Antes que nada, esto era un borrador que jamás debió ver la luz, pero cuando apuestas por las CLAMP, las cosas pueden salir mal :/
Es un muy vago intento de erotismo, estaba tratando de hacer algo diferente y escribí esto, Josh se enteró, hicimos una apuesta con el final del anime y perdí.
Así que sean considerados conmigo :(
Ok, aquí va nada
Sinopsis: Ella le era prohibida, como la manzana que mordio Adán, como aquello santo que no se debe tocar.
Pero, la deseaba, más que a la vida misma, y ella lo seducía.
A una semana de su boda, todo se sale de control, la pasión los consume y caen en aquello que estaba prohibido.
Los personajes de CLAMP no son míos, solo cierto personaje lo es.
Prohibido.
Su respiración jadeante resonaba en sus oídos, la mano que tenía en su hombro apretaba con tanta fuerza que por un momento pensó en si le debería doler.
Pero su cuerpo solo se estremecía con cada movimiento, beso y caricia que la chica hacía y dejaba.
No podía creer que después de tantos años finalmente la tenía entre sus brazos de nuevo, que sus labios se pudieran pasear por toda la piel a su alcance y que sus manos pudieran recorrer cada curva y punto que sabía que la estremecía y elevaba al clímax.
Ni siquiera pensó en lo incómoda que podía ser la pared pues ella no se quejaba, solo gemía y jadeaba cada que sus labios se separaban.
Se detuvo un momento y trató de retomar el aliento.
«Está mal»
Con ese pensamiento surcando su mente cada cinco segundos sentía que se asfixiaba, que era una mierda de persona y que debería ir al infierno.
Pero lo volvía a besar y mandaba todo al carajo.
Ella pasó su mano por detrás de su nuca y lo atrajo de nuevo pero él se resistió.
—No, espera, está mal.
Sus ojos verdes parecieron llenarse de lágrimas.
—Pero...
—Estas por... —Su voz se quedó ahogada.
Ella miró hacia abajo avergonzada y puso su frente en la mandíbula de él.
—Lo sé —susurró.
Él suspiró y cerró los ojos con fuerza, era un malnacido, no debió regresar a Japón, no debió aceptar ser padrino...
De pronto sintió sus labios dejar un beso en su mandíbula, lo hizo de una manera tan sensual que se estremeció.
—No...
Pero ella no pareció escucharlo, se impulsó hacia arriba y volvió a capturar sus labios haciéndolo perder el diminuto control que aún le quedaba.
La presionó con fuerza a la pared de nuevo y llevó su mano por debajo de su falda, comenzó a recorrer su muslo de manera lenta mientras ella jadeaba y hacía la cabeza hacia atrás, él aprovechó para prenderse de su cuello, sabía que no podía marcarla pero...
Los gemidos que soltaba con su nombre y la calidez de su respiración sobre su piel lo estaban volviendo loco.
—Onegai —rogó ella presionando con su mano la cabeza de él a su cuello.
Y su voz al hacer la petición fue tan sensual y excitante que no dudó para hacer a un lado la tela que estorbaba y unirse a ella en un movimiento.
El grito o gemido que hizo resonó con fuerza en el departamento, incluso habia aventado la cabeza hacia atrás sin importarle el golpe que recibiría a causa de la pared; ambos respiraban con cierta dificultad y él tragó con pesadez mientras ponía la cabeza en su hombro.
Después de unos segundos que parecieron durar una eternidad, donde ninguno quiso hacer movimiento alguno, ambos movieron sus cabezas y se miraron a los ojos fijamente.
Días atrás
Una mirada... Así fue como comenzó de nuevo todo, no se habían visto en años y se encontraron en la fiesta de compromiso de ella.
Y solo bastó con que sus miradas se conectaran un momento para darse cuenta de que aún existía ese fuego dentro de él... Uno que al final lo podía consumir.
¿Lo peor?
Ella estaba comprometida con su mejor amigo, al que también dejó de ver al alejarse de todo para tratar de olvidarla.
Porque de eso se trataba la amistad, ¿no? Sacrificios que uno hace por ese ser especial.
Pero ni el tiempo o la distancia pudieron enterrar esa pasión, deseo y amor que ella despertaba.
Tomaba de su copa mientras ella fingía no estarlo viendo de reojo; siempre era así, fingir no hablarse, no desearla, no querer arrebatarla de los brazos de su mejor amigo.
—Es increíble que él no lo haya notado. —Una dulce voz le dijo a su izquierda.
Él bajó su copa y miró con atención esos ojos amatistas que lo acusaban.
—¿Quién notó qué? —preguntó tentando a la suerte, tal vez hablaba de otra cosa.
Ella puso una mano en su brazo y se acercó a su oído.
—Como te comes a su prometida con los ojos —susurró.
Se alejó de ella de golpe y la vio con sorpresa, había una silenciosa acusación en sus ojos, pero de igual manera había cierto entendimiento.
—No sé de qué hablas —murmuró dejando su copa vacía en la charola de un mesero que iba pasando y alejándose de la chica la cual apenas había notado tenía el aliento cargado de alcohol.
—Por favor, Syaoran, a mí no me tienes que engañar, estamos en el mismo barco, ¿recuerdas? —insistió ella siguiéndolo.
Ojos ambarinos buscaron con desesperación a su prima, solo ella podía calmar a la chica de ojos amatistas.
Al no encontrar a su pilar, giró para mirar a la que una vez fue su consejera más cercana.
—Tomoyo, no hagas una escena, por favor —le rogó en voz baja.
La chica de ojos amatistas la vio con enojo antes de enterrar el dedo índice en su pecho.
—Yo no hago escenas, el decirle al amor de tu vida que está cometiendo un error, no es armar una escena —espetó ella en voz baja.
Syaoran suspiró y sacudió la cabeza, tomó la mano de la angustiada chica y la comenzó a llevar a otra parte de la casa; antes de desaparecer del salón, volteó una vez más, ojos esmeraldas lo veían con algo de enojo pero él desvío su mirada y siguió.
La llevó hasta un ancho corredor totalmente oscuro, abrió una de las puertas a su izquierda y jaló a la chica detrás de él.
—Tomoyo, quédate aquí hasta que retomes el control —le ordenó—. Sólo una semana, una maldita semana más y se acabará esto —le recordó.
Ella lo miró con lágrimas en sus ojos, claro, una semana para caminar con una sonrisa forzada plasmada en su boca mientras veía al amor de su vida casarse con su mejor amiga.
—Eres un cobarde, esto es tu culpa —recordó ella sentándose en la cama.
Syaoran apretó la punta de su nariz en un ademán de frustración, otra vez iban a pelear.
—No estoy de humor, quédate aquí, tengo que estar allá.
Se dio la vuelta y salió de la recámara cerrando la puerta detrás de él, escuchó llanto y recargó su cabeza en la madera.
No había nada que pudiera hacer por ella, ambos habían decidido hacerse a un lado y ahora tenían que cargar con las consecuencias.
—¿Te diviertes? —Esa voz que lo atormentaba todas las noches le preguntó con ironía.
Observó por unos momentos aquellos ojos esmeraldas que le habían robado el aliento una y otra vez desde el primer momento en que la vio.
—Mucho —respondió con sarcasmo—. Pero no tanto como la futura esposa.
Algo como dolor destelló en sus ojos y ella bajó la mirada avergonzada.
—Debo regresar, Eriol...
—Sí, es mejor que lo hagas, yo saldré a tomar aire o algo así —murmuró Syaoran.
Ella miró a su alrededor con aprehensión, parecía que en realidad no quería volver a su propia fiesta.
—¿Sabes? Fue muy amable de tu parte prestar la casa de tus padres —susurró.
—Soy el perfecto padrino, estaba entre mis deberes —murmuró empuñando la mano—. Todo para hacer felices a los novios —continuó con sarcasmo.
Ella regresó su mirada a él, sus ojos irradiaban enojo.
—No te puedes quedar callado, ¿verdad?
Syaoran sacudió la cabeza con irritación y pasó una mano por su cabello, siempre le salía el veneno sin querer, pero ella ya estaba acostumbrada.
—Debes regresar —susurró dándose la vuelta para dirigirse al jardín o algo, cuando se dispuso a caminar sintió electricidad correr por su cuerpo, volteó con sorpresa y encontró la mano de ella en su brazo, frunció el ceño y levantó la mirada.
Ella lo veía de esa manera que detenía todo, el tiempo, el universo, la realidad... Sus ojos verdes parecían brillar como si lágrimas fueran a escapar de ellos y su boca estaba parcialmente abierta.
Sintió esas ganas de querer abrazarla pero se abstuvo, su corazón palpitaba con fuerza pero con una agonizante lentitud.
—¿Porqué me tratas así? —preguntó ella en un susurro—. Desde que volviste es como si te pesara estar cerca, no entiendo porqué...
Syaoran tragó saliva con nervios, la respuesta a esa pregunta podría cavar una tumba en su amistad con ellos.
—No es así, organicé esto para ustedes, he estado a su lado en todo el proceso. —Su voz se tornó más grave y fría de lo que esperó—. ¿Qué más quieres que haga?¿ Que adule cada que se besan, cuando te toca, cuando se ven con absoluta adoración? —Se detuvo de golpe, estaba hablando más de lo debido y su respiración se había tornado errática.
Ella tenía los ojos abiertos de una manera extraña, como si hubiera caído en cuenta de algo, soltó su mano y él la pasó por su rostro en ademán de frustración.
—Syaoran...
Había dicho su nombre de una manera tan íntima, como un susurro que se daba en esos encuentros que seguro tenía con su prometido cada noche, se miraron a los ojos.
—¿Sakura? —Rompieron el contacto instantáneamente, Eriol los observaba desde la entrada del pasillo y ella sonrió de esa manera que llevaba haciendo durante toda la fiesta, le dio esa asquerosa mirada de adoración que le revolvía el estómago y causaba náuseas.
—Eriol, no encontré a Tomoyo pero sí a Syaoran —le informó acercándose a él y entrelazando sus manos.
El chico de lentes la observó unos segundos antes de darle una sonrisa y mirar a Syaoran.
—¿Vienes?
Ojos ambarinos veían la puerta a su lado, estaba seguro que Tomoyo había escuchado.
—Solo espero a Tomoyo, se sintió un poco mal, revisaré si está mejor —murmuró.
Sabía que Eriol entendería el mensaje, después de todo hace unos días había estado presente en aquél quiebre del que ninguno hablaba.
—Bien, vamos —dijo llevándose a Sakura con él.
Syaoran suspiró y pasó la mano por su cabello, escuchó de nuevo sollozos del otro lado, con mucho pesar abrió y cerró la puerta tras de sí, necesitaba a su prima ahí, no sabía cómo ayudar a Tomoyo si él se sentía igual o peor.
—Me dijeron que estuvo llena de eventualidades la fiesta.
Levantó un poco la cabeza antes de regresar el brazo a sus ojos, no debió tomar sin nada en el estómago.
—Pudiste avisar que no irías —reclamó él con la voz rasposa.
La sintió sentarse junto a su cabeza y pasar una mano por su cabello con cierta ternura.
—No fue mi intención, olvidé cargar el celular y me quedé dormida.
Quitó el brazo y la observó, sus ojos carmesí lo miraban con lástima; ella también se veía agotada pero sabía que era por una razón totalmente contraria a la suya.
Era increíble cómo pudo encontrar refugio en la última persona que esperó, en aquella que alguna vez él rechazó.
—Hiciste todo cual pidieron —susurró ella.
—Como se espera del padrino —espetó él.
Escuchó un suspiro exagerado, su manera de hacerle saber que la estaba irritando.
—Debiste negarte, esto te está matando.
Syaoran dejó escapar una risa sarcástica, la palabra matar era poco a como se sentía.
—Pronto acabará, es lo menos que puedo hacer. —Diario trataba de engañarse con lo mismo, hacerse creer que todo era su deber aunque el corazón y su alma se estuvieran desgarrando.
Ella hizo girar los ojos y se reacomodó, él estaba acostumbrado a tal acción, últimamente
ninguna posición le parecía cómoda o apta para descansar.
Syaoran se sentó y pasó ambas manos por su rostro tratando de despejarse, luego se giró para verla, su mano acariciaba de manera lenta el bulto en su vientre pero ella miraba a la ventana.
—No te dejó ir —concluyó atando cabos.
Ella sonrió de manera ausente, su mano subiendo y bajando.
—Dice que es mucho estrés, sabes que exagera, se asustó mucho cuando...
Syaoran suspiró.
—No fue el único, creí que... Lo único que logró traerme de regreso y casi lo pierdes —musitó.
Ella bajó la mirada a su abultado vientre, la sonrisa en su rostro era genuina y se notaba emocionada... A veces la envidiaba.
—Ya escogimos nombre —susurró.
Él la vio con sorpresa y ella fijó sus ojos carmesí en sus orbes ambarinos.
—Xiao Lang, como el primer amor de mi vida.
Sintió una presión en su pecho y un ligero jadeo escapó sin querer de sus labios.
—Meiling...
—Lien estuvo de acuerdo, entiende mis razones —lo interrumpió.
Syaoran una vez más no supo qué decir.
—Lo lamento.
Ella sonrió.
—Yo no, tu rechazo me llevó a conocerlo, y eso, no lo lamento.
Ojalá él pudiera ver la vida de una manera tan positiva.
Sakura tenía la extraña costumbre de querer pasar tiempo en su dormitorio cuando Eriol tenía clases hasta tarde.
Y él nunca le podía negar nada por más que lo intentara.
Así fue como una de esas tardes de ver películas se tornó en la más significante de su vida, marcó un antes y un después en su relación con ellos dos.
Desde el primer momento que Eriol llevó a la chica al dormitorio, sus ojos lo atrajeron como abeja a la miel.
Era la nueva chica de intercambio e inmediatamente había hecho migas con Eriol y después con Tomoyo, sin embargo, con él la situación era diferente.
No podían hablar más de cinco minutos sin que uno terminara por molestar al otro, tenían una extraña relación de amistad-odio.
Y un día, literalmente de la nada, ella le dijo que Eriol la había invitado a salir, que deberían tratar de llevarse mejor por el chico inglés.
Una situación que tomó a Syaoran por sorpresa, pues él creía que entre Tomoyo y su mejor amigo había algo.
Y los días se hicieron semanas y luego meses; Tomoyo puso distancia entre ellos con el pretexto de lo absorbente que era su carrera y él no pudo más que observar a la feliz pareja.
Pero, cuando las clases de Eriol se extendieron hasta entrada la noche, la presencia de Sakura se hizo más presente en su vida, aunque no debía ser así.
Películas, series, caricaturas, documentales; cualquier cosa que en la TV pasara se había convertido en pretexto para que ella llegara.
Y Syaoran siempre trataba de mantenerse impasible ante su presencia... Hasta el día que ambos perdieron los estribos.
No supo quién lo comenzó, pero de pronto Sakura estaba a horcajadas sobre él en el sillón besándolo con la misma desesperación que él.
Sus manos habían desabotonado su camisa y ahora se paseaban por libertad a lo largo y ancho de su pecho mientras él enterraba los dedos en su cadera.
Y ella, instintivamente, comenzó a frotar y presionar sus partes más íntimas.
Sakura gemía ligeramente mientras lo besaba, él pasó las manos a su espalda baja y recargó la cabeza en el respaldo del sillón rompiendo el beso y jadeando, sus ojos se habían cerrado involuntariamente, tal vez quería pasar por alto quién estaba sobre él, o tal vez se estaba perdiendo en el éxtasis del momento, ya no sabía qué.
Sakura besó su cuello y le terminó de quitar la camisa, luego bajó sus labios hasta su pecho y llevó sus manos a su pantalón.
Y fue ahí que Syaoran logró recapacitar un poco.
—No, espera, Sakura.
Ella se impulsó hacia arriba e hizo de nuevo presión sobre ese bulto que ya se asomaba y él no pudo evitar gemir y enterrar con más fuerza las manos en su cadera.
—Por favor —susurró ella volviendo a hacer presión.
Syaoran trató de respirar por la boca y ahogó el sonido que sabía que buscaba sacarle para hacerle saber que lo estaba disfrutando, y aunque así era, no podía dejar de pensar en quién era ella.
—No, Eriol...
Ella lo silenció con un beso, enredó ambas manos en su cabello pero él la empujó un poco para detener lo que estaba pasando.
Ambos se miraron a los ojos, podía ver la pasión y deseo nadando en esos orbes verdes que lo habían atrapado desde el día cero.
Sakura tenía los labios rojos y respiraba de manera lenta, ninguno hizo o dijo nada.
Syaoran trató de reacomodarse en el sillón, una acción que sin querer hizo que ella otra vez hiciera presión sobre su punto más vulnerable.
—Mierda —susurró cerrando los ojos y tratando de retomar control de su cuerpo.
La sintió mover sus manos, él recargó la cabeza de nuevo sobre el respaldo mientras respiraba una y otra vez con lentitud.
Como se negó a abrir los ojos, no sabía lo que la chica estaba haciendo, pero sí sintió cuando ella tomó su mano y la puso sobre su piel.
Y al sentir la calidez y suavidad bajo su tacto, levantó y abrió los ojos de golpe.
Ella se había quitado todas las prendas que cubrían la parte superior de su cuerpo.
Syaoran se quedó pasmado y por más que intentó no hacerlo, sus ojos inspeccionaron el torso desnudo que le impedía levantarse.
Sakura le dio una sonrisa antes de tomar con su mano su barbilla y fusionar sus labios mientras las manos de él recorrían con emoción la ahora expuesta piel.
Syaoran tenía apoyados los brazos sobre el frió mármol, sostenían todo su peso mientras agua recorría su cuerpo.
Tal vez debería abrir la llave del agua fría pues su mente no dejaba de evocar aquella tarde en la que se dejó llevar por sus instintos más primitivos.
Suspiró y abrió los ojos, cuatro días y contando.
Salió de la regadera y se enredó una toalla en la cintura, escuchó el timbre de su departamento y pensó en cambiarse antes de abrir, pero la persona al otro lado de la puerta tocaba una y otra vez con insistencia.
Frunció el ceño e hizo girar los ojos, su primo político era un desesperado.
—Ya, ya escuché; maldición, Lien, ¿no puedes esperar? —espetó abriendo la puerta de golpe y preparándose para gritarle al chico de ojos grises y sonrisa irónica.
Pero se quedó a media palabra cuando ojos verdes lo miraron con cierto resentimiento.
Aunque, abrió los ojos ligeramente más de lo normal al notar su aspecto y él no pudo evitar tensarse.
Sakura sacudió un poco la cabeza como tratando de despejarla y entró al departamento con pasos firmes.
Él parpadeó varias veces y se giró para observarla, estaba sumamente tensa y tenía las manos empuñadas.
—¿Qué...? —Titubeó—. ¿Qué haces aquí?
Ella se giró y lo miró con dureza, aunque sus ojos de nuevo se pasearon por su pecho desnudo y la toalla que lo cubría.
—¿Dormiste con Tomoyo? —preguntó con la voz cargada de enojo.
Y Syaoran decidió que mejor cerraba la puerta, eso iba a terminar mal.
La historia en sí está completa pues es un relato corto, solo sigo editando y viendo hasta dónde puedo llegar en descripciones jaja, ¿Consejos? ¿Comentarios?
Espero subir un capítulo por día.
