¡Hola!
Les comparto esta historia, es enteramente enfocada en Hermione Granger y Fleur Delacour.
Amo a esta pareja y tras haberme leído todos los fanfic en Español que encontré de ellas y rindiéndome al no encontrar más decidi escribir el mío propio.
Honestamente no soy buena escribiendo y redactando pero haré mi mejor intento, ahora he empezado pero no se que rumbo irá tomando la historia y tampoco cada cuanto estaré actualizando. En parte porque mi tiempo esta mayormente dedicado a mi trabajo y en parte porque si no me agrada lo que estoy escribiendo lo borro y comienzo de nuevo hasta que creo que tiene sentido la historia.
¡Ah sí! Me enfonco en el septimo año, los personajes que murieron en el libro 7 aquí permanecerán intactos (excepto los malos)
Y otro dato que quisiera aclarar es qué, toda la generación de Harry, también estarán con ellos en el septimo curso, no me iba a parecer tan divertido si excluía a Neville, Seamus, Parvati, etc.
Quisiera agradecerles enormemente a:
Michiru89
AlexaVeela
Angelike Wolf
Qué gracias a ellas conocí a esta pareja.
De echo esta historia empezo inspirada en la de ellas, no quisiera que pensarán que me copio o algo por el estilo, pero hay muchas de sus ideas que me enamoraron y espero no tengan inconveniente si uso un poquito, (sólo un poquito) parte de esas ideas.
Los personajes son enteramente de J. K. Rowling
4 meses habían pasado desde la caída de Lord Voldemort.
El trío dorado, después de la batalla y de los funerales de los caídos, había pasado el verano en la madriguera, excepto Hermione Granger.
La castaña había ido en busca de sus padres a Australia y gracias a Merlín los había podido regresar a la normalidad.
Hermione disfruto el tiempo que le quedaba antes de volver a Hogwarts, en unas hermosas y agradables vacaciones en Francia alado de sus padres.
Estaba ansiosa al pensar en como sería su regreso al colegio, su último año, se preguntaba si al fin podría tener un curso normal junto a sus mejores amigos; desde que habían puesto un pie en Hogwarts, la palabra normal o tranquilidad había sido una absoluta broma.
Pero al fin, no habría un señor tenebroso tratando de recuperar su poder y queriendo asesinar a Harry Potter.
Medito un momento todo aquello, planteando la posibilidad de que si hubiera tenido elección, habría cambiado algo de esa historia. Definitivamente no, pensó; haber arriesgado su vida infinidad de veces por salvar a su amado colegio y proteger a sus mejores amigos, en especial a Harry, todo ello la habían convertido en la persona que ahora era, y estaba orgullosa de ello.
Recordó con una sonrisa a la pequeña Hermione que recibió por primera vez su carta del colegio Hogwarts de Magia y Hechicería llevada por una enorme lechuza blanca y que su madre al estar en la cocina, casi cae muerta allí mismo. La carta le informaba que tenía una plaza en el colegio ya que ella era una bruja… ¡Una buja! Pese a sus 11 años, todo aquello le pareció que era una broma de su tío Edward, el gracioso de la familia. Casi se sintió culpable cuando su padre amenazo a su tío de muerte por haberse metido con su princesa y haberla llamado bruja. Y pese a que su tío casi lloraba al teléfono diciéndoles que no tenía absoluta idea de que se le culpaba esa vez, su padre tuvo que desistir advirtiéndole que mejor no se presentará aquellas navidades, o que llevará su propio pavo de cena.
Una semana más tarde después de aquel incidente y aún con la lechuza que su madre después del primer susto había adoptado casi como una mascota; le daba de comer a todas horas ya que esta no parecía tener interés en irse, alguien toco a la puerta, fue Hermione quién abrió.
- Buenas noches, soy la profesora Minerva McGonagall – Saludo la mujer.
Tenía un rostro severo y el cabello recogido en un moño apretado. Sus ropas, eran las más extrañas que Hermione había visto en su vida, era una especia de capa que cubría todo su cuerpo, era color verde botella, bastante elegante.
La pequeña se dio cuenta que tenía la boca abierta, de inmediato la cerro.
- Bu - Buenas noches - Tartamudeo la niña sin tener idea de que más hacer y sin apartar los ojos de los de aquella mujer tan extraña.
- Mione, cariño, ¿quién llamo? – Su madre apareció detrás de ella con su delantal de cocina estampado en flores y con una mirada curiosa se acerco a su hija, reparando en la persona que había llamado a la puerta.
La reacción de la señora Granger fue idéntica a la de la castaña, formo una perfecta O con la boca.
- Supongo que este recibimiento es el más educado que he tenido hasta ahora, en este tipo de visitas – Comento la mujer mirando a madre e hija con el ceño fruncido.
- Disculpe, profesora McGonagall, no queremos ser descorteces, es sólo que… - Dijo Hermione tímidamente ya que su madre parecía no reaccionar y miraba a la profesora McGonagall casi sin parpadear.
- No se preocupe señorita Granger. Estoy consiente que al darles una explicación de mi visita, nos entenderemos muy bien y olvidaremos esta primera impresión - Dijo todo aquello con una sonrisa que ablando sus duras facciones, Hermione no entendió a que se debió el cosquilleo que sintió al ver a la mujer sonreír.
Aquella vez, se confirmo el contenido de esa carta que la invitaba a ocupar su plaza en el colegio Hogwarts de magia y Hechicería, uno de los más grandes y prestigiados de Europa, la profesora McGonagall le informo que ella, Hermione era una bruja. No una bruja malvada como la de los cuentos de fantasía que amaba que su madre le leyera cuando era pequeña. No, era una bruja, que pertenecía al mundo mágico, en donde había magos y criaturas mágicas, en donde los niños de su edad entraban al colegio para ser instruidos.
Entonces al terminar el verano, ocupo esa plaza, entro a Hogwarts con una sed de aprender más grande que todas sus fuerzas y con la idea de ser la mejor, respetando las reglas que Minerva McGonagall le había recalcado tan celosamente de cumplir.
Pero al conocer a Harry Potter y Ronald Weasley, su vida cambio, sus prioridades cambiaron, volviéndola una niña que ponía en primer lugar la amistad y el amor por sobre todo lo demás.
Así pasaron 7 largos años llenos de aventuras, buenos y malos momentos. En muchas ocasiones los 3 estuvieron al borde de la muerte y peor que eso, como ella muy bien dijo en una ocasión, al borde de la expulsión. Pero todo ello lo hicieron para protegerse y proteger a los que amaban. Así que después de 7 años Hermione no se arrepentía de las decisiones que había tomado y la habían llevado a donde ahora se encontraba, una joven de 18 años, llena de vida y amor, tenía unos maravillosos padres a los que había tenido que proteger alejándolos de ella durante un largo y duro año, tenía unos maravillosos amigos a los que consideraba sus hermanos y Hogwarts, su segundo hogar.
Sonrió de nuevo y sintió las ya conocidas mariposas en el estomago que aparecían siempre antes de volver al colegio, estaba llenando su baúl con sus pertenencias, cuando su madre apareció en el marco de la puerta, al ver a su hija sonrió y soltó un sollozo.
- Mi pequeña bebé ya es toda una mujercita – Dijo con los ojos llenos de lagrimas y se acerco a la cama, tomando una bufanda de Gryffindor que Hermione aún no había empacado y acaricio la tela con los dedos.
- Mamá, seguiré siendo tu pequeña el tiempo que lo desees – La consoló la castaña con una sonrisa y acercándose a su madre para retirar una lagrima que escurría por su mejilla.
- Lo sé cariño, pero es que me es inevitable no fijarme en lo tanto que has crecido y lo hermosa que te has puesto – Dijo Jane – Mírate, me sorprendería que al volver a casa para navidad no vinieras con mi futuro yerno de la mano.
- ¡Mamá! ¡pero que cosas dices! – Hermione se puso colorada y se dio la vuelta para ocultar su sonrojo.
- Hija, tu eres la única que no ve a la princesa que te has convertido, no sé cuantos corazones rotos dejarás en el barrio y aquel chico que consiste en Mónaco, tu padre casi lo golpea cuando se te abalanzo encima queriéndote besar – Dijo su madre soltando un suspiro soñador.
- Mamá, por favor, todo eso es una mentira – La castaña temblaba de vergüenza –Aquel chico sólo se tropezó con las agujetas de las zapatillas que llevaba sueltas y para no caerse tuvo que sostenerse de mí.
No entendía en absoluto porque su madre la usaba como blanco para sus bromas.
Ella misma se seguía viendo y sintiendo igual físicamente.
Pero lo cierto era que Hermione Jean Granger había dejado de ser una niña para convertirse como bien había dicho su madre, en toda una mujer.
Su cabello usualmente enmarañado, al fin había dejado la rebeldía y ahora eran unos hermosos risos castaños.
Había crecido lo último que se podía en la adolescencia y se había quedado en unos respetables 1.70 metros. Su rostro antes redondo e infantil ahora era bastante más largo y delgado, sus facciones eran casi perfectas, tenía unas pecas coquetas en sus mejillas y nariz, sus suaves labios tenían un tono rojizo natural y sus ojos color miel siempre tan profundos y brillantes dejaban sin aliento a cualquiera.
Y su cuerpo, gracias a todo el ejercicio involuntario del último año, se había vuelto bastante torneado, incluso debajo de su blusa podían apreciarse unos bíceps bastante bien marcados y femeninos, igual que sus brazos y piernas.
Claro que todo aquello a Hermione la tenía sin cuidado, ella siempre había sido una chica que prefería la inteligencia que lo físico, lo contrario que a su madre, que la mostraba con orgullo a sus amigas a la hora del té, las cuales quedaban encantadas con la castaña y afirmaban que Jane tenía una hija hermosa.
- Cielo ya esta la cena.
Su padre entro a la habitación con un delantal estampado de la bandera de Francia.
A su madre le encantaba aquel país.
- Ahora vamos cariño, estaba platicando con Mione, definitivamente este año nos hace suegros y el siguiente espero ya tener mi primer nieto.
Su padre casi se desmaya al oír aquello.
- ¡Pero que dices Jane! – Grito – ¡Hermione es apenas una niña, como se te ocurre semejante barbarie!
- Ya no es una niña – Dijo Jane con tono soñador – y no tiene nada de malo el que yo desee ser abuela joven.
- ¡Antes muerto que permitir que un bruto barbaján le toque un pelo a mi hija! – Farfullo el hombre con el rostro totalmente colorado de la ira y con las gafas colgando de una oreja.
- ¡Ya basta los dos! – Exclamo la castaña tan sonrojada como su padre – Vamos a bajar y cenar tranquilamente por favor, que es mi última noche en casa.
- Tienes razón cielo, sólo que yo no le veo nada de malo a lo que he dicho – murmuro inocentemente Jane.
Su esposo la miro con los ojos entrecerrados y dando media vuelta sobre los talones, salió de la habitación.
Seguido de Jane, que soltó una risita cantarina.
- Gracias a Merlín que me iré antes de que este par me vuelvan loca – murmuro Hermione dejándose caer en la cama. Crookshanks, su gato patizambo salto con agilidad cayendo a un lado de la castaña y soltó un maullido que le dio a entender a su dueña que le daba la razón.
Esa mañana despertó temprano, antes incluso que los últimos rayos del sol se colaran por su ventana, estiro sus brazos y piernas soltando un bostezo y salió de la cama con una sonrisa, se dirigió al baño y de camino tropezó con Crookshanks, lo tomo en brazos y dio una vuelta con el antes de plantarle un sonoro beso en los bigotes.
- ¡Al fin volvemos a Hogwarts Crooksh! – Lo balanceo la castaña en el aire, hasta que el gato se deshizo de su agarre y salto al piso soltando un bufido de indignación mientras salía por la puerta y se iba a toda velocidad por el pasillo.
Hermione soltó una risita y entro al baño, tras quitarse el pijama se dio una ducha caliente, mientras sentía el usual cosquilleo en el estomago, salió de la tina y mientras secaba su cuerpo, se miro en el espejo.
La guerra le habían dejado unas leves cicatrices en su torso desnudo, entrecerró los ojos al mirar aquella marca en su antebrazo, producto de la tortura provocada por Bellatrix Lestrangue: Sangre sucia.
Soltó un suspiro y tras envolverse en la toalla salió a la habitación.
Se vistió con rapidez, unos vaqueros azules, zapatillas blancas y un jersey rosa, regalo de Ronald.
Tomo su baúl y lo arrastro fuera de la habitación con dificultad, maldijo por lo bajo; ya era mayor de edad y bien podría realizar magia, pero dentro de una casa de Muggles le seguía estando prohibido.
Escucho pasos que subían por la escalera y de inmediato soltó el baúl.
- ¿Pero que le he dicho jovencita? – Su padre asomo la nariz en la habitación y miro a su hija con el entrecejo fruncido – Que yo me encargo de ese pesado baúl, no quiero que te hagas daño.
Alan Granger era un esposo esplendido y un padre consentidor, demasiado para en opinión de la castaña.
Hermione suspiro.
- Buenos días papi.
Alan se acercó a su hija y le beso con dulzura la frente.
- He preparado tu desayuno favorito: Huevos Motuleños y panqueques con fresa y chocolate.
- Tú quieres que vuelva a Hogwarts rodando, ¿verdad? – Le reprocho su hija. Pero al ver el puchero de su padre, se puso de puntillas y le planto un beso en la mejilla.
Ambos bajaron y se dirigieron a la cocina, donde ya se encontraba Jane Granger.
- Buenos días princesa – La saludo su madre acercándose para besar a su hija.
- Buenos días mami – Le respondió la castaña.
Los tres se sentaron a la mesa a tomar el desayuno mientras charlaban animadamente.
- La señora Mars quería venir hoy y traer a su hijo Stuart para que lo conocieras Mione, pero le dije que ya te ibas al colegio – Le conto su madre mientras untaba chocolate en un panqueque.
Hermione se metió un bocado enorme a la boca para no tener que responderle.
- ¿Stuart? ¿Ese mocoso que se pasea por el vecindario con una patineta todo el tiempo? – Pregunto su padre, mientras escupía su jugo de calabazas al hablar.
Era su favorito, Hermione se los preparó aquel verano que volvió de su primer curso en Hogwarts y desde entonces no podía faltar en el desayuno.
- Pero si es un chico encantador – Confirmo su madre – Hace tanto ejercicio, a Mione le encantará, quizás lo puedas conocer en las navidades hija.
La castaña decidió que no podía seguir posponiendo más aquello, por el bien de la salud de su padre y para que su madre al fin dejará de querer emparejarla con cualquier chico que se le pusiera enfrente.
- Mamá – Comenzó – Es cierto que un día traeré a alguien a casa. No, no serán estas navidades. – Se apresuro a añadir al ver que su padre abría la boca.
- No se cuando será, pero por ahora no. Sin embargo el día que pase, no será un chico – dijo aquello ultimo mientras miraba su plato. No sabia cual sería la reacción de sus progenitores, pero temía levantar la mirada y encontrar decepción en los ojos de su madre.
- ¿Una chica? – Pregunto en voz baja Jane, que tenia el rostro inexpresivo.
- Si – Confirmo Hermione sin querer levantar aun la mirada. Notando como el silencio se apoderaba del comedor decidió hacerlo con temor. Pero al mirar al frente sus padres ya no estaban.
Sintió como el alma se le caía a los pies, hasta que unos brazos le rodearon los hombros. Sus padres se habían puesto de pie y se habían colocado a ambos lados de la castaña mientras la miraban con ternura.
- Tú eres nuestro mayor tesoro, el mejor regalo que la vida nos pudo dar y no importa con quién decidas estar, mientras seas feliz, nosotros también lo seremos – Alan dijo todo aquello mirándola a los ojos y con una sonrisa en los labios.
- Así es – confirmo su madre mientras la abrazaba con fuerza – además, ese chico pelirrojo, no me agradaba mucho como padre de mis nietos, ¡el cabello rojo es demasiado llamativo!
Hermione soltó una carcajada al oír aquello y recordar a Ron. Se puso de pie mientras los estrechaba con fuerza.
- Los amo – Les susurro.
Los tres Granger compartieron un íntimo abrazo hasta que Crookshanks soltó un maullido que provoco que se separaran. Jane miro el reloj en forma de lechuza que estaba en la pared y soltó un gritito.
- ¡Si no nos vamos ahora, perderás el tren!
Hermione dio un respingo y tomando a Crookshanks en brazos lo metió dentro de la jaula para gatos. Mientras su padre salía presuroso a colocar el baúl en el maletín del auto.
Salieron de la casa con el tiempo justo para llegar a la estación de King Cross, la cual estaba abarrotada de gente, al parecer a los muggles se les había antojado precisamente ese día para viajar.
Los tres corrieron hacia el anden 9 y ¾ y tras cerciorarse de que nadie los veía, cruzaron la pared que los separaba del expreso de Hogwarts.
A los padres de Hermione pese a ser muggles, se les permitía entrar por la pared del anden ya que su hija era una bruja, igual que en el caldero chorreante tenían acceso al callejón Diagon.
Ambos seguían de cerca a su hija quién buscaba ansiosa alguna cabellera pelirroja o azabache.
- Allí esta Harry, cariño – Dijo con alegría su madre señalando entre el gentío de alumnos de Hogwarts.
La castaña casi se echo a correr al reconocerlo y lo abrazo por la espalda con fuerza.
- ¡Hermione! – Exclamo Harry con una enorme sonrisa de felicidad mientras se daba la vuelta y le devolvía el abrazo a la castaña con el mismo entusiasmo.
- Hola, Mione – Saludo Ron con educación y las orejas coloradas.
- Hola, Ronald – Le respondió Hermione, que salto a sus brazos sorprendiendo al pelirrojo, a quién se le dibujo una enorme sonrisa en el rostro al sentir a la castaña nuevamente entre sus brazos.
- ¡Mione! – Exclamo una hermosa pelirroja que le arranco de los brazos de su hermano a su mejor amiga y la estrecho con fuerza mientras la castaña reía.
Los señores Granger veían con una enorme sonrisa la muestra de afecto de su Hermione y sus mejores amigos.
Para ellos el tener a su única hija tan lejos y en un mundo totalmente desconocido nunca fue fácil. Pero al ver la alegría de su hija cada verano al volver de aquel fascinante colegio y darse cuenta que Hermione era una niña maravillosa con unos valores solidos, sabían que habían tomado la decisión correcta al permitirle asistir a Hogwarts y dejarla seguir su camino. Ellos también se sentían parte de ese mundo, sin duda lo amaban tanto como su hija y al ver a los maravillosos amigos que había echo Hermione, su felicidad era imperturbable.
Detrás de los chicos estaban los señores Weasley, que al ver a los padres de Hermione de inmediato se acercaron para estrechar sus manos.
- ¡Alan, Jane! ¡qué alegría verlos otra vez! – Arthur Weasley siempre se emocionaba como un niño pequeño al ver a los padres de Hermione.
- Hola querida – Saludo la señora Weasley de beso y con una sonrisa a Jane.
- Hola Molly – Respondió el saludo la mujer devolviéndole la sonrisa. Y los cuatro se enfrascaron en una conversación.
- ¿Qué tal el resto de las vacaciones? – Pregunto Hermione mirando a los chicos.
- Si, ya nos dimos cuenta de que no nos enviaste ni una sola lechuza desde que te marchaste de la madriguera – Reclamo Ginny fingiendo indignarse con su amiga.
- Lo siento por eso, de verdad… – Murmuro Hermione mirando el piso.
- ¡Ginny! – La regaño Harry – No te disculpes Mione, sabemos que querías pasar el mayor tiempo posible con tus padres y nos da mucha alegría.
- Por supuesto que sí, yo sólo bromeaba – se defendió la pequeña de los Weasley.
- Los extrañe tanto, lo juro – Dijo la castaña con las mejillas coloradas.
- Y yo… Nosotros a ti, Mione – Tartamudeo Ron y al segundo siguiente sus orejas se le pusieron rojas.
- ¡Chicos! – Neville Lombottom llego corriendo con una enorme sonrisa.
- ¡Hola Neville! – Saludaron todos mientras lo estrechaban en brazos.
- Mi abuela les envía recuerdos – Dijo Neville contento.
Entonces sonó el silbato dándoles la señal de que ya era hora de partir. Los chicos se despidieron de los señores Weasley y los señores Granger entre besos y abrazos; mientras juraban que les enviarían una lechuza apenas pusieran un pie en el castillo.
- Cuídate mucho cielo – Sollozo Alan mientras cargaba a la castaña en brazos.
- Sí cariño, y procura buscar con entusiasmo a mi futura nuera – Susurro su madre con una sonrisa y con lagrimas en los ojos.
- ¡Mamá! – Se indigno la castaña con el rostro colorado y el ceño fruncido.
- Es cierto Mione, una chica hermosa como tú – corroboro su padre con entusiasmo.
A Hermione no le dio tiempo de desmayarse del susto que le había pegado su padre al decir aquello ya que Harry la arrastro hasta subirla al tren que ya se había puesto en marcha.
- Busquemos rápido un compartimento vacío – Apremio Ron.
Los cinco desfilaron por el pasillo, ignorando las miradas de admiración y asombro que les dirigían todos al pasar por sus compartimentos, chicas y chicos salían corriendo para ver a los héroes de la guerra.
- ¡Oh Merlín! ¡Son tan guapos!
- ¡Mira sus ojos verdes!
- ¡La pelirroja y la castaña! ¡Qué par de diosas!
Ron se detuvo en seco al oír aquello, pero antes de girarse su hermana lo agarro de la túnica y lo empujo para que siguiera andando.
- ¡Chicos!
- ¡Gracias a Dios! ¡Luna! – Exclamo Harry con alivio, mientras habría la puerta del compartimento y estrechaba en brazos a su rubia amiga.
- ¡Luna que alegría verte! – Exclamo Hermione abrazándola también.
Los demás los imitaron, y los chicos metieron los baúles y las jaulas de sus respectivas mascotas al compartimento.
- ¿Qué tal el verano? – Pregunto Luna.
Todos se enfrascaron en una alegre conversación mientras comentaban sus vacaciones con sus familias.
Hermione se sentía extremadamente feliz, volvía a estar con todos su amigos, volvía a Hogwarts, las clases, su maravillosa biblioteca, presentaría sus tan ansiados Éxtasis, los banquetes en el Gran Comedor, los paseos en los jardines del castillo, las visitas a la cabaña de Hagrid, vería a la profesora McGonagall; en definitiva, ¿qué más podía pedir?
La puerta del compartimento se abrió. Todos se quedaron en silencio.
Allí de pie, estaba un chico alto y rubio con facciones afiladas en el rostro y detrás de él, venían dos más flaqueándolo.
Se miraban los unos a los otros.
- Potter, Weasley, Granger. – Dijo Draco Malfoy mientras pasaba la mirada de uno a otro. – Lombottom y Lovegood, quería agradecerles y pedirles perdón por lo que sucedió la última vez que nos vimos.
Ginny no pudo evitar soltar un gritito de asombro al oír aquello, Hermione tenía una expresión de incredulidad en el rostro y los demás, bueno, simplemente parecían petrificados.
- Disculpado y de nada, ahora lárgate. – Gruño Ron con una mueca y mirando a Malfoy.
- ¡ Ronald! – Lo regaño Hermione con enojo – Disculpa Malfoy. Eres muy amable en venir a vernos, eso habla muy bien de ti.
- No te preocupes, Gra… Hermione. Lo entiendo perfectamente – Dijo Draco mientras ablandaba el semblante y sonreía de manera seductora – Merezco lo que Ron a dicho. Simplemente necesitaba venir y hacerlo, me retiro, con su permiso.
Se dio la vuelta dirigiéndose fuera del compartimento.
- Malfoy, espera – Dijo Harry.
Draco se detuvo.
- ¿cómo se encuentra Narcisa?
- Perfectamente, gracias – Dijo el chico rubio girando el rostro y sonriendo. Le hizo una seña a los otros y cerraron la puerta del compartimento tras de si.
- ¿Qué fue todo aquello? – Dijo Neville que era el único que parecía no entender nada de lo que había pasado.
El resto del viaje los chicos se dedicaron a jugar Naipes explosivos, mientras las chicas seguían conversando acerca del verano.
- Bill decidió quedarse en Inglaterra después de lo ocurrido – Contaba Ginny – En cambio los gemelos decidieron irse a Rumania una temporada con Charlie, al parecer quieren abrir mercado allá.
- Papá también planea poner al quisquilloso en Francia, donde viven mis abuelos – Aporto Luna con una sonrisa.
- Me encanta Francia – Dijo Hermione sin pensar mientras miraba por la ventana un hermoso lago azul por el que pasaban.
Justo en ese momento apareció la señora con el carrito de golosinas.
- Ron, perdiste la última, te toca invitarnos a todos – Dijo con una sonrisa maliciosa Neville.
El pelirrojo refunfuño mientras sacaba los galones de su bolsillo y todos se ponían de pie con una sonrisa mientras se atiborraban de pasteles de caldero, ranas de chocolate, grajeas de todos los sabores y jugo de calabaza.
- ¡Me dejarán en la quiebra! – Exclamo Ron horrorizado.
- No te preocupes Ron, yo pago lo mío – Le dijo Hermione con una sonrisa.
- Por supuesto que no Mione, tú toma lo que quieras – Dijo el chico con una sonrisa boba en el rostro.
Hermione se sintió incomoda mientras caminaba de vuelta a su asiento junto a la ventana.
Había notado el trato tan extraño de Ron con ella las últimas horas. Y sintió un retorcijón en el estomago al recordar como le había confirmado Ginny durante el verano que su hermano estaba enamorado de ella.
Aquello había descolocado a Hermione de sobre manera y había salido huyendo de la madriguera argumentando que debía ir en busca de sus padres lo antes posible, que ya no quería dejar pasar más tiempo.
Para su horror Ron se había ofrecido a acompañarla a buscarlos en Australia, pero ella le había dicho, de la manera más cordial que pudo, que prefería ir sola ya que era un momento demasiado intimo con ellos. Al parecer Ron lo comprendió bien, porque no se enfado y la dejo marchar.
A partir de entonces se contuvo de enviar alguna lechuza a la madriguera, con la esperanza de que, si Ron no sabia nada de ella, podría pensar con claridad y darse cuenta de que aquello que creía sentir por la castaña solo era producto de su imaginación y que ese amor era simplemente de mejores amigos.
Hermione se sintió culpable al recordar aquel beso que se dieron en la Cámara de los Secretos durante la batalla, simplemente seguía sin poder entender como había ocurrido aquello, se justificaba pensando que se debía a la euforia de haber destruido un Horrocrux y después de ello intento comportarse como siempre con Ron, pero al parecer para el pelirrojo las cosas ya no iban a ser como siempre entre ellos.
Hermione suspiro y se llevo distraídamente una grajea color pálido a la boca que la saco de sus pensamientos de golpe al sentir el sabor a calcetines sucios.
Por la ventana ya se veía un cielo rojizo, señal de que ya estaban llegando a Hogwarts. Las chicas se pusieron de pie y se metieron al baño del compartimento para ponerse las túnicas del colegio, mientras los chicos aprovechaban a hacerlo fuera.
Empezaron a sentir que el tren aminoraba la marcha y Ron y Hermione salieron juntos del vagón para ir a organizar a los alumnos de primer año.
Al fin el tren se detuvo y uno a uno, los prefectos y premios Anuales salieron del tren para poner orden a los alumnos más pequeños y entregarlos a Hagrid quién sería el encargado como cada año de llevarlos al castillo.
- ¡Mis chicos! – Exclamo con su atronadora voz Hagrid acercándose a Ron y Hermione y estrechándolos tan fuerte que ambos sintieron temor de que en cualquier momento sus huesos se quebrarán.
- ¡Hola Hagrid! – Dijo Hermione con alegría, mirando a su enorme amigo con cariño y aprecio.
- ¿Y Harry y los demás? – Pregunto Hagrid mirando a su alrededor en busca de los chicos.
- Por ahí vienen – Murmuro Ron mientras se tallaba el brazo que Hagrid le había apretujado.
- ¡Hagrid! – Exclamo Harry, mientras corría y estrechaba con fuerza la enorme barriga del semi gigante.
Luna, Neville y Ginny rieron al ver la escena y se acercaron también con entusiasmo a abrazar a Hagrid.
- Los eche tanto de menos mis chicos – Dijo Hagrid con la voz quebrada por la emoción.
- Oh, vamos Hagrid, no es momento para que te pongas sentimental, debes demostrar autoridad delante de todos estos mocosos – Le regaño Ron y en ese preciso instante Hermione le metía un pisotón.
- ¡Auch! – Exclamo el pelirrojo saltando a la pata coja y con una mueca de dolor – Mione ¿ahora que dije?
La castaña no le hizo caso. Se dirigió a los más pequeños colocándolos en una fila y guiándolos junto con Hagrid hacia los botes que estaban junto a la orilla del lago negro.
Hasta que el último alumno de primero se hubo subido al último bote, Hermione se dirigió con sus amigos a los carruajes que eran para los alumnos mayores.
Atravesaron las verjas flaqueadas y de nuevo un cosquilleo apareció a la altura de su vientre, esa emoción única de volver a estar en casa, miraron por los cristales donde podían apreciar cada vez más cerca la silueta del castillo de Hogwarts, con sus numerosos ventanales brillando en la oscuridad de la noche.
Hermione miro a sus amigos y estos la miraron sonriendo, subieron juntos la escalinata de piedra y entraron al enorme vestíbulo, iluminado con antorchas. Atravesaron la enorme estancia hasta llegar a una puerta colocada a la derecha y se adentraron en El Gran Comedor.
El lugar estaba decorado tan magníficamente como siempre, el techo bañado de estrellas brillaba sobre sus cabezas, velas iluminaban la estancia con alegría y los fantasmas iban de aquí y allá dándole la bienvenida nuevamente a los alumnos. Las cuatro mesas estaban a rebosar de platos y copas de oro que esperaban ansiosas ser llenadas con el enorme banquete de bienvenida.
Y al frente de todo aquello, la mesa de los profesores. Mientras tomaba asiento en la mesa de Gryffindor, Hermione la recorrió con la mirada sonriendo al ver a la profesora McGonagall al frente.
Y no pudo evitar sorprenderse al reconocer una cabellera rubia a su lado.
- ¿Es Fleur Delacour? – Pregunto Ginny mirando en la misma dirección que su amiga.
La bruja francesa seguía igual o más hermosa si eso era posible, de cómo la recordaban.
Su cabello rubio platino caía suelto a ambos lados de su rostro, el cual lo tenía colocado encima de sus manos y miraba con sumo interés a los alumnos. Sus labios rosas perfectamente delineados y sus ojos de un intenso azul, brillaban a la luz de las velas.
-¿Creen que valla a ocupar un puesto de docente? – Pregunto con interés Neville.
Todos se habían quedado mirando hacia la mesa de profesores.
-Podría – Dijo Harry – Es muy inteligente.
-Y hermosa – Aporto Seamus Finnigan con tono soñador.
En ese preciso momento la profesora McGonagall se puso de pie, dando por terminada la conversación de los chicos. Y Hermione se sintió aliviada y feliz al ver que ella seguía siendo la encargada de llevar a cabo la selección de los alumnos.
-Cuando diga sus nombres, caminarán al taburete y se colocarán el sombrero – Explico la profesora dirigiéndose a los más pequeños.
-¡wright Bonnie!
Una pequeña niña con llamante cabellera pelirroja y cubierta de pecas, camino con decisión al sombrero.
-¡Gryffindor! – Exclamo este provocando gritos y aplausos de júbilo en la mesa de los leones.
-¡Felton Tom!
El chico con rostro altanero y el cabello completamente rubio se colocó el sombrero. El cuál apenas rozo su cabeza grito:
-¡Slytherin!
-Lynch Evanna!
-¡Revenclaw!
-¡Pattinson Robert!
-¡Hufflepuf!
-¡Watson Emma!
-¡Gryffindor!
Y así continuo la selección de las casas concluyendo con Leung Katy para Revenclaw. La profesora McGonagall apunto con su varita al sombrero y el taburete y con un movimiento los desapareció.
Se volvió hacia los alumnos y extendiendo los brazos exclamo:
-¡Bienvenidos otra vez! – Sonrió cálidamente - ¡A comer!
Todos soltaron risitas alegres, mientras miraban maravillados como sus platos se llenaban con la suculenta cena de bienvenida.
-Merlín sabe cuánto extrañaré las cenas en Hogwarts el próximo año – Sollozo Ron con la boca llena de patatas.
Los chicos después de la batalla final, habían decidido (convencidos en gran parte por Hermione) que tenían que volver a cursar como Dios manda su último año en Hogwarts, quedando así en el mismo grado que Ginny, para alegría de ella y Harry.
-¿Quién será ese mago tan guapo que esta alado de Sprout? – Pregunto Parvati, sonriendo coquetamente y mirando a la mesa de profesores.
Todos dirigieron la mirada hacia donde indicaba la chica.
Sentado entre la profesora Sprout y Fleur, se encontraba un hombre de apenas unos 30 años, con el cabello lacio y negro amarrado en una coleta, su rostro adornado con unos brillantes ojos verdes y unas pobladas cejas se dirigían con gracia y cortesía alternativamente entre su plato y la profesora Sprout que en ese momento charlaba animadamente con él.
Hermione lo miro apenas unos segundos, y distraídamente su mirada se desvió a la joven rubia que se encontraba junto al individuo desconocido. En ese preciso instante los ojos de Fleur se posaron en ella y sonrió. Hermione sintió un hormigueo intenso en el estómago y rápidamente aparto la vista y la devolvió a su plato. Pero qué demonios…
El resto del banquete la castaña estuvo en otro mundo, ni siquiera noto cuando los restos del postre desaparecieron de sus platos y la profesora McGonagall daba inicio al discurso de bienvenida.
-… Y así conmemorar a los que lucharon activamente defendiendo al mundo mágico y su colegio. Se colocaran las placas con sus nombres – Decía McGonagall – las podrán encontrar en un espacio que se construyó especialmente para ello en los jardines del colegio junto al lago.
Hermione que no se enteraba de nada, parpadeo varias veces al darse cuenta de su descortesía al no ponerle atención a su profesora.
-Pasando a otro punto importante, ¡démosle la bienvenida al señor Charles Archibald y a la señorita Fleur Delacour! ¡Nuestros nuevos profesores de Defensa Contra las Artes Obscuras!
El gran comedor estalló en aplausos, mientras los mencionados se ponían de pie y con un movimiento de la mano y una sonrisa agradecían los aplausos.
Fleur Delacour a diferencia de su compañero que sonreía tímidamente, tenía una mirada de suficiencia en el rostro que la hacía verla segura y más hermosa que nunca.
-¡Ojala a nosotros nos de las clases el profesor Archibald! – Exclamo Parvati aplaudiendo con entusiasmo sin apartar la mirada del hombre.
-¡Pues yo espero que nos las de la profesora Delacour! – Dijo Dean Thomas haciendo énfasis en el apellido de la francesa.
-No creen que será extraño – Decía Ron frunciendo el ceño – después de haber sido casi compañeros de clase, ¿ahora será nuestra profesora?
-Claro que será extraño para ti, que le pediste que fuera tu compañera de baile, y que te babeabas cada vez que ella se acercaba por un pasillo – Se burlaba Ginny.
Ron soltó un gruñido y dejo de aplaudir de inmediato.
Por todo el comedor se alzaban murmullos de aprobación. A todos les encantaba la idea de tener como profesores a jóvenes tan guapos y de seguro muy inteligentes.
La profesora McGonagall carraspeó para llamar la atención y los murmullos y aplausos que continuaban cesaron.
-Espero que les den una agradable acogida a nuestros nuevos docentes.
Y ya se va haciendo tarde y mañana tienen que estar despiertos y descansados para comenzar su nuevo curso.
¡Bienvenidos otra vez y buenas noches!
La profesora McGonagall tomo asiento nuevamente y se puso a hablar con los nuevos profesores, pero justo en ese momento Fleur Delacour le decía algo a la profesora y esta asentía mientras la rubia se ponía de pie y caminaba hacia la mesa de Gryffindor.
Los chicos se miraron sorprendidos y sin saber cómo reaccionar, más de la mitad de alumnos se quedó rezagado, con la clara intención de ver más tiempo a Fleur.
Sin sorprenderse, muchos soltaron suspiros de admiración al ver que la rubia se dirigía directamente al trío dorado y sus amigos.
Los chicos miraron nerviosos como la rubia llegaba a su lado.
-Me alegro tanto de ver a los héroes de la guerra – Dijo con su suave voz y con su ya conocido acento francés, mirando primero a Harry, luego a Ron, Neville, Ginny y por último a Hermione y dejando alternativamente dos besos en las mejillas de cada uno.
-Fleur, nos alegra mucho tenerte en Hogwarts otra vez – Dijo Harry ya más relajado y sonriendo.
-Oh, al parecer, me termine enamorando de Inglaterra – Contesto la joven con una sonrisa posando sus ojos una milésima de segundos en Hermione que no se enteró de aquello.
-¿Así que profesora eh? – Dijo Ginny alegremente.
Fleur soltó una risita y asintió.
-Madame Maxime lo sugirió, y el ministerio Inglés me hizo una prueba en presencia de su directora y me selecciono de entre otros compañeros franceses.
-¡Wow! – Exclamo Hermione impresionada y al segundo siguiente se llevó la mano a los labios por la pena.
La rubia la miro con curiosidad y sin dejar de sonreír le dijo:
-Espero estar a la altura de la alumna más brillante de Hogwarts.
La castaña sin poder evitarlo, se sonrojo hasta la raíz.
-Yo no… Yo… - Hermione tartamudeaba – Estoy segura de que si la escogieron es porque es la mejor.
La rubia le dedico una sonrisa radiante.
-Bueno, no los entretengo más, que tengan dulces sueños – Y dándoles de nuevo dos besos a cada uno, dio media vuelta y camino hacia la mesa de los profesores.
Los chicos le dedicaron una última mirada antes de darse la vuelta y salir del Gran Comedor.
-Valla, ya no parece tan desagradable como cuando estuvo aquí durante El Torneo de los tres Magos – Comento Ginny que iba tomada de la mano de Harry y todos juntos subían la escalinata de mármol a la torre de Gryffindor.
-No. Y al parecer pasará una larga temporada en Inglaterra – añadió Ron alegremente.
-Recuerdo que Bill nos contó que ella lucho activamente durante la guerra, oculto información nuestra importante en Francia para que no cayera en manos de Voldemort – Dijo Harry recordando que Bill Weasley siempre hablaba muy bien de la rubia, que era su compañera de trabajo en Gringgots.
-Si es verdad – Dijo distraídamente Hermione. Se sentía aturdida, quizá era por el cansancio y la emoción de volver a Hogwarts, al siguiente día se sentiría mejor definitivamente.
Llegaron frente al retrato de la señora gorda y tras decir la contraseña, atravesaron el hueco detrás del retrato para entrar a la sala común. Un cálido fuego crepitaba en la chimenea dándoles la bienvenida e iluminando las mullidas butacas que llenaban la sala.
Hermione y Ginny se despidieron de los chicos, (esta última se demoró más en su despedida con Harry) y Hermione impaciente trataba de ignorar todo lo posible a Ron, que la miraba alternativamente a ella y a la pareja, cuando al fin Ginny la siguió y se dirigieron a la puerta que llevaba al dormitorio de las chicas.
Sus compañeras ya se encontraban en pijamas y charlando animadamente, Hermione camino hacía su cama, sonrió ansiosa al ver las sabanas color carmesí.
Abrió su baúl y tomo su pijama que estaba cuidadosamente doblada encima de todo lo demás, después de avisarle a Ginny que no tardaría en el baño para que ella pudiera entrar, se dirigió a él.
Ya dentro se quitó rápidamente la túnica y el resto del uniforme del colegio, y tras meditarlo por unos segundos decidió que sería una buena idea darse un baño caliente.
Abrió el grifo para llenar la tina y asegurándose de que el agua estaba tibia, entro en ella soltando un suspiro de placer. Recostó la espalda en la tina y cerró los ojos sonriendo.
Al fin podía disfrutar de esos momentos pensó, quién diría que hacia tan solo unos meses, apenas y había tenido la oportunidad de siquiera dormir en un colchón y mucho menos darse un baño decente cada dos por tres, ya que en el transcurso que estuvo con Harry y Ron trasladándose de un lugar a otro por todo Inglaterra, careció de muchas comodidades. Pero al fin, todo había terminado, habían destruido los Horrocruxes y habían luchado en la batalla obteniendo la victoria.
Y todo parecía indicar que las cosas ahora estarían mejor que nunca. Estaba en Hogwarts, sus padres habían vuelto a la normalidad, sus amigos estaban sanos y salvos y ahora solo le quedaba disfrutar su último año en Hogwarts, pensó en Fleur, había vuelto a Inglaterra y ahora parecía más amable con todos ellos. Recordó la sonrisa que le regalo durante el banquete de esa noche, y el hormigueo que sintió en el estómago, era tan hermosa, tan inteligente… Abrió los ojos y se irguió bruscamente, ¿pero qué le ocurría? ¿En serio estaba pensando en Fleur? ¿La misma Fleur que conoció en su cuarto curso y le había parecido la persona más arrogante y desagradable que había visto? Después de Draco Malfoy y el resto de los Slytherin claro está.
Seguro después de la guerra toda la gente se había vuelto más amable y por eso pensaba en ella, la había sorprendido que actuara de otra manera, más agradable, si era eso seguro, hasta Malfoy había ido a agradecerles y pedirles perdón a su compartimento. Pero no estaba pensando en Draco, ni tampoco había sentido un cosquilleo en la panza cuando lo vio sonreírles.
Sacudió la cabeza para alejar todos esos pensamientos, y salió de la bañera rápidamente.
Definitivamente necesitaba dormir, se puso el pijama, su loción con olor a rosas, moras y arándanos y después de cepillar sus dientes, salió de la habitación.
Sonrió divertida al ver que Ginny ya estaba metida en su cama profundamente dormida.
Ella hizo lo mismo y tras cerrar las cortinas de su cama, hizo un movimiento con su varita apuntándose a sí misma. No quería pensar más por esa noche. Se dio la vuelta y se quedó dormida al instante.
¡Espero comentarios, positivos o negativos!
