Disclaimer: Los personajes de Naruto no me pertenecen.
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Viñeta #47
Almas gemelas
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—Hermano, cuéntame una historia antes de dormir.
—¿Una historia? —preguntó Itachi a su hermanito menor, y éste asintió firmemente, abrazándose a su dinosaurio de peluche para ponerse en posición de escuchar cuentos; Itachi sonrió— ¿Qué historia quieres escuchar?
—No lo sé… ¡Cuéntame una del tatarabuelo Madara! ¡O una de su hermano Izuna!
Itachi bufó. Sus antepasados eran famosos no por sus grandes logros altruistas, sino por ser perpretadores de terribles masacres alrededor de toda la historia de Japón, y no estaba muy seguro de que ése fuera un buen ejemplo para un niño de cinco años; sin embargo, pensó, no todo sobre los Uchiha era malo. Sus antepasados no solo habían sido fieros guerreros; existía una bonita historia sobre los Uchiha que muy pocos sabían, y que podría significar mucho más que el simple relato de una matanza.
—Dime, Sasuke. ¿Te conté alguna vez que nuestra familia es especial? —preguntó, captando toda la atención de su pequeño hermano.
—¿Especial cómo?
Itachi sonrió, acomodándose junto al pequeño Sasuke y preparándose para contar su historia favorita.
—Ah, es una historia muy bonita, y se remonta a mucho tiempo atrás, mucho antes de las guerras y de que se construyera nuestro templo, cuando los espíritus todavía vivían entre los humanos…
—¿Antes de que se inventara la televisión?
—Mucho antes— sentenció Itachi, y Sasuke abrió sus ojitos oscuros con auténtica intriga, como si no pudiera creer que existieran tiempos tan remotos.
》Hace muchos, muchos años— siguió Itachi—, el primer Uchiha que ha existido salvó la vida de un espíritu que vagaba por la tierra, y el espíritu, como recompensa, le ofreció al hombre cualquier cosa en el mundo que pudiera desear; oro, las más finas sedas, los caballos más rápidos…Cualquier cosa que él quisiera. Y entonces el primer Uchiha pensó y pensó en qué podría querer más que nada en el mundo, y cuando miró a su alrededor, y se dio cuenta de que estaba solo, supo lo que quería más que nada, más que el oro, la seda o los caballos: encontrar a su amor verdadero.
》El espíritu entonces dudó, pero le dijo que le regalaría algo mucho mejor: desde ése día, todo aquel que llevara la sangre de ese hombre nunca estaría solo, porque él se encargaría de que todos los Uchiha siempre encontrarán a su amor verdadero. ¿Pero cómo?, preguntó el primer Uchiha, y fue cuando el espíritu tocó su nariz, obsequiándole "el don".
》"Sin importar dónde estés, ni que tan desconocido sea tu amor verdadero, tu nariz podrá reconocerla entre miles de miles de personas", le dijo. "¿Pero cómo?", volvió a preguntar el primer Uchiha. "Porque tu nariz te guiará", dijo el espíritu, "Y cuando encuentres a tu alma gemela ella te avisará, porque olerá a todo lo que más amas en la vida, y entonces lo sabrás, y ella lo sabrá también, y encontrarás el amor verdadero"
》Entonces, feliz por ese nuevo don, el primer Uchiha descendió de la montaña donde vivía (el lugar donde ahora se encuentra nuestro templo), y fue al pueblo en busca de su alma gemela. Olfateó y olfateó, pero no la encontró. Todad las mujeres del pueblo olían igual para él, así que fue al siguiente pueblo, y lo mismo ocurrió, y en el siguiente, y el siguiente…viajó noches y días enteros; recorrió enormes distancias solo buscando con su nariz, pero sin encontrar nada. Hasta que un día, de regreso en su montaña, despertó una noche y lo olió. Era un aroma dulce, y el primer Uchiha encontró en él todo lo que más amaba; entonces bajó rapidamente de la montaña, pero a mitad de camino la vio, escalando a la cumbre, buscándolo; y ella olía a todo lo que él amaba, y el olía a todo lo que a ella más le gustaba. Y entonces el primer Uchiha supo que el espíritu estaba en lo cierto: no importaba qué, o cómo, su nariz siempre lo guiaría hasta encontrar a su alma gemela…Y esa, Sasuke, es una habilidad que todos nosotros aún hoy tenemos, y eso es lo que nos hace especiales— sentenció, mirando a su hermanito con una sonrisa, pero éste solo le devolvió un gesto turbado.
—Hmp. Esa historia es para niñas. Y es muy tonta y falsa. ¡Cuéntame otra, Itachi!
—¡Oye! —protestó el mayor, también arrugando las cejas— Es una buena historia. Y un día, cuando te enamores, verás que es cierta.
—El amor es estúpido— dijo el pequeño Sasuke—. ¡Y yo nunca me voy a enamorar! ¡Nunca, nunca!
—Oh, sí lo harás, torpe hermano menor— sonrió Itachi— Sasuke, un día verás que el amor no es estúpido; sino que es lo más importante en el mundo… El amor nos hace soñar, llorar, cantar y sonreir. Y cuando te enamores, será de una persona que se supone que no tendrías que haber conocido, pero de todos modos lo harás. Es el destino de un Uchiha. ¿Sabes por qué nuestros ancestros eran tan buenos guerreros?
—Porque eran muy fuertes— contestó el más pequeño, muy seguro de sus palabras, pero su hermano negó con la cabeza.
—No. Eran buenos guerreros porque no hay sentimiento más poderoso que el amor, y nuestra familia lo ha sabido desde siempre, porque cada Uchiha está destinado a conocer a su alma gemela... —sonrió, levantándose de la cama para arropar a Sasuke antes de que éste volviera a refutar sus palabras— Bien, ahora es hora de dormir. Hasta mañana, torpe hermano menor.
—Hasta mañana, Itachi-baka.
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—¿Y bien?
—Quiero el azul— anunció Sasuke, y su madre rodó los ojos, pagando la pijama que acababa de elegir.
—Cariño, ¿no has pensado en usar otros colores? El verde también es bonito.
Sasuke negó, dándose la vuelta mientras su madre esperaba a que el vendedor le regresara la tarjeta; el niño estaba tratando de leer los kanjis de un letrero cuando un repentino y extraño olor a naranjas, césped mojado y balones de fútbol lo distrajo. Esas eran sus tres cosas favoritas en todo el mundo. Y ni siquiera pensó en la historia de Itachi cuando soltó la mano de su madre y empezó a seguir el olor, que lo llevó hasta los juegos del centro. Allí olía más fuerte.
Curioso, el niño estiró el cuello, tratando de encontrar la fuente de aquel extraño aroma. Y de pronto ella bajó del tobogán y sus miradas se cruzaron. Sasuke entonces abrió los ojos con sorpresa; ella era muy distinta a las niñas de la escuela, porque su cabello era rubio como el de las mujeres de esos programas occidentales que a su hermano tanto le gustaban, y sus ojos también eran muy diferentes a los suyos, claros como el color del agua del mar, y al mirar en ellos el niño sintió que su corazón latía muy rápido, como si hubiera estado corriendo; sus manos estaban mojadas, como si acabara de lavarlas, y ese olor seguía ahí. Esa niña olía a naranjas, césped mojado y balones de fútbol.
—¡Sasuke! — se distrajo cuando su mamá gritó su nombre, y entonces la niña corrió hacia el otro lado del parque, yéndose con un hombre alto y rubio, llevándose aquel extraño aroma consigo—. ¿Qué haces aquí? ¿Qué te he dicho de soltar mi mano? ¡Casi me da un ataque del susto! —le reprochó, pero él ya no estaba escuchando.
—Mami…Esa niña olía muy bien— observó, pero su madre no estaba oyendo. Estaba demasiado molesta como para notar lo feliz que su pequeño hijo parecía de pronto.
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Ya había salido de la preparatoria y estaba solo a media calle de la estación cuando recibió el mensaje de su madre, pidiéndole que pasara por el tofu para preparar la cena de esa noche en honor a la visita de su hermano y su novia.
Sasuke entonces bufó, regresando sobre sus pasos para ir a la tienda, perdiendo su tren habitual debido al contratiempo, y tuvo que esperar al siguiente, con el tofu en una mano y su móvil en la otra, respondiendo a los mensajes de su madre para anunciarle que tenía lo que le había pedido, que ya dejara de escribirle. Y en eso estaba cuando el siguiente tren arribó, y apenas Sasuke subió notó algo distinto. Era un ligero aroma a tinta fresca, vainilla y libros viejos, sus tres cosas favoritas en el mundo. Eso le hizo fruncir el ceño. No era habitual olerlos juntos. Sí, alguien podría haber derramado su tinta, o llevar un perfume de vainilla, ¿pero quién en su sano juicio olería a libros viejos? Se rió de esa idea, pero esa sonrisa desapareció cuando aquel aroma lo golpeó con más fuerza. Y sin darse cuenta empezó a caminar entre los vagones, acercándose poco a poco a la fuente de esa extraña combinación de olores, a pesar de toda la gente que le impedía el paso y aplastaba su tofu.
Entonces, como un latigazo para su nariz, el aroma se sintió mucho más intenso, y al alzar la mirada, sin esperárselo, la encontró.
Su cabello rubio estaba mucho más largo, y caía como una larga coleta en su espalda. Ella también había crecido; ahora era más alta, aunque parecía más bajita que él, de una estatura normal para una adolescente. Usaba el uniforme de una escuela que no conocía, y una mochila con dibujos de flores, pero no tenía tinta, vainilla ni libros encima, y sin embargo a eso olía.
Sasuke se quedó de piedra al verla, sintiendo que su corazón se aceleraba y sus manos sudaban. Pero entonces el tren se detuvo, y ella bajó junto a un buen número de pasajeros, mientras él seguía observándola desde el interior del transporte. Sin embargo, antes de alejarse del andén, sorpresivamente, ella volteó el rostro directamente hacia él y olfateó el aire, viéndolo fijamente a los ojos hasta que las puertas del transporte se cerraron, y el tren comenzó a andar, y Sasuke a caminar por el vagón, tratando de no perderla de vista a través de las ventanillas, y ella, al mismo tiempo, había comenzado a caminar sobre el andén, empezando a correr cuando el tren tomó velocidad, alejándolos una vez más.
Sin embargo, esa vez Sasuke regresó al mismo lugar al otro día, dejó pasar su tren habitual y esperó al siguiente, y lo mismo hizo el resto de la semana, pero ella no volvió a aparecer, y esa extraña mezcla de aromas tampoco.
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Sasuke nunca se sintió tan estúpido como cuando, con sus veinte años, una vez más dejó pasar el tren que tomaba habitualmente después de la escuela para tomar el siguiente.
Ya habían pasado cinco años desde aquel día, y aunque solo estaba en la ciudad de visita desde la universidad, de pronto se vio a sí mismo en la terminal, esperando por algo que nunca sucedió.
—¿Podemos irnos? —preguntó su novia con aburrimiento, cruzándose de brazos— Los demás ya deben estar en el parque y llegaremos tarde.
—No tengo ganas de ir— suspiró él, parándose cuando el otro tren arribó— Puedes ir tú si quieres.
—¡Ah, no! Todos votamos y decidimos ir al parque, así que muévete— ordenó su novia, y, resignado, Sasuke obedeció, subiendo al metro mientras sentía la presión de las manos de su novia alrededor de su brazo.
Detestaba los parque de diversiones desde que era niño, pero debía ir o sabía que el resto de sus compañeros no lo dejarían en paz el resto del semestre. Así que, tragándose todo su enojo intentó poner su cara menos molesta y solo se limitó a seguir al grupo, esperando ansiosamente a que aquel tortuoso paseo terminara pronto.
Los parques de diversiones siempre eran un cúmulo de olores extraños, en su mayoría desagradables, por eso se sorprendió cuando, mientras observaba a su amigo Naruto hacer el ridículo en el puesto de tiro al blanco, sintió un fuerte aroma que resaltaba sobre todos los demás; éste olía ligramente a malta, tomates frescos y de nuevo libros viejos, tres de las cosas que más disfrutaba en el mundo como adulto.
Y esa vez no necesitó buscarla, porque al levantar la mirada la vio, bajando de la montaña rusa, con su cabello largo y rubio despeinado por el viento, y las mejillas sonrojadas a causa de las risas.
— ¿Sasuke?— ignorando a su novia, Sasuke empezó a seguir a aquella desconocida, abriéndose camino entre un mar de gente mientras ella se perdía entre la multitud. Sasuke se detuvo cuando sus ojos ya no pudieron verla, así que, por estúpido que sonara, dejó que su nariz lo guiara, pero tampoco podía oler nada.
Y cuando creyó que la había perdido el olor regresó a él más fuerte, y la vio, saliendo de la cabina de fotografías que estaba a solo unos metros de él, riendo. Y con solo verla sintió una vez más que su corazón se aceleraba, y que sus manos sudaban como las de un adolecente. Por primera vez caía en cuenta de que era tan hermosa que casi lastimaba la vista, o al menos la suya, pero aun así no podía dejar de mirarla. Y cuando ella lo miró también, sintió sus mejillas llenarse de un calor desconocido, y el resto del mundo dejó de existir, como si solo fueran ellos dos y nadie más.
Entonces aquella extraña combinación de oleres volvió a llenar su nariz, pero eso ya no era lo importante. La atención de Sasuke ahora estaba en esa chica, en su sedoso cabello rubio, y esos hermosos ojos claros. Sin embargo, cuando quiso acercarse a ella, de pronto un hombre alto, pálido y de cabello negro también salió de la cabina y tocó el hombro de la muchacha, haciendo que el mundo volviera a llenarse de gente, y que ella dejara de mirarlo para girarse hacia su compañero, que le sonrió con simpatía.
—¿Lista, Ino? —preguntó, y Sasuke estaba tan cerca que a pesar del ruido de los juegos lo escuchó. Y ella, Ino, besó a ese hombre tan blanco como el papel, mostrándole las fotos que la máquina acababa de devolverles, y entonces, tomándose de la mano, como si él no estuviera allí, los dos desaparecieron una vez más, pero Sasuke ya no fue capaz de seguirlos, y solo esperó a que el olor a malta, tomates frescos y libros viejos simplemente desapareciera, esperando que no regresara jamás.
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—Vaya...el cielo se va a caer en cualquier momento— observó Itachi con una sonrisa mientras esperaba a que el tráfico avanzara, contemplando la lluvia golpear el parabrisas con parsimonia— No puede ser una buena señal que llueva tanto el día de tu boda, ¿no crees? —soltó, señalando al lujoso y antiguo coche que estaba frente a ellos, dentro del cual, aunque no muy claramente debido al vidrio empañado, podía verse a una novia esperando; Sasuke miró a su hermano y frunció el ceño— ¡Solo bromeo! Nunca es un mal día para casarte con tu alma gemela... —sonrió, regresando la vista al camino.
Sasuke entonces lo miró por un segundo, metido en algún lugar de su mente; después, algo confuso, pareció querer oler el aire, cosa que sorprendió levemente a Itachi.
—Oye, ¿estás bien? —preguntó, Sasuke lo miró, hablando al fin.
—¿Recuerdas la historia que me contaste cuando era niño? —preguntó de repente, sorprendiendo a Itachi— Sobre los Uchiha y toda esa cosa del alma gemela y eso...
—Claro que sí. Esa historia ha estado en nuestra familia por... no sé, siglos— respondió Itachi, abriendo su ventanilla levemente, cosa que pareció incomodar aún más a su hermano.
—¿Te ha pasado? —le soltó Sasuke, intempestivamente.
Itachi parpadeó.
—Por supuesto. Te dije que era cierta.
— ¿Y qué hiciste?
—Me casé con la chica— sonrió, enseñándole su alianza con una sonrisa— Mira, sé que nunca creíste en esas las cosas, pero desde la primera vez que vi a mi esposa pude oler todo lo que me gustaba en ella, y ella pudo oler todo lo que le gustaba en mí, y así los dos supimos de inmediato que éramos almas gemelas…— dijo, ampliando su sonrisa.
—¿Y cómo sabes que no te equivocaste?
—Porque, bueno, las señales a veces son confusas, pero debes escucharlas, aunque sea por un instante, porque ése instante traerá a ti un amor tan intenso que justificará el resto de tus días, créeme…Y tú algún día verás la señal, y lo sabrás— Itachi le sonrió, y amplió su sonrisa cuando el tráfico empezó a moverse también, avanzando tras el coche de bodas hasta que llegaron a la única iglesia anglicana de la ciudad, y éste se detuvo, obligando a Itachi a detenerse momentáneamente también al no tener ningún otro carril que usar. Entonces Sasuke bajó su ventanilla, y a pesar de la lluvia lo olió. El olor ésta vez era a pan fresco, a tarta de manzanas y libros, y llegó a él tan potente y claro que lo sobresaltó.
—¿Hueles eso? —preguntó. Su hermano lo miró sin entender.
—¿Qué cosa?
—Es...—casi como si alguien lo hubiera obligado a hacerlo, Sasuke dirigió la mirada hacia el coche de enfrente mientras el conductor, con un paraguas en mano, abría la puerta de la novia, y antes de que lo hiciera Sasuke, sin saber porqué, contuvo el aliento. Y entonces la vio.
Ella iba vestida de novia, bajando del coche y cubriéndose rápidamente bajo el paraguas antes de que la lluvia arruinase su impoluto vestido blanco. Tenía una hermosa sonrisa en los labios, y sin embargo, de pronto, su sonrisa desapareció, y ella giró la cabeza directamente hacia Sasuke, mirándolo fijamente.
Y el corazón de Sasuke se aceleró como nunca mientras su hermano al fin encontraba un carril vacío, alejándose de esa iglesia para recorrer las siete calles restantes que los separaban del templo de su familia en la parte más alta de la ciudad. Y Sasuke bajó del coche, subiendo les enormes e interminables escalones hasta la cima con los víveres que habían comprado, como si nada hubiera pasado. Pero de repente, un extraño impulso lo invadió, y sin decir nada ni pensar en lo que hacía, corrió, atravesando todo el templo, bajando la escalera tan rápidamente como pudo mientras la lluvia, que parecía haberse intensificado, lo empapaba de pies a cabeza y saltaba en todas direcciones a cada una de sus pisadas.
Y faltaban apenas unos diez escalones para que llegara al suelo cuando volvió a verla, también corriendo bajo la lluvia, empapada de pies a cabeza, su vestido sucio y arruinado, y su maquillaje igual, pero aun así no dejaba de lucir hermosa mientras levantaba su pesado vestido y subía los escalones hasta alcanzarlo.
Los dos se detuvieron al llegar frente al otro, mirándose con curiosidad, pero sin decir nada, ni oír nada más que la lluvia cayendo sobre sus cabezas y el concreto.
Sasuke se sintió confundido, como si toda su vida hubiera esperado por ese momento, y ahora no supiera qué decir. Por eso fue ella quien habló primero:
—Hueles a jazmines, chocolate y caramelo— le dijo, y Sasuke parpadeó, maravillado con el suave sonido de su voz— Ya nos habíamos visto antes, ¿verdad? Eres el niño del centro comercial; y el chico del tren...
—¿Me recuerdas? —parpadeó, y ella sonrió.
—Claro que sí. Siempre olías a cosas que me gustaban— le dijo, y el corazón de Sasuke una vez más latió muy fuerte.
—Tú también— admitió, y después volvieron a quedarse callados por varios minutos, solo mirándose el uno al otro hasta que ella volvió a sonreír, llevándose una mano al pecho.
—Mi corazón late muy rápido...
—El mío también.
Ella sonrió; el sonrió también. De pronto, ambos supieron que al fin habían llegado a donde siempre debieron estar.
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N del A:
Gracias por leer otra de mis historias.
Hasta la próxima.
H.S.
