¡Güenos días, fanfiqueros y fanfiqueras! Os traigo un fanfic sobre el Persona 4, uno de mis juegos favoritos (que estoy rejugando, así que me han dado ganas). La historia se sitúa tres años después de la marcha de Souji Seta (que creo que es el nombre "original" del protagonista) de Inaba, así que esperad spoilers, muchos spoilers. Las cosas han cambiado, pero en el fondo sus historias siguen siendo las mismas. Antes de empezar, unas cuantas cosas:
Soy estudiante de traducción, así que me lanzo a hacer algunas traducciones que puede que no sean del gusto de todos, pero no quiero coger préstamos del inglés o el japonés. Así que "big bro" se transforma en "tete" (si no os gusta demandadme) y he eliminado todos los sufijos del tipo "-chan" o "-kun". Lo único que he salvado ha sido "senpai" y "sensei", ya que ninguna opción me gustaba para eso.
Las parejas son canon porque se centra en SoujixYukiko y KanjixNaoto y me venía mejor, aunque amo a todos los personajes y podría hacer muchos batiburrillos con ellos. Intentaré respetar lo más posible la personalidad de los personajes, pero permitidme alguna inventada de cuando en cuando por el bien de la historia (una licencia poética de toda la vida).
Esperad mucho romance y mucho angst. Lo poco que me gustan el romance y el angst en otras ficciones me encanta en el fanfic.
De momento lo he puesto en T por la boquita que tiene Kanji y porque igual meto algo de lime o un lemon muuuuy flojito, pero si veo que es necesario subirlo de categoría, lo cambio.
Y por último, el disclaimer: ni los personajes, ni la historia, ni los sombreros de Naoto me pertenecen, sino a Atlus o a quien sea. Esto lo hago por amor al arte (y a los sombreros de Naoto).
Cosas que no se dijeron
Capítulo 1: Las nieblas de Inaba
-Residencia de los Dojima-saludó Nanako en tono formal al coger el teléfono.
-¿Nana? Soy Souji-respondió una voz conocida.
-¡Tete!-exclamó Nanako, agarrando el teléfono con fuerza como si aquella fuera la única manera de mantener a su "hermano mayor" cerca.
-¿Está tu padre en casa?
-¿Eh?-Nanako se sintió un poco triste-. Sí, sí. Te lo paso.
Ryotaro Dojima estaba sentado en la mesa, fumando y tomándose un café mientras leía el periódico, ajeno a todo como era su costumbre. Nanako tuvo que llamarle tres veces antes de que él la escuchara.
Dios, era igual que su madre. Al detective Ryotaro Dojima había pocas cosas que pudieran hacer que el corazón le diera un vuelco a estas alturas, sobre todo después de los asesinatos en serie a los que había tenido que enfrentarse hacía tres años, pero mirar a su pequeña niña y ver a aquella preciosa muchachita que lo miraba con aquellos serios ojos marrones, y verla tan parecida a su madre fallecida, algo dentro de él se retorcía de pena y de dicha.
-¿Qué pasa, Nana?-respondió al fin, dejando el cigarro en el borde del cenicero.
-El tete. Quiere hablar contigo.
Dojima parpadeó, perplejo. Por supuesto, los lazos que se habían forjado entre ellos tres habían sido demasiado fuertes para que, al marcharse Souji, no supieran más de él, pero nunca llamaba. Aquel chico elegante y silencioso, tan comedido con las palabras pero que tenía un don para decir lo que la persona necesitaba escuchar en ese momento, parecía sentirse más cómodo con las cartas, que Nanako esperaba con impaciencia a pesar de que llegaban, con impecable puntualidad, una vez cada dos meses. La llamada de teléfono era una sorpresa.
-Papá...-volvió a llamarle Nanako, con ese tono de resignada tristeza que tenía cada vez que Dojima rompía la promesa de leerle un cuento cuando era pequeña.
Dojima debía estar volviéndose viejo, porque cada vez le costaba más reaccionar a las cosas que pasaban a su alrededor. Mientras se levantaba con un suspiro cansado y cogía el teléfono, se dijo con amargura que si seguía así le relegarían al trabajo de papeleo en el departamento. "Por encima de mi cadáver", pensó.
Pero decidió olvidarse de eso un rato. Cogió el teléfono y sonrió.
-¡Hola, chaval!
-Buenas tardes, tío Ryotaro. Espero no haberos interrumpido.
-Vuelves a ser demasiado formal-rió de buena gana el detective-. Siempre es bueno saber de ti. Dime, ¿qué te cuentas?
-Pues...
Nanako se sentó a la mesa, refunfuñando, mirando cómo su padre escuchaba atentamente a su sobrino, y sintiéndose celosa de que su tete quisiera hablar con Dojima y no con ella. Si tan solo Souji siguiera viviendo en Inaba...
Nanako le había respondido a todas las cartas con entusiasmo, contándole cómo le iba en el colegio o los rumores que había oído por ahí, sin olvidarse de mandarle fotos de ella y Ryotaro en la orilla del río Samegawa y de decirle que le quería mucho y le echaba de menos. Y él, por su parte, siempre la adulaba diciendo que era increíble lo mucho que había crecido y que se había convertido en una joven preciosa. Al final de cada carta, Souji expresaba con ternura lo mucho que pensaba en ellos y que él la quería mucho y tenía ganas de verla. Pero esa frase que Nanako esperaba con ansiedad nunca llegaba: la parte en la que le decía cuando iría a verla.
Dojima colgó el auricular y Nanako despertó de su ensoñación.
-¡Papá! ¿Por qué cuelgas? Apenas he podido hablar con el tete...-Nanako estaba a punto de llorar de rabia y pena.
-No te preocupes, pronto podrás hablar mucho con el tete.
-¿Eh?
-Souji llamaba para preguntar si seguíamos teniendo la habitación en la que se quedó libre.
-¿Entonces...?-una sonrisa sorprendida se extendió por la cara de Nanako.
-Exacto, peque. Tu tete viene a vernos.
Yukiko Amagi había sido una chica preciosa en la adolescencia, con su pelo negro, sus ojos almendrados, su nariz recta y sus labios rosados. Si su admirador no se desmayaba al contemplar su semblante siempre distante, podría bajar por sus curvas femeninas, cubiertas por exquisita tela roja y encajes, toda ella gusto y delicadeza, y podría imaginarse cómo sería retirar esas finas prendas y contemplar su piel pálida como la nieve que le daba nombre. Toda ella era lirios, cerezos en flor, exquisita elegancia, delicada frialdad, voz modulada con palabras siempre educadas y amables; el ideal de belleza japonesa encarnado. Si añadimos a ello el aire de estrella local que le daba ser la heredera de la histórica Posada Amagi, orgullo de la población de Inaba, obtendríamos un cóctel de irresistible dulzura, atracción y promesas de futuro.
Los años habían pasado, pero su belleza no había hecho otra cosa que aumentar. Hacía ya dos años que había tomado las riendas de la posada, y su mente aguda había conseguido que lo que en otros tiempos había sido una anécdota trivial pero hermosa de la vida rural japonesa ahora se convirtiera en un remanso de paz y encanto frecuentada por artistas, políticos y otras personalidades. Dos años al frente de un negocio en auge la habían convertido en una persona resuelta y pragmática, pero que no se desentendía de esos pequeños detalles que convertían la posada en una belleza de edificio que emulaba y a la vez estimulaba la hermosura inherente a la dueña. Era habitual verla recibir personalmente a todos sus clientes, con la espalda recta como el tallo de una flor y una sonrisa gentil que evocaba nubes algodonosas y praderas verdes, con su piel marfileña cubierta por un exquisito kimono rojo con bordado negro y blanco de cerezos en flor, estirando una mano hacia las escaleras para pedir con voz suave a los clientes que la acompañaran a sus aposentos. Había algo que, en aquel gesto, ningún cliente podía dejar pasar, y es que aquellos kimonos que llevaba, al alzar las manos, dejaba ver las mangas largas que sólo las mujeres solteras podían llevar. La señorita Yukiko Amagi, una celebridad discreta y exasperantemente bonita, seguía disponible, pero había algo en su mirada, un "no soy para ti" en sus ojos oscuros, que conseguía espantar a tres cuartos de sus pretendientes, aunque el cuarto restante seguía siendo una cantidad excesiva en gusto de la muchacha.
Estaban en temporada baja, como todos los noviembres. Yukiko casi se sentía tentada a acercarse al templo como hacía antaño, para evadirse, realizar una plegaria y acariciar la cabeza del zorro gamberro que vivía allí. Pero decidió no ir, porque, como siempre, en las escaleras del templo había una sombra del pasado, un eco de Souji Seta, el estudiante transferido de la gran ciudad, que pasó un año con ellos, unió al grupo, salvó vidas, resolvió el mayor misterio de sus vidas y se fue, llevándose su corazón y dejando sólo vagas promesas de volver y "seguir con lo empezado". Hubo un tiempo en el que Yukiko creyó que eso fuera cierto, y seguía recibiendo sus cartas (una vez cada dos meses exactamente), pero eran cada vez más impersonales, más lejanas, más cortas, más repletas de excusas de exámenes o trabajos temporales. Yukiko lo veía alejarse cada vez más, ver cómo esquivaba hablar de su vida personal o de sus pensamientos, y no podía evitar pensar que había conocido a alguien más. "O tal vez no ha conocido a nadie que no conociera ya", pensó con mordacidad. No se le había pasado por alto que la idol Rise Kujikawa intentaba verle lo más a menudo posible en sus viajes de trabajo(y así se lo comentaba él de pasada en sus cartas). Cada vez que Yukiko recordaba cómo la preciosa joven sonreía de forma sugerente y con comentarios decididamente provocativos a Souji sentía ganas de volver al mundo de la televisión para cargarse unas cuantas Sombras inocentes a base de fuego y de rabia. Siempre le había parecido que demostrar un interés de manera tan descarada era grosero y de mal gusto pero tenía que reconocer que le había dado tanta rabia como envidia ver a aquella chica que era consciente de su encanto desplegando su arsenal de sonrisas picantes con el hombre al que amaba. Y aún así, Souji siempre había parecido decantarse por ella, por Yukiko, dispuesto hasta a envenenarse con sus comidas (en el mejor de los casos insípidas, en el peor, tóxicas) sólo por hacerla feliz. Pero a ella no iba a verla, y Yukiko estaba demasiado ocupada como para ir a verle. Pero Rise sí le visitaba. Con toda la frecuencia que podía.
A veces odiaba profundamente a Rise por aquella vida semi-vagabunda que le permitía errar de forma perezosa hacia Souji.
Sonó el timbre musical de la pensión, sobresaltando a la muchacha. Ella presionó el botón que abría la puerta y respiró hondo, tratando de alejar las imágenes de pesadilla de un monstruo informe, gimiente y sudoroso con dos cabezas que parecían las de Souji y Rise. Compuso su amable sonrisa y su mirada distante, esperando a que el invitado entrara.
-Ey-saludó Kanji Tatsumi, entrando con su acostumbrada cachaza de cabeza alta y caderas adelantadas-. Te traigo lo de mi vieja.
-Hola, Kanji-sonrió ella, esta vez de verdad, acercándose para apretar cariñosamente el brazo musculoso de su vecino y amigo-. Gracias, esperábamos el pedido.
-¿Cambiáis de cortinas?
Yukiko compuso una mueca de disgusto.
-Unos niños mancharon las de la habitación 203 con pintura verde. ¡Pintura verde! ¿Qué hacían los niños con un bote de pintura acrílica en una posada tradicional?
-Necesitas a alguien que vigile a esos pequeños cabrones. Yo estoy disponible como segurata-Kanji sonrió con perversidad marcando el bíceps de uno de sus brazos.
Yukiko se echó a reír (había aprendido a controlar sus ataques de risa por el bien de su imagen y la de su negocio).
-Te lo agradezco, pero estaría más preocupada por ti que por mil niños con pintura de todos los colores. Además-Yukiko se permitió esbozar una sonrisa perversa-, no podría dejarte cerca de los baños termales; todos sabemos lo que pasa contigo y los sitios con vapor...
Visto y no visto: el renovado Kanji Tatsumi, relativamente responsable y firmemente seguro de sí mismo volvió a ser el gamberro inseguro e incontrolado de hacía tres años, enrojeciendo y farfullando:
-¡Eso fue hace tres putos años, olvídalo, coño! ¡Siempre estáis con eso, pero está más que superado, dejad de restregármelo por la cara, joder!-Kanji apartó la mirada y se puso lívido-. No me hagas recordar a los que ya no están, joder.
De pronto, la hilaridad de Yukiko se transformó en empatía y tristeza. Si alguien podía entender cómo se sentía, ese era Kanji. Para él la pérdida había sido doble: había perdido a Souji, su senpai, su ídolo, la persona que le dio la mano por primera vez y le aceptó por cómo era a pesar de haber visto su alma desnuda (y bien desnuda; Yukiko a veces recordaba con tanto humor como desagrado aquella Sombra exhibicionista que mostraba la cara y el pelo rubio de Kanji). Pero también había perdido a alguien más importante: la andrógina detective Naoto Shirogane. A Yukiko le había gustado Naoto, que era tímida y reservada, pero extremadamente inteligente, y que parecía tomarse las cosas con calma para analizar la situación con una fuerza de voluntad impresionante. Pero sabía que no era nada comparado con lo que había sentido Kanji, que desde el primer momento, aún pensando que Naoto era un chico, se había sentido irremediablemente atraído por ella, confundiéndole aún más. Todos pensaban que eso habría ido a más, pero el caso de los asesinatos de Inaba se había cerrado y el Príncipe Detective se había marchado, poniendo como excusa nuevos casos en los que trabajar y dejando a un Kanji devastado recogiendo los pedacitos de su corazón roto. Kanji no se había hecho ilusiones acerca de una hipotética vuelta de Naoto a Inaba, y Naoto tampoco había dicho nada al respecto: sólo Souji consiguió arrancarle la promesa de seguir en contacto.
Bueno, Yukiko no sabía si había cumplido su promesa con respecto a Souji, pero sabía que los demás sólo sabían de ella por las noticias, mencionada como una artista del pensamiento y la deducción, un genio en su campo. Y sabía que Kanji seguía pensando en Naoto, como Kanji sabía que Yukiko jamás podría olvidar a Souji Seta.
Ambos se miraron con tristeza, intercambiando una larga mirada de comprensión.
-Lo siento, Kanji. No debí mencionar... todo aquello...
Kanji se encogió de hombros, tratando de recomponerse.
-Bah. Menudo par de gilipollas estamos hechos.
-Desde luego...
Se quedaron unos segundos más en un silencio absorto, acariciando con dolorosa devoción un recuerdo cada día más lejano. Kanji murmuró una excusa para irse y Yukiko se despidió de él con una sonrisa triste y distraída. Decidió llamar a Chie para entretenerse un rato, pero una de las camareras nuevas la llamó con cierta urgencia por un problema en las cocinas y decidió dejar la llamada para más adelante.
Yosuke Hanamura había cambiado más de lo que parecía a primera vista. Seguía siendo un bala perdida en algunos aspectos, y era igual de testarudo y patoso, pero cuando su padre delegó más responsabilidad de Junes en él y tuvo que dejar sus estudios para volver a Inaba, había vuelto siendo un hombre. Chie Satonaka lo había sabido desde el principio, y por eso ninguno de los dos perdió mucho tiempo: al mes de la vuelta de Yosuke al pequeño pueblo envuelto en la niebla, ya habían empezado a salir. Que por cierto, se dijo Yosuke de forma distraída supervisando cómo los reponedores colocaban los productos en sus estantes correspondientes, dentro de poco harían un año. Eso había que celebrarlo de alguna manera. El dinero no era problema, porque él ganaba más que suficiente para hacerle un buen regalo a su chica, pero, ¿qué quería una chica como Chie? ¿Una película de kung fu? ¿Unas botas de kick boxing? ¿Bruce Lee resucitado?
Yosuke pensó que probablemente Yukiko sabría algo, no por nada eran las mejores amigas del mundo. Podría llamarla luego. O pasarse por la posada para verla en persona. Yosuke podía querer con locura a Chie pero seguía sin poder evitar querer deleitarse con la hermosura de Yukiko en kimono, era algo superior a sus fuerzas.
Siguió paseando por entre los aparadores, distraído, cuando vio doblar una esquina a una personita menuda de pelo castaño.
-¡Nana!-la llamó, sin poder contener su exultante alegría.
Nanako enrojeció, pero se acercó a él con una sonrisa cariñosa.
-Hola, señor Yosuke.
-¿Cómo que señor? ¡Me haces sentir muy viejo, Nana!-exclamó Yosuke, llevándose una mano al corazón de forma teatral.
Nanako se rió con ganas.
-Vale, perdón. Yosuke.
-Eso está mejor. Y ahora, ¿qué quiere mi clienta favorita?-le guiñó un ojo con complicidad.
-¡Oh!-Nanako sacó una lista muy larga de artículos-. ¡Tengo que comprar muchas cosas ricas de comer!
-Déjame ver...-Yosuke leyó la lista y arqueó las cejas-. ¡Vaya! Son muchísimas cosas. ¿Es que organizas una fiesta y no me has invitado?-volvió a guiñarle el ojo, pero el sonrojo de placer que se extendió por las mejillas de Nanako no tenía nada que ver con su comentario.
-¡Viene el tete a casa!-exclamó ella, dando saltitos.
-¡¿C-Cómo?! ¡¿Viene Souji?!-Yosuke perdió toda su pose digna y teatral y abrió la boca como un pez fuera del agua-. ¡¿Cuándo?!
-¡En dos días!-exclamó Nanako, regocijada.
-¡Vaya! Es la primera vez en tres años...
Nanako le miró con esa seriedad que ya tenía a los siete años, y que era tan impropia ahora de una niña como lo era entonces.
-Vosotros también habéis echado de menos a mi hermano mayor, ¿a que sí?
-Eh... pues claro, Nana, todos lo sentimos mucho cuando se fue.
-¿Queréis venir a casa para darle la bienvenida?
A pesar de que el ofrecimiento era sincero, Yosuke vio que la niña no parecía tan contenta como antes. Probablemente lo decía porque sabía que era lo correcto, pero estaba claro que quería disfrutar del rencuentro de su familia.
-No importa, Nana, ya organizaremos algo para celebrar que viene. Tú disfruta de tu hermano, ¿eh?-le alentó ver que la niña volvía a enrojecer de alegría.
-¡Tengo que lavar su taza de café! Habrá cogido polvo...
Mientras Yosuke acompañaba a la pequeña a por su compra, Nanako parloteaba emocionada:
-¿Sabías que nos gusta el café igual? ¡Con mucha leche y azúcar!
Yukiko Amagi apenas se había recuperado de su encuentro con Kanji cuando apareció una Chie despeinada y acalorada en la puerta.
-¡Yukiko!
-¡Chie! ¿Qué ha pasado? ¿Yosuke está bien?
-¿Eh? ¡Ah, sí, sí, todo bien! ¡Mejor que bien!
Chie respiraba entrecortadamente. Cualquiera diría que había atravesado Inaba a toda prisa.
-Respira, anda. Entonces, ¿qué pasa?
-¡Es que vie... es que vie...!-Chie quería gritar, pero sus pulmones seguían exhaustos.
-¡Chie! ¡Dilo de una vez!
Chie cogió una bocanada de aire y gritó:
-¡Viene Souji!
El joven buscó con la mirada entre los asientos del tren hasta encontrar lo que buscaba. Se dirigió hacia allí con una mano en el bolsillo de los vaqueros y una sonrisa discreta en su rostro. Se apartó el pelo claro de sus ojos azules y se sentó en el único asiento libre que quedaba de los cuatro que había alrededor de una mesita cuadrada. El tren dio un bandazo y casi tropieza, pero unas manos femeninas le agarraron de la camisa.
-Cuidado, Souji, no queremos que te rompas nada antes de llegar a casa, ¿no?-dijo una voz dulce y aguda con una risita implícita.
-Gracias, Rise-contestó Souji Seta, sentándose al fin.
Frente a él, la idol, convenientemente disfrazada con un pañuelo cubriendo su espesa cabellera castaña y unas enormes gafas de sol, le chistó.
-¡Me vas a descubrir, senpai!
-Lo siento. No me acostumbro a que vuelvas a ser... ya sabes... conocida.
-¡Rise nunca fue desconocida, Sensei!-exclamó el hermoso hombre rubio que se sentaba al lado de Rise cogiéndole una mano con delicadeza.
Souji pensó que tampoco se acostumbraba a las muestras de afecto de Teddie y Rise. En el fondo, estaba claro que tenía que ocurrir: ambos eran descarados y alegres, nunca se cansaban de las bromas salidas de tono y a ambos les gustaba la fama y los falsos aires de grandeza. Pero, más importante aún, habían estado conectados desde el principio: su búsqueda había sido siempre la misma, su razón de ser, y habían enfrentado sus miedos al mismo tiempo, en el mismo lugar, salvándose mutuamente y quedando irremediablemente conectados, con sus almas y sus búsquedas entrelazadas como una sola cosa. Después de unos meses, Teddie había decidido marcharse a "buscarse a sí mismo", y así se lo comunicó a todos; tras unos meses de vagabundeo de mochilero, viendo las maravillas y las penurias del mundo, había ido a vivir con Souji, con su "sensei", y en una de las visitas de Rise a la ciudad de Souji Ted había sabido tomar con la delicadeza adecuada la mano de Rise, la había mirado como si fuera la única mujer del mundo y le había dicho "paseemos". Y después de ese paseo había comenzado su verdadero viaje.
Rise y Teddie le habían pedido que no dijera nada de su relación, pues todos sabían que el cotilleo era el deporte regional de Inaba y no querían que su relación fuera pública todavía. Eran demasiados días sin verse, demasiadas distancias insoportables, y demasiadas pruebas a su relación como para comentarla alegremente. Pero ahora parecía que al fin se sentían seguros. Souji sonrió a Teddie, y el rubio pareció resplandecer al devolverle la sonrisa.
-¿Estás nervioso?-preguntó la voz de la persona a su lado.
Souji asintió, tanteando su bolsillo con nerviosismo.
-Mucho, pero tengo muchas ganas de volver.
-¿Les contaste que íbamos?-preguntó Rise.
Souji negó con la cabeza.
-Sólo a Nanako y mi tío. Tenía que decírselo, no podía aparecer sin más en su casa.
-¡Oh, Nana se estará transformando en una señorita!-suspiró Teddie en tono afectuoso. Luego frunció el ceño, genuinamente preocupado-. ¿No será demasiado mayor para jugar conmigo, verdad?
-Estoy seguro de que no-sonrió Souji.
-¡Eh, deja de hablar de tu chica favorita, que me voy a poner celosa!-le riñó Rise en tono azucarado.
-Mi segunda chica favorita-respondió Ted, añadiendo azúcar al azúcar.
-¿No sientes como que sobras?-preguntó la cuarta persona con una sonrisa leve.
-Estoy acostumbrado. Te recuerdo que se veían en mi casa.
-Es cierto-admitió la otra persona con una risita grave.
-Debo de haberme visto todas las películas en taquilla los días que estaba Rise en casa. En el cine la de las palomitas ya me llama por mi nombre.
-No me harás sentir mal, que lo sepas-exclamó Rise, apoyando la cabeza en el hombro de Ted-. Necesitamos estar juntos de vez en cuando.
-Puedo entenderlo-asintió Souji con una sonrisa triste.
-Todo estará bien una vez lleguemos a Inaba-exclamó Teddie con una sonrisa exultante.
-Pues yo creo que todo se complicará-vaticinó con voz oscura la cuarta persona, mirando cómo la ventanilla atravesaba la frontera invisible con la región en la que se encontraba Inaba.
Bueeeeeeno. Pues hasta aquí el primer capítulo. ¿Qué os parece? Se aceptan críticas (constructivas, por favor), feedback, donativos para una pobre escritorzuela... Gracias por seguir la historia :3. Bye bye!
