El coche rojo enfiló la calle, moderando la velocidad en la cuesta. La música suave tranquilizaba a Shin Woo. Con los dedos golpeaba el volante, siguiendo el ritmo de la canción, prestando especial atencion a los solos de la guitarra. Era un día templado de finales de septiembre, el típico día que le ponía de buen humor. Tarareó la canción, estaba contento.

Go Mi Nam. Go Mi Nam…no podía dejar de pensar en él, bueno, en ella. Si leía en alguna parte su nombre, sentía un escalofrío, siempre que oía su voz, se veía empujado a buscarla, cuando la veía triste, inmediatamente le dolían los brazos…

Sacudió la cabeza. ¿Qué le estaba pasando? Él era el insensible, el pendenciero del grupo. Y ahora, por Go Mi Nam, iría hasta el fin del mundo. Vale ya. Se estaba volviendo demasiado acaramelado…y eso que no le gustaba el azúcar.

Estaba tan ensimismado en sus pensamientos, que no la vio venir. La bicicleta apareció de repente, de una callejuela adyacente, tan rápido que Shin Woo solo tuvo tiempo de dar un golpe de volante para tratar de esquivarla. La rueda delantera de la bici golpeó el lateral del coche, y la ciclista salió disparada.

Puso las luces de emergencia y bajó corriendo del coche, el corazón a cien. La bicicleta estaba tumbada sobre el asfalto seco, una de las ruedas todavía giraba. Un poco más allá, la chica se estaba intentando incorporar.

- ¿Estás bien? - Shin Woo se sacó las gafas y se puso de cuclillas a su lado, con la respiración acelerada. Su cabeza empezaba a analizar todas las posibles consecuencias del suceso: hospital, muerte, denuncia, escándalo…

La chica consiguió sentarse sobre sus propias rodillas y se palpó la cara para ver si tenía alguna herida.

- Creo que estoy bien - la chica todavía no le había mirado, debía estar aturdida por el golpe. - Solo me duelen aquí.

Tenía un arañazo en el brazo. Por suerte, llevaba tejanos, así que las piernas habían quedado protegidas.

Entonces le miró, sin reconocerle. Pero inmediatamente, sus ojos se hicieron pequeñitos, mientras trataba de recordar dónde había visto a aquel chico.

- ¿Te conozco de algo? - Shin Woo negó con la cabeza. - Tu cara me suena mucho…

Shin Woo hizo un gesto indefinido.

- ¿Estás bien? ¿Puedes levantarte?

- Creo que sí. No ha sido para tanto, estoy bien. Ha sido culpa mía, no he mirado y he salido disparada.

Shin Woo la ayudó a incorporarse cogiéndola de las manos.

La zona donde se había rasgado estaba de color rojo. Shin Woo echó un vistazo al rasguño:

- ¿Quieres que te lleve a un hospital?

La chica lo miró.

- No es necesario, no es nada. Aunque…¿no tendrás, por casualidad, una tirita?

Shin Woo negó con la cabeza.

- Voy a buscarte una, si quieres.

- Sí, gracias.

Shin Woo se puso de pie.

- Espérame aquí. Hay una farmacia en la esquina. Voy y vuelvo en dos segundos.

Arrancó el coche y, girando en medio de la carretera, salió de la calle. Cuando el coche desapareció, la chica volvió a montar en la bicicleta y se alejó de allí, pedaleando en dirección contraria.

- Gracias - Shin Woo volvió a montar en el coche y regresó al lugar del accidente.

- ¿Chica? - Se rascó el pelo por detrás. Nada, se había ido. Encogiéndose de hombros, Shin Woo volvió a subir al coche, tiró la bolsa con las tiritas en el asiento del copiloto y se alejó de allí.