña sorpresa? La conmoción es precisamente eso: caer en un shock que impide cualquier tipo de reacción, por eso no pudo hacer nada. Por eso tampoco respondió el beso, simplemente quedó congelado en el tiempo y en el espacio, perdido en otra dimensión muy lejos de ésta. Rojo de vergüenza por lo que acababa de vivir y que jamás imaginó que le sucedería.

-No me gustó ni lo disfruté, simplemente me conmocionó. Por eso huí- Respondió sinceramente.

Amy lo miró en forma aguda. Él no era una persona que mintiera, pero le había ocultado perfectamente que no quería vivir con ella tiempo atrás, lo había ocultado para no dañarla con la verdad.

¿Estaría protegiéndola nuevamente? No podía dejar de pensar que el beso de Ramona si le había gustado, que era aquello por lo cual estaba más esquivo.

-Ella es linda...- Dijo Amy con pesar, a la vez que cerraba sus ojos con tristeza. Una chica bella y entregada solía ser una tentación para muchos hombres.

Sheldon comprende perfectamente su tristeza. El pesar que él le causó. Sin siquiera pensarlo, le toma sus manos y le brinda cariño en ellas para consolarla.

-Tú eres la única mujer que existe para mí, eres la persona que me robó el corazón, tú eres a quien tanto admiro y amo, te pido perdón de nuevo por el dolor que te causé. No sabes lo mal que me siento y sé que cometí un error, debí reaccionar y recriminarla por el beso que me dio, no salir huyendo...- Hizo una pausa, buscando las palabras precisas. -y ahora también debí reprochar su llamado a mi celular, pero...- Bajó su cabeza, avergonzado por la actitud pasiva con la que había enfrentado la situación. -Ahora me doy cuenta de la actitud que tuviste con Barry, una que fue decidida, sin dudas... en cambio yo no me comporté a la altura de lo que mereces, me faltó carácter- Se criticó, elocuente.

Sheldon podía ser muy ingenuo, pero su dotada inteligencia no tardaba en captar cuando cometía errores. Ese era el primer paso para aprender de ellos y no repetirlos a futuro.

Amy leyó la total sinceridad de su amado en sus ojos. Pero no pudo evitar alimentar su alma con más inquietudes.

-Entonces, ¿por qué estas más evasivo conmigo? Sé que tienes mucho trabajo, pero siento que esa no es la única razón. Y me duele tanto que lo lindo que tenemos no lo demostremos como antes. Siento que el paraíso que construimos juntos se está deshaciendo... el cielo está cayendo... cayendo sobre nosotros...

"El cielo está cayendo" esa era la frase que lo sintetizaba todo y él estaba provocándolo. Él mismo estaba engendrando dudas con esa actitud más retraída de lo normal y el poco tiempo que tenía disponible para ella. Y como agria guinda del pastel, estaba la débil actitud con la que estaba enfrentando a Ramona.

-No es porque Ramona haya provocado algo en mí ni mucho menos, yo te amo más que a cualquier cosa Amy y siempre te llevo en mi corazón, siempre- Cuanta emoción delató su voz, cuanto sentimiento en su mirar.

-¿Entonces por qué estás tan esquivo? ¿Por qué ya no hacemos el amor?- Lo encaró muy decidida, como en sus tiempos de chica sheldoniana. No sería lo amable que solía ser actualmente.

Sheldon tenía que reaccionar.

El dejó caer su mirada a la vez que sus hombros hacían lo mismo, la más severa pesadumbre hizo acopio de su ser.

-Porque me he sentido mal, Amy. Es simplemente por eso; perdóname por callarlo pero no quería preocuparte. Siento remordimiento por lo que pasó y me hace pensar que yo no te merezco, que no soy lo suficientemente bueno para ti. Me dejé besar y me faltó carácter para enfrentar a Ramona y recriminar lo que hizo, ahora mismo cuando me llamó debí tratarla de otra forma...- Cerró sus orbes, terriblemente apesadumbrado.

-¿Es por eso, en verdad?- Dijo totalmente conmovida por ese dolor que delataba.

Él abrió sus ojos y los clavó en ella.

-¿Cómo puedo recibir tus caricias cuando permití que otra chica lo hiciera? ¿Cómo puedo sentirme feliz y hacer como si nada hubiera pasado después del dolor que te causé? Aunque lo hayas ocultado, sé que enterarte de eso te dolió y por más que tengas plena confianza en mí, lo cual te agradezco infinitamente, eso debió provocarte un dolor que yo jamás te quise causar. ¿Cómo puedo merecerte después de lo que pasó? ¿Como puedo obtener el premio de tus besos cuando no soy merecedor de ellos? Me duele tanto que no puedo disimularlo.

Amy se emociona hasta el último rincón que la componía. Su Sheldon, el hombre que tanto amaba, no estaba alejándose por lo que ella suponía en un principio. Al contrario, la amaba tanto que sentía una culpa que no le correspondía afrontar.

Le toma una mejilla y enlaza su mirada acuosa con la de él. Brillantes destellos de sublime amor reflejaron ambos.

-Mi vida, más me duele que tengas ese remordimiento. Más me duele que estés alejándote de mí. Eso me causa más dolor que el beso que ella te dio. Y perdóname por mis celos, pero es que si yo te pierdo me muero...

Sheldon pestañeó sorprendido y enternecido a la vez; pequeñas lágrimas vibraban en sus pupilas intentando liberarse... sólo una de ellas lo consiguió. Amy llevó una mano a la mejilla masculina, interrumpiendo el camino de la solitaria lágrima.

-Te amo y confío totalmente en ti porque sé la clase de hombre que eres. Sé que fue ella quién te besó y que tú no tuviste culpa de nada. Tú nunca harías una canallada como ser infiel, lo sé porque te conozco y te amo por quién eres- Esta vez fue ella quien liberó un par de lágrimas.

Y esta vez fue él quien las apartó de su tersa faz con increíble cariño.

-¿En serio, Amy?- Se conmueve aún más; sus cuerdas vocales tiemblan debido al compás impuesto por la impresionante emoción que lo desborda.

-Así es- Esbozó una linda sonrisa cómplice. -No te sientas culpable porque no lo eres.

Sheldon se emociona al punto que más lágrimas escurrieron por el camino de sus carrillos. Sin pensarlo siquiera, la abraza y le da un beso que contactó ambos corazones, haciéndolos latir al mismo ritmo febril.

Ellos eran los sublimes intérpretes de la mágica y dulce ópera del amor.

-Bueno, quizás si tienes la culpa de algo...- Provocó un voluntario suspenso y él la miró con curiosidad, esperando algún merecido reproche. Pero a cambio obtuvo algo mejor que aquello. -Tienes la culpa de ser tan lindo y tierno- Una gran sonrisa tierna adornó su faz con cada palabra dicha. -Tú no te das cuenta, pero cualquier mujer podría terminar enamorándose de ti. Por eso quiero que te cuides, eres muy ingenuo y alguna chica puede aprovecharse de eso o tratar de seducirte. Yo me moriría si te perdiera, Sheldon.

-Amy, nunca me perderás- Le dijo enseguida, antes de que transcurriera siquiera un segundo. -Y nunca más pasará algo así de nuevo con ninguna mujer, te lo prometo. Ramona me pilló desprevenido, pero ahora estaré muy atento. Te prometo que me volveré un supervillano con ella y con cualquiera que intente algo así.

Ella, al instante, ilumina su rostro con una sonrisa radiante.

-No es necesario que lo prometas, sé que así será- Sus manos viajan y se entrelazan por detrás de la cabeza de su prometido y le planta un beso inigualable.

Cualquiera que los hubiera visto habría dicho que ambos expulsaban gigantescos corazones de amor desde sus cuerpos.

-Gracias por tu comprensión- Le dijo saboreando aún el dulzor de su beso. -Y perdona que me haya alejado, sabes que mi intención no es lastimarte. Es sólo que me sentía mal y culpable por lo que pasó, aveces soy un tonto- Se rió avergonzado, rascándose la mejilla con el dedo.

-¡Por supuesto que no lo eres!- Lo defendió de su propia acusación cual leona. -eres ingenuo, que es muy diferente y así me encantas. Te amo como una loca, eso jamás cambiará.

-Gracias por ser tan linda conmigo. ¡Te amo tanto! Me emociona ver tu felicidad y tenerte a mi lado me enorgullece, eres lo mejor que me pudo haber pasado en la vida y sé que, suceda lo que suceda, superaremos cualquier problema que se nos presente.

Aquellas palabras eclipsaron con felicidad lo que antes había sido tristeza, Amy sonríe tanto que la expresión"sonrisa de oreja a oreja" la convirtió en una tangible realidad.

-Así será Sheldon; dejemos esta dificultad en el pasado y transformemos lo negativo en positivo, esto fue una prueba para nuestro amor y la hemos superado con creces. Nuestro amor es tan grande como el universo mismo y no permitiremos que nada nos separe, siempre estaré a tu lado porque te amo como una desquiciada. Te amo tanto, pero tanto que ni siquiera en un millón de años podría demostrarte todo lo que significas para mí...

-Yo también siento lo mismo Amy, yo también- Se contagió de amor y pasión.

Y tras aquel firmamento de excelsa emoción, el departamento 4B tuvo la preciosa dicha de poder apreciar otro beso lleno de sentimientos. Sus bocas navegaron hábilmente por el mar de placer más exquisito que podía existir e inevitablemente, el dulce apetito de estar juntos explosionó en ambos.

-Quiero hacerlo, te he extrañado tanto...- Agitada, separó un poco sus labios para susurrarle sus ansias. Y sin prohibirse el deleite que tanto la apasiona, vuelve a mordisquear suavemente aquellos varoniles labios que no dudaban en condenarla a la locura.

-Yo también, te necesito- La toma de la cintura y la apega a la suya, a la vez que le propinaba besos y pequeños mordiscos a intervalos casi isócronos.

Ella, coqueta y feliz, planteó la mejor idea para capear el calor atosigador que envolvía el ambiente.

-Hagámoslo en la ducha, nada mejor que agua helada para combatir este calor espantoso.

-¿Estas segura? No lo sé...- Un gran beso de parte de ella detuvo sus dudas, finalmente concluyó. -El calor que en verdad vale la pena lo provocaremos nosotros- Agregó muy divertido.

Presurosos y amorosos, caminan hacia la ducha intercambiando miradas y sonrisas rellenas de la más dulce complicidad. Sublime dicha los recorre de pies a cabeza, incluso las miradas que se lanzan disparan flechas de amor, como si cupido hubiera adoptado sus luceros como sempiterno hogar.

Sheldon, como el caballero que era -con Amy-, abrió gentilmente la puerta del tocador hecha de fina madera de roble.

-Las damas primero- Le brindó una bella sonrisa.

-Siempre tan atento- Ella disfrutó su caballerosidad.

Entran expectantes, ambos mirándose en el gran espejo que reflejaba sus cuerpos completamente.

Inevitablemente, dosis de timidez los atacaron a ambos. Muchas veces habían intimado, pero de alguna manera inexplicable y especial, siempre sentían que era la primera vez que lo hacían. Los mismos nervios, la misma pasión, las mismas ansias por descubrirse el uno al otro. Las mismas ganas de cabalgar a través de la frontera más íntima de sus cuerpos.

Amy, algo sonrojada, toma la iniciativa y lentamente comienza a desvestir a su hombre: primero coge la camiseta entre sus manos y la sube lentamente a través del torso. Sheldon levanta los brazos en dirección vertical para ayudarla a terminar su labor, una vez quitada la prenda, la joven se da el tiempo de apreciar los poco marcados abdominales. Seguiría admirando sus músculos, pero algo interrumpió su labor en seco... una imponente protuberancia sobresalía desde los pantalones del hombre que amaba.

Ella inmoviliza su mirada allí y tremendas dosis de calor la recorrieron de arriba a abajo y viceversa. El físico teórico notó el salto que dieron sus ojos y una oleada de pudor intrínseco a su personalidad lo atacó.

-Tiene vida propia- Excusó su rápida excitación con una sonrisa tímida.

Ella sonrió al instante con el comentario.

-¡Y me encanta que así sea!- Exclamó emocionada; verlo así de excitado le quitó de cuajo cualquier dosis de timidez anterior. -Me demuestra cuanto me deseas...- Siseó realmente anhelante, sus luceros brillando de amor y apetito carnal.

De manera inconsciente relamió sus labios, los cuales adquirieron más brillo del que ya tenían.

Sin perder el tiempo, se lanza a besarlo con una ansia canibalesca y contacta su vientre con el sexo todavía cubierto de su amado. Lo deseaba tanto que no quería perder un solo segundo, quería ser suya y su dueña a la vez.

El beso que empezó tierno y grácil rápidamente se transformó en locura de pasión, como poseídos ansiosos de perder la racionalidad que en un momento como éste no era necesaria. Animales quieren ser. Bestias de amor, por más paradójica que resultara tal combinación de palabras.

Sheldon le quita la evilla que sujeta sus cabellos, dejándolos en salvaje libertad. Cuan bella era, cuanto disfrutaba apreciarla así tan libre, tan indómita, tan ella.

Su aroma lo empalaga, lo seduce, lo hipnotiza, lo hechiza cual conjuro de medianoche.

Feromonas revolotean por doquier como mariposas, llenándolo todo. Tanto Sheldon como Amy se ven sumergidos en un mar de ellas. Y aquel mar de dulce fragancia no dudaba en seguir expandiendo sus tentáculos más y más, impregnando hasta el último rincón.

Inhaló su aroma y se intoxicó con ella; su Amy era la mejor de las drogas. Sí, eso era él: un adicto a ella y a su tersa piel. Un adicto que daría su vida por ella sin dudarlo siquiera un segundo.

Ella, al mismo instante, cae embelesada por sus ojos tan azules, los que brillan fulgurantes por el brío que los recorre. Una inmensa cantidad de energía la traspasa con sólo mirarlo, tanta fuerza interior que, aunque lo intentara mil veces, le sería imposible describirla.

-Amor, quiero verte desnuda bajo la lluvia de la ducha- Sheldon mordió su labio inferior, inconsciente de ello.

La aludida se sorprendió un breve segundo; luego consintió su sugerencia aferrándose a su pecho que latía intensamente. Lo miró lleno de amor, con una sonrisa divertida adornando su faz.

-Ay Sgeldon, que atrevido... no te reconozco- Bromeó muy contenta.

-Tú me pones así- Se rió feliz.

Amy tenía el don de hacer añicos su timidez, pues con ella, Sheldon se sentía totalmente en confianza. Sin vergüenzas, miedos ni pudores, sin escudos o lanzas. Sólo amor existía, sólo amor surgía, sólo amor nacía. Sólo ella se había ganado algo tan importante y valioso como la confianza total del otro, la confianza total del ser amado.

La bella joven toma un poco de distancia y comienza a recorrer con sus manos las curvas de su propio cuerpo, mordiendo su labio inferior, intercalando suspiros con gimoteos anhelantes. Desabotonó su blusa, se la quitó y llevó sus manos por detrás de la espalda, liberando sus senos del mezquino brasier que los contenía. Ambos acariciaron la vista de Sheldon, quien sintió su masculinidad hervir ante tamaña ofrenda de amor.

Se regocija con la mirada animalesca de su prometido, con sus ansias, con la excitación palpitando entre sus piernas dispuesta a salir del pantalón que la encerraba. Este era el momento de mayor intimidad y entrega mutua que podía disfrutar una pareja y cuanto agradecía poder vivirlo con el hombre que le había robado el corazón.

Lentamente, castigando las ansias de su amado, comienza a juguetear con la última prenda que ocultaba su feminidad. Ralentizando sus movimientos, la beldad comenzó a deslizar sus bragas: a veces subiéndolas de una orilla y a veces bajándolas de la otra orilla, sin nunca dejarlas caer, siempre escondiendo aquello que la hacía mujer. Un juego de ansias muy erótico que a Sheldon lo prendía todavía más de lo que ya estaba.

La neurocientifica lentamente le da la espalda y, ya en esa posición, deja caer la última prenda que envolvía su desnudez. Aquella ofrenda visual era un deleite que sólo él tenía el placer de vivir. Un trasero que una diosa o cualquier ángel femenino envidiaría.

La castaña desplazó la cortina. Sheldon, agudizando su mirada, se da el tiempo de apreciar las curvas de su mujer dejando de lado cualquier atisbo de timidez. Desde la estrecha cintura hasta las anchas caderas, toda ella era hipnotizante como la luna llena ante la mirada de un lobo.

No, incluso fascinaba muchísimo más que eso.

Continuará...