Los personajes de Inuyasha no me pertenecen…

Pero esta historia si…

Plato para Dos

C.1

Un Trago fuerte

-Por favor – estaba desesperada, y creo que mi abuela lo podía percibir por el teléfono.

- Kagome ya te dije que no, sabes que eso no depende de mí- esa era mi abuela, siempre tan reacia a cambiar de opinión… aunque yo tenía una última carta, y sabía de antemano que iba a funcionar.

- Ya… ya entiendo- sí, ese era mi tono falso de auto desprecio – discúlpame abuela, yo siempre de egoísta causándole problemas a todos, soy una molestia- "por favor acepta, acepta" me decía mentalmente con los ojos cerrados esperando algún indicio de cambio de opinión al otro lado del teléfono. Suspiro...

- De acuerdo, de acuerdo, no te tienes porque poner así, sabes que no eres ninguna molestia - otro suspiro- voy a ver qué puedo hacer, hablaré con ella.

-Siiii, gracias abue, dile que prometo que no ensuciar, le ayudaré con la comida, con la renta, limpiaré mis desastres

-¡Kag!, ¡espera!, te dije que lo intentaría, a lo mejor me dice que no.

- Gracias, gracias, gracias, gracias ¿alguna vez te he dicho que eres mi abuela favorita?

- Hay mi niña, soy la única que te queda.

- Sí, pero presiento que si mi otra abuela estuviese viva, no la querría tanto como a ti.

- ¿Sabes que eres una pequeña manipuladora no?

-Hay abuela así me amas

- ¿Qué te puedo decir?, imposible no quererte- usó su tono sarcástico- primero que nada deja de estar planeando tantas cosas que a lo mejor no se te da ninguna, segundo mañana te llamaré a ver si aceptó, sabes que está muy ocupada y además el otro favorcito lo veo difícil querida, aún así mañana estate pendiente al teléfono ¿de acuerdo?

- De acuerdísimo, creo que me convertiré en un tubérculo del teléfono

-Jajaja tu no cambias pequeña, mañana te llamo, te quiero

- Chao abue yo también, y gracias por décima quinta vez

- aja… aja- Colgó

-¡Siiiii!, al fin- estaba tan felíz que no me había percatado que desde hacía unos segundos no había parado de dar vueltas y me encontraba totalmente amarrada con el cable del teléfono.

Mi nombre: Kagome Higurashi, edad: 20 años, ocupación: desempleada.

Sí, ese era mi currículo, pero eso estaba a punto de cambiar. Confiaba plenamente en que mi abuela paterna, Kaede, lograría convencer a mi hermana mayor para que dejase que me mudara con ella a la capital. Kikyo es el nombre de mi hermana, bueno, media hermana por parte de papá, lo poco que me acuerdo es de haber convivido con ella hasta los seis años, una historia muy larga. La madre de Kikyo murió de leucemia cuando ella tenía 2 años, lo cierto es que mi padre y su madre nunca se casaron y ella fue producto de un error de adolescentes. Luego de la muerte de su madre Kikyo se mudó con papá y cuando mis padres se casaron Kikyo se convirtió en una hija para mamá. Cuando ella tenía 6 años nací yo y se puede decir que vivimos en armonía hasta que al cumplir los 5 años, mi padre murió en un accidente de automovilístico. De los pocos recuerdos que conservo de mi padre es de cuando nos llevaba a su restaurante y nos sentaba en la barra, sacaba un pastel de fresas y nos lo daba... decía: "uno para la reina y el otro para la princesita", éramos muy felices. Sin embargo, entre Kikyo y yo siempre hubo una barrera invisible, algo que no nos permitía ser tan cercanas, a lo mejor se debía a que ella era una niña a pesar de su corta edad muy madura y seria. Mi abuela Kaede decía que la muerte de su madre la había hecho madurar temprano.

Así pues luego de la muerte de nuestro padre mamá se encontraba en un gran dilema, no podíamos seguir costeándonos la vida en la capital. Mi abuela Kaede nos ayudaba en todo lo que podía, nos cuidaba mientras mamá, luego de dar a luz, trabajaba. Por un año la situación fue caótica hasta que mi abuelo, el padre de mamá, llegó a la conclusión que lo mejor era mudarnos con él al campo, ya que en Hokkaido la vida era más barata. Y así hicimos, pero a la hora de partir Kikyo decidió quedarse con la abuela. Mamá hizo hasta lo inhumano para tratar de convencerla, pero ella, que en ese entonces tenía doce años, ya había tomado esa decisión. Nos mudamos a Hokkaido y desde entonces la única relación que he tenido con mi ella ha sido en las cenas familiares, en el fin de año y algunos veranos.

A pesar de ser medio hermanas la gente siempre ha dicho que somos como dos gotas de agua. De acuerdo, físicamente nos parecemos muchísimo, demasiado para mi gusto. Las dos salimos a papá, y debo acotar que papá fue un hombre muy guapo; pero siendo sincera, no creo que haya dos personas tan diferentes en el mundo como nosotras. Como antes expliqué ella es un persona seria y observadora, es de esas mujeres que en una conversación no habla y cuando alguien le pregunta acerca del tema responde con algo que deja a todos con la boca abierta. Kikyo es cerrada pero a la vez amable e inteligente, por algo se convirtió en cardióloga.

En cambio yo, pues no diría que soy un total desastre, bien, muy estudiosa nunca fui, por algo me convertí en Chef, pero al menos me gradué con notas aceptables del instituto. De seria no tengo ni la s, más bien siempre he sido de esas que hace amigos hasta con los letreros y si se queda sola habla hasta con su sombra. Para que negarlo me gusta divertirme y como siempre digo "la vida es muy corta, hay que disfrutarla".

Así pues el resto de mi infancia y adolescencia la viví en Hakkaido, pero siempre aspiré a más, nunca fui la típica muchacha de campo conformista. Mamá siempre dijo que tenía un don, hacerla feliz y cocinar como los dioses. Lo de cocinar lo llevo en la sangre, mi padre era un gran Chef según me cuenta la abuela, pero debo decir que si no hubiese tenido que cocinarle a mi hermano y abuelo desde pequeña ese don jamás se hubiese desarrollado ya que mi mamá trabajaba turno completo y aparte, aquí entre nos, nunca fue buena en la cocina. Supongo que es porque siempre tuvo a papá. Pero paradójicamente, con la ayuda del abuelo, creó un Café de paso en la carretera. En mi adolescencia la ayudaba en el puesto haciendo pasteles y dulces y así fue como a los 16 gané un concurso de repostería y un año más tarde tomé la primera decisión importante en mi vida, decidí no entrar a la universidad y acepté una invitación a unos talleres de repostería en Francia. Tenía 17 años, cuando dejé la casa para pasar un mes en París, ese mes pronto se convirtió en 3 años cuando fui aceptada en una gran escuela culinaria donde aprendí el arte de la cocina francesa. Esos casi cuatro años en París fueron los mejores de mi vida, me sentía como un pez en el agua, sin duda la vida cosmopolita era para mí. Las luces, las fiestas, la gente, las costumbres, la independencia, sí, la independencia más que todo fue lo que me enamoró de vivir en París. Pero lamentablemente, "nada es para siempre" y tuve que regresar a mi país, ya que mi tiempo como estudiante en el extranjero se había agotado.

Y ahí me encontraba, nuevamente encerrada en el puesto de mamá preparando tortas de chocolate. No es que no me gustara ayudar a mamá pero nadie estudia derecho en Harvard para terminar de cajero en un supermercado. Sí, ya sé que soy extremista pero así me sentía, frustrada, esa era la palabra.

Decidí que haría hasta lo imposible por desarrollarme como Chef, solo que en Hokkaido estaba segura que eso no ocurriría. Por eso me acordé que en una de mis recientes llamadas, aún cuando estaba en París había hablado con mi hermana. me contó que ahora se encontraba viviendo sola en el centro de Tokio. Habíamos estado hablando de banalidades, hasta que salió el tema de su novio, con el que llevaba casi dos años. Me había contado que su novio, el cual desgraciadamente no recuerdo el nombre, junto con unos socios había creado un restaurant, el cual también había olvidado el nombre. Bueno, ya dije que no era buena con todas esas cosas de memorizar. El motivo por el que recordé aquella conversación fue porque mientras me aburría como una ostra leyendo una revista gastronómica en el mostrador del negocio, un artículo llamó demasiado mi atención. "Cuatro Almas, el restaurant vanguardista más popular de Tokio", decía en francés. Cuatro Almas, Cuatro Almas, ese nombre me había sonado demasiado así que continué leyendo. Resulta ser que era un restaurant nuevo y muy popular por su exclusividad: era una fusión entre comida japonesa, árabe, italiana y francesa. Estuve dándole vueltas a aquél nombre hasta que decidí preguntarle a mamá porque me sonaba tanto. Mamá me contó que el dueño de ese restaurant era nada más y nada menos que el novio de mi hermana. ¡Bingo!, qué más podía pedir, mi puerta de escape la tenía a la mano, ahora solo me quedaba un inconveniente, bueno la verdad dos. No dudaba que Kikyo no rechazaría la idea de mudarme con ella, después de todos éramos hermanas y solo estaría con ella hasta poder dar la inicial de cualquier apartamentico pequeño que encontrase, y el segundo era que ella lograra pedirle a su novio que me encontrase un trabajito, así fuese de mesonera para empezar en su restaurant. No podía será tan difícil ¿cierto?, eran novios, no debería negarse. Pero no pude estar más equivocada cuando hablé con la abuela, la cual serviría como mediadora ya que entre Kikyo y yo no había demasiada confianza para ese tipo de temas, no me malentiendan, quiero a mi hermana, pero digamos que la comunicación entre nosotras es solo la justa.

Resulta ser que desgraciadamente para mí, mi hermana y su novio habían terminado y no en muy buenos términos. ¡Perfecto!, ya mis planes se empezaban a derrumbar, pero decidí no rendirme y rogarle a la abuela que lograra hablar con Kikyo y la convenciera.

¿Es qué acaso no podían haber terminado en otro momento?, bueno, mejor que en temas de pareja no me metiera ya que mi vida amorosa siempre ha sido, es, y por lo que veo será, un total desastre. No es que sea fea ni mucho menos una persona desagradable pero nunca he podido tener un novio lo suficiente serio. Quizás se deberá a la "Maldición de los dos meses", como la llama mi amiga de la infancia Eri. Explico, desde que empecé a tener novios, jamás y repito jamás, he durado con uno más de dos meses, sencillamente me aburro, empiezo a encontrarle todos los defectos y la relación termina. Yuka dice que quizás se deba a mi espíritu libre, cabe decir que cuando lo dijo me reí como nunca. En cambio Ayumi solo dijo que ningún chico me ha podido llevar el ritmo. Lo cierto es que nunca me ha gustado nadie de verdad, dicho en otras palabras y por más patético que suene, nunca me he enamorado. Creo que ya estoy consciente que jamás encontraré a alguien y mi vida amorosa se limitará a esos "dos meses" de felicidad.

-Aló- dije apurada tomando aquel artefacto negro.

-¿Kag?, ¿Eres tú?- oía un montón de ruido al otro lado del teléfono.

- Sí... ¿Quién es?... ¿Kiki?

- Si soy yo, ok, al grano- sip, esa era mi hermana la directa- escucha la abuela ayer habló conmigo. No tengo ningún problema en que te vengas a vivir aquí, además me ayudarías un poco con el departamento… en cuanto al otro asunto… pude hablar al restaurat…- silencio

-Sí, continua- que impaciente estaba

- Me han dicho que sí, te conseguí una prueba para hoy en la noche, no sé si puedas llegar, sé que es muy repentino pero ya sabes fue lo mejor que pude hacer.

- ¿Hoy en la noche?, perfecto, tranquila, salgo ahora mismo al aeropuerto, ¿sigues teniendo la misma dirección, no?, puedo agarrar un taxi, dejar las maletas…

-Tranquila, tranquila, una cosa a la vez, ni siquiera puedo entender lo que dices, escucha yo te buscaré en el aeropuerto, llegamos al apartamento y luego te dejo en el restaurant, ¿te parece?

-Eres lo mejor, ¿lo sabes?

- Sí, sí, cuando tengas el horario del vuelo llámame al celular

- Vale ¡un beso!

El vuelo fue corto, en lo que tardé fue en despedirme de mi madre. Por algún extraño motivo siempre que entramos a un aeropuerto no puede parar de llorar. Mi hermano ya de 15 años prometió ayudar a mamá y el abuelo también botó un par de lágrimas, como dicen por ahí "de tal palo, tal astilla". Media hora duró el viaje y yo ya estaba con mi enorme maleta roja parada en la puerta de salidas. ¿Por qué habían tantas personas en el aeropuerto?, la verdad no era eso lo que me molestaba, lo que me molestaba era ver el montonón de parejas reencontrándose, besándose sin pudor, abrazándose… me hacían recordar lo patética que era mi vida amorosa.

Mis depresivos pensamientos fueron interrumpidos, cuando oí una voz familiar llamándome. Ahí estaba, mi hermana la perfecta. Alta de envidiable figura, piel blanca, cabello largo y lacio azabache. Ojos cafés de mirada penetrante. ¿Por qué había decidido ser médico?, de modelo le hubiese ido mucho mejor.

- Kiki- dije abrasándola

- ¡Kag!, ¿dios que le pasó a mi hermanita?

- Me la comí

- Tú nunca cambias, ven vamos rápido que solo tenemos hora y media - dijo mientras entre las dos intentábamos meter mi pesada maleta en la parte de atrás de su Megane plateado.

Su apartamento: una auténtica preciosidad, no me esperaba menos de ella que siempre fue amante de lo simple y lo bonito. Su trabajo debía darle muchas ganancias ya que era muy espacioso: dos pisos, decorado al estilo occidental, piso de parqué y muebles de cuero blanco.

-Bien Kag ésta puede ser tu habitación - me dirigió a una habitación en la planta baja, no era lo que se llama muy grande, pero si lo suficiente. Paredes color verde bosque, un mueble de madera oscura y en el centro una cama de dos plazas de la misma madera con colcha blanca acompañada de una mesita de noche. Simple y acogedora fue lo que pensé mientras arrastraba como podía la maleta.

-Es perfecta Kiki, gracias, de verdad no sé como agradecerte que me hallas dejado quedar aquí contigo, y además..

- Basta- me interrumpió- eres mi hermana, siempre estaré dispuesta a ayudarte- dijo recostada del marco de la puerta creando una pequeña sonrisa, la más grande que ella misma se permitía.

-Gracias Kiki – la abracé.

-No hay de qué… ahora será mejor que te arregles pronto para que no llegues tarde a tu entrevista.

- Claro- dije separándome.

- Bueno el baño es este- me indicó con la mano una puerta cerca de la sala- mi cuarto está arriba y la otra habitación es para cuando viene la abuela, mmm no sé que más decirte, esta es tu casa… y creo que ya querrás bañarte ¿no?

-Sí, sería agradable – dije mientras me quitaba el abrigo gris.

-Bueno ya sabes, estoy arriba en mi cuarto cuando termines avísame- así me dejo sola

Observé el reloj y solo me quedaba una hora para estar lista para mi entrevista. Saqué rápido algunas cosas de la maleta y me dirigí a la ducha. Nuevamente pensé que Kikyo debía ganar bastante cuando me encontré un monstruo metálico con un montón de llaves. Ok ¿desde cuándo las duchas se habían convertido tan… tecnológicas?

-¡MIERDAAAA! – no, ésa no era el agua fría.

-¡Kag!, ¿estás bien?- escuche a mi hermana desde el piso de arriba

-¡Sí, sí todo bien!- grité- bien maquina del demonio, dime como funcionas- dije mientras apretaba unos cuantos botones. El agua empezó a salir por todos lados, ¡hasta de las paredes!

Creo que lo que hizo a mi hermana bajar a toda velocidad fue mi grito de terror.

Luego de enseñarme, cual niña pequeña, como usar aquella "Regadera supersónica", como la bauticé, y bañarme ya estaba lista frente al espejo del cuarto. Ahora se presentaba otro dilema ¿Cómo vestirme?, debía verme, no muy elegante, pero mucho menos desarreglada. Por dios, apenas me daba cuenta de que nunca había ido a una entrevista de trabajo.

Lo más probable era que me pidieran cocinar, la cual era la única cosa que no me preocupaba, en ese sentido me sentía confiada. el problema estaba en intentar parecer alguien serio y responsable. Mi hermana me ayudó y escogí una camiseta blanca y una falda negra apretada a la cintura hasta las rodillas, unos tacones no muy altos negro y un maquillaje muy ligero. Bien, justo la imagen que quería lograr, con unos palillos me amarré un moño alto, solo dejando fuera mi flequillo disparejo, tomé mi abrigo negro y pronto me encontré sentada en el puesto de copiloto con mi hermana.

-Bien, si mal no recuerdo es por aquí- ¿dijo sin mal no recuerdo?, por dios la abuela me había contado que no llevaban ni un mes de separados, pero no iba a ser una boca floja y preguntarle sobre su relación.

Solo me dediqué a observar sorprendida la ciudad de Tokio de noche. Era impresionante la cantidad de personas que corrían de un lugar a otro apuradas, las luces de los edificios y negocios y el soñado aire citadino. Sin duda podría imaginarme viviendo aquí. Pronto entramos en una calle un poco más angosta, parecía una transversal de la calle principal.

-¿Te importa que te deje aquí?- dijo deteniendo el carro

-¿Cómo?- pregunté desconcertada

- Verás Kag- se giró para mirarme- No quiero tener que encontrarme con él cara a…

- Tranquila, no digas más- le sonreí, por dios toda mujer sabe lo incomodo que resulta encontrarse con un ex – has hecho ya demasiadas cosas por mí, solo indícame el lugar.

Luego de señalarme el local, me dijo que apenas saliera la llamara para que me buscara al mismo sitio. Me despedí con un beso y empecé a caminar a lo que sería mi nuevo trabajo.

Estaba nerviosa hasta la médula, era mi primera entrevista formal, si me aceptaban mi sueño, sin ser exagerada, se volvería realidad. Otra vez volvería a ser independiente. Luego de caminar una cuadra me detuve justo en frente del aclamado local. Una belleza diría yo, encima de la entrada estaba un letrero incrustado a la pared de ladrillo con la palabra "Shikon", bueno supuse que estaba bien después de todo en japonés "Cuatro almas" era Shikon, era corto, comercial, y me gustaba. También ya me imaginaba trabajando ahí. Me acerqué para poder detallar su interior ya que a través del panel de vidrio estaban las luces apagadas.

-Veo que eres puntual- una voz femenina me hizo saltar y despegar mi cara del vidrio- Disculpa- dijo sonriendo- no era mi intención asustarte.

Era una mujer de la misma edad que mi hermana, de cabello castaño oscuro, liso y largo. Muy linda diría yo, a pesar de tener pocas curvas tenía un rostro muy agradable, sus ojos oscuros regalaban una mirada muy gentil.

-Debes ser la hermana de Kikyo- me miró de arriba abajo- ¡por dios si son idénticas! - vaya, era extraño que me conocieran por "la hermanita de Kikyo", hacía ya 14 años que nadie me llamaban así. La verdad no lo extrañaba nada- yo soy Sango, Miroku me habló de ti- me extendió la mano.

-Un placer, Kagome- dije respondiéndole el saludo. Me siguió mirando un par de segundos sonriendo. A pesar de saber que me estaba estudiando, o quizás comparándome con Kikyo no me sentía incómoda, esta mujer que no paraba de sonreír me resultaba agradable.

Un escalofrío producto del comienzo del otoño me hizo temblar.

-¡Oh!, se me olvidaba, seguro tienes frío, pensaba esperar a Miroku, pero mejor pasamos y así te muestro un poco más el restaurant- me dijo mientras se acercaba a la puerta de vidrio y con una llave la abría para luego prender las luces.

La verdad no conocía que posición tenía aquella mujer en el restaurant, y ni idea de quién era el tal Miroku, pero mis pensamientos se vieron interrumpidos cuando frente a mí estaba el restaurant más impresionante que en mi vida había visto. Ni en París había visto algo así.

-Por dios, pasa te vas a congelar- me hacía señas con la mano.

Alucinada, esa era mi descripción en ese momento.

-Veras, Kagome como ya sabrás somos un restaurant que ofrece a sus comensales una fusión de comida árabe, italiana, japonesa y francesa- yo solo asentía mientras me maravillaba viendo el interior- nos encontramos en la zona japonesa… te explico, nuestro nombre viene de esa fusión y todo el diseño del local responde a él mismo- era cierto estábamos en un salón al típico estilo japonés, mesas bajas, decoración minimalista, paredes blancas, suelo de tatami.- a parte de ofrecerle al comensal variedad en comida, también le ofrecemos una variedad de experiencias a la hora de comer, ahora nos dirigimos al salón francés,- dejando atrás el "salón japonés", ahora me encontraba en un salón que yo tan bien conocía. Mesas occidentales y cuadradas para máximo cuatro personas, sillas elegantes y manteles del mismo estilo, con una decoración que invitaba al romance, me sentía como en casa.- como te habrás dado cuenta estamos rodeando el local, aquí en el centro está el bar, verás que es un estilo un poco neutro- un bar gigantesco de vidrio totalmente elegante- aquí los comensales pueden esperar a que le asignemos mesa, te habrás dado cuenta que no entramos por la puerta principal- estaba totalmente anonadada, todo me encantaba- en el fondo esta la cocina, que es lo que te mostraré de último, por aquí está el salón italiano- un salón que te llenaba de un aire hogareño sin restarle elegancia- y por último el árabe- me encantó el último, para ser sincera no estaba acostumbrada a ese tipo de comida pero ese salón era un tanto mágico, lleno de colores.- Bien, creo que ya conoces más o menos de que va la cosa aquí, vamos al bar para empezar tu entrevista ¿te parece?

-S… sí por supuesto- eran las únicas palabras que salieron de mi boca luego de haberla tenido cerrada por tanto tiempo.

Nos sentamos en el bar mientras dejamos los abrigos en la entrada. Sango me sirvió un poco de agua y sacó una carpeta marrón.

-Bien, a lo que has venido, no te preocupes que no tardaremos mucho aquí solo necesito algunos datos.

-De acuerdo- dije poniendo mi cara seria, imitando un poco a Kikyo.

-Ok, veamos… nombre completo… Kagome Higurashi ¿cierto?- decía con el lapicero sobre la carpeta.

- Sí- respondí nerviosa mientras enredaba las manos sobre mis piernas.

-¿Edad?

-Veinte- "Kagome concéntrate y relájate"

-¡Por Dios!, que jovencita – me dijo regalándome una sonrisa típica de hermana mayor.

Me reí nerviosamente, una risa de esas que no son naturales, y sirven para liberar tensiones, no funcionó. Creo que fue por eso que dejó el lapicero sobre la carpeta y de un movimiento rápido tomó mis manos con las suyas girando la silla alta hacia mí. Ese gesto me recordó tanto a mi madre.

-Tranquila Kagome, relájate que no muerdo, a todos nos ha tocado pasar por una primera entrevista de trabajo. Si te sirve de consuelo, en mi primera entrevista le tiré encima el café al jefe.- dijo para luego soltar una carcajada.

Eso era lo que necesitaba, entrar en confianza, así podría mostrarle lo simpática que podía ser.

-¿Y qué pasó luego, te contrató?- dije interesada.

-mmmmm – dijo mirando al techo- la verdad no, pero me enseñó a no tomar café en una entrevista

Ambas reímos y mis nervios me abandonaron…

- Lo tendré en cuenta- dije sonriendo.

- Bueno vamos a seguir porque sino pensarás que soy un total desastre, cosa que no es cierta- dijo poniendo cara de drama.

- De acuerdo.

-Bien, Miroku me contó que estudiaste en París, cocina francesa si no me equivoco.

-Sí, me gradué en ECOLE, aquí traje los certificados- le extendí el sobre con todo mi expediente curricular.

Mientras los leía decidí seguir observando el local. Como deseaba que me aceptaran.

-Perfecto, tienes un expediente excepcional. ¿Con qué primera de la clase, huh?- me sonrojé

-Sí, bueno la verdad…-no pude continuar porque una voz masculina me interrumpió.

- ¡Por Dios!, es domingo por la noche y aún así la ciudad está abarrotada, como me costó aparcar.

- Miroku, ven esta es la hermana de Kikyo, Kagome.

Al girar me encontré con un hombre alto de cabello negro corto y ojos azul índigo. Muy guapo cabe destacar.

-Un placer señorita, veo que la belleza es de familia- me levanté para extender mi mano pero rápidamente el me saludo con dos besos en las mejillas.- Así es en Europa ¿no?

- ¡Oh!, Sí- dije más roja aún- el placer es todo mío.

- Que increíble, de espalda podría haber jurado que se trataba de Kikyo.

No pude más que sonreír forzado. Bien, no estaba acostumbrada a esas comparaciones.

- Miroku, ¿Dónde están los demás?

- Hace un segundo hablé con Inuyasha, dijo que seguro se retrasa pero los demás ya están en camino.

¡Inuyasha!, ahora lo recordaba, ese era el nombre del novio de mi hermana, bueno ahora su ex. Nunca lo había conocido y era obvio ya que había vivido los últimos años en el extranjero.

-Bueno, en todo caso ¿por qué mejor no me acompañas a la cocina para empezar la verdadera entrevista?- hablo Sango.

-Por supuesto, con permiso- me dirigí al hombre, para luego internarme con Sango en la cocina.

Al entrar, quedé fascinada, nunca había estado en una cocina tan grande y tan bien equipada.

- Verás Kagome…- la interrumpí-

-Puedes llamarme Kag, todos me llaman así y es más corto que Kagome- le sonreí

- De acuerdo- me devolvió la sonrisa- pues te diré en qué consiste la prueba, necesito que prepares comida para cuatro personas, como entrante, Bouillabaisse*; de plato principal, Boeuf Bourguignon* y para el postre, te lo dejo a tu gusto.

¿Eso era todo?, perfecto, una vez dentro de la cocina mi confianza subía a las nubes.

-Te doy un consejo- dijo acercándose a mí- lúcete con el postre.

- Gracias – asentí.

Me indicó donde podía encontrar todo lo que necesitaba y dándome un delantal empecé a obrar.

-Ok Kagome, manos a la olla- dije mí acostumbrada frase antes de empezar a trabajar.

Me sentía tan bien trabajando en aquel lugar, para que ocultarlo, me encantaba y solo deseaba que me dieran el puesto. Para el postre, no voy a ser modesta, me lucí. Preparé una Clafoutis*, que sabía le iba a encantar a todos. Me sentía muy segura y confiada.

Estaba tan concentrada trabajando que no me di cuenta que el local se había llenado de voces desconocidas, supuse que eran las de los cuatro comensales. Ahora solo tenía que esperar. Sango se había llevado uno a uno los platos. Me recosté en una silla a esperar, pero mientras más esperaba los nervios volvían a hacerme presa.

-Mierda porque tardan tanto- me decía a mi misma mientras taconeaba nerviosa el suelo. Estuve a punto de salir al patio trasero un fumarme un cigarro, pero no quería dar una mala impresión. Mi espera no se alargó más y cuando el reloj ya marcaba las 11 Sango volvió a entrar sonriente.

-Kag, acompañame, te presentaré a los dueños.

Si antes estaba nerviosa, ahora podría decirse que tenía tantas ganas de ir al baño que casi no podía caminar derecho. Al salir nos dirijimos al salón japonés.

Mi primera impresión fue estarme acercando a la horca, pero luego aquella tensión en el ambiente desapareció. Frente a mí se encontraban cuatro hombres de traje, demasiado guapos para mi gusto, riendo y hablando mientras bebían vino tinto. Al aparecer por la puerta los cuatro se levantaron serios, entre esos estaba Miroku. Los otros tres eran desconocidos para mí. El primero en llamar mi atención fue uno que parecía ser el mayor de todos. Alto y estilizado, su pelo era de un extraño color platinado, lo llevaba muy corto y bien peinado, sus ojos también eran extraños de un color pardo, dorados me dio la impresión. El segundo que si bien se veía más joven que el primero, se notaba mucho mayor que yo, medianos 20. Alto de buen cuerpo, cabello negro y unos ojos azules que se asemejaban al agua de una bahía. Por último me fijé en el que se encontraba más alejado. Alto como el primero, con una figura muy masculina y tonificada que se notaba bajo su traje. Tendría la misma edad que el segundo y al igual que el primero sus cabellos eran de un extraño color plateado, y sus ojos de un color dorado brillante. Tenía el cabello un poco más arriba de los hombros y lo llevaba un poco desordenado, tenía un aspecto algo salvaje diría yo. Pero lo que verdaderamente me incomodó fue la mirada que me lanzaba. Una mirada de ¿odio?, quizás, o quizás me estaba volviendo un poco paranoica.

-Un placer señorita Higurashi, mi nombre es Koga Okami- se presentó el de ojos azules extendiéndome la mano y regalándome una sonrisa que me puso nerviosa.

El mayor de todos simplemente se acercó y extendió su mano.

-Sesshomaru Taisho.

-Un placer- respondí.

Al voltear me encontré con el último, sí, sin duda era odio lo que llevaba en los ojos. Sus facciones estaban contraídas y podría jurar que estaba a punto de golpearme.

- Kagome Higurashi- quise romper esa tensión regalándole una sonrisa mostrándole mi mano.

- Inuyasha Taisho- fue lo único que respondió con voz grave antes de darse la vuelta y dejarme con la mano estirada.

¡Pero qué clase de imbécil era éste!, ¿qué le había hecho yo?, se notaba a leguas que me odiaba y se estaba aguantando las ganas de escupirme. Una palabra cruzó por mi mente. "Kikyo". Todo encajaba, era el ex de mi hermana, recordé que no habían quedado en buenos términos y seguramente me odiara antes de conocerme. "idiota" fue lo que pensé.

-Tome asiento por favor- me indicó el que respondía al nombre de Sesshomaru. El parecido entre éste y el "idiota" era muchísimo, por lo que deduje que debían ser parientes.

Así fue como todos nos sentamos en los cojines alrededor de la mesa. Sesshomaru se sentó en la cabecilla, a su izquierda Miroku, y a lado de éste Sango. A su derecha estaba el "idiota" y Koga. Decidí sentarme al lado de Sango, la cual estaba muy entretenida robándole lo que quedaba del postre de Miroku.

-Supongo que ya conoces el local- me pregunto Sesshomaru.

-Si Sango me guió antes de empezar a cocinar.

- También supongo que está enterada de nuestra visión- siguió

-Sí- asentí con la cabeza. Pero sentía una intensa mirada en mí que me estaba empezando a provocar dolor de oído. Que desagradable era este tipo, ya no necesitaba que Kikyo me explicara las causas de su ruptura. Yo misma no lo hubiese soportado ni el primer día.

- Déjeme felicitarla por su excelente trabajo- me habló Koga volviéndome a regalar una sonrisa pícara que no pasé por desapercibida.

-Muchas gracias- volví a asentir con la cabeza.

- Verá señorita Higurashi, sería un placer para nosotros tenerla en nuestra cocina- volvió a hablar Sesshomaru.

- Claro si acepta – me sonrió Miroku.

- Me… me encantaría de verdad poder trabajar con ustedes- hubiese sonreído y puesto mi mejor cara si en ese instante, si Inuyasha no se hubiese parado de golpe de la mesa y hubiese abandonado el salón sin siquiera pedir permiso. Mi cara se quedó totalmente desencajada cuando sentí el golpe de la puerta al cerrarse.

- Discúlpalo Kag, últimamente está algo amargado- dijo Sango.

- ¡Ho!... no, no hay problema- intenté sonreír, pero creo que solo me salió una risa forzada. Nunca fui buena escondiendo mis emociones y en ese momento estaba a punto de estallar de ira. ¿Cómo alguien podía ser tan maleducado?

Lo que quedaba del día que supuestamente debió haber sido uno de los mejores, terminó convirtiéndose en una noche colérica. Si él estaba amargado, pues había logrado contagiarme. Luego todo pasó rápido quedé con ir al restaurant al día siguiente al medio día para ponerme al corriente de todo.

Al subir al carro de Kikyo, decidí omitir el detalle de que su ex novio estuvo a punto de patearme, no quería causarle problemas a mi hermana. Al llegar al apartamento la furia era casi incontenible así que decidí prender un cigarrillo.

-Kag, por favor, dentro del apartamento no, puedes salir al balcón.

Y así lo hice, salí al balcón y empecé a relajarme con mi pequeño amigo.

Es que ¿quién se creía ese idiota? En mi vida alguien me había tratado tan mal sin siquiera conocerme. Idiota, idiota, idiota. Era un mal educado, amargado, insoportable, desagradable, imbécil… ¡Dios! Nadie nunca me había hecho cabrear tanto, quería… Quería golpearlo ¿Por qué me odiaba? No me conocía. Podría ser mi jefe de ahora en adelante, pero yo no le soportaría esa clase de humillación, ni a él ni a nadie, nunca lo había hecho y ahora no iba a comenzar a hacerlo. Di una fumada antes de decir sonriendo.

- Desearás no haberte metido conmigo, Inuyasha Taisho.

Bouillabaisse*: sopa hecha con una mezcla de pescados mediterráneos, tomates y hierbas.

Boeuf Bourguignon*: estofado de ternera al vino tinto.

Clafoutis*: tarta de cerezas.

...Bueno aquí con otra locura que llevo en mi mente durante mucho tiempo y ahora es que me he decidido a llevarla al papel...

...Verán esta historia surgió luego de haber visto, por décima quinta vez "The Ugly Truth" y me pareció una idea divertida...

...esta historia estará centrada en el odio y el a... a lo mejor lo descubren ustedes mismos...

...Otra cosita, todos los platos que aparecen en la historia cabe destacar que son reales, y no es que yo me los haya inventado... tan loca TODAVIA no estoy XD..

...Así que sin más los invito a seguir leyendo y a dejarme un Review para saber que tan desastrosa no es la idea...

Capítulo 2: El Trato

Saludos...

.:Verüska .