Bueno, esto es lo que podríamos llamar mi primer fic. Si bien llevo escribiendo desde pequeña, nunca lo había hecho con personajes que no fueran míos. Y ya estoy muy profundo en el TsukkiYama hell así que no pierdo nada.
Antes que todo, este fic contiene temas delicados para muchos, deseo hacerlo lo más angst que mis pobres habilidades de la escritura me permitan. Están advertidos. Algo así.
Y, ejem, siento que debo decirlo. Todos sabemos que nuestro adorable Yams no es ningún arrastrado. Sí, ya es algo cliché verlo así, pero el Yamaguchi del pequeño mundito de este fic es bastante inestable, así que si los ven muy OOC ya saben. (También soy pésima interpretando un personaje que no es mío, lo sientooo).
Si algún alma siente lástima de mí y está leyendo este intento de fic, todo su apoyo, críticas constructivas y/o cumplidos son más que bienvenidos.
Lo siento, Tsukki.
Prólogo.
Todo comenzó cuando Daichi y Suga comenzaron a salir.
Todo el equipo estaba sorprendido, y a la vez no. Es decir, siempre hubo esa clase de chistes entre todos sobre "Mamá Suga y Papá Daichi", sumados al hecho de que había un montón de señales que demostraban que lo de ellos era más que una amistad, así que lo normal sería que la noticia fuera de lo más obvia. Pero al verlos allí completamente tiesos y rojos de la vergüenza mientras informaban (de la manera más formal y anticuada) que eran pareja y que esperaban el apoyo de todos… Bueno, fue inesperado.
Sin embargo pronto el silencio dio paso a un montón de felicitaciones y risas, y el ambiente se relajó nuevamente. Suga y Daichi suspiraron con alivio, se notaba que la opinión de sus amigos era muy importante y el simple hecho de tener su apoyo les quitaba un increíble peso de encima. Sus rostros se iluminaron a medida que cada uno les deseaba lo mejor y se acercaban a hablar con ellos animadamente.
—¡Por fin mamá y papá se dieron cuenta de que se querían! —gritó Tanaka, mientras fingía un llanto y se abrazaba a Noya.
—¡Así es! —asintió él, para luego "secarse" las lágrimas de forma teatral—. ¡Era muy difícil vivir con padres separados!
Daichi les gritó que se callaran y todo el mundo comenzó a reír.
Bueno… casi todos.
Soltó una suave risa mientras veía al montón de chicos fastidiar al capitán. Estaba algo alejado del grupo, por alguna razón se sentía ligeramente nervioso. Jugaba con la tela de su camisa y observaba a su equipo con una sonrisa triste. Yamaguchi se sentía feliz por ellos, claro. Pero a la vez le daba algo de envidia.
—¿No es genial, Tsuk...— Tadashi se interrumpió al voltear en busca del rubio, que hace un momento se encontraba a su lado, y darse cuenta de que estaba solo.
Miró por todo el gimnasio y lo encontró sentado, bastante alejado de la situación. Tenía los ojos cerrados y una expresión avinagrada. Se le veía muy disgustado.
Yamaguchi tragó saliva y fue hacia él, si bien estaba acostumbrado al mal humor del rubio, eso no hacía que dejara de preocuparse al verlo así. Siempre estaba ese miedo que lo atacaba desde lo profundo de su mente, le asustaba enojar más a Tsukishima, le asustaba ser un fastidio, le asustaba que un día Tsukki se molestara y se hartara de él. Le asustaba que lo dejara solo. Porque por más que intentara negarlo Yamaguchi sabía que sin él no era nadie. Y aun estando a su lado, ¿quién era? Por supuesto, el pecoso que se la pasaba pegado a Tsukishima. No había lugar para más reconocimiento que ese. Sin embargo no le afectaba, le bastaba con estar a su lado sin importar cómo era visto por los demás, solo le interesaba como era visto por Tsukki. Como su amigo. Solo su amigo.
¡Pero estaba bien! De eso se convencía a diario, cada vez que ese dolor agudo le atacaba el pecho al pensar en su mejor amigo. Porque con simplemente poder estar a su lado, charlar con naturalidad y hacer cosas juntos le bastaba y lo hacía muy feliz.
O, al menos, eso se obligaba a creer.
Una vez llegó a su lado, se aclaró la garganta y se sentó junto a él. Tsukki abrió los ojos un segundo para mirarlo de soslayo y volvió a cerrarlos. Yamaguchi le estudió el rostro, su expresión se había relajado levemente, un cambio mínimo que probablemente sólo alguien experto en observar a Tsukishima como él mismo notaría. Se permitió pensar por unos segundos que su presencia era la razón de aquel cambio, que de alguna forma le subía el ánimo. Disfrutó de esa felicidad momentánea y se abrazó las piernas imaginando que era Tsukki a quién sostenía, dejó que su pulso aumentara, que todo en su interior se encendiera y aquella calidez le recorriera el pecho y las mejillas...
...Y luego él mismo volcó el recipiente de agua fría sobre su corazón, apagando todo fuego y regañándose mentalmente por ilusionarse de esa manera.
Es imposible. Sabes que dolerá mucho más si te ilusionas.
Suspiró. Lo sabía perfectamente. Y aun así Yamaguchi no podía evitar imaginarse por pocos segundos situaciones románticas y hermosas con el rubio, para luego darse un golpe con la realidad. ¿Era esa su forma de cortarse psicológicamente? Porque funcionaba. Le causaba un dolor que era casi físico.
Miró de reojo a Tsukki y lo encontró con los ojos abiertos, aunque miraba al resto del equipo con la expresión de disgusto más marcada que antes. Yamaguchi dirigió su mirada al grupo, al parecer se habían dedicado a molestar a Suga ya que podía notar desde lejos su vergüenza y escuchaba las risas de los demás. Daichi reía, con un brazo sobre los hombros de su pareja. La verdad es que estaban siendo muy ruidosos, pero normalmente Tsukki los ignoraba o en todo caso se burlaba de ellos. No se explicaba el porqué de esa expresión tan intensa.
—Um… — Yamaguchi quería saber qué andaba mal, pero siendo honesto le daba miedo preguntar directamente—. Ah, ¿Tsukki? ¿Te puedo preguntar algo?
—¿Hm?
Yamaguchi abrió la boca, pero fue interrumpido antes de poder decir algo.
—¡Se acabó el descanso! —Daichi llamó a todos y les hizo señas a los dos chicos—. ¡A entrenar!
Se escuchó un "¡Sí!" colectivo, mientras todos volvían al entrenamiento. Al levantarse, escuchó a Tsukki chasquear la lengua con fastidio, aunque no dijo nada al respecto. Sea lo que fuese que lo había puesto de ese humor debía ser bastante malo.
La práctica siguió su ritmo normal. El sonido de los balones y las voces animadas, las instrucciones del entrenador y alguna que otra conversación llenaban el ambiente. Mientras se formaban para recibir saques, Yamaguchi observó de reojo a Tsukishima, algo alejado de él. Si de algo estaba seguro es que nunca se cansaría de verlo. Era muy apuesto. Su increíble altura, su cuerpo delgado y elegante, esa postura que siempre demostraba confianza, sus expresiones de suficiencia, sus sonrisas irónicas; esos ojos ámbar tan profundos e intensos, levemente ocultos tras los anteojos; el cabello rubio corto. Todo eso era Tsukishima, todo lo contrario a él. Tadashi a duras penas podía lidiar con su timidez e inseguridades, con su apariencia común y corriente que no merecía un segundo vistazo, todo sumado a ese odio secreto que se tenía a sí mismo. Claro, nada de esto se notaba una vez que se encontraba junto a Tsukki. Porque lo único que debía hacer era dejarse llevar y seguirle el juego.
Yamaguchi estaba muy consciente de lo mucho que se dejaba influenciar por Tsukishima. Debido a su falta de confianza y su dependencia siempre se encontraba a sí mismo siguiendo los no-muy-amables juegos del rubio. A veces no le gustaba. De un momento a otro no encontraba una razón para que Tsukki insultara a Hinata o Kageyama (o ambos). Yamaguchi sabía que esos dos tenían talento, a pesar de ser extraños, no los consideraba malas personas. No es como si se llevara mal con ninguno, pero lo más probable es que si él estuviera solo en ese equipo habría tratado de formar una amistad con ellos. Pero siendo honesto, estando todo el tiempo con Tsukki eso no era muy probable. Seguiría sus juegos sin dudar, permanecería a su lado porque así era feliz. Porque Tsukki era su mejor amigo, su confianza, su héroe.
Y su gran amor imposible, también.
—¡YAMAGUCHI!
—¿Ah?, ¡SI! —gritó, dándose cuenta de que se había quedado fantaseando a media práctica—. ¡Lo siento mucho!
Corrió hasta la cancha y se colocó en posición, aunque seguía tan distraído que inevitablemente falló cuando el entrenador golpeó el balón. Falló un par de veces más pero al final completó las cinco oportunidades necesarias. Se apresuró al final de la fila con la vergüenza aún dibujada en la cara.
—¡Enfócate, Yamaguchi!—exclamó Ukai para luego concentrarse en el siguiente.
—¡Sí, no volverá a pasar!
De reojo pudo ver a Tanaka y Nishinoya, que se tapaban la boca tratando de disimular la risa. Nuevamente su rostro enrojeció de pena.
No pienses en Tsukki mientras entrenas. ¿Es que eres estúpido?
Bastante, diría él.
Al parecer, el rubio había ignorado por completo su reciente vergüenza, y parecía concentrado nada más en lo suyo.
Como cosa rara.
—Yamaguchi, ¿te sientes bien?—la amable voz de Suga lo sacó de sus pensamientos. Volteó a verlo y notó la preocupación en su rostro—. Te ves algo decaído.
—Ah, yo... —soltó una risa forzada, mientras se frotaba la nuca—. No es nada, solo estoy un poco distraído. —Trató de sonreír de manera despreocupada, pero Suga no parecía convencido.
—Solo no te exijas demasiado, ¿bien? —le sonrió amablemente y le dio un suave apretón en el hombro.
—D-De acuerdo, sí. Gracias. —Musitó con timidez.
Él asintió y luego se retiró. Demonios, Sugawara sí que era atento. La verdad era que ese muchacho le caía muy bien. Era amable con todos y emanaba un aura refrescante. Además, ambos pasaban la mayor parte del tiempo de un partido en el mismo lado, apoyando a su equipo. Observó como conversaba con Daichi a un lado de la cancha. No sabía de qué hablaban pero ambos se miraban como si fuesen lo más preciado que tenían. Y lo más probable es que así fuera.
Nuevamente, Yamaguchi sintió aquel pinchazo de envidia. Le molestaba sentirse de esa manera tan despreciable, ya que de verdad se alegraba por ellos. Pero verlos así solo le recordaba lo inútil e imposible que era su amor por Tsukishima, sabía que nunca lograría estar de esa manera con él. Una pareja cariñosa, con disimuladas demostraciones de afecto y mucho amor de por medio. Justo así, como en ese mismo momento, Daichi llevaba una mano hacia el rostro de Suga y tan gentilmente le acariciaba una mejilla, con tanto amor en sus ojos que resultaba abrumador, con una suavidad que hacía parecer que tocaba la más delicada obra de arte, y como el más bajo sostenía su mano contra su rostro como si quisiera permanecer así por siempre. Nadie, ni por un momento, dudaría de lo felices que eran estando juntos. Se transmitían todos sus sentimientos sin hablar, parecía que se encontraban en su burbuja, era casi mágico, era...
—¿Podrían por favor dejar de hacer eso?
La burbuja explotó. Todos se encontraban ahora mirando a Tsukishima, que había hablado lo suficientemente alto para hacerse notar. Al verse observado por todos no hizo más que fruncir más el ceño y desviar la mirada.
—¿Al menos durante la práctica? —espetó, y subió la vista hacia la pareja.
Daichi y Suga se separaron, visiblemente incómodos. El capitán se aclaró la garganta y se dirigió a todo el equipo:
—Sí, uh… Lo sentimos —Daichi se talló la cabeza avergonzado y Suga se limitó a asentir a su lado. Éste último lucía algo consternado mientras miraba al suelo con las cejas fruncidas.
Tsukishima no dijo nada, chasqueó la lengua y se limitó a seguir con lo suyo, alejándose del grupo.
Mientras tanto, nadie había dicho nada aún, incluso Tanaka y Noya parecían haberse quedado sin algo que decir. Hinata intercambiaba miradas con Kageyama, al parecer ambos tratando de entender la razón del repentino silencio. Poco a poco, el resto comenzó a murmurar y lentamente el ambiente dejó de ser tan tenso. La pequeña multitud se deshizo a medida que todos se alejaban para descansar.
Yamaguchi no se movió. Seguía observando el suelo, con el ceño fruncido y aún con la voz de Tsukki en su cabeza.
Todos lo habían notado, ¿verdad?
No las palabras de Tsukishima exactamente, pues lo que había dicho sonaba a algo que él diría, queriendo seguir con la práctica sin sentimentalismos y ya. Todos se habrían reído y hecho algunos chistes de como no querían ver a sus "padres" siendo cariñosos.
Pero no lo hicieron.
Porque todos lo notaron. El tono de su voz. No su tono de "soy-mejor-que-tú", o su tono de "apresúrense-que-quiero-irme-a-casa". Para nada.
Lo había dicho con un tono cargado de veneno, de un profundo… ¿Qué? ¿Desprecio?, ¿Molestia?, ¿Odio?
Había algo más. Yamaguchi levantó el rostro y lo vio sentado en el mismo lugar de hace un rato, con la misma expresión de antes. Su rostro, su mal humor, su voz...
Todo denotaba… ¿asco?
ooo
Ohoho? Ese fue el prólogo. Creo (?) Me disculpo si tiene algún error ortográfico o gramatical.
¡Prometo actualizar pronto! ¡Gracias por leer! :)
