[Reedición 2015]

Creo que al fin llegué a la última reedición. *paz interior*

Aclaraciones: Saint Seiya LC son propiedad de Masami Kurumada (historia) y Shiori Teshirogi (arte). Ésta historia se realiza sin fines lucrativos. Gracias!


Dark Abyss

Spoilers a partir de Lost Canvas 122.

Regulus contempló a su rival tendida de rodillas en el suelo, todavía con el puño en alto; con la clara disposición de seguir luchando. El Santo del León entrecerró la mirada por breves instantes. El cuerpo de ésa mujer estaba todo maltrecho, cubierto por la sangre que aún brotaba de sus heridas. En su condición ella no volvería a levantarse.

—Quiero creer que tú también tenías algo qué proteger —dijo mirándola con pena.

Violette apenas alcanzó a escuchar una lejana voz. Intuía que era el Santo de Athena de pie frente a ella; sonrió molesta. Seguramente su líder la miraba con decepción.

—"Aiacos-sama… lamento no haberle mostrado el espectáculo que deseaba…".

Flashback

—"Está oscuro…" —se arrastraba por el suelo, cortándose con objetos que no podía reconocer. Después se detuvo, le parecía que llevaba años así—. Duele… duele… mucho —se dijo.

Su cuerpo dolía por todas partes; como si le estuvieran arrancando los miembros uno a uno, le enterraran miles de agujas, la quemaran. Estaba siendo torturada, eso era lo único que tenía claro. Sin embargo, ¿por qué?

Que alguien me rescate.

—Así que te duele, eh —sonó de parte de una imponente voz.

La mujer de cabello sucio y enredado levantó el rostro, buscando a la persona que hablaba. No lo podía ver.

—Sí.

—Si te duele entonces toma mi mano y mantente bajo mis órdenes —prosiguió. La silueta de un hombre de armadura oscura y sonrisa altanera apareció frente a sus ojos—, de ésa forma ya no sufrirás, mujer.

— ¿Quién… eres?

—Uno de los tres Kyotos del Meikai: Aiacos de Garuda —se presentó, tendiéndole la mano—. Entonces, ¿aceptas el trato o no?

—Yo… me niego a seguir sufriendo —después tomó su mano.

Fin del Flashback

—"En ése momento decidí convertirme en su fiel apoyo" —rememoró—, "quería complacerlo en todo. Pero no pude vencer a Leo…".

Flashback

— ¡Atácame! —ordenó el Juez.

Violette dudó por un momento, pero tras ver la mirada severa de Aiacos lo atacó. Él rió con sorna, frenando el golpe con un dedo.

— ¿Qué?

— ¡Demasiado lenta! —la regañó, arrojándola contra un roca.

El dolor que había dejado de sentir regresó como una punzada, acompañado de sangre que brotaba de sus heridas.

—Recuerda que tienes que ser la más fuerte si quieres que nuestro lazo perdure.

— ¿Nuestro lazo? —repitió consternada—, ¿a qué se refiere?

—Al vínculo que nos mantendrá juntos —explicó con gloria—, ¡hablo del lazo de los subordinados!

La pelirroja le miró endiosada, antes de sonreír.

— ¡Sí!

Fin del Flashback

—"Nuestro lazo… aunque fuera sólo de subordinados… para mí fue más que eso".

Una lágrima rodó por su sucio rostro hasta perderse en la tierra bajo ella.

—Perdón… —murmuró el Santo. El alma de la Espectro se había ido—. Yo también tengo que irme.

Repentinamente sus orbes azules se ensancharon. Sentía una fuerte presión en el aire que paralizaba su cuerpo y un poder abrumador acercándose a él. Volteó el rostro para buscar al enemigo, pero en cosa de segundos cayó inconsciente.

—Fue el mejor espectáculo que pudiste mostrarme, mi flor carmesí —Garuda caminaba a paso lento hacia el cuerpo de Violette—. No es necesario que te preocupes por la misión —añadió cargándola.

El resto de su tropa se encontraba peleando con los Santos en alguna otra parte del Himalaya.

ɞ

El navío de los Espectros arribó majestuosamente. Todas las batallas se detuvieron para contemplarlo con horror.

— ¡Mi fiel apoyo fue ensuciada! —exclamó mirándolos déspota—, por eso me aseguraré que ésa suciedad sea limpiada con la sangre de todos.

Estaba dispuesto a matar a todos, aliados o enemigos.

Pero los Santos de Sagitario y Pegaso aparecieron.

Y perdió.

Lo más humillante que, no lo habían matado.

ɞ

Su navío estaba destrozado.

Nadie más estaba allí; ni los Espectros que debían servirle con sus vidas, ni las Damas que debían satisfacerlo en lo que quisiera. Solo estaba ella, su cadáver. Su expresión lucía descansada, a pesar de la sangre que aún cubría su rostro.

Ella… no era una subordinada más.

El lazo que los unía no era ése.

Aiacos se lamentó. De alguna forma compensaría sus errores, viviría con ella en cualquier otra vida que tuvieran. Aunque eso significase jamás salir de un abismo oscuro en el que había caído.